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Transición o municipalismo: lo que se juega en estas elecciones locales

Fuentes: Diagonal

Se acaban de abrir las primarias para decidir la composición de la candidatura Ahora Madrid para las próximas elecciones municipales, partido instrumental en el confluyen activistas de centros sociales, del 15M, de barrios y colectivos sociales, militantes de partidos como IU, Equo (todos y todas arropadas bajo el paraguas Ganemos Madrid) con Podemos. Aprovechamos la […]

Se acaban de abrir las primarias para decidir la composición de la candidatura Ahora Madrid para las próximas elecciones municipales, partido instrumental en el confluyen activistas de centros sociales, del 15M, de barrios y colectivos sociales, militantes de partidos como IU, Equo (todos y todas arropadas bajo el paraguas Ganemos Madrid) con Podemos. Aprovechamos la ocasión para abrir nuestras páginas a las reflexiones sobre la apuesta municipalista, el ‘asalto a las instituciones’ y el sentido de las diferentes listas que compiten a dicha candidatura.

El futuro anterior es una forma verbal única del italiano y del francés. No se encuentra en la lenguas romances de la Península Ibérica. Expresa acontecimientos o experiencias ya completadas pero que se darán en el futuro. Se trata de una de esas paradojas gramaticales hechas de una conjugación casi imposible: futuro y pasado perfecto. Futuro anterior sea quizás hablar en tiempo presente del año 1979, cuando se formaron los llamados «ayuntamientos democráticos» y se decantó, definitivamente, la suerte de la democracia local en nuestro país, su inanidad.

Recapitulemos: desde principios de la década de 1970, buena parte de los barrios de las grandes ciudades españolas empezaron a vibrar con reivindicaciones relativas al derecho a una vivienda digna, la construcción de ambulatorios, colegios o equipamientos a veces tan elementales como el asfaltado o el alumbrado. El nuevo movimiento social se llamaba a sí mismo «vecinal» y se propagó por esas ‘periferias urbanas’ hechas de chabolismo, promociones de vivienda pública y grandes bloques levantados sin más preocupación que la de proporcionar el mayor beneficio a sus constructores.

Las asociaciones de vecinos consiguieron articular la respuesta social a la crisis urbana y pronto se convirtieron en el verdadero motor creador del Estado del bienestar. Polideportivos, colegios, centros de salud y una infinidad de servicios fueron construidos por la presión de las movilizaciones de los barrios. Su espíritu asambleario y su apertura a todos -«unitario» se decía entonces- las convirtieron en el mayor movimiento urbano de la Europa de aquel periodo. Pero apenas pasados unos años, hacia mediados de los años ochenta, el movimiento vecinal había desaparecido como sujeto político significativo. ¿Qué provocó este declive tan abrupto?

Abril de 1979. Se celebraban las primeras elecciones municipales de la democracia española. Ganó la izquierda. El PCE y el PSOE, por mediación de Nicolás Sartorius y Alfonso Guerra, firmaron los acuerdos para la alianza municipal que les daría el gobierno en prácticamente todas las grandes ciudades españolas. En Madrid, por ejemplo, la izquierda obtuvo un éxito arrollador que nunca después se repetiría, el 57 % de los votos: 39 % para los socialistas, un 15 % a los comunistas e incluso un 2,5 % a la izquierdista Organización Revolucionaria de los Trabajadores. Su victoria habría sido imposible sin un trabajo lento y constante de organización y creación de comunidad, sin las pequeñas y grandes conquistas que obtuvo el movimiento vecinal. Y sin embargo, la victoria de las izquierdas significó también su vaciamiento. La rápida decadencia del movimiento vecinal se produjo justo cuando más se necesitaba, en medio de una crisis social terrorífica.

La ruina del movimiento vecinal es un espejo en el que se refleja toda la Transición. Como ocurrió en el movimiento obrero, las asociaciones fueron tensadas hasta hacerlas quebrar por unos partidos políticos empeñados en convertirlas en plataformas de orientación del voto a sus respectivas formaciones. La atmósfera asamblearia y «unitaria» se disipó en las disputas y enfrentamientos políticos. Posteriormente los líderes y los técnicos del movimiento se convirtieron en alcaldes, concejales y asesores de los nuevos ayuntamientos. Resultado: las asociaciones de vecinos se vaciaron. El otrora vigoroso movimiento acabó haciendo, salvo las excepciones conocidas, aquel sucedáneo de política -«de baches y farolas» se decía en la época- que lo convertiría en correa de transmisión de las administraciones municipales.

Caso paradigmático de este proceso fue lo que ocurrió en el Ayuntamiento de Madrid. Seguramente todavía hay quien repite que el gobierno socialcomunista presidido por el siempre sobrevalorado Enrique Tierno Galván -aquí un perfil menos complaciente de lo habitual- sustituyó el protagonismo de las asociaciones de vecinos con una política legítima, democrática y de corte social. No fue así. Lejos de democratizarse, la administración municipal se centralizó. La política social del ayuntamiento tendió rápidamente a degenerar en el marketing de la Movida madrileña y de aquellos castizos y graciosos pregones que tan célebre hicieron al alcalde. Como guinda a todo aquel merengue institucional, basta decir que el primer escándalo de corrupción -¡en la primera legislatura!- se saldó con la salida del consistorio, Tierno mediante, de la izquierda socialista liderada por Alfonso Puerta.

Durante un tiempo, y mientras vivió el «viejo profesor», pareció que la hegemonía de esa izquierda, cada vez más vacía, aguantaría durante décadas. Bastó sin embargo legislatura y media para que el desencanto desaguara en un abandono masivo del voto. En 1987, ese 57 % de 1979 se había reducido al 47 %. Las derechas eran ya mayoritarias. ¿Perdió la izquierda en la moción de censura de 1989 que llevó a la alcaldía a Rodriguez Sahagún? ¿O lo hizo bastante antes cuando el electoralismo se puso por delante de la necesidad de fortalecer al movimiento vecinal? La respuesta, a mi modo de ver, es evidente.

Rescatado del museo

Pero ¿a qué tanta referencia histórica? ¿Acaso tiene todo esto algo que ver con la situación actual? Desde que el 15M partiera en dos la historia de la reciente, se ha desencadenado una oleada de movilizaciones sin precedentes desde los 70. Como en aquel periodo, la defensa de lo común -la sanidad, la educación, los servicios públicos- ha sido el motor de amplios procesos de organización ciudadana en forma de mareas, PAHs, bancos de alimentos, etc. Y como en aquellos años, muchos de estos movimientos han puesto sus esperanzas en el acceso al nivel institucional más cercano: los ayuntamientos.

Rescatado del museo de la ciencia política, el término «municipalismo» se ha convertido en la bandera de las energías sociales por recuperar los gobiernos locales. En Madrid, Barcelona, Zaragoza, Pamplona, Málaga, Coruña y así hasta un centenar de localidades, se han presentado candidaturas municipalistas. Las impulsan y participan en ellas lo mejor de esos movimientos levantados con esfuerzo en estos cinco años. Algunos de estos proyectos atraviesan estos días con la tensión de someter la elección de sus candidatos a procesos de primarias. Es el caso de AhoraMadrid, que reemplaza a Ganemos como espacio de confluencia ciudadana para la capital y en la que concurren tres candidaturas con posibilidades: la de la ex-jueza Manuela Carmena promovida por Claro que Podemos, la de Mauricio Valiente encabezando a los críticos de IU y la de Pablo Carmona en representación de una alianza de movimientos sociales, círculos de Podemos y buena parte de los espacios organizados en torno a Ganemos.

Desgraciadamente y como viene ocurriendo desde que nos metimos de lleno en el ciclo electoral, el debate político -de ideas y proyectos- ha sido más bien pobre. La urgencia por llegar al gobierno se ha convertido en prioridad. Y cuando esto ocurre el rostro mediático, las «calidades éticas y profesionales», el que «más votos captura» suelen reemplazar los argumentos. Basta no obstante echar un vistazo a las tres listas para entablar un debate político al que no deberíamos estar reticentes.

La propuesta liderada por Mauricio Valiente es el resultado de la descomposición interna de IU, un intento de salvar aquello que en las viejas siglas pudiera ser todavía significativo. Y serán seguramente los ‘suyos’ los que le darán un lugar en la lista con el voto organizado al que responden las organizaciones de larga trayectoria e identidad marcada. La lista de Carmena -en realidad la lista de Claro que Podemos- se configura en sus primeros puestos como un plantel de técnicos y políticos profesionales, muchos rescatados de IU y alguna próxima al PSOE. Su objetivo s alcanzar el gobierno de la ciudad y gobernar con un perfil «competente» y «eficaz».

Por el contrario, la lista que encabeza Pablo Carmona, con el nombre de Madrid en Movimiento, pretende algo distinto y osado en la política institucional. Trata de organizar y recoger lo que el 15M ha construido en un proyecto político para el Ayuntamiento de Madrid. En esta lista hay representantes de casi todo los espacios organizados en estos años: movimientos sociales, Mareas, quizás lo mejor de Podemos -muchos de sus círculos-, asambleas de barrio y buena parte de los grupos de Ganemos. Se trata, aquí, de sostener el experimento de tomar las instituciones sobre la base de un movimiento organizado. La diferencia con la Transición resulta obvia: lejos de sacrificar el movimiento al partido, es el movimiento el que pretende subordinar a la institución. Por eso Madrid en Movimiento trata de reunir las exigencias de los últimos tiempos -democracia real, rechazo del gobierno por deudas, apuesta constituyente- en un proyecto de cambio municipal.

Conviene recordar que las primarias de AhoraMadrid, heredadas de Ganemos, permiten una composición híbrida y plural del equipo municipal definitivo. Sea como sea, lo que parece claro es que sin una reivindicación del municipalismo democrático, sin el pequeño experimento que Madrid en Movimiento y proyectos similares, la historia de la Transición nos espera a la vuelta de la esquina. En sociedades descreídas y largamente entrenadas por la política de representación, el desencanto es sencillamente algo permanente y repetido; o como se conjuga en italiano, futuro anterior.

Emmanuel Rodríguez. De la Fundación de los Comunes, autor de ‘¿Por qué fracasó la democracia en España? La Transición y el Régimen del 78’.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/26201-transicion-o-municipalismo-lo-se-juega-estas-elecciones-locales.html