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Transversalidad, frentismo… ¿de qué hablamos?

Fuentes: Rebelión

Más allá de decir que es de izquierdas, nacionalista gallego y en su tiempo máximo dirigente del BNG, poco más puedo decir de Xosé Manuel Beiras. Su reciente e interesante reflexión sobre la polarización izquierda derecha y el transversalismo publicado en la revista digital sinpermiso -Glosa(s) respecto de la izquierda (imaginaria)- ha suscitado mi interés […]

Más allá de decir que es de izquierdas, nacionalista gallego y en su tiempo máximo dirigente del BNG, poco más puedo decir de Xosé Manuel Beiras. Su reciente e interesante reflexión sobre la polarización izquierda derecha y el transversalismo publicado en la revista digital sinpermiso -Glosa(s) respecto de la izquierda (imaginaria)- ha suscitado mi interés porque conecta con debates y reflexiones de estos lares, por ejemplo en el tema de la formación de gobierno o la reciente huelga general. Sobre ello van las siguientes líneas.

POLARIZACIÓN DERECHA IZQUIERDA

Opina Beiras, basándose en un trabajo anterior de Toni Doménech, que «La polarización política normal opera o se manifiesta siguiendo un eje derecha-izquierda, correlativamente a la estructura de clases de la sociedad y a su proyección en el espejo ideológico. Una estructura social e ideológicamente polarizada dará lugar a que las posiciones políticas de los ciudadanos aparezcan agrupadas en dos segmentos contrapuestos -izquierdo y derecho- de ese eje, y tanto más distantes entre sí y próximas a los extremos, cuanto mayor sea la polarización (…) Las políticas ultraliberales, agravadoras de la desigualdad social y del conflicto de clases, además de la crisis, deberían propiciar la polarización.»

Cierto, pero los problemas y contradicciones de clase no siempre se expresan de forma nítida y en el plano económico y social sino, como diría un clásico, a veces lo hacen de forma laberíntica, por ejemplo, mediante reivindicaciones nacionales. Además, las burguesías y sus representantes políticos que no son nada tontos, tienen medios y experiencia en el arte de la distorsión. Según épocas utilizan mecanismo distorsionantes, por ejemplo, los temas llamados transversales, utilizados «para la manipulación de la opinión ciudadana en lo que, en los EE.UU. de años pasados, se dio en denominar cultural war: la guerra cultural desencadenada por una nueva derecha contra alguna de las conquistas culturales emblemáticas de los años sesenta, como la despenalización del aborto, la discriminación positiva, o el fortalecimiento de la laicidad del Estado.»

Se trata según Beiras de una «»estrategia de combate electoral destinada a provocar confusión en el campo del adversario», y eficazmente utilizada por los contrarrevolucionarios neo-cons gringos dentro y también fuera de su metrópolis imperial».

Respecto al Estado Español, el ejemplo más claro sería «la estrategia electoral del PP español, diseñada por Gabriel Elorriaga, respecto a sustraer del debate electoral temas y problemas económicos y sociales centrales y cardinales para la identificación por las clases populares de las posiciones de derecha e izquierda, y sustituirlos por la introducción en primer plano de temas periféricos para provocar una polarización artificial y dividir, o aún mejor, literalmente, desmoralizar al adversario. Análogamente se refiere al cometido de «la señora Rosa Díez y su nuevo partido UPyD» de operar como «una fuerza transversal» sobre la base de radicalizar su hostilidad a los nacionalismos periféricos; o sea, apostar por una creciente polarización del electorado español respecto a este asunto y fiar su posible crecimiento futuro a la incongruencia en el alineamiento de las preferencias políticas del electorado de izquierda».

APARIENCIA Y REALIDAD

Beiras tiene mucha razón al denunciar el uso manipulador de temas trasversales y del propio término transversalidad; pero cabe, precisar que tales conceptos pueden ser interpretados de distintas maneras; por ejemplo, en el sentido de la denuncia, pero también para aglutinar reivindicaciones ecologistas y de género, nacionales y sociales en un frente común. Un ejemplo claro de manipulación de conceptos y su uso mediático es cómo utiliza el PP el concepto igualdad en lo relativo a los derechos de ciudadanía que ellos identifican con lo español. Esto es, pretendan erigirse en paladines de la igualdad de derechos de la ciudadanía en base al rasero de su concepción nacional de España (en realidad, se trata de uniformidad), por lo cual están siempre a la gresca denunciando supuestas desigualdades impuestas por los nacionalismo periféricos contra la lo español y los castellanoparlantes, relegados poco más o menos que a la categoría de ciudadanos de segunda, cuando en realidad son ellos los máximos enemigos de la ciudadanía igualitaria y con derechos sociales reales; bastan con analizar sus políticas elitistas y generadoras de profundas desigualdades de clase: ¿quienes sino ellos han defendido un neoliberalismo desaforado? Otro ejemplo, es cómo entienden el derecho a la vida en los casos de interrupción de un embarazo no deseado, importándoles un pimiento la vida de la mujer afectada.

Pero no es menos cierto que por la boca muere el pez, y que al final todo se aclara. Y eso vale también para el PSOE, o lo que en realidad escondía su propuesta de gobierno trasversal, supuestamente igualitario. Tras oír las primeras declaraciones postelectorales del PSE, me interrogué por qué, siendo igual de segundones en la CAV y en la CFN, habían dejado el gobierno en manos de UPN desechado la alianza con Nafarroa-Bai, que le habría permitido alcanzar el gobierno de Navarra y formar un gobierno cuando menos de corte progresista y nacionalmente trasversal, mientras que se aliaba con el PP para arrebatar al PNV la lehendakaritza. No encontré más argumento que el derivado de la razón de Estado, para la cual en un caso la alianza más adecuada era la derecha navarro-española, siendo secundario ir en primera o segunda posición, mientras que en la CAV además les colocaba en la cresta, aunque es posible que termine pagándolo caro. Pero uno conoce de qué pie cojea, y todavía me quedaba la duda si no estaba pecando por mal pensado.

Ramón Jáuregui en entrevista concedida a Noticias de Gipuzkoa me aclaró de toda duda: «El gobierno con los nacionalista vascos [se refiere a Nafarroa] era muy contradictorio. Cuando una comunidad tiene una tensión identitaria tan potente como tiene Navarra, ésta es superior a la coincidencia entre progresistas». O sea, lo identitario tiene prioridad sobre los temas de progreso, siempre y cuando se incline al bando navarrista-español, ya que cuando se inclina hacia lo vasco, entonces prima lo lagarterano y se convierte en defensa de lo transversal, de lo que interesa a la ciudadanía. Qué poco dura la mentira y que asco da «pensar siempre lo peor» cuando se trata del PSOE, y terminar acertando.

Cierto es que los conflictos políticos unas veces velan y distorsionan y otras dan forma (laberíntica) a los conflictos y actitudes de clase, sobre la cual existe una amplia literatura. Beiras aboga dentro de esa tradición, porque lo congruente con los valores y los intereses de izquierda, por ejemplo en los dos temas claves o caballos de batalla de la derecha española (en el resto no hay engaño posible, pues pedir el rebaje sistemático de los impuestos es de catón para la derecha) supone estar «contra de la pena de muerte y a favor de la despenalización del aborto, igualmente, asumir el carácter plurinacional del Estado español, su diversidad lingüística, y estar a favor de los derechos políticos de esos diferentes pueblos y del respeto al uso de sus respectivos idiomas». Con ello no inventa nada nuevo, sino que conecta con las mejores tradiciones de la izquierda radical clásica, que auspició el derecho de autodeterminación de los pueblos, en tanto que salida democrática y eje de alianza entre las izquierdas de diferentes nacionalidades.

Ha sido en los últimos tiempos, y como producto del revisionismo propiciado por cierta izquierda que identifica la transversalidad en materia nacional como un pacto entre identidades nacionales diferentes sin poner en cuestión el status quo, esto es, invalidando la propuesta autodeterminativa para la actualidad del Estado español (o situándola en una casuística imposible de dilucidar) por considerarla demasiado radical y prácticamente nacionalista. Lo cual da como resultado que el Plan Ibarretxe (que nunca ha sido ni independentista ni autodeterminacionista, sino partidario de cambiar el modelo de pacto entre las partes vasca y española) se considere poco más o menos como exclusivista, y el llamado Aldaketa-Cambio de López como inclusivo y transversal.

EL LLAMADO FRENTISMO SINDICAL

La acusación más feroz y descarnada contra la huelga del 21 ha sido la de su supuesto frentismo nacionalista. Dicha acusación ha sido utilizada como arma arrojadiza para poner a los sindicatos nacionalistas a la defensiva siempre que se establece una unidad de acción en la cual CCOO y UGT no están presentes por su orientación sindical pactista. Sin menospreciar las tendencias frentistas emanadas de sus concepciones nacionalistas, es una aberración juzgarles permanentemente desde dicha perspectiva. Y sobre todo es falso. Otros temas, y de mas calado a lo largo del año, como las tácticas ante los convenios, o la gestión de determinadas luchas, la actitud ante la patronal, han situado a LAB, CCOO y UGT por un lado y a ELA (en solitario o con ESK) por otro. ¿Que decir, del maridaje entre UGT-CCOO, la patronal y el gobierno foral navarro, impulsando la marginación del resto de los sindicatos, o la utilización de la legislación estatal en materia de representación sindical que coloca a UGT en CCOO en situación privilegiada, etc.?

Si hay un frentismo letal es del colaboracionismo con la patronal y el gobierno. ¿Qué hacen a escala estatal, tanto CCOO como UGT, donde reinan en solitario y nadie les hace sombra? ¿Por qué no han tomado ya la iniciativa de la movilización hacia un horizonte de Huelga General? A la huelga del 21 se le podrán cosas muchas críticas, pero ninguna de ellas será peor que la inactividad sindical. Y, desde luego, nada será peor que ir contra la huelga aduciendo críticas de enfoque.

Uno espera que renazca un verdadero frente de clase. Un frente sindical y social contra el capital, sea financiero o industrial, que como siempre pretende que recaigan sobre la clase trabajadora los efectos de la crisis por ellos creada. Un sano frentismo de clase, que abogue por la unidad de los trabajadores de nacionalidades e identidades diferentes, en base a unas reglas de juego democráticas (lo cual no quita unidades de acción más básicas, como se podía haber dado en torno a la huela del 21). Un pluralismo que no parta de la aceptación de la igualdad de opciones, del derecho de cada nacionalidad a decidir -basada en la igualdad absoluta de todas las opciones a la hora de pronunciarse en el interior de cada nacionalidad-, no es valido por tramposo. En realidad, no es nada trasversal sino frentista, solo que frentista españolista. Sólo el derecho a decidir en libertad e igualdad de opciones puede unir a trabajadores de todas las sensibilidades nacionales en un frente que además de ser de clase sea democrático. Opción que puede ser la libre unión, la separación, o la libre confederación.

Autodeterminación y anticapitalismo, dos ejes para construir la unidad que necesita el movimiento obrero en estos momentos. O sea, propiciado de esa forma la polarización social que corresponde, según Beiras, a las sociedades afectadas por la bancarrota del neoliberalismo.