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Tras el perdón, a compartir mesa y mantel

Fuentes: Insurgente.org

Tal para cual. El actual Ejecutivo español, siguiendo una tónica similar a la del Gobierno anterior, parece haber optado por diluir en el tiempo, hasta que se olviden las causas que provocaron la caída del helicóptero Cougar en Afganistán, que se cobró 17 víctimas mortales. Desde el primer momento las cadenas de televisión utilizaron el […]

Tal para cual. El actual Ejecutivo español, siguiendo una tónica similar a la del Gobierno anterior, parece haber optado por diluir en el tiempo, hasta que se olviden las causas que provocaron la caída del helicóptero Cougar en Afganistán, que se cobró 17 víctimas mortales. Desde el primer momento las cadenas de televisión utilizaron el recurso del «accidente» sin tener datos objetivos que lo demuestren. Ahora, José Bono, ministro de Defensa, justifica la presencia española en ese país utilizando los viejos argumentos esgrimidos por George Bush para avalar sus guerras preventivas de rapiña. Cuando pintan bastos, el Gobierno del presidente del «buen talante», no duda en echar mano de las mismas triquiñuelas que Aznar, el ex presidente de la indignidad.

Dicen los expertos que fue una ráfaga de viento. Debe haber sido algo más que eso. En Afganistán se está formando una tormenta, que amenaza con convertirse en huracán, porque cada año tiene más fuerza. Desde el año 2001, la cifra de bajas de la OTAN, en ese país, ha ido aumentando, lenta pero implacablemente. El ejército colonial ocupante, igual que las multinacionales a las que sirven, utiliza las estadísticas para analizar resultados y, con los datos que maneja actualmente, resulta difícil culpar a una racha de viento, máxime si tenemos en cuenta que el responsable de la misión española, coronel Moreno, reconoce la presencia de «milicias irregulares» en la zona, y admite la posibilidad de que nunca se aclare el derribo del aparato.

Las imágenes del funeral mostraron a un presidente supuestamente apenado, y bastante teatral, que se deshizo en elogios hacia un ejército al que no cesó de alabar con vacías frases patrióticas, llenas de mentiras. Para quienes tenemos conciencia de clase, resulta indiferente la nacionalidad, u origen, de cualquier militar caído en una guerra colonial, porque el único fin de su estancia allí, siempre será la defensa de los intereses de las grandes empresas capitalistas. A pesar de todo, Zapatero ha decidido mantener-, y aumentar hasta dos mil soldados-, la presencia militar en Afganistán; por tanto, seguimos en el mismo punto de mira que nos dejó el fhürercillo.

Llama un poco la atención que la opinión pública, acepte más la guerra de Afganistán que la de Irak, pero hay factores que provocan ese efecto. Afganistán es un conflicto bélico silenciado, pero cuando ocurre algo que puede afectar la sensibilidad de la población, como ha sucedido en esta ocasión, la intoxicación informativa no cesa de recordarnos que se trata de una guerra «legal» porque está avalada por la ONU, a pesar de que, este organismo, tras la desaparición del campo socialista, ha ido degenerando hasta convertirse en un repugnante foro donde las potencias imperialistas rivalizan y discuten por el reparto mundial de las zonas de influencia.

Por su parte, el Gobierno español recurre a falsos argumentos afirmando que las tropas españolas están allí para llevar la paz… con helicópteros armados. Lo que debe hacer el régimen de Madrid es explicar las razones reales de su participación militar en aquel país. Las invasiones de Afganistán e Iraq, son una etapa, de la carrera iniciada por el Imperio, cuya meta final es el control de los recursos naturales en todo el mundo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre, si se pretende tener credibilidad.

En dicha carrera, Estado Unidos se encontró con el dilema de cómo llevar las riquezas petrolíferas de Asia Central hasta el mercado mundial sin tener que utilizar, por cuestiones estratégicas, los oleoductos y gaseoductos que pasan por Rusia o Irán. Esa circunstancia determinó que la plutocracia norteamericana proyectara, incluso antes de la guerra, la construcción de un gaseoducto que llevaría el gas, desde Turkmenistán hasta Pakistán, atravesando Afganistán. El 11-S, y la postura de Kabul sobre Ben Laden, congelaron dicho proyecto. Tras la ocupación ha sido reactivado, con mayor entusiasmo que nunca, al confirmarse que Afganistán posee enormes reservas de gas.

En consecuencia, la Fuerza de Acción Rápida española de intervención en Afganistán solo es un Cuerpo auxiliar(carne de cañón), bajo el mando del Pentágono, y participa en la estrategia de Washington, encaminada a lograr la hegemonía económica mundial. Ese es el motivo de la presencia militar española en aquel país y no, como dice Zapatero, llevar la «paz y la libertad». José Bono, el ministro falangista, justifica su dependencia servil, respecto a Washington, afirmando que «Estados Unidos, ha sido el mejor amigo y aliado de España». Tiene razón. Recordemos que, hace años, una visita presidencial de la mayor «democracia» del mundo, legitimó internacionalmente a la sangrienta dictadura franquista, a cambio de una limosna, y la pérdida de soberanía en determinadas zonas geográficas como Rota y Morón, en las que se construyeron bases militares.

Dejando al margen pantomimas televisivas, es posible que Zapatero esté triste por lo sucedido. Pero, por otra parte, no me cabe ninguna duda de que estará plenamente realizado desde que llegó a sus manos el telegrama de condolencia del presidente norteamericano porque esa puede ser la señal de que, por fin, Bush, lo ha perdonado. Quizás esté preparando las maletas, cargándolas con grandes dosis de «buen rollito y talante», pues-, roto por fin el hielo-, no puede descartar que lo inviten a almorzar(como al Borbón) allá en el rancho de Texas. No debe resultar fácil digerir un suculento ágape, compartiendo mesa con un individuo que tiene las manos manchadas de sangre, pero el libro de los gustos está en blanco. En cambio, el libro de la servidumbre va por la enésima edición.