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Tu voto puede ser decisivo, tu influencia cuenta

Tu responsabilidad

Fuentes: Rebelión

Tú también tienes parte de responsabilidad en el mundo en que vives. Tu actitud es fundamental. Todo el mundo pone su grano de arena. Tanto para cambiar las cosas, como para que éstas sigan igual o peor. La sociedad es como la mayor parte de la gente hace, por activa o por pasiva, que sea. […]

Tú también tienes parte de responsabilidad en el mundo en que vives. Tu actitud es fundamental. Todo el mundo pone su grano de arena. Tanto para cambiar las cosas, como para que éstas sigan igual o peor. La sociedad es como la mayor parte de la gente hace, por activa o por pasiva, que sea. Tu voto puede ser crucial. De ti depende lo que pueda ocurrir en los próximos años. De ti depende que las puertas de un cambio real por fin se abran o no. De ti depende que el futuro deje de ser negro. Tú eres también responsable de tu propia existencia. Tú también tienes parte de culpa de lo que te ocurre. No tienes toda la culpa, pero tampoco estás completamente libre de ella. Puedes contribuir a un cambio real. No sólo votando con cabeza, no sólo contrastando todo lo posible, entre lo que dicen unos y otros, entre lo que dice cada uno y lo que hace o ha hecho, entre lo que oyes y el sentido común, la realidad que palpas a tu alrededor. Sino que también intentando convencer a tus familiares, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo,…, de la necesidad de votar a partidos que no han gobernado hasta ahora.

En estas escasas democracias que tenemos actualmente, el poco poder que tenemos los ciudadanos corrientes lo ejercemos cada x años al depositar una papeleta en una urna. No podemos aspirar a un mundo mejor si el poco margen de maniobra que tenemos lo usamos de manera irresponsable. Nuestra irresponsabilidad es responsabilidad nuestra. No nos sirve de nada quejarnos de la situación actual si no hacemos nada para cambiarla, o, lo que es peor, si contribuimos, sobre todo con nuestro voto, a perpetuarla o incluso empeorarla. No podemos pasar de la política porque ésta no pasa de nosotros. Culpa nuestra es si nos dejamos embaucar por los charlatanes de los viejos partidos que vuelven a pedir nuestra confianza para traicionarla una vez más. Si nos conformamos con migajas, si permitimos que nos compren el voto. Culpa nuestra es si no aprendemos de nuestros propios errores. Si seguimos confiando en quienes nos han demostrado en la práctica, una y otra vez, que no son fiables. Desconfiemos de aquellos que se apuntan ahora al cambio cuando han estado reiteradamente intentando evitarlo. Desconfiemos de quienes ahora, «casualmente», hablan de cambio cuando se ven amenazados por la competencia de nuevos partidos. Desconfiemos de quienes nos piden fe en ellos, en que se han regenerado, en que han aprendido de sus errores. Desconfiemos de quienes no plantean en sus programas electorales medidas muy concretas para que el pueblo nunca pueda ser traicionado por nadie. De quienes defienden un programa pero no la necesidad de que éste sea vinculante, un contrato sagrado con la ciudadanía, de obligado cumplimiento para todo partido político. Desconfiemos de quienes nos piden que confiemos en ellos, pero bien se guardan de hacer que sea el pueblo quien pueda en cualquier momento, mediante la revocabilidad, destituir a cualquier cargo público que ya no merezca su confianza. Desconfiemos de quienes dicen tener espíritu republicano pero no quieren ni oír hablar de la posibilidad de que el jefe de Estado sea elegido democráticamente y no esté por encima de la ley.

Desconfiemos de quienes plantean reformas democráticas tímidas, poniendo límites, de quienes no quieren abrir todas las ventanas y puertas de la casa para airearla, para hablar de todo, para que el pueblo pueda decidir sobre todo lo que le incumbe, empezando por su régimen político. Desconfiemos de aquellos partidos políticos apoyados por el IBEX-35 o sus medios de comunicación. Desconfiemos de quienes hablan de cambio y al mismo tiempo apoyan a las fuerzas inmovilistas en cuanto pueden, proponen políticas económicas que son las mismas, o incluso peores, que las que nos han conducido a la situación actual. Lo sensato es cambiar las políticas que nos han llevado al desastre en vez de ahondar en ellas. Lo sensato es darle toda la voz al pueblo para que pueda decidir sobre todo. Desconfiemos de aquellas viejas organizaciones supuestamente transformadoras que dan más importancia a las siglas que a los programas políticos, que han tenido muchas oportunidades para lograr la unidad popular y han fracasado, que van por detrás de las reivindicaciones populares, en vez de por delante, que se ponen las pilas sólo cuando ven amenazada su existencia en las instituciones. Es hora de dar opción a nuevos sujetos políticos, a los cuales habrá que apoyar, pero sin nunca darles un cheque en blanco. Nunca debemos dar un cheque en blanco a nadie. Debemos lograr auténticas democracias donde los votos nunca sean cheques en blanco, donde el pueblo tenga el poder en todo momento, y no sólo en esas contadas horas en que se le pide que vote. Democracias donde los referendos sean frecuentes y siempre vinculantes. Democracias donde la transparencia sea la norma, donde cualquier responsable público responda ante la ciudadanía. Democracias donde todos los poderes (incluidos la prensa y el poder económico) sean verdaderamente independientes entre sí. Democracias donde los líderes de todos los partidos políticos sean obligatoriamente elegidos democráticamente por sus bases. Democracias donde la gente pueda estar bien informada, donde los medios de comunicación sean plurales y estén al servicio de la ciudadanía, y no de ciertas minorías. Informen y no adoctrinen. Estén abiertos a la participación popular. Democracias que alcancen a todos los rincones de la sociedad, y muy especialmente a su centro de gravedad: la economía. Etc., etc., etc. En suma, democracias donde los derechos humanos no sean papel mojado.

Desconfiemos de los falsos profetas. Viejos o nuevos. Por sus actos los reconoceremos. Hablan más los hechos que las palabras. Nuestra responsabilidad es ser realistas, es abrir los ojos, es no dejarnos engañar más. Culpa nuestra será si volvemos a votar a quienes ya nos han tomado el pelo tantas veces, si, una vez más, nos lo toman y vuelven a hacer lo contrario de lo que nos prometen. Responsabilidad nuestra es contribuir a que no nos gobiernen quienes nos quieren irresponsables, quienes nos tratan como a niños, quienes no desean que crezcamos, que tengamos cada vez mayor protagonismo en nuestras vidas. Se lo debemos a nuestros padres y madres, abuelas y abuelos, hijas e hijos, nietos y nietas,…, a nosotros mismos. Ya va siendo hora de asumir nuestra responsabilidad. Otro mundo es posible y necesario.

José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda, ¿Reforma o Revolución? Democracia y El marxismo del siglo XXI así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog para su libre descarga y distribución.

Blog del autor: http://joselopezsanchez.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.