Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Al fin, claro como el cristal. Alguien lo dijo finalmente, lo que todo el mundo, excepto Washington y Tel Aviv, sabe en su corazón colectivo: que el reconocimiento del estado palestino «no es una opción sino una obligación».
Fue maravilloso que el hombre que lo dijo fuera el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, en El Cairo, ante la Liga Árabe, frente a todos los ministros de asuntos exteriores árabes y con prácticamente todo el mundo árabe pegado a las redes por satélite escudriñando cada una de sus palabras.
La gira actual de Erdogan por la Primavera Árabe -como la prensa turca la ha denominado- comprende Egipto, Túnez y Libia y le ha lanzado ya al estatus de cruce geopolítico entre el Bono de U2 y el futbolista superestrella del Barcelona Lionel Messi.
Erdogan recibió una bienvenida propia de una estrella de fútbol/rock en el aeropuerto de El Cairo, completado todo con pancartas con la frase «Erdogan, el Héroe» enarboladas por los Hermanos Musulmanes. Incluso se dirigió a la multitud en árabe (desde «Saludos para los jóvenes y al pueblo egipcio, ¿cómo estáis?» a «Que la paz sea con vosotros»).
Erdogan hizo repetidamente hincapié en que «Egipto y Turquía van de la mano». Pero el transfondo es aún más incendiario. Mientras los antiguos buenos amigos de Israel, Egipto y Turquía, van ahora de la mano, Israel se ha quedado aislado frente a un muro. No podría haber un desarrollo más trascendental en el Levante, algo insólito desde los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto en 1978.
Un activista modelo
La gira de Erdogan es una clase maestra de realpolitik. Está colocando a Turquía a la vanguardia de quienes apoyan la causa palestina. También está posicionando a Turquía en el núcleo de la Primavera Árabe, como apoyo y modelo inspirador, aunque hasta ahora no hayan sido revoluciones con todas las de la ley. Está haciendo hincapié en la necesidad de una sólida unidad turco-árabe, por ejemplo, proyectando un consejo de cooperación estratégica entre Egipto y Turquía.
Además, todo esto con un buen sentido de los negocios. La caravana de Erdogan incluye a seis ministros y casi 200 hombres de negocios turcos, empeñados en invertir cuantiosamente por todo el norte de África. En Egipto, no pueden igualar los miles de millones ya comprometidos por la Casa de Saud a la junta militar dirigida por el Mariscal del Aire Mohammed Tantawi. Pero en 2010, el comercio turco con Oriente Medio y el Norte de África era ya de 30.000 millones de dólares, representando el 27% de las exportaciones turcas. Alrededor de 250 compañías turcas han invertido ya 1.500 millones de dólares en Egipto.
Es muy importante lo que Erdogan dijo en el canal Dream de la televisión egipcia: «No me preocupa el laicismo. Confío en que haya un estado laico en Egipto». Erdogan estaba refiriéndose sutilmente a la constitución laica de Turquía; y, al mismo tiempo, tuvo buen cuidado en recordar a los egipcios que el laicismo es compatible con el Islam.
El actual modelo turco es enormemente popular en la calle egipcia, se caracteriza por un partido islámico moderado (el Partido de la Justicia y el Desarrollo, AKP, por sus siglas en turco) en el poder; una constitución laica; un ejército -aunque fuerte- de vuelta en los cuarteles; y un creciente auge económico (Turquía fue la economía del mundo que tuvo un mayor crecimiento en la primera mitad de 2001) [1].
Este modelo no es exactamente el que quiere la regresiva Casa de Saud. Preferirían un gobierno islamista fuertemente controlado por las facciones más conservadoras de los Hermanos Musulmanes. Peor aún: en lo que a Libia respecta, a la Casa de Saud le encantaría tener un emirato amigo, o al menos un gobierno salpicado de fundamentalistas islámicos.
Erdogan también subrayó que la «agresividad» de Israel «amenaza el futuro del pueblo israelí». Eso es música celestial para la calle árabe. El presidente palestino Mahmud Abbas se reunió con Erdogan en El Cairo, y confirmó que seguirá adelante con el intento palestino de ser plenamente reconocido como estado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a finales de este mes.
Palestina será definitivamente aceptada como estado sin derecho a voto por el hemiciclo de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El problema es la gran falta de representatividad del Consejo de Seguridad, que es quien sanciona a los estados miembros de pleno derecho de las Naciones Unidas con derecho a voto. Es un hecho seguro que Washington ejercerá su veto. La fracturada Unión Europea (UE), fiel a su carácter, aún no ha decidido un voto unido. Hay grandes posibilidades de que Gran Bretaña y Francia veten también el intento palestino en el Consejo de Seguridad.
Pero incluso con el premio de consolación de convertirse «solo» en un estado sin voto, Palestina logra una victoria moral, con toda la opinión pública mundial alineada a su favor. Además, Palestina puede convertirse en miembro de la Corte Penal Internacional y demandar fuera a Israel por sus graves violaciones del derecho internacional.
Siguiendo al líder
El juego de Turquía va más allá de un «neo-otomanismo» o nostalgia de resucitar los días como superpotencia de los siglos XVI y XVII. Es un desarrollo natural de la política de su ministro de asuntos exteriores Ahmet Davutoglu de «cero problemas con nuestros vecinos», que impulsa a forjar vínculos más profundos con la mayoría de esos vecinos, consolidando lo que el mismo Davutoglu define como el destino estratégico de Turquía (véase «Turkey: the sultans of swing«, Asia Times Online, 7 abril 2011). (*)
Turquía había abandonado decisivamente, desde hace ya varios años, la marca aislacionista del nacionalismo turco. El país parece finalmente haber superado el trauma asociado con su sueño de incorporarse a la UE; a todos los efectos prácticos, fueron Francia y Alemania quienes truncaron ese sueño.
En cuanto a la alianza turco-israelí, mantenía a raya al mundo árabe y confinaba a Turquía a un papel pasivo de intruso incompetente en Oriente Medio. Eso se acabó ya. Erdogan puede ahora permitirse enviar múltiples mensajes simultáneos a Israel, EEUU, la UE, a diversos dirigentes árabes y a la mayor parte de la calle árabe.
Davutoglu ha sido relativamente magnánimo con Israel, diciendo que «ha perdido el contacto con la realidad de la región y es incapaz de percibir los cambios que están produciéndose, lo que impide que el país pueda tener relaciones sanas con sus vecinos».
Podría haber añadido que con «amigos» como esos -Benjamin Netanyahu como primer ministro, el ex gorila de discoteca de Moldavia Avigdor Lieberman como primer ministro, los colonos rabiosos dictando la política-, Israel no necesita enemigos o, mejor dicho, se fabrica enemigos en masa. Es el mismo gobierno israelí el que ha acelerado el acercamiento de Turquía a Egipto, que está dejando a Israel totalmente aislado.
El toque de genialidad en todo el proceso es que Erdogan representa a una democracia de un país de mayoría musulmana que apoya firmemente tanto a los palestinos como a los auténticos luchadores por la democracia de la Primavera Árabe. Esto proporciona una conexión directa entre la tragedia palestina y el espíritu de la Primavera Árabe (que no tiene nada que ver, debe subrayarse, con la Organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN- bombardeando Libia o una junta militar gobernando Egipto).
Será crucial observar la evolución del AKP de Erdogan. Es prácticamente seguro que en las próximas elecciones egipcias, los Hermanos Musulmanes aparecerán con mucha marcha. Es también prácticamente seguro que la Hermandad presionará por una relación minimalista con Israel, incluyendo una revisión total de los acuerdos de Camp David. En teoría, Turquía les apoyaría totalmente.
Después tenemos el frente libio. En su primer discurso en Trípoli, el presidente del poco fiable Consejo Nacional de Transición (CNT), Mustafa Abdel Jailil, hizo hincapié en que la sharia islámica sería la fuente principal de legislación. Pero añadió algo fundamental: «No aceptaremos ninguna ideología extremista, ni de derechas ni de izquierdas. Somos un pueblo musulmán y estamos a favor de un Islam moderado».
No hay pruebas aún de que el CNT sea capaz de mantener unido el país, por no mencionar la promoción de un «Islam moderado». Los buitres (extranjeros) siguen sobrevolando. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, ha estado advirtiendo que hay peligro de que Libia pueda caer en manos de extremistas islámicos que «intentarían aprovechar» el actual vacío de poder. No está claro qué papel tendría Turquía -un miembro clave de la OTAN- dentro de una OTAN completamente implantada en Libia.
Dolores «heavy metal» de parto
Y todo esto mientras las petro-monarquías del Golfo Pérsico -espantadas ante la Primavera Árabe- han propuesto 2.000 millones de ayuda directa anual a Jordania para que se convierta en parte del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), conocido también como el Club Contrarrevolucionario del Golfo. Como club monárquico que es, el CCG quiere que a Jordania y Marruecos como nuevos miembros. Aunque la guinda del pastel sería una Libia monárquica.
De forma paralela, Turquía ha obligado a los contrarrevolucionarios a que intensifiquen -al menos verbalmente- su apoyo a Palestina. Incluso el rey jordano Abdullah, aliado incondicional de EEUU y el único «amigo» que le queda a Israel en Oriente Medio, ha afirmado que «la futura Palestina será más fuerte de lo que Israel es actualmente».
Bien, Israel se lo ha buscado, tras la invasión del Líbano en 2006, la masacre en Gaza en 2008 y el ataque contra la flotilla turca en 2010. En términos de la opinión pública mundial, Israel está quemado e incluso la contrarrevolución árabe ha tenido que darse cuenta.
Eso incluye a la Casa de Saud. Nada menos que el supremo de la inteligencia saudí, el príncipe Turki al-Faisal, escribió un artículo de opinión en el New York Times afirmando abiertamente: «Los dirigentes saudíes se verían obligados como consecuencia de presiones regionales e internas a adoptar una política exterior más independiente y enérgica» si EEUU veta el intento palestino en el Consejo de Seguridad.
El principe Turki hizo también hincapié en que todo debe girar en torno a la solución de dos estados basada en las fronteras anteriores a 1967, que cada grano de arena del Sinaí sabe que Israel no aceptará nunca.
En el caso de un veto estadounidense, el príncipe Turki amenazó con que Arabia Saudí «se opondría al gobierno del primer ministro Nuri al-Maliki en Iraq» y que «separaría su camino de Washington también en Afganistán y Yemen».
Ahora imaginen a la Casa de Saud financiando generosamente una doble guerra de guerrillas por todo el «arco de inestabilidad» del Pentágono -sunníes contra chiíes en Iraq más los ya turboalimentados talibanes en Afganistán- mientras apoya un gobierno islamista tanto en Egipto como en Turquía; y todo esto mientras Egipto y Turquía, por su parte, colisionan con un aislado y enfadado Israel. De eso es de lo que van ahora los «dolores del parto del nuevo Oriente Medio».
Nota:
[1] «Robust private sector gives Turkey gastest H1 growth Worldwide«, Zaman, 12 septiembre.
N. de la T.:
(*) Traducción al español en: http://www.rebelion.org/
Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge«. Su último libro es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/