Turquía se ha convertido en el país del mundo con más periodistas entre rejas y todo indica que tras las detenciones de esta semana, su número supera ya el centenar.
El viernes, un juzgado de Estambul decretó prisión preventiva para 36 periodistas arrestados el martes anterior y puso en libertad con cargos a otros siete.
Todos están acusados de formar parte de la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK), nombre de una difusa red civil de apoyo al ilegalizado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), alzado en armas contra el gobierno.
La mayoría de los detenidos trabaja para el diario Özgür Gündem («Diario libre»), un periódico fundado en 1991, defensor de los derechos de la población kurda; tan legendario que inspiró el largometraje «Press», un filme estrenado en 2010 que relata la represión de los años 1990 en Turquía.
Bayram Balci, un periodista que trabaja desde hace 20 años para Özgür Gündem y escribió el guión de «Press», recuerda bien la época: «Entonces nos mataban en la calle. Hoy nos meten en la cárcel. Lo que ha cambiado son las formas de la represión», dijo.
Entonces, ser periodista kurdo era una profesión de alto riesgo: en dos años, 27 trabajadores del periódico fueron víctimas de muertes violentas, constata el diario Radikal.
«Mataron a tres compañeros con los que trabajaba en la oficina de Urfa (una ciudad en el sureste de Turquía); de aquella redacción yo soy el único superviviente», recuerda Balci.
«Hasta el año pasado, el gobierno solía decretar cierres temporales de los diarios disidentes, pero fue condenado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos; ahora ya no cierran periódicos, sino que encarcelan a los periodistas», concluye.
Desde el martes pasado, miles de periodistas y simpatizantes se manifestaron en Ankara y Estambul, enarbolando ejemplares del Özgür Gündem y otros periódicos afectados por la oleada de detenciones.
«No nos callarán», fue el eslogan más repetido, en un ambiente tenso en el que muchos de los presentes sabían que podrían ser los próximos en ser arrestados.
Pero no hace falta ser kurdo para sufrir la represión. Fatih Polat, redactor jefe del diario izquierdista Evrensel, señala que «la represión del Gobierno del AKP (el partido gobernante de orientación islamista moderada) se dirige contra todos los medios disidentes».
«Un colaborador nuestro está entre los detenidos, y uno de nuestros columnistas lleva meses en prisión», añade en declaraciones a Efe en Estambul.
Polat sabe que a él también le puede tocar, pero «no importa: forma parte de nuestra responsabilidad», señala.
El ministro turco de Asuntos Europeos, Egemen Bagis, niega que los periodistas encarcelados en Turquía estén entre rejas por su trabajo o sus convicciones.
«Están acusados o bien por ser, supuestamente, miembros de una organización ilegal (en referencia al KCK) o bien por estar involucrados en un intento de derrocar el gobierno democráticamente elegido», aseguró Bagis en una reciente conferencia en el Club de Prensa de Bruselas.
Hizo así referencia a periodistas de investigación como Nedim Sener y Ahmet Sik, ambos en prisión preventiva desde marzo y acusados de colaborar con «Ergenekon», una supuesta red de militares con intenciones golpistas.
La más habitual acusación de pertenecer al KCK, descrito por el Gobierno como la «rama urbana del PKK» y por el propio PKK como una red social paralela al Estado formada por simpatizantes de la causa kurda, es difícil de desmontar, dado que no hay una clara definición de qué es el KCK, ni qué define a sus miembros.
Así las cosas, citar entre comillas una frase de un miembro del PKK puede ser suficiente para acabar entre rejas en Turquía.