¿Es Turquía un país del Medio Oriente? Esta pregunta puede provocar debates interminables si Ud. se la hace a los turcos, pues la revolución modernizante que lidereó Ataturk a partir de la proclamación de la república el 29 de octubre de 1923, puso sus ojos en Europa Occidental como modelo hacia donde se debía avanzar […]
¿Es Turquía un país del Medio Oriente? Esta pregunta puede provocar debates interminables si Ud. se la hace a los turcos, pues la revolución modernizante que lidereó Ataturk a partir de la proclamación de la república el 29 de octubre de 1923, puso sus ojos en Europa Occidental como modelo hacia donde se debía avanzar e hizo transformaciones importantes en este camino.
Sin embargo, desde el punto de vista geográfico, el país otomano extiende más del 90% de sus 814 mil kilómetros cuadrados sobre la península de Anatolia, en el continente asiático, y sólo una pequeña porción de su territorio es realmente europeo. Pero tal vez lo más importante a la hora de llegar a definiciones sea lo referente a las raíces religiosas y culturales que mantienen a casi la totalidad de la población vinculada a la fe islámica, haciéndolos parte de un mundo que los europeos y occidentales ven como ajeno y algunos miran con no pocos prejuicios..
La religión islámica o musulmana, posiblemente mucho más que la cristiana, implica también una cultura o una forma de vida y aunque entre los turcos existen diferentes niveles en cuanto a su práctica, se puede afirmar que todo el país vive siguiendo sus normas. Turquía continúa siendo parte del «Oriente Islámico» como se le conocía en el pasado y ello la sigue diferenciando del «Occidente Cristiano», con el cual tuvo no pocas contradicciones y guerras en siglos pasados, cuando Estambul era la floreciente capital de un vasto Imperio y el Sultán era a la vez Califa, es decir la máxima autoridad de esta religión.
A finales del siglo XIX y ya en plena decadencia, el Imperio comenzó a desmembrarse frente a la ambición colonialista de las grandes potencias, proceso que culminó durante la Primera Guerra Mundial, cuando Francia e Inglaterra firmaron en 1916 el Tratado Sykes-Picot mediante el cual se distribuyeron prácticamente todo el Medio Oriente y junto a Grecia e Italia, invadieron partes de la actual Turquía, incluido el control de Estambul, ciudad que por su estratégica posición geográfica sobre el Bósforo, domina el tráfico marítimo entre el Mar Mediterráneo y el Mar Negro. Fue entonces cuando Mustafá Kemal Ataturk, Héroe Nacional de los turcos, encabezó una guerra de liberación que culminó exitosamente en 1923 e inició la construcción de la Turquía republicana moderna.
Ingleses y franceses habían prometido a los árabes, si se unían a la lucha contra el Imperio Otomano, darles la independencia, lo cual no cumplieron. Sin embargo otorgaron a los judíos el derecho, mediante un documento conocido como la Declaración Balfour, de iniciar la colonización de Palestina, que hasta ese entonces, 1917, había estado habitada casi totalmente por población árabe e islámica. Este hecho fue decisivo para fomentar el conflicto del Medio Oriente que dura hasta nuestros días.
El proceso modernizante iniciado por Ataturk después de liberar el país, tuvo algunos aspectos que lo hicieron alejarse de su entorno medioriental. Por ejemplo: cambió la caligrafía árabe con que escribían los turcos, también debió enfrentarse a la resistencia de la estructura religiosa islámica tradicional que se opuso a la pérdida de su poder e influencia, sustituida por nuevas formas de gobierno secular. Las transformaciones abarcaron ademas cambios relativos a hábitos y costumbres que se identificaban con el mundo árabe y oriental.
Después de la muerte de Ataturk, Turquía inició un proceso de comprometimiento político y militar con Occidente que la llevaría, al concluir la Segunda Guerra Mundial, a formar parte de la OTAN y a jugar un importante papel como aliado incondicional de los Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría. Es en este escenario que se produjo su acercamiento a Israel y un creciente enfrentamiento con los países árabes e islámicos de su entorno.
He podido constatar que para muchos, que no han seguido de cerca la política turca en los últimos años, esta apreciación más o menos se mantiene intacta. Sin embargo finalizada la Guerra Fría y a pesar de que Turquía mantiene su membresía en la OTAN, se aprecia un interesante proceso de cambios donde se le viene dando prioridad a los intereses nacionales a la hora de tomar decisiones de política exterior. Esta línea, que refleja la posición de importantes fuerzas políticas, tanto en el actual gobierno como en la oposición, se percibe una creciente atención de su gobierno a las relaciones con el entorno, por cierto no sólo árabe, sino también en el Caúcaso y los Balcanes, zonas de históricos vínculos, y consideradas de prioridad política, económica y cultural. Debido a ello, algunos críticos del actual gobierno, integrado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo, de corte islámico, afirman que éstos avanzan hacia un «neo-otomanismo», en alusión a los antecedentes imperiales.
Lo cierto es que Turquía es un país con un fuerte potencial, que parece haber tomado conciencia de sus posibilidades y trabaja por convertirse en una potencia regional de primer orden. Su posición geográfica es estratégica, pues su territorio es una especie de puente entre Europa, Asia y el Medio Oriente. Tiene una numerosa población, 75 millones de habitantes y su economía ya clasifica en el número 17 a nivel mundial y sigue creciendo. No es productor de petróleo y gas hasta el momento, pero es el cruce obligado de oleoductos y gasoductos que transportan estos energéticos desde Irán, Iraq, la rica zona del Caspio, Asia Central y Rusia hacia Europa y Occidente. Su producción agrícola no sólo abastece las necesidades del país, sino que es gran exportadora y posee abundante agua.
Entre los dirigentes políticos turcos parece predominar ahora la conciencia de que es mucho más provechoso para los intereses del país mantener una línea independiente, que mantenerse atados a los intereses de EEUU u Occidente, lo cual no significa necesariamente que busquen la confrontación con éstos. La nueva política turca está calificada como de «balances o equilibrios», favoreciendo claramente un orden multipolar. Por otra parte, los turcos también parecen haber llegado al convencimiento de que son demasiado importantes para que EEUU y la UE los pierdan como aliados.
Posiblemente una primera y contundente señal de los nuevos tiempos, fue la decisión de no facilitar el territorio turco para la entrada de tropas estadounidenses en Iraq en marzo del 2003, lo cual obligó a utilizar únicamente a Kuwait como plaza de concentración desde donde penetrar en Iraq, con todas las complicaciones militares que ello implicaba. Esta decisión creó una profunda desconfianza en los dirigentes yankis y provocó que el propio viceprersidente Dick Cheney acusara a los turcos de ser los culpables de la creciente resistencia que encontraron, pues según él, no pudieron llegar a tiempo para desarmar a las fuerzas armadas iraquíes.
Por otro lado, los turcos han estado convencidos de que los ocupantes estadounidenses en Iraq, les «pasaron la cuenta» propiciando el establecimiento de bases de la organización armada kurda, el PKK, que realiza desde allí, acciones violentas contra su territorio.
Otros puntos de contradicción con los EEUU se refieren a la política hacia Irán, Siria y Líbano, donde el gobierno turco viene actuando de forma independiente, según su interés nacional desconociendo los mensajes que llegan desde Washington. Irán es un socio comercial de gran envergadura de Turquía y constituye su segundo abastecedor de gas después de Rusia y el gobierno de Ankara se ha negado rotundamente a presionar a Teherán ni siquiera en el complicado tema de su desarrollo atómico, afirmando que debe considerarse antes el peligro que implica el armamento de este tipo en manos de Israel.
Turquía también normalizó sus relaciones, otrora muy tensas, con Siria y ahora éstas fluyen sobre una base de colaboración fraternal y considerable intercambio económico y político. Con la anuencia de Damasco, patrocinó un proceso de negociaciones indirectas con Israel, cuya continuación ha rechazado Natanyahu por considerar que Ankara no es digna de su confianza. También los turcos se han negado a jugar un papel a favor de los Estados Unidos en el complicado conflicto libanés.
A pesar de mantener relaciones diplomáticas con Tel Aviv, el gobierno turco ha acusado en más de una ocasión a los israelitas de practicar el terrorismo de estado y el genocidio contra el pueblo palestino. Cuando en enero del 2006 la organización de corte islámico HAMAS, ganó las elecciones en Palestina, lo cual fue desconocido y rechazado por EEUU y Europa, el gobierno turco recibió a sus dirigentes y los reconoció como autoridades legítimas, lo cual generó fuertes críticas tanto de israelíes como estadounidenses. Ello sólo es parte de una cadena de incidentes que han profundizado la desconfianza mutua y que tuvo un momento especial cuando el primer ministro turco, R. T. Erdogán, increpó al presidente judío, Simón Pérez durante la última cumbre de Davos, acusándolo ante las cámaras por los crímenes cometidos contra la población palestina en Gaza. Más recientemente, el actual gobierno se negó a participar en maniobras militares conjuntas con EEUU e Israel. El creciente apoyo turco a los Palestinos y su posición más activa e independiente en el Medio Oriente, tiende a crear un nuevo y positivo equilibrio en la región.
En los últimos tiempos, alguna prensa estadounidense de derecha, sometida claramente a intereses sionistas, ha comenzado a publicar artículos y análisis cuestionando la membresía turca en la OTAN y especulando que Ankara podría, de profundizar el curso actual de su política exterior, retirarse de la organización.
No se puede dar crédito a estas especulaciones, pero lo que si es cierto es que Turquía está buscando su propio camino en este mundo que apunta hacia la multipolaridad y donde aún siguiendo únicamente sus intereses nacionales, puede jugar un papel mas positivo. Llama la atención la decisión de activar su presencia en países africanos y latinoamericanos.
Después de este breve recorrido por la política y la historia, podríamos concluir con la pregunta inicial: ¿Es Turquía un país del Medio Oriente? Lo invitamos a que saque Ud. sus propias conclusiones.
Ernesto Gómez Abascal. Ex embajador en Turquía y varios países árabes. Periodista especializado en temas del Medio Oriente.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.