Reconstruir los conceptos de la tradición socialista. Eso es previo, tal vez, al programa, a la formulación de alternativas. Pero, ¿qué quiere decir propiamente reconstruir los conceptos? Ponernos de acuerdo -en el marco del pluralismo que ha de caracterizar al socialismo del fin de siglo [XX] y con el respeto debido a la autonomía de […]
Reconstruir los conceptos de la tradición socialista. Eso es previo, tal vez, al programa, a la formulación de alternativas. Pero, ¿qué quiere decir propiamente reconstruir los conceptos? Ponernos de acuerdo -en el marco del pluralismo que ha de caracterizar al socialismo del fin de siglo [XX] y con el respeto debido a la autonomía de los movimientos de masas- sobre unas cuantas cosas esenciales que, por obvias, no se discuten casi nunca y luego nos desbordan hasta hacernos casi irreconocibles los unos para los otros. Por ejemplo: ¿qué pensamos del concepto de «trabajo» en una época en la que se imponen altísimas tasas de desempleo y se extiende la idea del subsidio universal garantizado? O por poner otro ejemplo. ¿qué es y cómo se practica la solidaridad de clase en la época de las grandes migraciones intercontinentales y cuando el racismo llega a nuestras ciudades? O: ¿qué idea de comunismo libertario para el fin de siglo? O: ¿qué nuevo internacionalismo para acabar con el etnocentrismo europeísta que aún domina en la izquierda? O: ¿cómo oponerse a la privatización de lo público que está caracterizando el despiece del estado asistencial? O: ¿qué democracia alternativa y qué tipo de superación de la división social clasista del trabajo cuando sabemos de la complicación que tiene la administración de las cosas en la época del hombre-máquina? O: ¿qué economía ecológicamente fundamentada en un mundo tan interrelacionado en el que sea entrecruzan crisis ecológica, ampliación de la brecha entre países ricos y subdesarrollados, parisitismo y hambre? O: ¿qué feminismo que dé cuenta a la vez de la diferencia sexual y del malestar y las contradicciones que comporta la progresiva emancipación de las mujeres en nuestras sociedades? O: ¿qué forma de organización para luchar por el comunismo cuando la crisis de la forma-partido se hace evidente y las posibilidades de manipulación oligopolística de las masas aumenta sin cesar?
Francisco Fernández Buey (1990)
Seguimos alejados del libro de Moshe Lewin por el momento (ya no en la próxima entrega). Prosigo con la última parte de la intervención de Manuel Sacristán de 23 de febrero de 1978. Estábamos en la segunda parte, la final, del coloquio que siguió a su conferencia «Sobre el estalinismo». Recojo algunas de las temáticas más importante
1. Se le pregunta sobre las condiciones de posibilidad de una cambio revolucionario en España.
A. Una tiranía sobre la población soviética. «[…] ¿Si el estalinismo ha sido dictadura del proletariado? A pesar de que has hecho el sutil inciso salvador para que yo pudiera agarrarme de que ha habido muchas formas de dictadura burguesa y así yo podía decir que también esa había sido una forma de dictadura del proletariado, digo que no. El estalinismo ha sido una tiranía sobre la población soviética, una tiranía asesina sobre el proletariado soviético y conservar la nostalgia de eso es estúpido y criminal.
(…) Lo que yo sí consideraría poco inteligente, y también criminal, sería intentar alimentar una nostalgia estaliniana que no fuera la nostalgia por los combatientes del estalinismo. Cuando antes he hecho la alusión a los militantes a los que yo he visto llorar, está claro que no estaba riéndome de ellos. Sé la cantidad de autenticidad de lucha comunista que hay debajo del estalinismo.
Debajo de aquella época, pero debajo. Los que estaban debajo, no sólo merecen todos los respetos, admiración y a muchos los quiero profundamente. Pero a los que estaban debajo. Es decir, el sistema mismo no puede ser objeto de nostalgia. De ninguna de las maneras, ni puedo admitir que eso fuera dictadura del proletariado. En absoluto. Fue un sistema de acumulación de capital con crueldades incluso innecesarias. Pero en ningún caso una acumulación de capital para empezar una industrialización es dictadura del proletariado. Si eso hay que llamarlo dictadura del proletariado, la revisión del marxismo que hay que hacer entonces es muchísimo más enérgica, incluso ya prescindiendo de los rasgos tiránicos, limitándome sólo a los contenidos sociales de aquello. Una acumulación de capital no se ha llamado nunca dictadura del proletariado en nuestra tradición, en nuestro vocabulario.
B. Sobre el eurocomunismo. «Y en cuanto a que los dirigentes comunistas que prescinden de la expresión o del concepto de dictadura del proletariado lo hagan por motivos innobles, eso sería verdaderamente perpetuar el estalinismo que ellos mismos perpetúan en otro sentido, dicho sea sin ningún juicio moral, sin ningún juicio de valor. Lo que tiene de estalinista su conducta es, en mi opinión, lo que tiene de pragmática, lo que tiene de utilización de los conceptos teóricos para justificar superficialmente práctica. Pero, en cambio, nosotros, los que no creemos eso, cometeríamos estalinismo en otro sentido todavía peor, en el sentido terrible por el cual Bujarin era un traidor, Zinoviev un terrorista, Trotski un traidor, continuaríamos en ese sentido el estalinismo si pensáramos que los dirigentes eurocomunistas dicen lo que dicen no porque lo piensen sino porque quieren vender esto o vender lo otro.
No, a eso tampoco me puedo apuntar francamente, eso no es tener una visión como la que estamos acostumbrados de las cosas, una visión materialista. Con esto no quiero despreciar la influencia innegable de ideología burguesa, esto es evidente, pero no es fácil tampoco sustraerse a ella. ¿Durante cuánto tiempo tú o yo hemos creído, por ejemplo, que el crecimiento incesante de fuerzas productivas tal como ocurre en el capitalismo es inocente y hasta un factor de socialismo? Yo lo he creído hasta hace pocos años. Ya no lo creo y comprendo que eso era pensamiento bastante burgués. Tampoco es tan fácil no pensar como los burgueses. Ellos son los que tienen el poder y las ideas dominantes.
Vuelvo a reconocer autocríticamente esto y siento que con esa intemperancia por mi parte pueda haber estropeado algo el clima de la reunión. Lo siento.
2. Se le pregunta, muy en general, sobre la Unión Soviética.
La desestalinización. «Yo no he estado nunca en la Unión Soviética ni leo ruso. Conozco más o menos, por tanto, lo mismo que cualquiera. Entonces ¿qué diría? Lo que se ve por la información que aquí hemos podido estudiar sugiere un momento muy breve, el 56 y el 57, todo lo más, de cierto atrevimiento en el intento de terminar con los aspectos más crueles, más duros, del sistema de gobierno actualmente existente en la Unión Soviética. Se aprecian bastantes cosas pero también, creo yo, que se nota muy pronto el cambio. Creo que el cambio, es decir, la marcha atrás en aquel atrevimiento, que en aquella época nos dio la impresión que no se produjo antes del XXII Congreso, hoy creo que se había producido ya antes. Me parece que la presencia combinada de la crisis de Hungría y de la crisis del Canal de Suez, que tal vez recuerden los aquí presentes, fue una ocasión combinada que dio mucho poder en el gobierno soviético -me parece a mí, esto es ya interpretación- a los partidarios de bloquear el cambio porque les permitió contraponer a su intervención en Hungría lo que estaban haciendo las potencias burguesas en Suez. En aquel momento me parece producirse en la correlación de fuerzas internacional una especie de pacto, que tenía por objeto Hungría y Suez, y luego en la situación interior de la Unión Soviética un refuerzo innegable de los duros, por así decirlo, de los estalinistas de corte más ortodoxo, o un debilitamiento de los otros, como se quiera decir.
A partir de ese momento, a mí me parece que durante bastante tiempo lo que se llamó «la desestalinización» va perdiendo impulso en dos sentidos. Por un lado, en el sentido de que pierde velocidad. Las rehabilitaciones son cada vez menos, hay una resistencia a ultranza, por ejemplo, a rehabilitar los nombres de Bujarin y Trotski, cuando parecía que estaba en buen camino incluso la rehabilitación, y luego en el sentido de que se intenta compensar la falta de libertad con técnicas que manifiestamente el gobierno soviético reproduce de los países burgueses. Es decir, las técnicas a las que el camarada se refería del tabaco, la pornografía no se puede decir, pero cosas parecidas, el tabaco, los bienes de consumo no absolutamente necesarios.
Tal vez recuerden los aquí presentes, al menos los que tengan mi edad, lo deslumbrado que quedó Khruschev al ver la publicidad luminosa en colores en los Estados Unidos. En este doble sentido, creo yo, que se debilitó el impulso desestalinizador. Luego, además, los intentos de base, de búsqueda de un cambio de base productiva que permitiera también cambios políticos luego, fueron o muy débiles teóricamente o no se llevaron bien a cabo. Un economista sabría opinar mejor que yo sobre eso, sobre aquellos escritos de Libermann y todo aquel grupo de economistas.
Disidencia. «Y así yo veo que eso se ha estancado. Siento que va a ser la segunda vez que diga cosas francamente pesimistas. Si uno coge el Sammisdav hoy día, es decir, la colección de escritos de disidentes, con un par de excepciones -Mevdeved, Opliush, algunos otros- uno queda bastante asustado porque si eso es la aspiración de libertad en la Unión Soviética, hay que decir que es una extraña aspiración a libertad protagonizada indudablemente por reaccionarios. Son muy escasos los textos comunistas en el Sammisdav. Se reducen a un poco de resto trotskista, muy poco, mucho más en Polonia que en la Unión Soviética misma, y a unos conatos de tendencias que proceden del estalinismo pero están superándose. Este es el caso de Mevdeved claramente. Y eso se ahoga en un mar de reacción emparentado en algunos puntos, por lo menos en el irracionalismo, con los nuevos filósofos franceses [Bernard-Henri Lévy] y con algunas otras muestras de irracionalismo contemporáneo.
Entonces la verdad es que yo no veo que la evolución sea muy buena. La represión se sigue ejerciendo más selectivamente. Parece claro que ya no hay campos de la dimensión de los campos de los años cincuenta, o cuarenta, o treinta por lo demás, y en cambio hay estas nuevas formas de represión que conocemos que son la mejor ejemplificación de algunas tesis de Foucault y de filósofos de países capitalistas, respecto de tratamiento, de represión indirecta del disidente, etc. generalmente orientado hacia los intelectuales, es decir, hacia puntas de vanguardia de la sociedad.
Falsificaciones. Pero a pesar del pesimismo de fondo que me sugiere el hecho de que no vea corrientes renovadoras, sino reacciones, muy naturales, muy sanas, pero reacciones, yo diría de todos modos que incluso en los países más cultos que la misma Unión Soviética en la totalidad de su territorio, por ejemplo, en Checoslovaquia o en Alemania del Este, la impresión algo deprimente que da la situación respecto a la resistencia a eso, la resistencia a la superación, puede también ser fruto de nuestra pésima información. Y en todo esto, en último término, somos muy juguete de falsificaciones y deformaciones. Recientemente aquí se ha recibido un texto de Alemania Oriental que parecía un texto de disidentes comunistas y parece ya claro que se trata de una falsificación.
En definitiva, sin poderlo demostrar mucho, mi juicio por el momento no es nada optimista. Hombre no voy a negar que ya los obreros no tienen que ir con la libreta del trabajo con la que tenían que ir en los años treinta y cuarenta, ni están sometidos a aquellas prohibiciones de empleo si no tenían certificado de que habían sido autorizados a dejar el empleo anterior…[Breve interrupción] de todas aquellas tiranías contra la clase obrera que hace completamente imposible llamar a aquello dictadura del proletariado. Eso, según toda evidencia, toda la información disponible, no existe hoy ya en la Unión Soviética. Pero existe ese otro tipo de represión selectiva por un lado y por otro lado esa falta, por lo menos, ese carácter minoritario de la resistencia o de la disidencia de izquierda. El conjunto, por tanto, no es muy halagador en mi opinión.
3. Sobre la primavera de Praga
Cualquiera que hubiera sido el resultado. «Yo pienso que el experimento de Dubcek, cualquiera que hubiera sido su resultado, era lo que había que apoyar y modestísimamente lo apoyé. De las pocas cosas agradables de esos dramas es que papeles míos sobre Dubcek han circulado por Checoslovaquia entonces.
Cualquiera que fuera el resultado digo, porque garantía no había ninguna. Garantía no había ninguna lo que pasa es que si, como yo pienso, el rasgo característico malo de la tradición estalinista es precisamente la falsificación ideológica, entonces por desgraciado que hubiera sido el resultado final de la experiencia de los comunistas checos mayoritarios por lo menos iban a poner de manifiesto una verdad sociológica: se iba a saber de una vez qué era aquella sociedad. Es decir, se iban a ver manifestaciones de voluntad no reprimidas, de la clase obrera y de otras clases sociales claro. De modo que aun en el supuesto de que hubiera salido mal yo estaba a favor y creo que había que estar a favor.
4. La unidad del movimiento obrero.
Cambio de época, baño de verdad. «Puedes estar seguro, si lo piensas un rato, que el camino para la unidad del movimiento obrero consiste no en que cada cual se empeñe en defender las injusticias que él lleva a cuestas, y sus errores y sus falsedades, sino en darse cuenta de que ha cambiado la época, de que no se puede superar la división del movimiento obrero sin un baño de todo el mundo en la verdad y en la autocrítica. Es mucho más útil para la unidad del movimiento obrero que los que venimos del estalinismo examinemos qué ha sido el estalinismo y lo autocritiquemos, que en que sigamos empeñados en defender algo que significa, te repito, el asesinato de Bujarin, de Zinoviev, de Kamenev, de Trotski, y según los datos más modestos de millones de rusos. [Voz del público: Y de Andrés Nin]. De Andrés Nin, perdón, en este mismo país, y de tantos otros.
5. Se sugiere la conveniencia de hablar de lo positivo de la URSS. Señala que oyendo a Sacristán se acuerda de lo dicho por Angel María de Lera y lo siente. «Hay modos distintos de plantear las cosas. Fernando Díaz Plaja le hablaba igual que Sacristán y lo siento».
Sobre la crítica positiva y el poder. «Dos cosas quiero decir sobre ello. Una que esto de la insistencia de la crítica positiva ha sido siempre lo que ha dicho todo hábito de poder. Todo hábito despótico quiere siempre critica positiva, nunca negativa, nunca critica de verdad esto es. Razón por la cual, entre los estalinistas de verdad, cuando alguien dice que va a empezar una autocrítica todos los demás tiemblan.
Lo primero que quería decir. Lo segundo: que a mí, si digo la verdad, no me importa con quien coincida, como cualquiera que no tiene más objeto que decir la verdad. A mí no me importa que la doctrina de la lucha de clases de Marx le venga, como le venía, de un policía reaccionario prusiano, de Von Stein. Lo que importa es lo que se dice. En el momento en que se empieza a preguntar para qué sirve, quién lo inspira, en ese mismo momento el que hace esas preguntas insidiosas es él, el que está escondiendo -muchas veces por pura defensa, sin saberlo y sin mala intención-, está intentando esconder la inseguridad de su propio ánimo, porque él no se ha lanzado del todo a decir la verdad».
Finaliza aquí la transcripción del coloquio -creo que no se llegó a grabar totalmente- de esta conferencia de 1978.
Después de este (interesante, en mi opinión) excursus volvamos al libro de Moshe Lewin.
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