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Un acuerdo que implica la total rendición de los palestinos

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

La exigencia de que los palestinos reconozcan al Estado judío no es casual ni trivial. Es la manera de exigir que los palestinos interioricen la derrota histórica y reconozcan la posesión exclusiva del país por parte de los judíos. En este sentido, para la mayoría gobernante no hay diferencia entre los árabes israelíes y los árabes residentes en los territorios, ya que la ciudadanía de todos modos se ve como una ficción legal, se puede cancelar y en cualquier caso es inferior con respecto a la identidad nacional. Bajo este enfoque, la nación es un producto de la historia o de la creación divina -otros dicen que es creación de la naturaleza- y la esencia de la ciudadanía es artificial, el resultado de una decisión arbitraria. La derecha nacional judía ganó una victoria total cuando conquistó el país, un proceso que comenzó con los primeros inmigrantes llegados a Palestina y fue en aumento hasta nuestros días. Los picos fueron la Guerra de la Independencia y la Guerra de los Seis Días, y en ambas se expandieron los asentamientos. En este sentido no hay diferencia entre la ocupación de partes del país antes de 1949 y después. Y la Línea Verde no tiene un significado más allá de una tregua temporal.

La derecha, en todas sus variantes, cree que refleja el consenso sionista y en gran medida está en lo cierto: desde el principio, los desacuerdos dentro del movimiento nacional judío se referían a los medios y no a los objetivos. Entre Mapai  y los revisionistas la lucha era por el gobierno y no por la esencia del nacionalismo judío. Tampoco el laborismo histórico reconoce los derechos nacionales de los palestinos, y entre sus líderes y sus pensadores, el control judío del país se anclaba en la historia y no en el derecho natural de los seres humanos a ser sus propios amos. Según su visión, la historia siempre precedió a los deseos, necesidades y aspiraciones de los seres humanos. Los valores humanistas no estaban en el centro de Mapai y hasta la fecha todavía no se incorporaron  al partido laborista.

Por lo tanto, en términos de los líderes del Gobierno de Israel, la palabra «acuerdo» significa una rendición incondicional palestina. Con el fin de que el derecho exclusivo de los judíos a la tierra sea completo y reconocido, los palestinos deben aceptar su condición de inferioridad. Este concepto está anclado profundamente en la conciencia israelí y compartido por la derecha y el centro en todas sus acepciones, en sus ciudades periféricas y para la la mayoría de los residentes de Gush Dan. Tanto el Partido Laborista como el Likud, todos niegan el principio de la igualdad de derechos con respecto a los árabes. Por lo tanto, es ridículo esperar que el ejército se comporte en los territorios con el mínimo de decencia, al igual que es difícil pretender que el Tribunal Supremo observe la igualdad de trato hacia judíos y palestinos. Desde el comienzo de la colonización hasta la actualidad esta institución, que presuntamente es un símbolo del liberalismo y la democracia, funciona como el ejército, la policía y el Shin Bet, el brazo de la ocupación.

Así que en este momento no hay posibilidad de una mayoría para un acuerdo. Incluso si un milagro produjera una división en el Likud encabezada por el primer ministro que decidiera pasar a la historia como un De Gaulle y no como el hijo del profesor Netanyahu, y reuniera la mayoría requerida, no se consideraría legítimo a los ojos de grandes sectores de la población y nadie tendría la valentía de poner en práctica la nueva política. Por lo tanto la ocupación del país continuará, las tierras se confiscarán a sus propietarios para la expansión de los asentamientos, el valle del Jordán se limpiará de árabes, la Jerusalén árabe se encontrará sumergida entre barrios judíos y todo acto de robo y de estupidez servirá para la expansión judía de la ciudad y recibirá la bendición de la Corte Suprema.  El camino a Sudáfrica está allanado y no bloqueado, a menos que el mundo occidental presente a Israel una única opción: retroceder de la anexión y regurgitar el estado colonizador o ser calificado de abominable.

Fuente original: http://www.haaretz.co.il/opinions/.premium-1.2298845

rCR