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Un aniversario más de la ocupación, la colonización y del afán (plan) genocida contra los palestinos

Fuentes: Rebelión

La vida, cualquier vida y todas las vidas son invaluables. La vida de las personas
tienen todas igual valor, han de mirarse y respetarse todas por igual.

La única manera de saltarse esos principios fundantes, el único escape para sortear
el principio de que todas las vidas tienen idéntico valor es deshumanizar arbitraria
y groseramente unas vidas humanas respecto a otras.

La verdad no es lo que aparece sino una vez que se establece como “cosa en sí”.
La verdad es al mismo tiempo los hechos y el contexto, la coyuntura y la estructura,
los episodios y los procesos históricos en los que se enmarcan.

El plan genocida sionista para Palestina y el objetivo imperialista para el control de la región.

Hace 76 años y 5 meses que el pueblo palestino sufrió la Nakba – la catástrofe -, es decir, las masacres, la expulsión y el desplazamiento forzado a manos del naciente Estado sionista de Israel. Durante el año 1948 y en el período previo, alrededor de 900 mil palestinos fueron expulsados violentamente y miles fueron asesinados y torturados a manos de aquel naciente Estado mesiánico sionista con la destacada participación de los grupos paramilitares especializados en el crimen y el terrorismo, como el Irgún y el Stern Gang.

Iniciaba así su monstruosa andadura lo que a estas alturas ya se puede identificar con el mayor Estado criminal y terrorista desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presente. Tal vez ni siquiera comparable otros de similar catadura, cruel y genocida, como por ejemplo el régimen del Khmer Rojo en Cambodía, o los crímenes del régimen del apartheid en Sudáfrica.

Los acontecimientos de hace 76 años en la Tierra Palestina pusieron en marcha el plan de exterminio del pueblo palestino con la indiferencia, cuando no la complacencia, de la naciente Organización de las Naciones Unidas (ONU), que hacía escasamente 3 años habían sido constituidas (Carta de San Francisco, 1945) con el objetivo de preservar la paz, la vida, los derechos, la flora y la fauna…, dicho sin ningún menosprecio para una y otra forma de vida. La ONU hoy aparece como un armazón inservible para aquellos objetivos fundantes y prometedores y, desde luego, las causas que la hacen inviable e ineficaz son de sobra conocidas o fáciles de identificar.

El constructo ideológico del “mundo occidental”, como categoría medular del bloque de dominación capitalista – imperialista


Uno de los recursos más socorridos del régimen sionista del terror y del genocidio en marcha es reclamar su pertenencia al mundo libre, al mundo occidental. Su derecho a defenderse como parte de la defensa de los valores occidentales, frente al mundo de los salvajes, los palestinos o, en definitiva, los otros; es decir, la inmensa mayoría del mundo real. Y que, curiosamente, han sido históricamente y son hoy, objeto del ataque criminal, del asesinato, del genocidio racista y supremacista del mundo occidental.

Pero ese mundo occidental no comprende a la mayoría de la población que se encuentra en el ámbito del mundo geográfico, político o, incluso, cultural del mundo libre occidental.

Esa población, también la población que se define a sí misma como judía, no forman parte de ese constructo ideológico, aunque en le marco del proyecto de dominación se la incluye como víctima o cómplice fundamental para lograr el propósito hegemónico que persigue el bloque de dominación capitalista imperialista, hoy también sionista, del mundo occidental.

Es a esta última y fundamental acepción es a la que nos referimos cada vez que en este y otros artículos recurrimos a esta categoría.

El mundo occidental es hoy el bloque que se integra en el conglomerado político, militar, financiero y mediático del imperialismo hegemónico, imperialista norteamericano y sionista, y en el que queda colgado como fracción dependiente la sección europea (países OTAN).

Desde su cultura e ideología supremacista, racista, ese mundo occidental ha sido el responsable de los mayores y más graves episodios de crímenes, de asesinatos y de exterminio, amén de esclavización, explotación y sometimiento de pueblos y naciones (en realidad un proceso estructural de proyección sistémica y con diversas inflexiones históricas), alcanzando en los últimos siglos una capacidad de destrucción y de muerte inimaginables si no es vinculado a los violentos estertores de su decadencia civilizatoria. Es ese mundo que ha creado una enorme capa de banalidad social, cultural, para ocultar o distorsionar su igualmente enorme brutalidad en la comisión de asesinatos y crímenes sin cuartel hasta la locura genocida.

La comunidad internacional de aquel momento (1948 y del período inmediatamente anterior), bajo la hegemonía del mundo occidental, no veía y no reaccionaba ante la masacre, la limpieza étnica y el genocidio que desplegaban las fuerzas militares y, sobre todo, paramilitares sionistas. Estaba abducida por la creación del Estado de Israel y la enfermiza necesidad de lavar un poco la mala conciencia antisemita y supremacista del mundo occidental, tras la carnicería y los crímenes de lesa humanidad de la Segunda Guerra Mundial.

Poco ha cambiado desde hace 76 años a la fecha, sobre todo cuando constatamos que, ese mismo mundo occidental, no puede percibir ni reaccionar consecuentemente frente a la ordalía criminal y genocida que comete el ente monstruoso gestado por ese mundo occidental, que es hoy el Estado sionista.

¿Por qué ese impedimento de la sociedad del mundo occidental?

Podemos expresarlo de una manera sucinta así: porque se encuentra en una trampa ideológica y civilizatoria, derivada del supuesto derecho a defenderse del Estado sionista, derecho metafísico que no histórico y tampoco moral, como no sea el que nace de, y se sustenta en, la historia de colonialismo, supremacismo del mundo occidental. Tal es el caso del excursus ideológico que elaboró en su momento Samuel Huntington y su concepción básica sobre (o, acaso, una llamada al) “choque de civilizaciones”, en la que, como no podía ser de otra manera, la buena civilización es la suya, la occidental, o sea, para entendernos, la de la barbarie y el genocidio.

Esa trampa brinda, además, una contribución relevante a la estrategia de dominación global del imperialismo, ahora como conglomerado sionista-imperialista, que se ha convertido ya en la principal amenaza para la vida humana y, desde luego, para impedir el derecho a la convivencia pacífica entre los pueblos y las naciones. Una trampa que tiene su anclaje en una concepción maniquea del mundo y, en particular, de las relaciones internacionales.

Una concepción, ruin y perversa, que da contenido y forma a una estrategia destinada a sostener y apalancar el proceso de normalización de la ocupación y colonización sionista del territorio palestino y que, en consecuencia, ampara y promueve las prácticas terroristas y genocidas que estamos observando hoy en Palestina, ayer en Irak y Afganistán, anteayer en Vietnam, etc., etc.

En cualquier caso, desde 1948 ha facilitado, junto a otros elementos de la estrategia imperialista euroatlántica, el creciente empoderamiento político, militar, financiero y mediático de la entidad sionista, que se ha agigantado a medida que crece en prepotencia e impunidad y, por lo tanto, en crímenes, asesinatos y prácticas terroristas sin fin en contra de los palestinos y, de vez en cuando, también de otros pueblos de la región.

Es, así, que se puede comprender y constatar la mirada cínica y el apoyo sistemático de las potencias mundiales, principalmente de las viejas potencias colonialistas de Europa y del prepotente y criminal imperialismo de los Estados Unidos (Hiroshima, Nagasaki, Vietnam, Cuba, Chile, Irak, solo por citar algunos y no necesariamente los más dramáticos…). Pero también, hay que destacarlo, el triste y sumiso papel de la mayoría de los Estados / gobiernos árabes de la región que en los últimos 70 años han sido aliados de la conducta imperialista en la región y, por ende, suelen acabar siendo notablemente complacientes con la audacia criminal del régimen sionista.

Respecto a esta última valoración, y para ser justos, habría que añadir que cuando algún Estado / régimen árabe ha osado alzar la cabeza y desmarcarse de esa vil concesión, se ha encontrado con una reacción brutal del imperialismo y la alianza del mundo occidental para sacarlo de juego (p.e., el Egipto de G. A. Nasser, la República Árabe Unida (RAU) años 60 del siglo XX, o la más reciente primavera árabe en el siglo XXI, etc.). Lo que, en definitiva, no hace más que esclarecer o ratificar, por un lado, el carácter instrumental o de socio privilegiado para el imperialismo que tiene el Estado sionista de Israel y, por otro, la genética colonialista e imperialista (por ende, de propensión terrorista y genocida) del mundo occidental.

Solo así puede cuadrar la prepotencia, la impunidad y la chulería del régimen sionista, mofándose de la ONU, del derecho internacional, de la Corte Internacional de Justicia y, en general de la opinión pública internacional y de esas movilizaciones masivas que reclaman el cese de la ocupación y de las tropelías sionazis. Al fin y al cabo, esos organismos, como la Corte Penal Internacional, CPI) como indicara un alto funcionario del imperialismo sionismo, “la CPI y organismos similares internacional fueron hechos para africanos, tercermundistas o serbios (guerra de los Balcanes), no para los agentes criminales del mundo occidental”, J Biden, A Blinken, B. Netanyahu, Y, Gallant, por citar algunos de los más connotados criminales y presuntos genocidas de nuestros días.

En definitiva, nada ha cambiado en ese ámbito, por el contrario, se ha agravado y tiende a empeorar. Pero tampoco cambia (esto es necesario enfatizarlo aquí) la casi sobrehumana capacidad de resistencia, de sufrimiento y rebelión de los pueblos, como muestra hoy el heroico y mártir pueblo palestino a través de sus diversas y renovadas organizaciones políticas, sociales, armadas o no.

Por ello, aquí nos gustaría destacar tres aspectos fundamentales para cualquier balance comprensivo del último año de barbarie, que se suma a los 76 que le preceden, dentro de una perspectiva de tragedia ascendente:

  • En primer lugar, la necesaria clarificación de la naturaleza de los actores principales de este drama, por un lado, el Estado sionista, ocupante y colonizador de Palestina y, por otro, la resistencia del pueblo palestino.
  • En segundo lugar, el congelamiento o la muerte del derecho internacional, principalmente en lo relativo a la preservación y garantía del respeto a los derechos humanos.
  • En tercer lugar, la solidaridad internacional por la paz y el respeto a la autodeterminación del pueblo palestino (descolonización y desocupación), su (cada vez más necesaria) acrecida movilización y su, no menor acrecida, frustración ante la inoperancia de la institucionalidad internacional, creada para evitar este tipo de tragedias y, en cualquier caso, para respaldar los derechos de los pueblos a la autodeterminación, es decir, a la rebelión y a la resistencia frente a los opresores, colonialistas, traficantes de armas y otra calaña que medra con las tragedias y, por ello, las atiza.

A estas alturas, ¿cabe alguna duda de quienes son los terroristas?

Es del natural de los regímenes colonialistas, imperialistas, el ser racistas y supremacistas, además de utilizar sistemáticamente prácticas de sometimiento violento de los pueblos, el recurrir permanentemente a métodos y técnicas criminales y terroristas, incluido el genocidio, en contra de los pueblos sometidos o colonizados, así como hacer uso mediático de una propaganda que integra un discurso que sería envidia de Goebels y de sus colegas del nazi fascismo europeo del siglo XX.

Sobre todo, campañas, métodos y técnicas dirigidas a descalificar y deshumanizar a las personas y organizaciones que se rebelan y combaten esa agresión criminal y rebajarlas a la condición de bestias, salvajes, terroristas y otras denominaciones absolutamente humillantes para la, sin duda, probada superioridad en dignidad y humanidad que muestran esas personas / organizaciones y los pueblos que se rebelan y luchan hasta el martirio en contra de la barbarie, sea hoy del Israel sionista y, hoy y ayer, del mundo occidental, colonialista e imperialista que se acumula en la historia de la indignidad humana.

Por otra parte, aunque nunca existió duda sobre la implicación necesaria del gobierno imperialista de Estados Unidos, tal vez también del Reino Unido, en el apoyo directo a la campaña sionista de exterminio y de destrucción en Gaza, en los últimos días, incluso con confesión de parte: funcionarios del Gobierno estadounidenses han confirmado la participación, al menos de agentes y medios de inteligencia en el apoyo a las acciones de Israel y, en particular, del asesinato de líderes de Hamas.

Lo que vendría ratificar que se trata de una guerra de agresión y genocidio del sionismo y del imperialismo y, a su vez, la descalificación del gobierno de Estados Unidos para desempeñar un rol de intermediario, ya que es una parte sustantiva del conflicto.

En definitiva, la verdad acabará imponiéndose y, tal como ha sido históricamente, los terroristas son ellos, los colonialistas, los imperialistas, los racistas, los supremacistas, siempre imbuidos de una ideología nazi, fascista o similar, sustentada en mitos atávicos o irracionales. No eran terroristas Moctezuma y los aztecas que sufrían la invasión conquistadora de Hernán Cortés y cia, tampoco la resistencia que encabezó Cuauhtémoc para enfrentar las trampas y mentiras de los conquistadores, ni la rebelión de Túpac Amaru en contra del Virreinato colonial de Lima, Perú, y de la explotación esclavizante de los colonialistas españoles y europeos. No eras terroristas Caballo Loco, Toro Sentado y otros líderes de los pueblos originarios de América del Norte, sino las fuerzas de la ocupación colonialista de sus territorios, los responsables del saqueo y la destrucción de sus medios de vida, del exterminio o la expulsión de sus territorios, los terroristas era aquellos codiciosos colonialistas de origen británico y europeo.

Tampoco eran terroristas los movimientos armados del Partido del Congreso y otras fuerzas que resistían la ocupación y el apartheid en Sudáfrica. Y así podríamos seguir citando hasta casi el infinito, recorriendo esa trayectoria de la barbarie colonialista del mundo occidental en Asia, África, América, incluyendo la Europa del comercio de esclavos y de la esclavitud de la población africana en las tierras del coloniaje americano. O, en su caso, la persecución contra la población y comunidades judías en Europa hasta su culminación en los crímenes del nazismo.

Desde luego, no son terroristas los líderes y los milicianos de Hamas que resisten y mueren -son asesinados- por la brutalidad de la ocupación y colonización sionista coordinados en acciones conjuntas con el imperialismo norteamericano, amén de esa complicidad cobarde por parte de los Estados y Gobiernos de la Europa de la OTAN.

Son terroristas y genocidas sí, los colonialistas y supremacistas del mundo occidental y, hoy, los representantes del imperialismo y del sionismo que someten mediante masacres, asesinatos indiferenciados, bombardeos masivos sobre los espacios donde apiñan y estrangulan a la población civil, o se afanan en un cruel asedio y acorralamiento hasta la muerte de miles y miles de personas, niños, ancianos, mujeres. Ellos sí son los terroristas, los que destruyen escuelas, hospitales y todo medio de vida en Palestina y, más recientemente, también en el Líbano.

La resistencia anti ocupación y anticolonial frente al monstruo sionista

Es desde este enfoque y caracterización medular del conflicto histórico en Palestina y del brutal dramatismo que alcanza hoy para la vida del pueblo palestino, por lo que se ha decidido recuperar (recordar) aquí las reflexiones con las que se encabezaba el primer artículo sobre la tragedia humanitaria y el plan de asesinatos masivos y selectivos, indistintamente, que el Estado sionista ha venido perpetrando en contra del pueblo palestino; con ellas se encabeza también este artículo.

El artículo publicado en Rebelión (30/11/2023) se tituló “No es lo mismo…” Su línea fundamental de argumentación se orientaba a poner sobre la mesa que las acciones de la resistencia palestina no podían calificarse sin más de terroristas. Hacerlo supondría colocarse u optar por los victimarios y no por las víctimas.

Pensar siquiera que las organizaciones de resistencia y rebelión palestinas puedan recibir el apelativo de terroristas no es más que una manera muy significativa de contribuir a dejar impunes tanto al Estado sionista, como a sus socios o cómplices principales: el Gobierno imperialista de Estados Unidos y los gobiernos de los países de la OTAN, responsables directos o indirectos de la ocupación, la colonización sionista y sus consecuencias criminales. Es, además, una complicidad necesariamente interesada, dado el crónico y despiadado interés los imperialistas en la expoliación de las riquezas y recursos energéticos de la región, dentro de cuyo objetivo se inserta su denodado empeño por asegurar y normalizar la ocupación y colonización de Palestina y avanzar, y realzar el supuesto derecho del Estado sionista a defenderse.

En la actual coyuntura implicaría negarse al reconocimiento de la necesidad de hacer justicia con el pueblo y la nación palestina; vendría a ser un cínico e inaudito rechazo del derecho de los pueblos –del pueblo palestino-, a luchar por la liberación de su patria y a expulsar a los ocupantes y colonizadores. Sería, en cualquier caso, asumir la indiferencia ante el incesante derramamiento sangre, sobre todo de población civil, como el infanticidio descomunal, y respaldar la barbarie que impulsa el conglomerado político, militar, financiero y mediático del capitalismo – imperialista euroatlántico, ligado históricamente a las peores formas de colonialismo, de supremacismo, incluyendo las prácticas recurrentes de terrorismo para lograr la limpieza étnica y el genocidio.

El Estado sionista el último bastión del colonialismo occidental y un «nuevo Estado cruzado”

El Estado sionista es la continuidad de esa trayectoria, desde una coyuntura histórica (años 40 y 50 del siglo XX) en la que se llevaba a cabo uno de los procesos globales de descolonización de liberación nacional, sobre todo en Asia y África. Lo que no sabía la naciente Organización de las Naciones Unidas es que al dar a luz al Estado sionista estaba activando un monstruo político – militar e ideológico que convertiría la barbarie en el dispositivo fundamental para provocar el exterminio del pueblo palestino y de otros pueblos de la región y, paradójicamente, también para el pueblo judío y, en definitiva, para la seguridad y la paz de la humanidad.

Por ello, es necesario conocer y asumir el origen del drama histórico del pueblo palestino, en cuyo núcleo definitorio y fundamental debe situarse la “creación del Estado sionista” dentro de un proceso de ocupación y colonización de Palestina. Para ese propósito se utilizó esencialmente el terror y la violencia brutal e indiscriminada para expulsar a la población palestina, para provocar la limpieza étnica y el exterminio si fuere posible. Un proceso que contó en todo momento con el apoyo internacional del imperialismo europeo y norteamericano. En este último aspecto, poco ha cambiado desde entonces.

Esa naturaleza colonialista, racista y supremacista, se ha radicalizado y ha llevado al paroxismo sus planes y actuaciones criminales con el actual régimen sionista que encabeza el presunto genocida Benjamín Netanyahu. Hemos comprobado, sin dejar de asombrarnos, la barbarie criminal e impune, sin límites, del Estado sionista, en virtud del indispensable apoyo de esa maquinaria inhumana (o deshumanizadora) del conglomerado político – militar – financiero – mediático, en el que se ha convertido el decadente entramado civilizatorio que ha pasado a ser el capitalismo imperialista del mundo occidental.

Por todo ello, reafirmamos con toda la contundencia los párrafos del encabezamiento de este escrito y el conjunto del contenido de aquel artículo de “No es lo mismo…” Hoy, con todo lo ocurrido desde hace poco más de un año, poseen mayor vigencia si cabe y sirven de guía para clarificar y profundizar algunas cuestiones entonces enunciadas. Además, con la criminalidad y la barbarie sionista – imperialista desatada, se hace necesario traducirlo en acciones y movimientos de rechazo al genocidio y de apoyo más decidido y eficaz a la lucha y al sacrificio de pueblo palestino.

Hay que detener la barbarie, hay que ir al fondo del problema

Daniel F. García Gonzalez es Sociólogo y Especialista en Cooperación Internacional para el Desarrollo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.