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Debate entre Uri Avnery e Ilan Pappe

Un Estado en Palestina: solución o utopía

Fuentes: Gush Shalom

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.


El martes pasado Gush Shalom acogió un debate público entre Uri Avnery e Ilan Pappe sobre el asunto «Dos Estados o Un Estado». El evento tuvo lugar en una sala de Tel Aviv y llamó mucho la atención. El texto completo de las dos horas de debate se publicará lo antes posible. A continuación siguen los textos de los comentarios de apertura de Uri Avnery e Illan Pappe

(Uri Avnery)

Esto no es un duelo a muerte entre gladiadores en una arena romana.

Ilan Pappe y yo somos compañeros en la batalla contra la ocupación. Yo respeto su valor. Ambos resistimos codo con codo en una lucha conjunta, pero defendemos dos metas diametralmente opuestas.

¿Sobre qué es la discordancia?

No tenemos ninguna discordancia sobre el pasado. Estamos de acuerdo en que el sionismo, que ha hecho su marca en la historia y ha creado el Estado de Israel, también trajo una injusticia histórica al pueblo palestino. La ocupación es una situación abominable y debe acabar. No hay debate sobre eso.

Quizás tampoco tenemos ninguna discordancia sobre el futuro lejano. Sobre lo que debe pasar dentro de cien años. Tocaremos eso después, por la tarde.

Pero tenemos un marcado desacuerdo sobre el futuro inmediato, sobre lo que debe ser la solución para el sangrante conflicto durante los próximos 20, 30, 50 años.

Éste no es un debate teórico. Nosotros no podemos decir, como dice la expresión hebrea: «Cada hombre puede vivir con su propia fe», y que reine la paz. Entre estas dos alternativas no puede haber ningún compromiso, tenemos que decidir, tenemos que escoger, porque dictan estrategias muy distintas y tácticas diferentes. Y no mañana, sino hoy, aquí y ahora. La diferencia es muy grande.

Por ejemplo: ¿Debemos concentrar nuestros esfuerzos en la lucha por la opinión pública en Israel o debemos perder el interés en la lucha aquí y debemos concentrarnos en la lucha en el extranjero?

Yo soy israelí. Estoy plantado con mis dos pies en el suelo de la realidad israelí. Quiero cambiar radicalmente la situación actual, pero quiero que el Estado de Israel exista.

Cualquiera que se oponga a la existencia de Israel como un estado que expresa nuestra identidad israelí se priva de cualquier posibilidad de actuar aquí. Todas sus actividades en Israel están condenadas al fracaso.

Una persona puede desesperarse y decir: No hay nada que hacer, todo está perdido, hemos pasado «el punto de no retorno», la situación es «irreversible», no tenemos nada más que hacer en este país.

Todos podemos desesperar por un momento. Quizás cada uno de nosotros ha desesperado alguna vez, pero uno no debe convertir la desesperación en una ideología. La desesperación destruye la capacidad de actuar.

Yo digo: No hay ninguna razón en absoluto para la desesperación, nada está perdido, nada en la vida es «irreversible», excepto la vida misma. No hay algo que se llame «el punto de no retorno».

Tengo 83 años. A lo largo de mi vida he visto el advenimiento de los nazis y su caída. He visto a la Unión Soviética en su cenit y su derrumbamiento. Un día antes de la caída del muro ningún alemán creía que daría testimonio de ese momento en su vida. Los expertos más inteligentes no lo previeron. Porque en la historia hay corrientes subterráneas que nadie percibe en tiempo real. Por eso los análisis teóricos se confirman tan raramente.

Nada está perdido hasta que los combatientes levanten sus manos y digan que todo está perdido. Levantar las manos no es ninguna solución. Tampoco es moral.

En nuestra situación, una persona que desespere tiene tres alternativas: a) la emigración, b) la emigración interna que significa quedarse en casa y no hacer nada o c) escapar al mundo de las soluciones ideales del país de las maravillas.

La tercera alternativa es la más peligrosa en este momento, porque la situación es crítica, sobre todo para los palestinos. No hay tiempo para una solución dentro de 100 años. Necesitamos una solución urgente, una solución que pueda realizarse dentro de unos años.

Se ha dicho que Avnery es viejo, apegado a soluciones viejas, que es incapaz de absorber una idea nueva. Y yo me pregunto: ¿Una nueva idea?

La idea de Un Estado ya era vieja cuando yo era un muchacho. Floreció en los años treinta del siglo pasado. Pero se quebró. La idea de la solución de los Dos Estados creció a la sombra de la nueva realidad.

Permítanme un comentario personal: No soy historiador. Estaba vivo cuando sucedió. Soy un testigo ocular, un testigo de oído, un testigo de sentimientos. Como soldado en la guerra de 1948, como editor de una revista de noticias durante 40 años, como miembro de la Knesset durante 10 años, como activista de Gush Shalom, he visto los hechos desde ángulos diferentes. He tomado el pulso al público.

Hay tres preguntas acerca de la idea de Un Estado:

1) ¿Es realmente posible?

2) Si es posible, ¿es bueno?

3) ¿Traerá una paz justa?

Acerca de la primera pregunta, mi respuesta es completamente inequívoca: No. No es posible.

Cualquiera que conecte con el público judío israelí sabe que su más profundo deseo es la existencia de un estado con una mayoría judía. Un estado donde los judíos sean los dueños de su destino. Ese deseo triunfa sobre todos los demás objetivos, incluso el deseo de un estado en todo Eretz-Israel.

Se puede hablar de un estado desde el mar Mediterráneo al río Jordán, un estado binacional o «no-nacional», lo que significa, en la práctica, el desmantelamiento del Estado de Israel, la negación de la nación que se ha edificado a lo largo de cinco generaciones. Eso debe decirse claramente, sin medias palabras ni ambigüedades, y eso es lo que el público -el judío, y por supuesto el palestino- piensan acertadamente. De lo que estamos hablando es del desmantelamiento del Estado de Israel.

Queremos cambiar muchas cosas en este estado, su narrativa histórica, su definición aceptada como estado «judío y democrático». Queremos acabar con la ocupación de afuera y la discriminación de adentro. Queremos crear una nueva base para la relación entre el estado y sus ciudadanos árabes palestinos. Pero es imposible ignorar el ethos básico de la gran mayoría de los ciudadanos del estado.

El 99,99% del público judío no quiere desmantelar el estado. Y eso es bastante natural.

Hay una ilusión de que esto puede cambiarse a través de presión externa. ¿La presión de fuera obligará a esta gente a renunciar al estado?

Le propongo una prueba simple: piense por un momento en sus vecinos en casa, en el trabajo o en la universidad. ¿Renunciaría cualquiera de ellos al estado porque alguien lo quiere en el extranjero? ¿Por la presión de Europa? Incluso, ¿por la presión de la Casa Blanca? No, nada más que una derrota militar aplastante en el campo de batalla obligará a los israelíes a dejar su estado. Y si eso pasa, nuestro debate de todas maneras se volverá improcedente.

La mayoría del pueblo palestino también quiere su propio estado. Es necesario satisfacer sus aspiraciones más básicas, restaurar su orgullo nacional y sanar su trauma. Incluso los jefes de Hamás con quienes hemos hablado lo quieren. Cualquiera que piense de otro modo está trabajando bajo una ilusión. Hay palestinos que hablan de Un Estado, pero para la mayoría de ellos, sólo es un código oral para desmantelar el Estado de Israel. Ellos también saben que es utópico.

También hay algunos palestinos que se engañan al pensar que si ellos hablan de Un Estado asustarán a los israelíes tanto que aceptarán el establecimiento del estado palestino al lado de Israel. Pero el resultado de este pensamiento maquiavélico realmente es el opuesto: asusta a los israelíes y los empuja a los brazos de la derecha. Despierta al perro de la limpieza étnica que está durmiendo en una esquina; no hay que olvidar a ese perro ni por un momento.

Por el mundo la tendencia va de otra manera: no a la creación de nuevos estados multinacionales, sino al contrario, la ruptura de los estados en los componentes nacionales. Esta semana un partido que quiere separarse de Inglaterra ganó en Escocia. La minoría francófona en Canadá siempre está titubeando al borde de la secesión. Kosovo está a punto de ganar la independencia de Serbia. La Unión Soviética se ha roto en sus partes componentes, Chechenia quiere separarse de Rusia, Yugoslavia se ha roto separándose, Chipre está separada, los vascos quieren la independencia, los corsos quieren la independencia, en Sri Lanka hay una guerra civil rabiosa, igual que en Sudán. En Indonesia, las puntadas están soltándose en una docena de lugares diferentes. Bélgica tiene problemas interminables.

En el mundo entero no hay ningún ejemplo de dos naciones diferentes que decidan por su propia y libre voluntad vivir juntas en un estado. No hay ningún ejemplo -excepto Suiza- de un estado binacional o multinacional que realmente funcione. (Y el ejemplo de Suiza que ha crecido durante siglos en un único proceso es la excepción proverbial que confirma la regla).

Esperar que tras 120 años de conflicto, en el que ya ha nacido una quinta generación, pueda haber una transición de la guerra total a la paz total en un estado conjunto abandonando todas las aspiraciones a la independencia, es una completa ilusión.

¿Cómo se va a realizar esta idea? Los abogados de Un Estado nunca entran en detalles sobre esto.

Se supone, por lo que parece, que sucedería algo así: los palestinos renuncian a su lucha por la liberación y a su aspiración a un estado nacional propio. Anunciarán que quieren vivir en un estado conjunto con los israelíes. Después del establecimiento de este estado tendrán que luchar por sus derechos civiles. Las personas de buena voluntad de todo mundo apoyarán su lucha, como una vez hicieran en Sudáfrica. Impondrán un boicot. Aislarán al estado. Millones de refugiados regresarán al país. Así la rueda retrocederá y la mayoría palestina logrará el poder.

¿Cuánto tiempo llevará? ¿Dos generaciones? ¿Tres? ¿Cuatro?

¿Imagina alguien cómo funcionará en la práctica semejante estado? ¿El habitante de Bil’in pagará los mismos impuestos que el habitante de Kfar-Sava? ¿Los habitantes de Yenín promulgarán una constitución conjunta con los habitantes de Netania? ¿Los habitantes de Hebrón y los colonos servirán en el mismo ejército y en la misma fuerza policial, hombro con hombro, y estarán sujetos a las mismas leyes? ¿Eso es realista?

Algunos dicen: pero esa situación ya existe. Israel ya está gobernando un estado del mar al río. Sólo hay que cambiar el régimen. Pero nada en absoluto existe. Lo que existe es un estado ocupante y un territorio ocupado.

Es mucho más, pero mucho más fácil, desmantelar los asentamientos que obligar a seis millones de judíos israelíes a desmantelar el estado.

No, Un Estado no va a darse. Pero preguntémonos, si se diera, ¿sería una buena cosa?

Mi respuesta es: Absolutamente no.

Examinemos este único estado, no como una criatura imaginaria perfecta, sino cómo sería en realidad.

En este estado único los israelíes serán dominantes. Tienen una superioridad total prácticamente en todas las esferas: la calidad de vida, el poder militar, las capacidades tecnológicas. El promedio de ingresos anuales de un israelí es 25 veces (¡25 veces!) más alto que el promedio palestino -20.000 dólares contra 800-. Los israelíes verán que los palestinos serán los leñadores y aguadores durante un largo, largo tiempo.

Será una ocupación a través de otros medios. Una ocupación enmascarada. No acabará el conflicto, sino que se abrirá otra fase.

¿Traerá esta solución una paz justa? Apenas.

Este estado será un campo de batalla. Cada lado intentará tomar tanta tierra como pueda y traer a tantas personas como sea posible. Los judíos lucharán por todos los medios para impedirles a los árabes convertirse en mayoría y llegar al poder. En la práctica éste será un estado del apartheid. Si los árabes se vuelven mayoría e intentan asumir el poder habrá una lucha que puede convertirse en una guerra civil. Una nueva edición de 1948.

Incluso un abogado de la solución de Un Estado debe admitir que la lucha seguirá durante varias generaciones. Puede correr mucha sangre y es muy improbable que dé buenos resultados.

La idea es utópica. Para que el pueblo lo comprendiera habría que cambiar al pueblo, quizás a los dos pueblos, habría que crear a un nuevo ser humano. Eso es lo que los comunistas pretendieron al inicio de la Unión Soviética. Eso es lo que los fundadores del kibbutz intentaron hacer. Desgraciadamente el ser humano no ha cambiado.

La utopía puede provocar consecuencias terribles. La visión de «el lobo morará con el cordero» requiere la provisión de un cordero nuevo todos los días.

Hay algunos que citan el modelo de Sudáfrica. Un ejemplo bonito y alentador. Hay, desgraciadamente, apenas alguna similitud entre el problema de allí y el problema de aquí.

En Sudáfrica no había dos naciones cada una con una tradición, un idioma y una religión que se remontaban más de mil años. Ni los blancos ni los negros quisieron un estado propio separado ni vivieron jamás en dos estados separados. El estado único ya existía durante mucho tiempo y la lucha era por el poder en ese estado.

Los jefes de Sudáfrica eran racistas que admiraban a los Nazis y que fueron encarcelados por ello durante la Segunda Guerra Mundial. Era fácil boicotear su estado en todos los campos de la actividad. Israel, por otro lado, está aceptado por el mundo como el «estado de los supervivientes del Holocausto», y aparte de grupos pequeños, nadie lo boicoteará. Es suficiente para los israelíes señalar que el primer paso en el camino a Auschwitz fue el eslogan nazi «el Kauft nicht bei Juden» -no compre a los judíos-.

Además un boicot mundial despertará en los corazones de muchos judíos del mundo los miedos más profundos del antisemitismo y los empujará a los brazos de la extrema derecha.

Una cosa bastante diferente es un boicot enfocado contra los elementos específicos de la ocupación. Fuimos los pioneros de esta estrategia, cuando, hace más de hace diez años, empezamos un boicot de los productos de los asentamientos y atrajimos a la Unión Europea junto a nosotros.

A propósito, los expertos en Sudáfrica me dicen que los efectos del boicot están sobrevalorados. El boicot no fue el factor principal que tiró abajo al régimen del apartheid, sino la situación internacional. Estados Unidos apoyó al régimen como un baluarte en la lucha contra el comunismo. Una vez que Unión Soviética se derrumbó, los estadounidenses sólo dejaron caer a Sudáfrica.

La relación entre EEUU e Israel es inmensamente más profunda y compleja. Tiene capas ideológicas profundas: una narrativa nacional similar, la teología cristiana evangelista y más.

La solución de los Dos Estados es la única solución práctica en el reino de la realidad y es ridículo afirmar que ha sido derrotada. La verdad es lo contrario. En la esfera más importante, la conciencia colectiva, en general está ganando.

Al día siguiente de la guerra de 1948, cuando izamos esta bandera por primera vez en Israel éramos una banda diminuta. Podíamos contarnos con los dedos de las manos. No podíamos negar que todavía existía el pueblo palestino. A finales de los sesenta pateé los alrededores de Washington DC y hablé con funcionarios en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado, en el Consejo de Seguridad Nacional y en la comisión estadounidense de la ONU, allí nadie estaba preparado para aceptar esta idea.

Ahora hay un acuerdo general mundial en que ésta es la única solución. Estados Unidos, Rusia, Europa, la opinión pública israelí, la opinión pública palestina, la Liga Árabe. Hay que comprender plenamente el significado de esto: el mundo árabe entero ahora apoya esta solución. Esto es sumamente importante para el futuro.

¿Por qué pasó esto? Después de todo, no es que nosotros estemos tan dotados como para ganar en el mundo entero. No, es la lógica interna de esta solución la que conquistó el globo. Verdaderamente algunos de los nuevos partidarios de esta solución sólo le rinden homenaje verbal. Quizás acostumbran a desviar la atención de sus objetivos reales. Personas como Ariel Sharon y Ehud Olmert actúan como si ellos apoyaran esta idea, mientras que en realidad su intención es mantener la ocupación para siempre. Pero esto muestra que incluso ellos comprenden que no pueden seguir oponiéndose abiertamente a la solución de los Dos Estados. Cuando el mundo entero reconozca que ésta es la única solución práctica, será, al fin, realizada.

Los parámetros son bien conocidos y también disfrutan ahora de acuerdo mundial:

1. Se creará un Estado Palestino al lado del Estado de Israel.

2. La frontera entre ellos estará basada en la Línea Verde, quizás con un intercambio acordado y equivalente de territorios.

3. Jerusalén será la capital de los dos estados.

4. Habrá un acuerdo para solucionar el problema de los refugiados. En la práctica esto significa que un número acordado volverá a Israel y el resto será rehabilitado en el Estado de Palestina o en sus lugares actuales de domicilio con el pago de una compensación generosa que los convertirá en invitados bienvenidos. En el momento en que haya un plan acordado que diga a cada familia refugiada cuál es su elección, debe someterse a la aprobación de los refugiados donde quiera que estén. Ellos deben ser participes de la decisión final.

5. Habrá una sociedad económica en la que el gobierno palestino pueda defender intereses palestinos, diferente a la situación actual. La misma existencia de Dos Estados mitigará, por lo menos en alguna medida, la gran diferencia de poder entre los dos lados.

6. En un futuro más lejano una unión de Oriente Próximo, sobre el modelo de la Unión Europea, que también puede incluir a Turquía e Irán.

Los obstáculos son bien conocidos y son grandes. No se pueden soslayar con recetas clásicas. Hay que afrontarlos y superarlos. Aquí, en Israel, debemos vencer los miedos y las ansiedades y ver los beneficios y ganancias que obtendremos con la creación de un estado palestino al lado del nuestro.

Debemos provocar un cambio de conciencia. Pero nosotros ya hemos recorrido un largo camino desde los días que todo el público negaba la propia existencia del pueblo palestino, rechazaba la idea de un estado palestino, la partición de Jerusalén, cualquier diálogo con la OLP, un acuerdo con Arafat. En todas estas áreas nuestra posición fue calando y se ha aceptado en varios grados.

Está claro que esto todavía queda lejos de lo que es necesario. Pero esa es la dirección en la que las cosas se están moviendo -y hay centenares de encuestas de opinión para demostrarlo-.

Pueden superarse los obstáculos reales de la solución de los Dos Estados. Estos son pequeños comparados con los obstáculos de Un Estado. Yo diría: la proporción es 1:1000, es como un boxeador que no gana contra un contrincante ligero y por consiguiente escoge enfrentarse a un peso pesado. O un atleta que falla en los 100 metros a toda velocidad y por tanto se apunta a la maratón. O alguien que desespera de escalar el Mont Blanc y entonces decide subir al Everest.

Sin duda, la idea de Un Estado da satisfacción moral a sus partidarios. Alguien me dijo: «De acuerdo, no es realista, pero es moral y ése es el lugar donde yo quiero estar». Yo digo: ése es un lujo que nosotros no podemos permitirnos. Cuando el destino de tantos seres humanos está en la balanza, una posición moral que no es realista es inmoral. Y repito: una posición moral que no es realista es inmoral.

Hay quienes se desesperan porque las fuerzas de la paz no han tenido éxito para acabar con la ocupación. Seguimos siendo una minoría. El gobierno y los medios de comunicación nos ignoran. Es verdad. Pero nosotros también tenemos una parte de responsabilidad en eso. No hemos pensado bastante, no hemos identificado las razones de los fracasos. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo lugar una discusión completa de las estrategias y tácticas de la lucha por la paz?

No hemos tenido éxito conectando con la comunidad judía oriental. Hemos seguido siendo extraños para los inmigrantes rusos. No tenemos una sociedad real ni siquiera con la comunidad árabe palestina dentro de Israel. No hemos encontrado la manera de tocar los corazones del público en general. Ni hemos tenido éxito creando una fuerza política eficaz y unificada que pudiera ejercer una influencia en la Knesset y en el gobierno. Debemos examinarnos.

No es suficiente decir que la solución de Un Estado no puede realizarse. Esta «solución» también es muy peligrosa porque:

1. Desvía los esfuerzos en una dirección equivocada. Vemos que esto ya ha pasado. Da desesperación y produce desesperación. Provoca que algunas personas abandonen el campo de batalla en Israel y crea la ilusión de que el campo de batalla real está en el extranjero. Eso es escapismo.

2. Origina una pérdida de tiempo irreemplazable. Decenas de años en los que cosas terribles les pueden pasar a los palestinos y también a nosotros. Cualquiera que tenga miedo de la limpieza étnica (con razón) debe ser consciente de este peligro y de esta urgencia.

3. Divide el campo de la paz y profundiza la brecha entre él y el público. Fortalece a la derecha porque asusta el público sensato y hace que se pierda de vista una solución sensata.

4. Tira de la alfombra bajo los pies de aquellos que luchan contra la ocupación. Si el país entero entre el mar y el Jordán se va a convertir en Un Estado de todas maneras, entonces los colonos pueden poner sus asentamientos allá donde les guste.

5. Fortalece el argumento de que no hay «ninguna solución» al conflicto. Si la solución de los Dos Estados está equivocada y la solución de Un Estado no es realizable, entonces la derecha está en lo cierto afirmando que no hay ninguna solución en absoluto; un argumento que justifica cada mal, desde la completa ocupación a la limpieza étnica. Ninguna solución significa una ocupación interminable.

Permítanos ser claros: no habrá ningún fin de la ocupación mientras no haya un acuerdo de paz

Quizás en un futuro lejano nos encontraremos en lugares inesperados.

Cuando lleguemos a la estación que se llame paz entre los dos estados, todos seremos libres de escoger la que queremos que sea nuestra próxima estación.

¿Querrá alguien esforzarse para la fusión de los dos estados en uno? Adelante. ¿Pensará alguien que la solución de los Dos Estados es buena para siempre? Por qué no. ¿Pensará alguien, como yo, que los dos estados se moverán gradualmente, con consentimiento mutuo desde el principio del camino, hacia una confederación o federación? Bienvenida.

(En nuestro primer encuentro en 1982, Yasser Arafat habló conmigo sobre una solución como el Benelux, la que existió durante algún tiempo entre Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo -Israel, Palestina, Jordania, y quizás también Líbano-. Él continuó hablando de esto hasta el final.)

La experiencia demuestra que el estado nacional clásico está aquí para quedarse formalmente, cada uno bajo su propia bandera, mientras en la práctica muchas de sus funciones están transfiriéndose a estructuras supranacionales, como ocurre en la Unión Europea.

(A propósito, cuando surgió la idea de unir Europa, muchas personas quisieron crear los Estados Unidos de Europa sobre el modelo norteamericano. Charles de Gaulle advirtió en contra de ignorar los sentimientos nacionales. Reclamó una «Europa des patries«, una Europa basada en estados nacionales. Afortunadamente su visión prevaleció y ahora la vida hace el resto.)

Algo como eso, asumo, al final pasará aquí también. Pero por ahora debemos tratar el problema inmediato. Tenemos ante nosotros un ser herido que sangra con profusión. Hay que detener la hemorragia y sanar la herida antes de empezar a tratar las raíces de la enfermedad.

Resumiendo, ésta es mi opinión:

La situación es terrible (como siempre), pero a pesar de todo estamos progresando.

Verdaderamente, lo que se ve en la superficie es deprimente y sobrecogedor: los asentamientos se vuelven más grandes, el muro más largo, la ocupación está causando injusticias incalculables todos los días.

Quizás es la ventaja de la edad: hoy, a los 83 años, puedo mirar cosas con la perspectiva de un intervalo de tiempo más largo.

Pero bajo la superficie las cosas están entrando en la dirección opuesta. Todas las encuestas demuestran que la mayoría firme del público israelí se ha resignado a la existencia del pueblo palestino y a la necesidad de un estado palestino. El gobierno reconoció ayer a la OLP y mañana reconocerá a Hamás. La mayoría ha aceptado, más o menos, que Jerusalén debe convertirse en la capital de los dos estados. Ensanchando círculos en la vida, estamos en el principio de un reconocimiento de la identidad de la otra nación.

Hay un acuerdo general mundial en la solución de los Dos Estados que se ha alcanzado por la vía de la eliminación: en realidad no hay ninguna otra. Pero para que se asuma, el apoyo debe venir del interior, del público israelí. Este apoyo es el que nosotros debemos crear. Ése es nuestro trabajo.

Y una palabra de advertencia: debemos tener cuidado con las utopías. Una utopía se parece a una luz al final del túnel. Calienta el corazón, pero es una luz engañosa que puede inducirnos a entrar en una rama del túnel en la que no hay ninguna salida.

Nunca hemos oído respuestas a las dos preguntas decisivas de la solución de Un Estado: ¿Cómo llegará? y ¿Cómo funcionará en la práctica? Sin respuestas claras a estas preguntas, esto no es un plan sino una visión, como mucho.

Verdaderamente, 120 años de conflicto han creado en nuestros pueblos una gran acumulación de odio, prejuicios, sentimientos de culpa escondidos, estereotipos, miedo (lo más importante, miedo) y una absoluta desconfianza de los árabes. Esto es lo que debemos combatir para convencer al público de que la paz vale la pena para el futuro de Israel. Junto con un cambio en la situación internacional y una asociación con el pueblo palestino, nuestras oportunidades de lograr la paz son buenas.

De todas maneras, he decidido permanecer vivo hasta que eso suceda.

(Illan Pappe)

El sionismo nació de dos impulsos lógicos y justificados. El primero era el deseo de encontrar una tierra segura para los judíos de Europa del este y central tras décadas de persecuciones antisemitas -y posiblemente también  una premonición de lo peor que había de venir-. El segundo impulso fue redefinir la religión judía como un movimiento nacional, bajo la influencia de «La primavera de los pueblos» a mediados del siglo XIX.

Cuando los líderes del movimiento decidieron, por razones que no pueden ser detalladas aquí, que el único territorio donde estos dos impulsos podían llevarse a cabo era Palestina, donde estaban viviendo casi un millón de personas, este movimiento se convirtió en un proyecto colonial. 

Este proyecto colonial tuvo su forma definida después de la Primera Guerra Mundial.   

A pesar de conseguir un amplio paraguas imperial -mediante el Mandato  británico-, como  proyecto colonial no fue una historia de éxito. Los colonos sólo consiguieron tomar apenas el 6% de la patria palestina y constituyeron solamente un tercio de la población del país. 

La tragedia de la población palestina indígena no fue únicamente convertirse en la víctima de un movimiento colonial, sino ser específicamente la víctima de un movimiento colonial que buscó crear un movimiento democrático. Ante la clara mayoría demográfica palestina, once  líderes del sionismo no dudaron, en marzo de 1948, en resolverla mediante la limpieza étnica como el mejor de los medios, teniendo en cuenta los fracasos del colonialismo sionista  para crear una democracia judía, étnicamente pura,  en  la mayoría del territorio de Palestina. 

En menos de un año, después de que se tomara la histórica decisión,  la limpieza étnica se llevó a cabo de una forma que hoy en día la comunidad internacional  no habría dudado en calificar como un crimen contra la humanidad.   

Sistemáticamente, de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad,  las  fuerzas judías pasaron y limpiaron el país de su población indígena. Dejaron una estela de destrucción y ruina en más de  quinientos pueblos y once ciudades. Arrasaron y vaciaron la mitad de las aldeas y pueblos de Palestina y despojaron de sus casas, campos y medios de sustento a la mitad de la población del país (el ochenta por ciento de la población de lo que se convirtió en el estado judío). La comunidad internacional aceptó retroactivamente este crimen y hoy sigue siendo un medio legítimo en manos del estado judío para asegurar la existencia de una «democracia judía» en el país. El logro y mantenimiento de una mayoría demográfica  se convirtió en una meta sagrada y también en  la base para la solución del conflicto de los  dos estados. La comunidad internacional,  así como el campo israelí de la paz, buscaron limitar el territorio donde  la  limpieza étnica y la pureza judía prevalecerían. El minotauro sionista  exigió  -y mediante la fuerza, ganó- un completo  ochenta por ciento de Palestina. Pero eso no era bastante: cuando llegó la oportunidad histórica de satisfacer no sólo el hambre demográfica sino también la codicia territorial en 1967, se tragó el total de la tierra de Palestina. 

Sin embargo, incluso después de engullir el país entero, el Israel oficial intentaba  también conservar la idea de democracia sionista. Así  es cómo  nacieron fórmulas tales como «territorio a cambio de paz» y «dos  estados para dos pueblos». Éstas no fueron recetas de paz o justicia para  los dos pueblos,  sino intentos de limitar un movimiento expansionista que  buscaba ganar más territorio sin la población árabe que vivía en él. 

Hay quienes desde 1967 hasta el presente, creen  que es  posible satisfacer esta ansia de colonización y creación de asentamientos, de despojo y control permanentes y permanecer democráticos con la creación de un Estado Palestino en el veinte por ciento del territorio. Durante un breve momento histórico, en los primeros años de la ocupación, podría haber sido posible. Pero ya en los años setenta, la situación se volvió más  complicada y allí se crearon hechos sobre el terreno de asentamientos judíos que hicieron imposible la limitación deseada. 

Una década después, en los años ochenta, el discurso de ambos  estados también ha sufrido una  metamorfosis  ante la realidad cambiante. El campo de la paz sionista  busca aumentar el número de partidarios de la idea de la limitación  pero asimila los hechos de los asentamientos creados sobre el terreno y, por consiguiente, acepta a sabiendas el encogimiento del terreno destinado a los palestinos. Cuanto más se encoge el territorio,  más desaparece la conexión entre la fórmula de los «Dos Estados» y la idea de  una  solución justa, plena y viable del conflicto. En el presente siglo, cuanto más se convertía en moneda común la solución de los Dos Estados y aumentaba su número de partidarios, -la lista con el tiempo incluyó a   Ariel Sharon, Benjamin Netanyahu, George W. Bush y otros-  la limitación se volvió ocupación. Cuando toda la  comunidad  internacional  aceptó la solución de los Dos Estados, el aparato de la ocupación  cosechó un beneficio doble de la nueva realidad. 

Por una parte, bajo el paraguas del  «proceso de paz» los asentamientos se fueron aumentando y profundizando, se intensificó la tiranía y la opresión sin ninguna crítica ni sanciones internacionales. Por otro lado,  la creación de «hechos sobre el terreno» disminuyó todavía más el territorio que, supuestamente, se excluía de la voracidad del minotauro sionista. Bajo la idea de los Dos Estados como una fórmula internacional diplomática,  se estaba generalmente de acuerdo en que el hambre sionista podía saciarse con la mitad de Cisjordania. Después, con el apoyo de todo el campo israelí de la paz, la fórmula de los Dos Estados llevó a un inevitable apoyo internacional por el que se encarceló la totalidad de la Franja de Gaza en un  moderno campo  de concentración. 

El estado exclusivo dado a la fórmula de los Dos Estados, dentro y  fuera del país, por un lado hizo  posible para el Israel oficial  transformar una forma de ocupación en otra para imponer silencio a la potencial crítica a sus crímenes de guerra, y por otra parte  hizo posible que el aparato de la ocupación israelí creara hechos sobre el terreno que convirtieran  la idea del estado palestino en un cuento de hadas. 

Mirado desde cualquier ángulo que se escoja,  si la justicia es la base para  dividir el país, no puede haber ninguna fórmula más cínica que la de los Dos Estados: al que ocupa y desahucia el ochenta por ciento; al  ocupado el veinte por ciento en el mejor, y probablemente utópico,  de los casos y muy probablemente un diez por ciento dividido y esparcido. Además  el retorno de los refugiados ¿Donde se llevará a cabo?  En  nombre de la justicia los refugiados tienen el derecho a decidir si quieren volver y  tienen derecho a participar en  la definición del  futuro del país entero, no sólo del veinte por ciento. 

Por otro lado, si el pragmatismo y la política real son la guía de sus principios y todo lo que usted busca es  satisfacer el hambre del estado  sionista  por el territorio y la superioridad demográfica, entonces transfiramos  Wadi Ara a Cisjordania y Hebrón a Israel, confíe en el  equilibrio regional y global de fuerzas y concedamos a los palestinos no más que un pedazo diminuto de tierra cerrado herméticamente con cercas, muros y barreras. 

Sí, hay palestinos en Nazaret y Ramala que están deseosos  de conformarse incluso con eso y merecen que se escuche su voz. Pero esto no es bastante, no debemos imponer silencio a las voces de la mayoría palestina en los campos de refugiados, en la diáspora y en el destierro, entre los refugiados interiores y en los Territorios Ocupados, que quieren ser parte  del futuro del país que una vez fue suyo. No habrá conciliación, ni justicia si estos palestinos no participan  definiendo la soberanía, la identidad y el futuro del país entero. La conciliación se extenderá  incluyendo el reconocimiento del derecho de los judíos, que se establecieron aquí por la fuerza, a tener  un derecho similar para definir el futuro. 

Hay que dar su parte a los refugiados y respetar sus aspiraciones de ser partícipes con nosotros en Un Estado. Hay que verificar la viabilidad de esta idea y el camino hacia ella  porque ya durante sesenta años hemos probado la idea de los Dos Estados y el resultado está claro: continuación del destierro, la ocupación, la discriminación y el despojo. 

Es un error proponer constituciones democráticas para  Beit Safafa occidental,  para Bak’ah Al-Garbiya y para Arabeh oriental mientras al mismo tiempo nos encogemos de hombros de toda la responsabilidad por Beit Safafa oriental, por Bak’ah,  Al-Sharkiya y por  Arabeh occidental  diciendo: Ellos estarán allí,  tras el muro, oprimidos, sin acceso a las tierras, a los derechos o a los recursos. Como ciudadanos judíos y palestinos en este estado tenemos  relaciones de sangre, de destino común y de desastre común que no pueden ser  ‘subdivididas’. Semejante división no es moral  ni práctica. 

Nuestras elites políticas son incompetentes en el mejor de los casos, y corruptas  en el peor, en  todo lo que se relaciona con el conflicto de este país. Aquellos que les acompañan  en los países vecinos y en todo el mundo son tan malos como ellos. Cuando  estas elites se hacen pasar por sociedad civil y mantienen a flote la burbuja de Ginebra,  la situación sólo se pone peor y las perspectivas de paz  se alejan todavía más.

Permítanos proponer un diálogo alternativo con los viejos y nuevos colonos -incluso con los que llegaron ayer-, con los expulsados de  todas las generaciones y con la gente que quedó atrás. Permítanos preguntar qué  estructura política nos satisface, la que involucraría e incluiría los principios de justicia, conciliación y coexistencia. Permítanos ofrecerles por lo menos una más ejemplar que la que fracasó. En Bil’in. Hemos luchado hombro con hombro contra la ocupación, podemos  también vivir juntos. ¿A quién  preferimos tener como vecinos,  a los colonos de Mattityahu  Mizrah o los lugareños de Na’alin? 

Y para que este diálogo comience y crezca, permítanos admitir que a pesar de nuestros grandes esfuerzos, sólo con nuestras propias fuerzas no podremos detener  jamás la escalada de ocupación. Porque la ocupación procede de la misma infraestructura ideológica que en 1948 instauró la limpieza  étnica, porque el ejército perpetró una matanza de habitantes de Kufr  Quassem,  porque las tierras de Galilea, de Cisjordania y de la Franja de Gaza fueron confiscadas y en nombre de ese despojo allí tienen lugar todos los días  detenciones  y asesinatos sin juicio. La manifestación más asesina de esta ideología está ahora en los Territorios Ocupados. Hay que detenerla rápidamente. Para eso, no podemos rechazar nada conveniente que todavía no hayamos ensayado: El llamamiento de la sociedad civil palestina a que se ejerzan grandes  boicots y sanciones, la presión moral ejercida por asociaciones de  periodistas, académicos y médicos de todo el  mundo que buscan desunir los contactos con el Israel oficial y sus representantes mientras sigan los crímenes…

Permítanos dar una oportunidad a esta manera no-violenta para acabar con la ocupación. De aquí y de allí, nosotros llamaremos juntos al  castigo de un gobierno y un estado que continúan perpetrando  tales crímenes. Judíos y no-judíos, nosotros seremos inmunes a la mancha del antisemitismo que  injustamente nos lanzan. Desde todos los puntos de vista posibles -socialista, liberal, judío o budista- una persona decente no puede sino exigir el boicot a un régimen y un gobierno que ya lleva cuarenta años maltratando a una población civil sólo porque es  árabe. Y las personas judías decentes deben permitir que sus voces resuenen más ruidosamente que las de otros que exigen acción y esfuerzo.

Tanto si la fuente y la inspiración es la experiencia surafricana como si no lo es, para la solución de Un Estado y  para un justificado y moral  boicot internacional, es inaceptable que esta manera y esta visión  permanezcan sin un examen completo, sólo debido a una continuada adhesión a una fórmula de fracaso  desde que se convirtió en una receta para  el desastre. 

[Basada en las notas de Ilan Pappe para su discurso de apertura] 

Textos originales en ingles:

https://zzzen.secured.co.il/sites/gush/home/en/channels/avnery/1178916307/

https://zzzen.secured.co.il/sites/gush/home/en/channels/archive/1178972526

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.