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Reseña de "Poemas lisiados", de Jorge Riechmann

Un excelente poemario en un hermoso libro

Fuentes: El Viejo Topo

Jorge Riechmann, Poemas lisiados. La Oveja Roja, Madrid, 2011.

Poemas lisiados no es sólo -siéndolo- otro excelente poemario de este poeta, traductor, filósofo, ecologista, activista, matemático, germanista, de este gran intelectual renacentista llamado Jorge Riechmann, sino un hermosísimo libro, uno de esos objetos que Santiago Alba Rico probablemente clasificara como cosas para mirar y ser deslumbrado.

El editor, excelente donde los haya (¡da gusto comprobar el mimo con que ha tratado esta obra!) nos explica el origen del original formato: «La maqueta de esta obra sigue la base de un cuadernillo de notas adquirido por el autor en la extinta RDA a cambio de 0,95 marcos orientales». La letra, la hermosa letra manuscrita del poeta, hace acto de luminosa presencia en muchas páginas de estos poemas lisiados.

¿Lisiados? ¿Qué lesión acecha a los poemas de Riechmann?

La de un mundo nada afable ni para la poesía ni para la justicia ni la igualdad; tampoco para la belleza.

La poética -«desorbitada»- que los acompaña, es anunciada por el autor en los primeros versos de estas páginas con herida: «Se precisa/ que el rumor de los fonemas/ haga vibrar sinapsis neuronales/ algo así como una arpa eólica».

El poema surge, puede surgir, de la siguiente forma: «Si finalmente / en la configuración de sedimentos las catástrofes de ayer/ han dejado huesecillos esquirlas y raíces que quepa disponer/ formando algo parecido a un rostro humano/ lo llamaremos en primera instancia/ poema/ y de antemano/ lo sabremos lisiado».

Lisiado y necesario porque el poema son palabras, y nosotros somos también palabra: «Somos /palabra / Eso quiere decir:/ radical contingencia/ búsqueda de sentido/ puente resuelto en ala/ Palabra/ que miente/ Palabra que muerde un trozo/ del pan de la verdad».

Falta lenguaje, señala el autor para anunciar el horror que viene. ¿Qué horror?: «Tú ya lo sabes:/ donde termina el reino de la mercancía/ comienza la vida».

La pregunta, por lo demás, sigue siendo la misma que hace años, que hace muchos años, miles de años: «¿dominio/ del fuerte sobre el débil/ o cooperación entre iguales?».

Pero para que la cooperación sea posible y efectiva hay que crecer: «No crecer / como adolescentes malcriados /no dejar de quejarse/ como adolescentes malcriados/ para acabar muriendo/ como adolescentes malcriados».

Para ello, para no ser adolescentes malcriados, para cooperar, hay que unir, juntar fuerzas que impidan que cada día sea un paso más hacia la barbarie y la destrucción: «Escisión/ de la escisión/ de la escisión…/ Pero lo que hace falta/ es justo el movimiento/ contrario: /incluir /y luego incluir más/ y seguir incluyendo…»

Sabedores por otra parte, conocedores conscientes de nuestro ser verdadero, de nuestras limitaciones esenciales, de nuestra prudente lejanía de toda hybris: «Homo sapiens sapiens/ no es un simio sabio/ a lo más/ un mono listo/ algo dramáticamente insuficiente/ para un ser dotado de lenguaje».

Estos poemas lisiados son, de hecho, como nuestras vidas lisiadas por irracionales deseos fáusticos: «Poemas lisiados/ como nuestras normales/ vidas lisiadas. / El daño no lo produce/ ser conscientes de lo que nos falta:/ lo que daña es la evasión/ hacia las regiones fantásticas/ de los superhéroes Marvel/ la energía electronuclear segura/ y Virgin Galactic».

Un poema dedicado a Paco Fernández Buey, «discípulo de Manuel Sacristán», muestra los horizontes de este poeta de hermosa letra para quien, razonablemente, no hay salida a la crisis dentro del capitalismo: «Marx tuvo razón/ demasiado tarde/ y demasiado pronto./ Demasiado tarde / respecto a Espartaco / y Thomas Münzer. /Demasiado pronto respecto a la Gran Comuna/ Biosférica/ del siglo XXII».

Para ello, una condena que no es una condena, una marcha sísifa al encuentro: «El trabajo del encuentro/ el milagro del encuentro/ y otra vez el trabajo del encuentro».

En el fondo, los frenos de emergencia de Walter Benjamin. Ser revolucionario hoy, diría nuestro poeta, es reconocer sin angustia nuestros límites y cuidarnos con mimos. Este es el programa de nuestra hora: hay que resistir sin pausa y hay que luchar sin desesperanza. Y leer poesía. Por ejemplo, los versos comunistas de estos Poemas lisiados.