Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez.
Esta semana nos hemos enterado de que Human Rights Watch (HRW) ha expulsado de sus filas al profesor Richard Falk, alto funcionario de Naciones Unidas.
Los enjundiosos detalles han sido amablemente suministrados por el abastecedor de explicación o hasbará israelí, el blog de UN Watch. «Elogiamos a Human Rights Watch y a su director, Kenneth Roth, por hacer lo correcto y expulsar finalmente de su importante organización a este enemigo de los derechos humanos», afirmó Hillel Neuer, virulento defensor de Israel y director general de UN Watch. «Un hombre que apoya a la organización terrorista Hamas y que fue condenado por el ministerio de asuntos exteriores británico por avalar en la portada misma un libro fervientemente antisemita no tiene sitio en una organización dedicada a la promoción de los derechos humanos».
Al utilizar todos los trucos sionistas con el libro, Neuer, como buen títere que es de la hasbará, desinforma y confunde a sus lectores. En primer lugar, Hamas no es una «organización terrorista»; es un gobierno elegido democráticamente, y el libro al que se refiere es, evidentemente, el mío (La identidad errante), que fue avalado por Richard Falk y por una parte de los humanistas y eruditos más importantes de nuestros días; es un libro que ha sido éxito de ventas durante seis meses tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, que ha sido traducido a diez idiomas y del que hay siete ediciones distintas en países que, sin excepción, disponen de legislación estricta contra toda forma de incitación al racismo y de negación del Holocausto. Lo cierto es que los sionistas y sus hermanos gemelos «progresistas» tendrán que aceptar que, después de todo, La identidad errante es rigurosamente kosher: legítimo, puro.
Sigamos: el profesor Falk sí respaldó mi libro y, como todas las demás personas que lo hicieron, no cedió a las presiones. Esto debería preocupar a todos los sionistas y a sus adláteres.
«Un relato transformador narrado con una integridad inquebrantable, que deberían no solo leer, sino también analizar extensamente y reflexionar sobre él, todos aquellos (especialmente, judíos) a quienes importe la paz verdadera.» Profesor Richard Falk, refiriéndose a La identidad errante.
Pero el problema no es la orientación tribal de UN Watch y su sionista director general. Al fin y al cabo, no hacen más que lo que se espera de los sionistas: mentir, hostigar, maltratar y, si es necesario, fabricar pruebas falsas. No; mucho más curiosa resulta la conducta de la supuestamente «progresista» Human Rights Watch y su director, Kenneth Roth.
En apariencia, HRW es una Organización No Gubernamental (ONG) «dedicada a la defensa y promoción de los derechos humanos». Pero bastan unos segundos de averiguaciones para descubrir que el principal donante de HRW es el sionista-liberal George Soros y su fundación para una sociedad abierta; el mismo Soros y la misma sociedad «abierta» que apoya a la mayoría de ONG palestinas, incluyendo las dedicadas a la campaña de BDS, que quizá pueden explicar por qué Ramala estaba tan impaciente por llegar a un acuerdo sobre ese valiosísimo derecho palestino: el derecho al retorno. ¿Tampoco sorprende enterarse de que ese mismo Soros que financió HRW se ha dedicado a «dar a conocer» los fallos de Hamas en cuestiones relacionadas con los derechos humanos? ¿Acaso no es lo que se podría esperar de un sionista liberal maestro de los efectos?
En mi próxima obra satírica, A Glossary of Zionist Power («Glosario del poder sionista»), que ahora estoy concluyendo, incluyo entradas sobre Soros y su fundación. En ese libro, Soros es «un judío que apoya muchas buenas causas que son también muy favorables para los judíos», y la fundación Soros «se dedica a convertir a los desposeídos en lectores de The Guardian«. No cabe duda de que ahora tendré que añadir una entrada para HRW y otra para Roth. Ambos son «sionistas encubridores» y, como todas las instancias progresistas judías dedicadas a hacer campaña etnocéntrica y tribal a favor de los judíos, HRW da un paso al frente para supervisar, controlar e, incluso, acallar toda crítica de Israel si en algún momento se acerca a la médula; por ejemplo, si alude al carácter judío del Estado judío.
El profesor Falk tenía pocas probabilidades de sobrevivir en un entorno tan tribal, y la razón es bastante sencilla. A diferencia de Neuer, el sionista; de Soros, el sionista liberal; y de Roth, el sionista anti-sionista, el profesor Falk representa en realidad el éxito definitivo del proyecto sionista. En sus primeros tiempos, el sionismo prometía transformar a los judíos en «un pueblo como todos los demás pueblos». El sionismo prometió dar a luz a un judío que trascendiera lo tribal, a un judío que pensara en términos universales y con criterios éticos. Los primeros sionistas también creían que semejante transformación solo se podía lograr en Palestina. Como es natural, estaban equivocados; pero nadie puede ignorar el hecho de que los universalistas judíos más prolíficos son de hecho israelíes (el profesor Yishayahu Leibovitch, el profesor Israel Shahak, Nurit y Miko Peled, Gideon Levy, Amira Hass, Uri Avneri, Ilan Pappe, Israel Shamir y muchos, muchísimos más). Pero el profesor Falk y otros cuantos han logrado alcanzar un objetivo semejante en la diáspora. Esos judíos a quienes más admiramos y en cuya honestidad más confiamos, como el profesor Norton Mezvinsky, el profesor Norman Finkelstein, el profesor Falk… tienen todos una cosa en común: no actúan en células políticas compuestas exclusivamente por judíos. A diferencia de JVP (Jewish Voice of Peace, Voz Judía por la Paz), IJAN (International Jewish Anti-Zionist Network, Red Judía Anti-sionista Mundial), HRW y Mondweiss, todas las cuales se dedican fundamentalmente a promover intereses judíos, ellos se dedican a promocionar valores universales.
Por tanto, sostengo que el profesor Falk nos permite asomarnos a la posibilidad de que haya una auténtica emancipación judía: la capacidad de romper el gueto mental, intelectual y desprovisto de ética. Es más, este episodio reciente de la herem (expulsión purificadora) llevada a cabo por HRW de uno de los humanistas más importantes de nuestra generación es, en realidad, un suceso educativo.
Durante muchos años, muchos de nosotros consideramos que el sionismo e Israel eran el padre y la madre del mal contemporáneo; muchos de nosotros hemos acabado por comprender que la política progresista judía es exactamente igual de siniestra pero que, a diferencia del sionismo que solo peca de engaño, el discurso progresista judío es intrínsecamente deshonesto; habla de universalidad pero solo piensa en términos tribales.
Mientras que nuestras discrepancias con Israel y con el sionismo están claras, el modus operandi adoptado por los sionistas anti-sionistas y su incesante tentativa por acaparar el discurso progresista al tiempo que ahogan la libertad de expresión vuelven sospechosos cada vez a más humanistas de aplicar cualquier modalidad de política judía, ya sea de derecha, de izquierda o de centro.
Me gusta pensar que mi obra, La identidad errante, ha sido la primera tentativa de analizar estas cuestiones abiertamente. La escribí porque yo también soy un espíritu errante que, en lugar de vivir en territorio ajeno, decidió abandonar su tierra natal. Tal vez el profesor Falk haya respaldado mi obra porque, igual que yo, es también un espíritu errante. Reflexiona sobre sí mismo y examina su identidad y su concepto de justicia desde un punto de vista trascendental. Al igual que yo, es un artista, un poeta, un hombre que, por increíble que parezca, busca la belleza, la paz y la verdad. Por el contrario, la fundación de George Soros aportó 100 millones de dólares a HRW simplemente para acallar espíritus impulsados por criterios éticos y estéticos como el profesor Falk y otros.