Antes de que el presidente palestino, Mahmud Abbas, pospusiera las elecciones legislativas palestinas, algunos observadores pensaban que iba a producirse una lucha electoral feroz que podría conducir a un cambio político. Otros sostenían que las elecciones son la única forma de conseguir la unidad nacional y de acabar con la división interna palestina entre Fatah y Hamás, los dos movimientos políticos dominantes en Palestina.
Pero un análisis más pormenorizado de lo que estaba ocurriendo en la carrera electoral muestra una realidad diferente. Lo más probable es que las elecciones hubieran dado lugar a una “democracia-farsa” que mantendría las enraizadas estructuras de opresión, tiranía y fragmentación.
Y ello porque las dos fuerzas políticas que han dominado la escena política palestina durante los últimos 15 años y que vuelven a disputarse el poder han causado enormes perjuicios al movimiento nacional palestino, han mermado el proyecto de liberación nacional y han exacerbado la fragmentación vertical y horizontal dentro de la sociedad palestina.
Como consecuencia, el pueblo palestino se han convertido a lo largo de las décadas en mero observador de su situación y de su causa, incapaz de participar en el desarrollo político de sus propias comunidades. La verdad es que su sentimiento de alienación en su propia tierra natal y de distanciamiento de su gobierno es una forma de opresión equivalente a la que inflige la ocupación colonial israelí. El pueblo palestino necesita un gobierno que lo libere y no que lo esclavice.
Cuando finalmente se vuelvan a convocar las elecciones, Fatah y Hamás volverán a intentar monopolizar el voto. Lo peor que podría hacer el electorado palestino es darles de nuevo legitimidad votando a sus candidatos. Ello sólo fortalecería sus posiciones y reforzaría su autoritarismo, manteniendo al pueblo palestino en la situación actual durante años.
Pero este resultado no es inevitable. Las elecciones, a pesar de todos sus defectos fundamentales, todavía pueden ser una oportunidad de transformar el sistema político palestino si se enfoca de manera diferente. Las fuerzas políticas que desean un verdadero cambio de la política palestina deben intentar alejar a la población palestina de la opción desastrosa del statu quo. Pueden animar a los y las votantes a castigar a los dos actores políticos dominantes y a dejar espacio para que surja un nuevo liderazgo político.
Eso sería el primer paso para hacerles rendir cuentas a nivel popular por haber debilitado la lucha palestina. La opción del castigo no significa necesariamente que los y las palestinas voten a otras listas en las elecciones. Para demostrar su rechazo al statu quo pueden sencillamente emitir votos nulos en los que se lea “ni Fatah, ni Hamás”, “no a un régimen político patético”, “no a la corrupción” o “no a la división”. Con esos votos de censura las voces de la oposición pueden consolidarse en un acto de resistencia que desenmascare a las autoridades y a los partidos gobernantes y envie un mensaje claro: “basta de jugar con nuestro proyecto nacional y con nuestro futuro”. Ello supondría asimismo un rechazo fundamental del marco de los Acuerdos de Oslo y de los regímenes políticos y de gobierno que creó.
La acción colectiva de rechazo y de confrontación exige exponer a las autoridades ante la gente como condición previa para el cambio. Este proceso electoral puede servir para señalar a la opinión pública los fallos del régimen de gobierno que padece. Es una oportunidad para cambiar las actitudes y percepciones de la gente, lo que necesariamente conducirá tarde o temprano a un cambio en sus acciones. Por ejemplo, tanto Fatah como Hamás se presentan para sus campañas electorales como los “protectores del proyecto nacional palestino” utilizando el discurso de la “construcción del Estado” o la retórica de la “resistencia”. Es el momento de exponer ante ambos la falacia de que son los “garantes del proyecto nacional” pues sólo ha servido para encubrir de forma trágica todo el daño y perjuicio que ambos movimientos han infligido al pueblo palestino.
Si un número importante decide votar “no” al status quo y emite un voto nulo como declaración de inequívoco rechazo al régimen actual, se produciría una coyuntura decisiva para la política palestina. Un nuevo liderazgo palestino eficaz podría aprovecharlo para avanzar en las reformas y comenzar a desarrollar un sistema político palestino inclusivo, progresista y emancipador.
Ya se han puesto enmarca algunas tareas políticas que podrían contribuir al surgimiento de una nueva clase política palestina sin el lastre de las afiliaciones o dependencias partidistas. Por ejemplo, existe la Generación para la Renovación Democrática, una organización dirigida por jóvenes fundada en febrero de este año que se centra en la reconstrucción del sistema político palestino sobre una base democrática. La organización no puede concurrir a las elecciones por diversas restricciones legales pero ha presentado una lista parlamentaria virtual de jóvenes palestinos que proponen una agenda política progresista.
Tras el anuncio de Abbas del aplazamiento de las elecciones, esta organización dirigida por jóvenes declaró que continuará con su iniciativa, que pretende ser un “ejercicio de cómo se debe ejercer la democracia y la participación política”.
La Generación para la Renovación Democrática no es la primera iniciativa juvenil que pone el foco en la democracia. Sigue la estela de algunas otras surgidas durante las revueltas árabes de 2011-12, como Palestinos y Palestinas por la Dignidad.
La dirección colectiva y el modelo participativo de estos movimientos liderados por jóvenes, así como su visión de que un liderazgo palestino debe ser eficaz, legítimo y responsable, son elementos fundamentales de los que carece el régimen político vigente en Palestina. La presencia de estas ideas progresistas podría ayudar a movilizar al electorado palestino lejos de las fuerzas políticas tradicionales.
Es importante señalar aquí que una verdadera transformación democrática no puede llevarse a cabo de forma precipitada. El cambio político en Palestina será lento y requerirá un plan de acción pragmático y esfuerzos sostenidos y graduales para llevarlo a cabo. Tendrá que edificarse de abajo a arriba a través de la concienciación y la movilización popular.
Se trata de una iniciativa que requiere tiempo, perseverancia, sostenibilidad, resistencia y seguramente estar dispuestas a enfrentarse a obstrucciones, lo que a su vez requiere extraer lecciones de experiencias de anteriores iniciativas lideradas por jóvenes, especialmente en lo que se refiere a enfrentarse a estructuras autoritarias y represivas muy arraigadas.
Sobre todo, requiere un compromiso de rechazo del statu quo político por parte de la población palestina. Compromiso que puede demostrarse con un “no voto” en las elecciones cuando se celebren. Sería un primer paso importante hacia una nueva vía democrática para Palestina.
Alaa Tartir es el director de programas de Al Shabaka
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.