Las recientes elecciones parlamentarias que se han celebrado en Basur (Kurdistán del sur, bajo las fronteras actuales de Iraq) pueden suponer una transformación importante en lo que se conoce «oficialmente» como Gobierno Regional Kurdo. Esta parte de Kurdistán ha estado marcada en los últimos años por su resistencia contra Bagdad durante el mandato de Sadam […]
Las recientes elecciones parlamentarias que se han celebrado en Basur (Kurdistán del sur, bajo las fronteras actuales de Iraq) pueden suponer una transformación importante en lo que se conoce «oficialmente» como Gobierno Regional Kurdo.
Esta parte de Kurdistán ha estado marcada en los últimos años por su resistencia contra Bagdad durante el mandato de Sadam Hussein, la posterior guerra civil entre las dos principales organizaciones locales, el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) liderado por Massoud Barzani y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) de Jalal Talabani; y en los años más recientes en la formación de una realidad kurda independiente «de facto» dominada por el acuerdo entre ambas formaciones, que les ha permitido repartirse el poder durante este tiempo.
Sin embargo, los resultados de la cita electoral del pasado septiembre han generado un nuevo panorama. La victoria del PDK (38 escaños) ha estado acompañada por los excelentes resultados del Movimiento Gorran (Cambio) que con 24 escaños ha desplazado a la tercera posición a la UPK (18 parlamentarios).
Tras ellos se sitúan los partidos islamistas: la Unión Islámica de Kurdistán (Yekgirtû), cercana a los Hermanos Musulmanes, con 10 asientos, el Grupo Islámico de Kurdistán (Komela), con 6 y el Movimiento Islámico de Kurdistán con un escaño.
Otros tres partidos han logrado un escaño cada uno: el Partido Socialista democrático, el Partido Comunista y el Partido de los Obreros del Kurdistán.
Finalmente nos encontramos con la minoría turkmena (5 escaños entre cuatro partidos), asirios-siriacos-caldeos (5 parlamentarios de tres organizaciones) y armenios (un escaño).
A primera vista, tras estos resultados es evidente que nadie ha logrado una mayoría demográfica o geográfica. Al mismo tiempo estamos ante el principio del fin del acuerdo-alianza «50-50» que firmaron PDK y UPK, y sobre todo, como señala un periodista local «y las consecuencias llegarán hasta Bagdad».
El PDK ha vuelto a imponerse en las elecciones, pero los retos que tiene ante sí son muy importantes, y es complicado anticipar el devenir de los acontecimientos. De momento ha sabido frenar la caída que ha afectado a la UPK, pero deberá manejar los tiempos para hacer frente a la nueva situación creada.
La imagen de corrupción, nepotismo y represión que lleva adosada a su labor de los últimos años puede suponer un importante lastre a medio plazo, como también puede serlo las disputas internas familiares (el enfrentamiento entre Masrour Barzani-hijo de Massoud- y Nechirvan Barzani- sobrino- es de sobra conocido) y la utilización de las mismas que puedan hacer los actores extranjeros, que no dudarán en jugar una u otra baza conforme a sus propios intereses.
De momento parece que la dirección de PDK, con un proceso de decisión rígido y centralizado, y las influencias de la tribu de Barzani (sobre todo su control de la industria y beneficios del petróleo) puede permitirle respirar con cierta tranquilidad. No obstante el primer test deberá afrontarlo pronto, con la propuesta de primer ministro y sobre todo la formación del nuevo gobierno, para el que deberá buscar alianzas con unas u otras fuerzas.
Los resultados de Gorran han supuesto una cierta sorpresa, sobre todo para los desconocedores de la realidad kurda. Con sólo cuatro años de vida, este movimiento surgió de una escisión de la UPK, cansados de las pugnas internas que se daban en el citado partido. Ha sabido aprovecharse del descontento hacia la UPK (represión tras la primavera árabe en Silêmanî -Sulaymaniyah), una importante campaña mediática contra la corrupción, la falta de transparencia sobre la industria petrolífera o contra los abusos de los derechos humanos. Y en ocasiones también ha utilizado sentimientos y emociones en torno a la competitiva relación entre Silêmanî (Sulaymaniyah) y Hewlêr (Erbil).
Gorran ha logrado cambiar el panorama político y el imaginario de la sociedad kurda, también condicionará el sistema que ha venido funcionando en estos años y sobre todo puede tener su impacto también en otros actores regionales.
Esas promesas de acabar con la corrupción, o de poner fin a esa costumbre de convertir a hijos y familiares en «agentes de negocios», serán sus retos, pero también lo será el mantener la unidad interna y una claridad en la dirección política de la formación. Y en todo ello tendrá una influencia clave la postura que finalmente adopte, sobre participar en el futuro gobierno (y si loase en que tipo de coalición) o si se decanta por activar su papel desde la oposición.
La UPK ha sido la gran derrotada. La pérdida de popularidad, la ausencia física de Talabani (gravemente enfermo desde diciembre pasado) y sus acuerdos con el PDK han acabado pasándole factura.
Nacida como una fuerza política que buscaba acabar con la mentalidad tribal del PDK, pronto se olvidó de sus orígenes, y se convertirá en una copia de aquél en su accionar político. Las actuales divisiones internas, como en el pasado, son una pesada carga para el movimiento. En estos momentos hay quien apunta la existencia de al menos cuatro direcciones dentro del partido.
Por ello, estamos ante la necesidad de un cambio existencial, que afronte un cambio en el liderazgo y se de paso a nuevas generaciones. La UPK está ante una grave crisis, y la ausencia de Talabani es un gran problema, ya que deberán sustituirlo al frente del partido, pero también de la presidencia de Iraq que a día de hoy conserva.
De momento, tras las elecciones, y a la vista de los resultados, el PDK primero promete y luego apuesta por un gobierno con la UPK y las minorías cristianas y turkmenos); Gorran está a la espera; la UPK dice «respetar la decisión del pueblo kurdo» y los islamistas se quejan de las irregularidades del recuente.
Los retos están a la vista, pero lo que nadie pone en duda es que se ha acabado la lógica política que ha dominado Basur en los últimos años, y gracias a la cual, PDK y UPK se repartían a partes iguales los puestos clave y los negocios, dividiendo de facto el sur de Kurdistán en Degela, la frontera entre Silêmanî y Hewlêr.
Finalmente, encontramos las repercusiones que este resultado puede tener en la zona. Así, el ataque del pasado 29 de septiembre contra el cuartel de los Asayish (fuerzas de seguridad kurdas) en Hewlêr, cometido por grupos jihadistas, se interpretó como una respuesta de éstos al apoyo del Gobierno Regional Kurdo a organizaciones kurdas en Rojaba (Kurdistán occidental, ocupado por Siria).
Los enfrentamientos entre militantes de las Yekîneyên Parastina Gel-YPG (Unidades de Protección Populares, en lengua kurda) y jihadistas en la zona, la huida de miles de refugiados hacia el Kurdistán del sur, y la presencia de algunos jihadistas kurdos (miembros de los Batallones de al Qaeda Kurda y Ansar al Islam) son factores a tener en cuenta también.
Y por otro lado, la nueva situación que puede crearse también tendrá su influencia en Bagdad, donde la UPK puede perder sus puestos y el juego de alianzas también puede cambiar. Así como también se verán las repercusiones de este nuevo contexto político en las conversaciones y negociaciones del gobierno turco y el PKK en Bakurê (Kurdistán norte, ocupado por Turquía) y en la situación que se vive en Rojhilat (Kurdistán del este, actualmente en Irán).
Txente Rekondo.- Analista internacional
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