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Crónica de una noche emeritense

Un nuevo socialismo para una vieja república

Fuentes: Rebelión

En la Taberna de Sentía, invitados por Izquierda Unida de Mérida, nos dimos cita nuevos y viejos republicanos, poetas, socialistas, comunistas, recuperadores de memoria, políticos del ayer y del mañana (nunca del presente, tan mañido de frases políticamente correctas y de inmovilismos), maestros y pedagogos, revolucionarios y utópicos. Quienes participamos en un acto colectivo en […]

En la Taberna de Sentía, invitados por Izquierda Unida de Mérida, nos dimos cita nuevos y viejos republicanos, poetas, socialistas, comunistas, recuperadores de memoria, políticos del ayer y del mañana (nunca del presente, tan mañido de frases políticamente correctas y de inmovilismos), maestros y pedagogos, revolucionarios y utópicos.

Quienes participamos en un acto colectivo en homenaje a la II República y de apuesta por la III, es decir, quienes asumimos la memoria colectiva de nuestro pueblo – y sobre la base de lo que los hombres y mujeres construyeron entre 1931 y 1936 – levantamos los nuevos valores y principios, el programa de la III República Federal Solidaria de Españoles y Españolas, quienes allí estábamos hemos hecho gala y profesión de un hecho irrenunciable: no nos da la gana, no aceptamos el pacto de la Transición y la condena a muerte de los republicanos por segunda vez, no aceptamos la monarquía porque nos negamos a que una familia, por apellidarse borbón, nos herede como si fuéramos una finca y no aceptamos la sociedad de la precariedad, de la violencia, de la discriminación y de la insolidaridad.

¡Que hermosa noche!¡Tan llena de símbolos y de sentimientos!. Alfonso González Bermejo, socialista de calle, de ideas y de compromisos, glosó la república de trabajadores libres, honrados e inteligentes.

Hubo una I República donde un Presidente de la misma dimitía no por escándalos de corrupción o por malversación de fondos, sino por negarse a firmar condenas de muerte; hubo una II República donde maestros y académicos recorrían los pueblos llevando la instrucción mediante las misiones pedagógicas y donde Federico García Loca, vestido con un mono de obrero, representaba en La Barraca ambulante las obras de Calderón y de Lope y, de vez en cuando, las obras vanguardistas del momento; hubo, en fin, una República donde, al decir de Cossío, se pretendía que los españoles no supieran sólo leer – que era insuficiente – sino que tuvieran ansías de leer… Aquella hermosa II República abordó todas las reformas pendientes durante 150 años y emprendió la tarea legislativa, social, política, económica y cultural más importante de la Historia de España. Contra esa República se levantaron inmediatamente los aristócratas, terratenientes, obispos de palio y generaluchos… la España tradicional y olé, el antiguo régimen, la derecha de siempre y de toda la vida.

El 14 de abril de 1936 los españoles salieron a la calle para festejar la llegada de la democracia y sonreir al fin. Cinco años después las bombas de Franco, Mola, Millán de Astray y Yagüe, con el sonequete de «muera la inteligencia» hicieron posible el regreso de los borbones en la persona de Juan Carlos I y, durante 40 años de dictadura, cimentaron la legitimidad de éste en los cadáveres y presos de todos aquellos que soñaban y luchaban por la libertad.

Han pasado 75 años y pocas instituciones quieren recordar la II República. Es la sociedad civil, el pueblo, el que la festeja pues siempre nos hemos negado a que nos arrebaten nuestro pasado y nuestra identidad.

Han pasado 75 años de la República de Maestros y, como al intento de inculcar el ansía de leer sucedió el régimen de fútbol, procesiones y circo, hoy en España más del 50% de la población afirma leer un libro en su vida o ninguno.

Han pasado 75 años de las primeras legislaciones laborales, de la reducción de las horas de trabajo, de la incorporación de la mujer al voto y al derecho y hoy vivimos en la plena precariedad, las desigualdades alarmantes y crecientes y la explotación de jóvenes, mujeres e inmigrantes. La Monarquía Parlamentaria -es un decir- cimenta una sociedad donde unos pocos explotan a la mayoría y donde en nombre del bipartidismo se reducen los espacios de libertad y de igualdad.

La Monarquía de Juan Carlos I aborrece de ideales republicanos y solidarios. Su mundo es el de los empresarios, algunos tan oscuros y tan amigos como Mario Conde o Prado Colón y Carvajal, el de los reyes sauditas y marroquíes – sus «hermanos», al decir del Rey, a la vez que opresores en Marruecos y en Arabia de sus pueblos – o el de cacerías de osos en Rumanía y comisiones millonarias a los yernísimos por presidir una Junta Deportiva en Baleares… es decir, por hacerse la foto. Los Reyes de España y Familia viven en una Marbella diaria y cotidiana con la tranquilidad que da saberse «irresponsables» ante la Ley y, por lo tanto, inmunes a ésta.

Los jóvenes que salen en masa a la calle para festejar la Res-Pública, la cosa pública, los asuntos públicos en su etimología latina, se reconocen no sólo en un momento histórico negado durante tantos años, sino que simbolizan con ello su profundo rechazo a esa sociedad de la precariedad y la incertidumbre y a su punta de icebers, el Rey, su Majestad Juan Carlos I de Borbón y Borbón.

¡Abajo el Rey!

Lo tenemos claro y de manera pacífica lo volveremos a intentar, pues dice el dicho y con razón -bendita sabiduría la del pueblo- que no hay dos sin tres y a la tercera va la vencida.

Dice Javier Ortíz que «hay diferentes modos de ser antimonárquico. En España es típico el antimonárquico genérico, que funciona en la práctica como monarquismo concreto. Es el de la gente que renuncia a defender la monarquía en general, y muy particularmente la británica, pero saca la cara por la monarquía española. Sostiene que ha sido muy útil a la democracia. A mi me pasa lo contraria – dice Javier, y también nos pasa a nosotros – Soy hostil a todas las monarquías, en general, pero sobre todo a la española. En particular para la democracia, Juan Carlos de Borbón fue una pieza clave en la realización de los planes que trazó Franco para salvar lo esencial de su régimen, aun a costa de sacrificar sus formas dictatoriales, por otra parte inmantenibles».

Queda dicho, pues.

Nuestra República, tercera, tiene un programa fundado en los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Tenemos para una vieja república nuevos socialismos. Queremos que, cuando se envíe al paro al Rey, se saque de ésta institución a todos los que moran en ella desde hace años y para ello se ponga en marcha un programa de reforma económica basada en la centralidad de los seres humanos y no del mercado – miramos a la modernidad – y en la primacía de lo público; tenemos preparada una Reforma Laboral que prima los contratos fijos y penaliza – fíjense bien en la palabra, penaliza – los precarios, que implanta las 35 horas por Ley y considera inmoral e ilegal los beneficios abusivos de los empresarios; tenemos redactada una Reforma Agraria para repartir la tierra y para que los grandes terratenientes que han recibido el 75% de las subvenciones europeas devuelvan lo recaudado al pueblo; y tenemos guardada una Reforma de la Constitución para implantar la democracia participativa, diaria y deliberativa y, en esa misma Reforma, volver a apostar por desterrar y condenar en la legislación «el uso de la guerra» en la práctica política – la invasión de Iraq responde a tácticas políticas, no militares. Fraternidad se da entre pueblos y entre hombres y mujeres que se liberan de la tutela del patrón.

Eso pensamos quienes nos dimos cita en la Taberna de Sentía este pasado 5 de abril.

Tras los actos de reafirmación, algo muy republicano: una cena popular. Allí no sólo trazamos planes, no sólo reímos, no sólo nos dimos al encuentro entre fraternos… como en la República, en todos los actos de la vida debe haber algo de poesía. Pilar Fernández con su voz y Juan Pérez Mogedano al toque, recitaron a Miguel Hernández, leyeron prosa comprometida y dieron la vez a quienes entre los comensales también tenían algo que leer y que decir.

Entre republicanos no hay protocolos, faltaría mas… ni dirigentes engreídos y tal vez por eso Miguel Ángel Herrera hizo de anfitrión, de camarero, de escanciador de vinos -la taberna era romana- y hasta de carpintero -no por emular a Jesucristo, sino por meter en su sitio a un clavo rebelde.

Cantamos canciones de la transición y canciones del pueblo. Y, sobre todo, vislumbramos el futuro: ayer comenzó el largo camino, mas inexorable, del pueblo hacia la III República de la Fraternidad, la Igualdad y la Libertad. Tiemblen los monarcas y los terratenientes.

¡Viva la República!

* Víctor Manuel Casco Ruiz, cronista espontáneo.