Razones históricas condujeron a la sociedad cubana de finales del siglo pasado a decidir y disponer en el escenario político de un solo partido político. Es un polémico tema el referido a la conveniencia o no del pluralismo de partidos políticos en la sociedad civil cubana. Cuba, luego de más de cincuenta años de declararse […]
Razones históricas condujeron a la sociedad cubana de finales del siglo pasado a decidir y disponer en el escenario político de un solo partido político. Es un polémico tema el referido a la conveniencia o no del pluralismo de partidos políticos en la sociedad civil cubana. Cuba, luego de más de cincuenta años de declararse socialista, muestra con madurez un solo partido político: el Partido Comunista de Cuba, en una sociedad donde priman la equidad, la justicia y la fraternidad.
Está debidamente documentado que muy poco pudieron hacer los partidos políticos cubanos en la llamada seudorepública a partir de arriarse la bandera española luego de ganada la guerra de independencia iniciada en 1868 y que alcanzó a destronar a la metrópolis española de su preciada isla de Cuba con la contienda de 1895 liderada por José Martí, el estratega de la «guerra necesaria» y fundador del «Partido Revolucionario Cubano» obra maestra de su pensamiento político.
Antes: segregación racial y de sexo, analfabetismo galopante, la insalubridad y la desesperanza de los pobres al no poder alcanzar servicios decorosos de salud ni una educación pública básica, explotación del campesinado que llegó a constituir la clase más vilipendiada y maltratada; y el sector obrero, con sus eternas luchas sindicales por reivindicaciones que en su inmensa mayoría llegaban a oídos sordos, fueron el presente de aquella «República» calificada por no pocos como «República Mediatizada» por la intromisión de los Estados Unidos de Norteamérica en los asuntos de política , economía y sociedad cubanos. Una sociedad dividida en clases excluyentes unas con otras, una economía dependiente y casi esclava del vecino del norte.
Quien tenga la menos duda puede encontrar explicación y argumentos en un documento histórico para las generaciones precedentes, estas y las porvenir: «La historia me absolverá», alegato de defensa del entonces joven abogado Fidel Castro, líder de la gesta insurrecta del Moncada, conocida así por el nombre de uno de los cuarteles que asaltaron en la madrugada del 26 de julio de 1953; joven abogado revolucionario cubano quien también devendría con los años como el líder de la primera Revolución Socialista de América Latina. Capturado luego de no lograr los objetivos propuestos en el asalto al cuartel Moncada, ante un tribunal amañado, Fidel Castro se convierte de acusado en acusador y aquel alegato fue entonces y será siempre, la mejor y más completa radiografía de una república enferma.
Para el caso cubano, aquellos partidos políticos de la «República», como fichas del domino, entraban y salían de cada juego electoral y al final: siempre un pueblo insatisfecho y una burguesía que se apropiaba de las riquezas del país, políticos que transitaban por el poder sin glorias y si con muchas penas y vergüenzas para la dignidad de un pueblo.
La Revolución cubana triunfante en enero de 1959, ultima gesta libertadora debe su origen a una necesidad histórica no resuelta por ninguno de los «gobiernos» que asumieron el rol de conducir los destinos y los anhelos de un pueblo que pasó de colonia de España a traspatio del poderoso vecino del norte. Conoció Cuba muy bien las luchas electorales y electoreras por puestos y prebendas, discursos y promesas que de años en años cambiaron sus colores, tonos y pasiones con su clímax: la llegada al poder del dictador Fulgencio Batista.
Fueron aquellos gobiernos como piezas de música orquestadas siempre en un mismo timbre, para beneplácito de minorías que estuvieron de espaldas al pueblo. Hacía falta entonces una «carga para matar bribones, para acabar la obra de la revoluciones» como sentenciara el poeta Rubén Martínez Villena. El 26 de Julio de 1953 fue aquella carga necesaria.
En la seudorepública faltaba también en muchos casos la unidad estratégica necesaria entre los partidos y organizaciones gremiales para llevar adelante algún programa que representara verdaderamente los intereses del pueblo, de sus trabajadores y estudiantes. No faltaron ambiciones y protagonismos entre rivales políticos y se hicieron comunes en el escenario de la época, aduladores y ventajistas que nadan tenían que ver con las a veces bien intencionadas plataformas de algunos partidos.
Lo sabe Cuba muy bien. Desde nuestras guerras por la independencia en 1868 el caudillismo y ambiciones desmedidas dieron al traste con muchos planes y sueños de nuestros mejores independentistas. Por ello la visión y previsión de José Martí al concebir y fundar el Partido Revolucionario Cubano para aglutinar todas las fuerzas y posibilidades de los mejores cubanos que luchaban por la independencia, evitando así que se fraccionara el movimiento revolucionario: La unidad como premisa para la victoria.
Una pena que José Martí cayera en combate prematuramente. De no haber ocurrido, los vecinos poderosos del norte no habrían entrado en Santiago de Cuba, relegando a un segundo plano a nuestras triunfantes huestes insurrectas, apoderándose de los hilos conductores de la política criolla e imponiéndonos una república mediatizada. La visión política y el antiimperialismo de José Martí lo hubieran evitado.
Por todo ello Cuba socialista tiene y quiere un solo partido. No es fruto de la casualidad sino de la causalidad. El partido político que nace a poco después del triunfo revolucionario de 1959 y como consecuencia de una vertical conducta ética de la dirección de la Revolución liderada por un hombre de luces y estrellas en la frente: Fidel Castro. Las organizaciones políticas que sobrevivieron a la gran marea de transformaciones radicales de la revolución verde olivo en el poder, supieron reconocer esta vez, el mejor intérprete de los sueños y esperanzas de un pueblo.
Martí quien fuera autor intelectual del Moncada como reseñara Fidel en su alegato de defensa, se convertía ahora en el precedente fundacional de un solo partido que aglutinaba lo mejor de la sociedad. De todas las banderas prevaleció una, la de la estrella solitaria, como debía ser, para refundar la República que nos legara el pensamiento martiano: «con todos y para el bien de todos»
Hemos podido los cubanos llegar hasta aquí sin República mediatizada, sin corrientes anexionistas, sin la condición de traspatio del vecino poderoso, no sin tropiezos y escollos, no sin gigantes sacrificios que un día la historia reseñará como el heroísmo de un pueblo y gracias en primerísimo lugar a la unidad de todos los revolucionarios.
La unidad nos ha permitido resistir y vencer. Solo la unidad nos ha dado la victoria y nos da hoy la garantía de preservar el futuro: Una sola bandera, una Revolución monolítica y un solo partido: el Partido Comunista de Cuba.
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