Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
El Likud es el partido más grande en Israel, el más grande de la historia de Israel y el más grande del mundo democrático. Si se suman sus descendientes, hermanos y gemelos, su representación en la Knesset llega a 86 miembros. Una ameba semejante no se ha visto nunca, extendiéndose por todos los partidos importantes. Igual que la reciente revelación de que la empresa «Seguro Directo» y la compañía de seguros llamada «9.000.0000», en una aparente competencia de dos empresas, son básicamente una sola compañía. Así, también, la mayoría de los partidos políticos en Israel aparecen bajo diferentes marcas, pero forman un solo partido.
Likud es el partido progenitor. Prácticamente todo el liderazgo del partido Kadima creció por fuera. Yisrael Beiteinu fue establecido por Avigdor Lieberman, que también es un graduado del Likud. Muchos votantes de Shas provienen del Likud. Y la facción Atzmaut es un satélite del Likud. Todos ellos en conjunto constituyen 86 bancas en la Knesset. Un pueblo, un partido, una sola voz. No existe tal fenómeno en el mundo occidental. Algo así no ocurrió nunca en una democracia.
Es una visión del mundo uniforme originada en el mismo gran hábitat. Tomemos, por ejemplo, las reacciones al discurso de Netanyahu ante el Congreso estadounidense. Sólo las personas que entienden que se trata de partidos que funcionan como filiales pueden explicar el extraño significado del coro que se puso a cantar en Israel. Un pueblo, una canción. Tzipi Livni, de Kadima balbuceó. Su colega, Shaul Mofaz, murmuró, y Tzachi Hanegbi pidió un gobierno de unidad nacional. Ellos son los líderes del partido de la oposición, hablan de un tema tan fundamental, y todos son egresados del Likud.
Sólo Haim Ramón, que tiene raíces diferentes, criticó al primer ministro, aunque se limitó a decir que Benjamin Netanyahu, había destruido la legitimidad de Israel y las perspectivas de demostrar que no hay un interlocutor palestino. No hablar de la paz. Así que no es una cuestión de diferencias ideológicas, sino de tácticas. Livni, quien la semana pasada encontró tiempo para alabar a la cantante Dana Internacional, que perdió el Festival de Eurovisión, por «hacer cosas maravillosas por Israel» fue mucho menos crítica en el momento de referirse a los planes de paz de Barack Obama para Medio Oriente.
¿Estás a favor o contra ellos?, le preguntaron a Tzipi Livni, pero fue imposible arrebatarle una respuesta clara a la líder de la oposición. Sí y no, o ninguno en realidad. Lieberman elogió a Netanyahu, Eli ‘Yishai de Shas se apresuró a ir a inaugurar el asentamiento de Ma’aleh Zeitim en la zona de Jerusalén oriental de Ras al-Amud. Las diferencias son muy pequeñas. Nadie podría advertirlas.
Cuando se estableció la facción Atzmaut en la Knesset uno de sus líderes, Shalom Simhon, dijo que estaría «a la derecha de Kadima y a la izquierda del Likud». Pero, ¿quién podría poner una cuña entre ellos? Kadima está a menudo a la derecha del Likud, sobre todo cuando se trata de todo lo relacionado con la protección de la democracia, un tema en el que es el socio ideológico de la Unión Nacional e Israel Beiteinu.
No es así como se construye una oposición y eso no es democracia. Si en el tema más crucial para el futuro del país hay tan sorprendente unanimidad, algo anda mal aquí. Si se tratara de la economía y no el país, las autoridades reguladoras habrían intervenido hace mucho tiempo. Tal control monopolista por parte de una empresa y sus filiales no debería permitirse.
Es cierto que Livni a veces se pega a Netanyahu, pero el discurso entre ellos es emocional, no ideológico. Ambos son del mismo campo, y el resultado es una Knesset con un gran partido, que no es menos peligroso que los Parlamentos unipartidistas que existían en Moscú y en El Cairo. Había una vez una oposición aquí, pero ya no existe. Deberíamos recordar los días en que Menahem Begin encabezó la oposición al gobierno Mapai con encendidos discursos y decisivas posiciones contrarias. Volvamos también a Shimon Peres, en contra de Begin, cuando éste era primer ministro. Era la guerra. Dos enfoques diferentes, por lo menos a nivel retórico. ¿Dónde están y dónde estamos ahora?
Si después de un discurso tan engañoso, peligroso y destructivo como el de Netanyahu, se revela un consenso de pared a pared en la Knesset, a continuación una grave injusticia está ocurriendo, socavando las bases que se encuentran debajo de esas paredes de la Knesset. Si ese es el caso, no hay necesidad de elecciones, ya que el juego político se fija de antemano. No hay nada para deliberar acerca de cualquier cosa, porque no hay importancia en la toma de una decisión. Un voto para cualquier partido es un voto para el Likud. Al igual que la falsa elección entre Seguros Directos y 9.000.000.
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