Traducido del francés por Jorge Aldao y revisado por Caty R.
La prensa israelí informa de que se ha emprendido una investigación criminal contra el soldado israelí a quien se filmó en el momento en que disparaba contra un palestino maniatado. Sin embargo, hay un detalle que la prensa israelí en inglés se niega a compartir con nosotros: el soldado sorprendido disparando no es un soldado raso, sino un sargento primero. Y todavía más, el otro militar que aparece en el video sujetando al palestino es, nada menos, que el comandante de un regimiento, un teniente coronel del ejército israelí.
Por si a alguien no le ha quedado claro: un alto oficial del ejército de Israel aparece en una película de video sujetando a un hombre maniatado convertido en el blanco fijo de la venganza despiadada de otro miembro de dicho ejército. Una pregunta inevitable asalta nuestra inteligencia: ¿De qué están hechas esas personas? ¿Comparten alguna cualidad reconocible con el resto de la humanidad? Es obvio que la crueldad está profundamente arraigada en la sociedad israelí. Hacen falta dos para bailar un tango y, al parecer, sólo hacen falta dos soldados israelíes para demostrar al mundo qué significan Israel y el renacimiento del nacionalismo judío.
Parece que la barbarie está profundamente grabada en la sociedad israelí y en la cultura hebrea. Esto no debería sorprendernos. Esa auténtica barbarie es la que condujo al desarraigo de la población palestina en 1948. Una barbarie exacerbada por un desprecio absoluto hacia el otro, que Israel y el sionismo mantienen desde entonces.
Ahora que cada vez está más claro para una cantidad creciente de personas que los días de Israel están contados, a algunos quizás les gustaría aprovechar la oportunidad y hacer un balance de la contribución del renacimiento sionista a la historia de los judíos o, incluso, a la historia de la modernidad en general. Pero aunque Israel y los judíos de todo el mundo insistan en señalarnos los logros israelíes en la ciencia, la tecnología, la agricultura y las artes, yo apostaría a que no quedará mucho de esto como legado israelí para las futuras generaciones.
Al contrario, a largo plazo, Israel será recordado como un desastre vergonzoso. Incluso aunque consigamos evitar que realicen un ataque nuclear contra Irán, los israelíes están entusiasmados con la idea de perpetrar una masacre masiva y pasarán a la historia, como una sociedad tribal y racista con una ideología de limpieza étnica, por el muro gigantesco que reduce la Tierra Santa a bantustanes famélicos, por la desnutrición en Gaza y Cisjordania y por las prácticas de tortura y linchamiento. Como Khalid Amayreh ha descubierto recientemente, los israelíes son los nazis de nuestra época.
Sin embargo, así como podemos ver los crímenes israelíes expuestos diariamente en las pantallas de la TV, en la prensa, e incluso en YouTube, en cambio tenemos estrictamente prohibido cualquier examen profundo de la era nazi y sus crímenes. En consecuencia, creo que la maldad nazi perderá su importancia y finalmente los israelíes ganarán el primer puesto de la perversidad absoluta.
Soy plenamente consciente de que los judíos, tanto los de izquierda como los de derecha, insisten en hablarnos de una cultura judía humanista y universalista. Pero aunque sé que hay muchos judíos humanistas, nunca he encontrado un sólo texto judío que pudiera ser calificado de humanista o universalista. En cambio, demasiado a menudo, he encontrado enseñanzas y prácticas judías bárbaras y tribales, tanto en las prédicas como en las prácticas de la Biblia o el sionismo.
En su origen el sionismo debía forjar un judío humanizado, un ser civilizado y realmente apegado a la tierra, al suelo, que viviera paz con el resto de la humanidad. Pero está claro que este proyecto está condenado al fracaso, y a la luz de la siniestra venganza israelí, la magnitud del fracaso es enorme.
En francés: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=5584&lg=fr
Jorge Aldao y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.