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Contra la lepenización del discurso

Una aportación al debate sobre el «Informe sobre la Inmigración»

Fuentes: El Viejo Topo

Es difícil saber exactamente cómo responder al «Informe sobre la Inmigración» de Jorge Verstrynge y Gema y Ruben Sánchez Madero, que fue publicado en esta revista (EVT 237), y al debate que suscitó en ediciones subsiguientes (Rosa Cañadell y Carlos Martínez en EVT 238; Juan Torres López y Lina Gálvez Muñoz, EVT 239). Por un […]


Es difícil saber exactamente cómo responder al «Informe sobre la Inmigración» de Jorge Verstrynge y Gema y Ruben Sánchez Madero, que fue publicado en esta revista (EVT 237), y al debate que suscitó en ediciones subsiguientes (Rosa Cañadell y Carlos Martínez en EVT 238; Juan Torres López y Lina Gálvez Muñoz, EVT 239). Por un lado, como ya se ha comentado varios de los últimos, un debate profundo sobre la inmigración es tema pendiente en la izquierda. Por otro, me cuesta imaginar una manera menos apropiada de empezar tal análisis.

En primer lugar, recordémonos la naturaleza extremadamente reaccionaria de las propuestas de Verstrynge y Cía., que con mucha justicia Cañadell califica de «disparatadas». Éstas incluyen la expulsión de todos los sin papeles del país (lo que significaría el traslado forzoso de un millón de personas) y la inmediata aplicación de una política de cero inmigración [1]. El «informe» propone que si se aceptan trabajadores inmigrantes en el futuro, serán a condición de ser precarizados («inmigración sólo aceptada en base a contratos previamente obtenidos y temporales» -mi énfasis) y sin el derecho a una vida familiar («reagrupación familiar sólo en el caso de familias de la Europa comunitaria»). [2]

Estas propuestas no sólo son comparables con las ideas de ciertos liberales, como han denunciado Torres López y Gálvez Muñoz, sino con las de la extrema derecha. La propuesta de expulsar a todos los ‘ilegales’, por ejemplo, es también la postura de la Plataforma per Catalunya -el nuevo partido ultra-racista dirigido por un exlíder de Fuerza Nueva. [3]

Por otra banda, y aunque podría parecer al contrario, no creo que el «Informe» sea un intento de hacer «abogado de diablo» y provocar un debate en la izquierda. El autor más conocido de los tres, Jorge Verstrynge ha presentado los mismos argumentos durante una tertulia de Telemadrid, ayudando a crear una consenso antiinmigrante profundamente negativo y alarmante. [4]

Por estas razones sería tentador negar a responder al «Informe». No obstante, el debate en esta revista ha tocado temas a mi modo de ver de suma importancia, a los cuales me gustaría añadir mis pocos conocimientos sobre la materia. También pienso que en algunos aspectos del debate los detractores del «Informe» le han hecho demasiadas concesiones, aunque reconozco que no han tenido la ventaja de responder a posteriori y con tanto tiempo como yo.

Aunque el debate se ha centrado en la idoneidad de la inmigración para la sociedad receptora (y en menor medida para los países de origen), creo que es de importancia subrayar una cuestión que introdujo Rosa Cañadell: que no deberíamos olvidar la tragedia humana que padecen los inmigrantes mismos.

El Gobierno Autonómico de Canarias estima que en el año 2006 nada menos que 6.000 personas murieron o desaparecieron intentando atravesar el Atlántico para llegar a las Islas [5]. Además, el número de fallecidos en estos mares ha aumentado mucho desde el refuerzo de las barreras alrededor de Ceuta, Melilla y el Estrecho, y los acuerdos de control migratorio con Marruecos y Mauritania [6]. Ante tantas imágenes de muertos saliendo por la pequeña pantalla es fácil quedarnos anestesiados. Deberíamos intentar no olvidar nunca que detrás de cada estadística hay una tragedia personal y familiar que raramente se cuenta en los medios.

Tal vez el punto de partida preferible para el debate hubiera sido tratar de cómo se puede poner fin a esta auténtica carnicería. Por ahora volvamos a los temas que están protagonizando el debate.

1. La inmigración no es un problema

Verstrynge y Cía describen los actuales niveles de inmigración como «aumentos de la población brutales» y los comparan, citando a Jacques Chirac (¡!), con una «invasión». Sostienen que este flujo crea problemas masivos para la población receptora, justificando esta idea por medio de las opiniones negativas vertidas sobre la inmigración en los Barómetros del CIS. Añaden que si esta situación sigue, crecerán grandes fuerzas de extrema derecha como la de Le Pen (o una «lepenización de la sociedad»).

Aunque tanto Martínez como López Torres y Gálvez Muñoz desmontan muchos de estos planteamientos, en otros casos les dan la razón. Por ejemplo, López Torres y Gálvez Muñoz aceptan que la inmigración sí es «un fenómeno masivo y desordenado que constituye problema social, económico y político bastante grave». A mi modo de ver existen serios problemas con todos los argumentos anteriormente mencionados.

Primero, no están entrando tantos inmigrantes en el país. Es cierto que el volumen de inmigración ha sido relativamente alto en los últimos años si se lo compara con la recibida anteriormente o actualmente en otros países desarrollados. No obstante, no es nada desorbitada si lo comparamos con el de otros países desarrollados cuyas economías también se están expandiendo, como por ejemplo Irlanda. Tampoco lo es comparado con los países más económicamente desarrollados en otras épocas. Ejemplo de estos últimos son los Estados Unidos, que en la primera mitad del siglo 19 duplicó su población varias veces [7].

López Torres y Gálvez Muñoz han resaltado como el «Informe» ignora la «inmigración de clase elevada», y lo cierto es que los inmigrantes provenientes de los países más ricos (y más blancos) son casi universalmente pasados por alto cuando se trata el «problema» de la inmigración. No recuerdo la última vez que se debate sobre si los ingleses en la Costa Mediterránea se están integrando en la sociedad o no. ¿Por qué entonces hay tanta polémica sobre la «integración» de los inmigrantes del Sur?.

Existe, sin embargo, una excepción a la regla mencionada: estos colectivos «ricos» sí están incluidos en las cifras para los flujos de inmigración. El resultado es que éstas quedan seriamente infladas, pues los ciudadanos de la UE (entre los cuales figuran alemanes y británicos entre los más numerosos) son un tercio de todos los extranjeros residentes en España [8].

Más crucialmente, la cantidad absoluta de inmigrantes no es el factor clave en términos de la sostenibilidad. Más bien es la cantidad relativa al espacio físico y económico. En el caso del Estado español claramente hay suficiente territorio en un país tan grande como es; y la demografía cambiante (envejecimiento de la población, baja tasa de natalidad…) junto con el crecimiento económico (de una media de 3,6% desde hace una década) hacen que sí exista la necesidad económica de un volumen significativo de migración. Por esta razón, a veces (aunque no siempre) encontramos a empresarios y políticos liberales entre los partidarios de cierta inmigración. Cuando esto pasa, sería infantil reaccionar oponiéndonos al fenómeno.

El segundo problema con la argumentación de Verstrynge y los Sánchez Madero es su uso de los Barómetros del CIS. Torres López et al. han señalado que éstos no son libres de «sesgos ideológicos», y así es:

La pregunta citada en el «Informe» trata del «principal problema que existe actualmente en España», y como tal invita a que la gente reproduzca lo que más aparece en los medios, etc. Por tanto no es un dato de menos importancia que el Barómetro citado por Verstrynge y Cía, de septiembre 2006, en el cual la inmigración apareció como principal «problema» coincida en el tiempo con la «crisis de los cayucos» en las Canarias -un evento muy mediático.

Más revelador aún: cuándo se le pregunta a las personas sobre sus experiencias personales con la inmigración los resultados son bien distintos. En el Barómetro de diciembre 2006 la inmigración fue elegida como «principal problema en España» por el 17,3% de los encuestados. Pero cuando en la misma encuesta se pregunta por «el problema que a Ud., personalmente, le afecta más» sólo 5.2% de las personas la eligieron –es decir tres veces menos personas-, lo cual puso «la inmigración» por detrás de «las pensiones», «la vivienda», «el paro» y «los problemas de índole económica». Esta última cifra tampoco es un fiel reflejo de los problemas reales porque la percepción de nuestras experiencias directas también es influida por los prejuicios que tiene cada uno. Pero aun así la discrepancia en los resultados sirve suficientemente para mostrar la existencia de una falsa problemática en la sociedad.

El otro eslabón de su planteamiento -el que «más inmigración igual a más racismo»- tampoco se aguanta. La base «científica» de esta postura ya ha sido desmontada por Martínez y Cañadell. Cabe añadir que la experiencia histórica también la contradice. El éxito de Le Pen en Francia ha sido replicado en pocos países con trayectorias de inmigración parecidas. Por ejemplo, igual que Francia, Gran Bretaña recibió migración a gran escala de sus excolonias en el periodo posguerra. Sin embargo, en este país tanto la derecha fascista como las ideas de «racismo científico» son muy marginales.

No hay espacio aquí para un análisis adecuado de porqué estas experiencias han sido tan distintas. Basta con decir, por su relevancia al debate, que en Francia la derecha se benefició de la imitación de algunas de sus ideas por parte de los partidos tradicionales, incluyendo el Partido Socialista y el Comunista, lo cual es precisamente el camino que nos propone seguir el «Informe».

Parece que recientemente sí ha habido un cierto crecimiento de racismo popular -como lo demuestran los éxitos electorales de la Plataforma per Catalunya en algunos municipios. Pero también hay muestras de solidaridad con los inmigrantes. Pensemos en los ejemplos de los playistas de Tenerife que recibieron una patera de africanos enfermos con botellas de agua y toallas; o el centenar de pasajeros de Renfe en Girona que se amotinaron en oposición a un inspector racista (y que se ofrecieron para ser detenidos en solidaridad con la victima) [9]. Por tanto es una insultante exageración decir que la población española se encamina hacia la ‘lepenización’.

2. La migración no subdesarrolla al Sur

A pesar de la falta de empatía hacia los inmigrantes del Sur que el informe muestra -tal y como observa Martínez- los autores del mismo se precian de una preocupación por el desarrollo de sus países de origen. En concreto sostienen que los países pobres «se ven sangrados de lo mejor de sus cuadros», pues muchas de las personas que emigran a Europa son altamente cualificados (lo cual es cierto). La argumentación puede parecer progresista y razonable. No obstante no es un argumento que sólo utilice la izquierda; también a veces es defendido desde la derecha. Además, los estudios realizados sobre esta cuestión apuntan a una realidad bien distinta. Según el analista estadounidense Bob Sutcliffe, existen pocas pruebas de que suceda la «fuga de cerebros» de que habla Verstrynge. Los especialistas emigran de países menos desarrollados porque no existen expectativas de empleo en su ámbito laboral [10]. El «informe» denuncia que haya más médicos de Malawi en Manchester que en Malawi mismo, pero ¿hay trabajos para médicos malauianos en Malawi? Obviamente la cuestión no es tan sencilla como se la presenta. La respuesta a esta situación pasa por conseguir que el Sur sea más desarrollado, no por no dejar salir a las víctimas del subdesarrollo.

Más, muchos estudios han demostrado los efectos positivos de la migración para los países de origen. El mecanismo más importante a este respeto es la remesa. En el caso de Ecuador -un país que tiene muchísimos de sus conciudadanos en España- ¡las remesas representan nada menos que el 6% del PNB del país! [11]. Sutcliffe calcula que a nivel mundial, durante los últimos 20 años el valor total de las remesas ha sido mayor que toda la ayuda internacional al desarrollo. ¡Incluso lo compara con las inversiones en los países del Sur! [12] Es poco probable que las remesas del Estado español sean muy diferentes. De enero a octubre de 2006 el valor total de las que se enviaron desde el país llegó a un total de 5.000 millones de euros.

Lo anteriormente dicho no quiere decir que la inmigración sea positiva en todo para los países y las personas del Sur [13]. La inmigración hace que el Sur pierda mucha gente que podría tener un papel importante en la lucha política y social en sus países de origen. También puede causar la ruptura de vínculos familiares y sociales, lo que representa una gran carga para los inmigrantes mismos (y sus seres queridos).

Pero son los propios inmigrantes, no el Estado, los que deberían decidir sobre dónde viven y trabajan, porque son ellos que sufrirán las consecuencias.

3. La inmigración no baja las condiciones de vida en el Norte

El argumento del «informe» que más apoyo parece tener entre sus críticos es que la inmigración sea un «perjuicio… para las clases más desfavorecidas» [14]. No obstante, tanto López Torres et al. y Martínez han ofrecido argumentos sólidos que demuestren el contrario. Aquí ofrezco algunos datos y observaciones que espero ayuden a aclarar más esta cuestión.

-Estado de bienestar

Verstrynge y los Sánchez Madero se limitan a reproducir datos de las Comunidad de Madrid para intentar sostener que los inmigrantes son una «sangría» para el Estado. Las cifras para todo el Estado muestran lo contrario, y de forma contundente: en 2005 los inmigrantes aportaron 23.402 millones de euros de ingresos a las arcas públicas (lo que representó el 2,6% del PIB) y originaron un gasto de 18,618 millones de euros. Esto significa que hicieron una aportación neta positiva de 4.784 millones de euros -el equivalente a la mitad del superávit del dicho año. [15]

La falta de recursos de enseñanza y salud que padecemos todos, recién llegados incluidos, no es culpa de éstos últimos. Más bien es fruto de los bajos gastos sociales del Estado. El gasto sanitario público, por ejemplo, es sólo el 64% del promedio europeo [16].

Cabe añadir que muchos de los recursos que se podrían destinar a los servicios sociales se malgastan al intentar controlar la migración (es decir en policía, detención y burocracia). A modo de ejemplo, se gastaron nada menos que 3 millones de euros en elevar la valla alrededor de Ceuta [17].

– El paro

Otro argumento del informe es que la inmigración causa paro. No obstante, desde que los flujos importantes empezaron en la segunda mitad de los 90, el paro ha bajado de forma significativa (desde 12,5% en 1999 a alrededor de 8% este año [18]).

La oportunidad de empleo es seguramente el principal atractivo de la migración. Por tanto, solemos encontrar que, de forma aproximada, el crecimiento y decrecimiento del empleo autorregulan los flujos de personas. La alta tasa de migración a Alemania, Gran Bretaña y otros países de Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial coincidió con niveles históricos de empleo (incluyendo el pleno empleo en algunos países). En cambio, cuando la tasa de paro era muy alta, como por ejemplo en los años 30, casi no se producía flujo alguno.

La idea de que los inmigrantes desplazan a los nativos en el empleo no se sostiene. De hecho los primeros muchas veces sufren discriminación a la hora de buscar un empleo -lo que explica su tasa de paro de casi 4 puntos más de la media (12% comparada con 8,3%) [19].

– Los salarios

En lugar de que la «contención salarial» sea producto de la inmigración, como afirman Verstrynge y Cía., Torres López y Gálvez Muñoz defienden que es más bien resultado de las políticas laborales y económicas (españolas y europeas). Para complementar este último punto valga señalar que el proceso de contención salarial empezó mucho antes que la aparición de la inmigración a gran escala. Según el Seminario de Economía Crítica Taifa, si los costes saláriales para las empresas representaban 100 en el año 1974; en 1995 (cuando todavía la inmigración era muy escasa) ya se habían bajado a 80,7. [20]

Torres López y Gálvez Muñoz también indican que hay más personas que no son inmigrantes que entran en el mercado laboral con contratos precarios, y que la solución no es defender su salida del mercado laboral sino que todos y todas compartan mejores condiciones. Los mismos autores añaden que en sectores con mucha mano de obra inmigrante, como la construcción, los salarios no bajan.

Esta última afirmación es confirmada por un reciente estudio, riguroso y honesto, llevado a cabo por el sindicalista Miguel Pajares. En él se descubre que en la construcción -el sector con más inmigrantes afiliados a la Seguridad Social- los salarios pactados durante la negociación colectiva de 2005/6 subieron más que lo general (un 24% desde el año 2000, comparado con el promedio de 21,4%). Más o menos lo mismo ocurre en el sector de la hostelería -la segunda rama con más personal inmigrante [21]. Además, Pajares encontró que en estos sectores apenas hay diferencias en los aumentos salariales entre los periodos 1996-2001 y 2001-2006, a pesar de que la proporción de trabajadores extranjeros se duplicó del primer período al segundo [22].

Pajares reconoce que esta realidad no es universal (por ejemplo el empleo inmigrante subcontrado sí tiene salarios más bajos). No obstante, su conclusión es que «en términos generales no es cierto que la inmigración esté suponiendo presión a la baja sobre los salarios medios» [23].

Estudios en otros países coincide con Pajares. Algunos sostienen que la inmigración es positiva para los salarios; otros que no tiene impacto. También hay investigaciones que afirman que puede haber un impacto negativo temporal sobre los salarios de trabajadores no cualificados [24]. Esto ocurrió, por ejemplo, en el caso de los inmigrantes europeos que se instalaron en los EE.UU. en el Siglo XIX (cuando no existía control alguno), pero pronto las diferencias de salario desaparecieron.

La situación cambió porque los inmigrantes no son mera «mano de obra sumisa» [25] -otro mito que se repitió en el debate posterior. Una y otra vez en la historia ellos se han mostrado capaces de conseguir grandes logros con su lucha. Como ejemplo, en Catalunya, durante el franquismo, los inmigrantes tuvieron un papel destacado en el poderoso movimiento obrero. En el 2000, después de los disturbios racistas en El Ejido, los trabajadores magrebíes protagonizaron una huelga salvaje que provocó perdidas enormes para la patronal del campo y obligó a la intervención del gobierno. La huelga fue seguida por otras en distintos puntos del Estado. No obstante, este tipo de conflicto laboral se hace mucho más difícil por la extensa «ilegalidad» que afecta a la población inmigrante, y asimismo por la actual política de vincular la obtención de un permiso de residencia a la obtención de un empleo -lo cual deja al trabajador expuesto a una posible expulsión si no cumple con todos los deseos de la empresa [26].

Son problemas que las propuestas del «Informe» agravarían mucho más. El camino alternativo que muchos activistas ya han emprendido es el de profundizar la lucha por la igualdad entre los trabajadores inmigrantes y autóctonos, tratando a los primeros no como «ajenos» a la clase trabajadora sino como pieza fundamental de la misma. La izquierda transformadora debería implicarse más en esta lucha.

4. Atacar a la inmigración no es antiestablishment

Tal vez el aspecto que más molesta del «Informe sobre la inmigración» es su supuesta pretensión de «contraponer los intereses del pueblo a los de las elites». Torres López y Gálvez Muñoz han sugerido lo engañoso de este propósito, pues muchos de los argumentos expresados hacen eco de posiciones liberales sobre la materia. Más o menos estoy de acuerdo, pero matizaría un poco más.

No es que la clase dirigente tenga una posición unánime sobre la inmigración tal y como el «Informe» da a entender. Más bien esa clase está dividida entre los que priorizan tener más mano de obra, y los que prefieren criminalizar y demonizar la inmigración (tal y como hacen el Partido Popular y sectores afines).

La estrategia de este último sector tiene su lógica. Saben que el racismo puede ser una herramienta ideológica potente para dividir y así controlar la población.

Hace 150 años Karl Marx describió como este instrumento funcionó para la clase dirigente británica:

«Cada centro industrial y comercial de Inglaterra cuenta con una clase obrera dividida en dos campos hostiles: los proletarios ingleses y los proletarios irlandeses. El trabajador inglés normal odia el trabajador irlandés, al que ve como un competidor que empeora su forma de vida. En relación con el obrero irlandés, se siente como un miembro de la nación dominante y se convierte en una herramienta en manos de los aristócratas y capitalistas,… reforzando así el dominio de aquellos sobre sí mismo... La prensa, el púlpito, las revistas cómicas, en pocas palabras, todos los medios a disposición de la clase dirigente mantienen a este antagonismo artificialmente vivo. Este antagonismo es el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa,… Es el secreto mediante el cual la clase capitalista mantiene su poder.» [27]

Un proceso no tan distinto ocurre hoy en día en Europa. Mitos y distorsiones peligrosos sirven para intentar unir a las capas populares con las elites y para desviar la atención de las primeras fuera de las causas reales de los problemas sociales.

Independientemente de cuáles hayan sido sus motivos, Verstrynge et al. aquí actúan como flanco izquierdo para la desunión. Lejos de producir una obra «valiente», como Torres López y Cía. se equivocan en calificar (tal vez por educación), se alían con los poderosos para atacar al sector más vulnerable de la sociedad. Por esto debemos seriamente reflexionar sobre si sus ideas tienen cabida en la izquierda.

No obstante, un punto por lo visto más polémico en todo este debate es el papel que los controles de inmigración ocupan en la creación y el fomento de la ideología antiinmigrante. Mi punto de vista es que cualquier control crea la base para que surjan divisiones en la sociedad (pues inevitablemente define un «ellos» y un «nosotros»), y una lucha que no incluyera la oposición a todas las fronteras quedaría demasiada limitada. En términos prácticos la permanencia de controles siempre asegura que haya una bolsa permanente de sin papeles -situación (repito) que sólo beneficia a la patronal [28]– y que sigan habiendo terribles tragedias en el ultramar (pues, como cita Cañadell, «no se puede poner puertas al viento».)

Para muchos, seguramente mi último planteamiento resultaría demasiado radical (y/o utópico), pero ante la escalada de injusticias cometidas cada día (contra los inmigrantes u otros),¿bastaría ser menos?

Independientemente de las diferencias que tengamos sobre los controles, confío en que todos los que formemos parte de la izquierda transformadora nos opongamos a cualquier intento de ensuciar más las aguas -especialmente si el intento viene «vestido de progre» como este «Informe».

Notas:

[1] «Cierre de puertas al menos a los inmigrantes no comunitarios hasta poder asistir correctamente a los inmigrantes que están ya dentro de España», Verstrynge et al.

[2] Verstrynge et al., p. 25

[3] Los partidos antiinmigrantes alcanzan poder, El País, 3 de junio de 2007

[4] http://www.youtube.com/results?search_query=verstrynge

[5] Cadena Ser http://www.cadenaser.com/articulo/espana/Canarias/recibe/2006/mismo/numero/inmigrantes/ultimos/anos/csrcsrpor/20061227csrcsrnac_1/Tes/ Fueron encontrados 800 cadáveres. La ONG la Luna Roja presentó una cifra varias veces más grande para las víctimas totales.

[6] Véase Amnesty International (2005) España Frontera Sur. España da la espalda a los derechos humanos de los refugiados e inmigrantes, p.7; La Vanguardia, 8 octubre de 2006, p. 38

[7] Marfleet, Philip, (2006) Refugees in a Global Era, (Londres: Palgrave), p. 66

[8] 34,7% del total población extranjera residente en el país, El País, diciembre, 2006

[9] «Motín en un tren contra un revisor considerado racista», El País, 24 de octubre de 2007

[10] Sutcliffe, B (1998) ‘Freedom to move in the age of globalisation’, p.331, capítulo 13 en Baker, D. Epstein, G. Pollin, R. (eds.) Globalisation and progressive economic policy (Cambridge U.P.)

[11] Zibechi, R, Remesas e inmigración, La Jornada, 19 de noviembre de 2006 http://www.jornada.unam.mx/2006/11/19/index.php?section=opinion&article=032a1mun

[12] Sutcliffe, Ibíd.

[13] También hay más beneficios para los países de Sur de los cuales no tengo espacio para comentar.

[14] Martínez dice que esta afirmación «contiene mucha dosis de verdad», y López Torres y Gálvez Muñoz, sobre la inmigración, que «la inmensa mayoría de sus costes e inconvenientes los sufran las clases desfavorecidas».

[15] Datos en De la Dehesa, Guillermo ¿Qué está aportando la inmigración a la economía?, El País, 25 de junio de 2007

[16] Cifras per cápita de Eurostat en Navarra, Vinçenc, ‘Polarización social en España’, El País, 26 de febrero de 2005

[17] http://observer.guardian.co.uk/international/story/0,6903,1582959,00.html

[18] De la Dehesa, Guillermo, Ibíd.

[19] Pajares, Miguel (2007), Inmigración y mercado de trabajo. Informe 2007. Análisis de datos en España y Cataluña

[20] Seminario de Economía Crítica Taifa, Informes de Economía 1, enero de 2005

[21] Pajares, Ibíd., p.142

[22] De 5,2% a 19,7% en la construcción y de 10,1% a 24,5% en la hostelería, Ibíd, p.143-4

[23] Ibíd., p147

[24] Pajares, Ibíd.; Sutcliffe, Ibíd.; Crouch, David ‘Do immigrants lower wages?’, Socialist Review, diciembre de 2006, p.16

[25] Verstrynge et al., Ibíd.

[26] Llama la atención que las huelgas de 2000 fueron rápidamente seguida por una nueva Ley de Extranjería (8/2000) que suprimió el derecho a huelga, reunión y sindicalización para los ‘sin papeles’. Desafortunadamente esta agresión a los derechos laborales no recibió contestación seria por parte de los sindicatos mayoritarios.

[27] http://www.enlucha.org/?q=node/261

[28] Sobre este punto la clase empresarial y política está mucho más unida