Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
En la cada vez más tribal política de Israel no existe nada similar a un árabe «bueno» y lo peor que le puede ocurrir a un judío es que se descubra que es «amante de los árabes». O ese era el mensaje que emitió la semana pasada Isaac Herzog, presidente del llamado campo de la paz de Israel.
Por todo el espectro político de Israel se sinten conmocionadas oleadas de ira popular ante la reciente imputación de un médico del ejército israelí, Elor Azaria, acusado de «homicidio negligente».
A la mayoría de los judíos israelíes les molesta amargamente que se lleve a juicio a este soldado, aunque una cámara registrara cómo Azaria disparaba un tiro en la cabeza al palestino gravemente herido Abdel Fattah Al Sharif.
En el clima actual el señor Herzog y su partido de la oposición Unión Sionista se han sentido extremadamente incómodos de tener entre sus filas al único legislador no judío.
Zuheir Bahloul, una figura complaciente que se hizo un nombre como comentarista deportivo antes de entrar en política, pertenece a la minoría de 1.7 millones de ciudadanos palestinos, una de cada cinco personas de la población.
A diferencia de la mayoría de los palestinos de Israel, prefirió unirse a un partido sionista en vez de a uno de los diferentes partidos específicamente árabes. Aún así, puso en una situación embarazosa a sus colegas rompiendo sucintamente la burbuja de sinrazón en la que vive el país.
El señor Bahloul afirmó que atacar a los soldados estaba mal, pero un palestino como el señor Al Sharif, que había tratado de acuchillar a los soldados en un checkpoint en la ciudad cisjordana de Hebron, no era un «terrorista» según ninguna definición normal. Los terroristas atacan a civiles, señaló Bahloul, no a soldados que hacen cumplir una ocupación ilegal.
Otros parlamentarios de la Unión Sionista se apresuraron a renegar del señor Bahloul, mientras que el señor Herzog advertía que el partido no sería votado mientras estuviera lleno de «amantes de los árabes».
El señor Bahloul no es precisamente el primer político palestino de Israel que se encuentra con que le tachan de árabe «malo». Pero la mayoría de los demás han pecado al pedir que acabe el estatus de Estado judío de Israel. En estos momentos Israel está promulgando una ley para expulsar del parlamento a este tipo de disidentes.
Ahora la tierra se tambalea bajo los pies de quienes antes eran «árabes buenos» como el señor Bahloul, los pocos que se aferraban a la idea de que un autodeclarado Estado judío podía ser justo con ellos.
Lo que es sacrosanto ya no es solo la judeidad, también lo es la ocupación.
Salim Joubran, el único juez palestino del Tribunal Supremo, contravino esta creencia la semana pasada cuando el Tribunal examinó la apelación de Raed Salah, líder del Movimiento Islámico del norte, contra su pena de cárcel por incitación a la violencia.
Los políticos y líderes religiosos judíos incitan continuamentea la violencia, pero casi nunca hay acusaciones. Se investigó pero no acusó a dos rabinos que escribieron un libro, The King’s Torah, en el que pedían el asesinato de los bebés palestinos.
En su opinión minoritaria el señor Joubran consideró razonable observar que el comentario del señor Salah urgiendo al mundo árabe a apoyar a los palestinos con una «intifada global» para proteger los santos lugares de Jerusalén bajo la ocupación era más retórica que un llamamiento a las armas.
Se equivocaba. Los israelíes asaltaron los medios sociales pidiendo un «intifada» tanto contra él como contra el Tribunal Supremo.
Las amenazas contra Ayman Odeh, líder del único partido conjunto judío-árabe del parlamento, también fueron un ejemplo de la inquietante corriente política en contra de los elementos más moderados y pragmáticos de la minoría palestina de Israel.
El crimen del señor Odeh fue calificar de «ejecuciones sin juicio» los asesinatos de líderes palestinos por parte de los servicios de inteligencia del Shin Bet.
Avi Dichter, un expresidente de Shin Bet que ahora es legislador del partido en el gobierno, el Likud, se preguntó en voz alta acerca de las ventajas de asesinar al señor Odeh, antes de concluir que no merecía «el gasto de munición». El señor Dichter sabe que no corre peligro alguno de enfrentarse a un juicio por incitación a la violencia.
Mientras tanto, una investigación televisiva estudió de manera crítica al difunto Rehavam Zeevi, un héroe de la ocupación. El programa reveló que el general había violado y atacado en serie a mujeres que estaban bajo su mando y utilizó relaciones de los bajos fondos para silenciar las críticas.
Lo que, sin embargo, es revelador es que aunque el programa ponía de relieve sus crímenes contra personas judías, no daba la menor importancia a los muchos y bien documentados abusos de personas palestinas.
En un momento dado Zeevi se jactó con orgullo de asesinar a presos y aterrorizaba eficazmente a los palestinos volando sobre los pueblos palestinos con el cadáver de un palestino colgado en el tren de aterrizaje de su helicóptero.
Más tarde participó en el gobierno como jefe de un partido que pedía la expulsión de los palestinos de su patria.
Cuando fue asesinado por palestinos en 2001 se le beatificó rápidamente. Gran cantidad de carreteras y de parques llevan su nombre, y una ley de conmemoración estipula que su «legado y sus valores» se enseñen en las escuelas.
No hay peligro de que se desechen los valores antiárabes que encarnaba Zeevi, por el contrario, se están fortaleciendo. Hoy en día la definición de «árabe malo» va desde aquellas personas que, como el señor Al Sharif, toman las armas en contra de la ocupación, a aquellos, como el señor Bahloul, que lo único que hacen es alzar su voz contra ella.
El soldado que dispara a la menor provocación Elor Azaria y el líder pacifista Isaac Herzog tienen más en común de lo que ninguno de los dos puede desear admitir. Cada uno a su manera han contribuido a convertir a los palestinos en marginados y a destrozar cualquier esperanza de que Israel haga concesiones a la paz.
Jonathan Cook es un periodista independiente que reside en Nazaret.
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article44536.htm
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.