Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El 7 de octubre se informó que los rebeldes hutíes del Yemen y su aliado, el expresidente Ali Abdullah Saleh, habían aceptado un plan de paz auspiciado por la ONU en Omán, así como la resolución nº 2216 del Consejo de Seguridad de abril de este año. Saleh reiteró su aceptación en una entrevista por televisión cinco días después, añadiendo que estaba dispuesto a renunciar a su liderazgo en el partido más grande del Yemen, el Congreso General del Pueblo, para facilitar el fin del conflicto.
Stephane Dujarric, portavoz del Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, estuvo acertado al tildar esa actitud de «paso importante», y el gobierno del Yemen reconocido internacionalmente y sus aliados deberían haberlo admitido en ese sentido. Todo el tiempo habían venido insistiendo en que el fin del conflicto debería basarse en la aceptación previa de la resolución 2216.
La resolución reafirmaba la «legitimidad» del presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi, manifestaba su alarma por la «escalada militar» de los hutíes y condenaba «en los términos más enérgicos» sus «acciones unilaterales en curso».
También exigía que los hutíes «pusieran fin incondicionalmente y de inmediato… al uso de la violencia; retiraran sus fuerzas de todas las zonas que hubieran tomado, incluida la capital Sanaa; renunciaran a todas las armas incautadas en instituciones militares y de seguridad» y «se abstuvieran de cualquier provocación o amenazas a los países vecinos».
Rechazo
En sí misma, la aceptación de la resolución por los hutíes y Saleh cumple con las exigencias del gobierno y de sus aliados, equivaliendo a una victoria de estos últimos. También representa la oportunidad más importante para poner fin al conflicto desde su inicio. Sin embargo, lamentablemente, ha sido recibida de forma totalmente desdeñosa.
«Deben anunciar que tienen voluntad para cumplir todos los artículos de la resolución sin cambiar nada», dijo el secretario de prensa de Hadi, Mojtar al-Rahbi. «Estamos dispuestos a emprender conversaciones después de una clara aceptación de la aplicación de la resolución de la ONU».
No obstante, debiera bastar que la aceptación se haya producido a través de una carta de los hutíes a Ban y de un anuncio en televisión por parte de Saleh. En ambos casos hubo claridad y, lo más importante, la aceptación estaba por escrito y dirigida a la parte mediadora. Al-Rahbi afirmó que la aceptación se había producido con condiciones, pero Reuters, que fue quien comunicó que la carta se había enviado a Ban, informó de que los hutíes «aceptaban totalmente» la resolución 2216.
Teniendo en cuenta las experiencias del pasado, es comprensible que el gobierno yemení haya descrito la aceptación como «maniobra». Los hutíes han renegado de anteriores acuerdos, lo que allanó el camino para el conflicto actual, y Saleh ha seguido haciendo de aguafiestas ya que fue una revolución popular lo que llevó a su derrocamiento hace casi cuatro años.
Sin embargo, si el gobierno creía que se trataba de un farol, debería haberlo manifestado así. Eso habría dañado la posición de los hutíes y Saleh a nivel interno, regional e internacional. Tal y como se comporta, lo que parece es que el gobierno se muestra intransigente.
Al-Rahbi dice que la «maniobra» se produce tras «dolorosos ataques» contra los rebeldes, pero esa no es razón suficiente para mostrarse despectivo. Puede igualmente decirse que el rechazo del gobierno es en sí mismo una «maniobra».
Podría considerarse como una táctica dilatoria a la luz de los importantes avances de las últimas semanas contra los hutíes y las fuerzas de Saleh, incluyendo la retirada de estas últimas de cinco provincias del sur desde julio y del regreso del gobierno el pasado mes a la segunda ciudad del Yemen, Adén, después de meses en el exilio en Arabia Saudí.
Si el gobierno cree que a la derrota militar total de sus enemigos debe seguir una solución, es probable que se quede decepcionado. Puede que los hutíes y Saleh estén ahora a la defensiva, pero aún controlan gran parte del país, incluida la capital.
Tras el rechazo del gobierno, el líder hutí Abdel Malek al-Huti instó el martes a «todos» a que «se trasladaran a las líneas del frente» contra «una invasión y los intentos de ocupar el país». Añadió: «No podemos sacrificar nuestra dignidad, libertad e independencia. Defenderemos nuestra tierra y nuestro honor». Puede que no hubiera hecho este llamamiento si el gobierno hubiera aceptado su rama de olivo, nunca lo sabremos.
Prolongación del conflicto
El escenario está ahora preparado para la prolongación del conflicto y, por tanto, para que el pueblo yemení siga sufriendo en un futuro próximo. Según se ha informado, ha habido ya más de 5.000 víctimas y, de acuerdo con la ONU, desde finales de septiembre han muerto 2.355 civiles y han resultado heridos 4.862.
Todas las partes en el conflicto «están perpetrando horribles violaciones de los derechos humanos, así como crímenes de guerra, causando insoportables sufrimientos a los civiles», según declaraciones del pasado mes de Amnistía Internacional. «Los civiles se llevan la peor parte de la violencia en el Yemen. Además de causar muertos y heridos, el conflicto ha exacerbado la grave crisis humanitaria ya existente».
Amnistía añadió que «gran parte del mundo ha ignorado este agudo conflicto y conoce muy poco de sus devastadoras consecuencias». Eso no debería servir de alivio a las partes en disputa, porque la gente en cuyo nombre afirman hablar y actuar es muy consciente de tales consecuencias.
Cualquiera de las partes que esté considerando prolongar el conflicto perderá apoyos a nivel interno y, en el caso del gobierno, eso hará que una tarea ya difícil se le complique mucho más. Incluso si finalmente consiguen derrotar a los hutíes y a Saleh en un sentido militar convencional, es muy probable que tengan que enfrentarse a una pertinaz insurgencia.
Eso además de la reaparición del sentimiento separatista en el sur, así como de los continuados ataques de al-Qaida, que ha ganado mucho terreno desde que empezó el conflicto, y del grupo del Estado Islámico (EI), que ha conseguido establecer su presencia en Yemen (El primer ministro Jaled Bahah escapó la pasada semana a un atentado en el hotel donde se alojaba que fue reivindicado por el EI).
La intransigencia del gobierno puede también crear tensiones dentro de la coalición que le ha venido apoyando directamente desde el mes de marzo. Cuanto más se prolongue la campaña, más probable es que los Estados miembros tengan que enfrentarse a presiones internas para sacarse a sí mismos de lo que puede considerarse un atolladero costoso e inextricable.
En febrero escribí un artículo titulado «Yemen’s Houthies may be overreaching» [«Los hutíes del Yemen pueden estar excediéndose»]. Al haber desperdiciado una oportunidad potencial para resolver el conflicto, un gobierno confiado puede estar ahora arriesgándose a hacer lo mismo.
Sharif Nashashibi ha recibido varios galardones como periodista y analista de temas árabes. Es colaborador habitual de Arabiya News, Al Jazeera English, The National y la revista The Middle East. En 2008 recibió un premio del International Media Council «por facilitar y elaborar una información consistentemente equilibrada» sobre Oriente Medio.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/wasted-chance-end-yemens-conflict-1233931630