Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En una palabra: ¡Bravo!
La noticia del acuerdo de reconciliación entre Fatah y Hamas es buena para la paz. Si se superan las dificultades finales y los dos dirigentes firman un pleno acuerdo, será un inmenso paso adelante para los palestinos y para nosotros.
No tiene sentido alguno hacer la paz con sólo la mitad de un pueblo. Hacer la paz con todo el pueblo palestino puede que sea más difícil, pero será infinitamente más fructífero.
Por tanto: ¡Bravo!
Benjamín Netanyahu dice también ¡Bravo! Ya que el gobierno de Israel ha declarado que Hamas es una organización terrorista con la que no tiene nada que tratar, Netanyahu puede ya liquidar cualquier intento de negociaciones de paz con la Autoridad Palestina. ¿Cómo? ¿Paz con un gobierno palestino que incluye terroristas? ¡Nunca! Fin de la discusión.
Dos bravos, pero ¡cuán diferentes!
El debate ISRAELÍ acerca de la unidad árabe lleva recorrido un largo camino. Se inició ya en los primeros años de la década de los cincuenta, cuando la idea de la unidad panárabe empezaba a abrirse camino. Gamal Abd-al-Nasser izó su bandera en Egipto y el movimiento panárabe Baaz se convirtió en una fuerza en varios países (mucho antes de que degenerara en mafias locales en Iraq y Siria).
Nahum Goldman, presidente de la Organización Sionista Mundial, sostuvo que la unidad panárabe era buena para Israel. Creía que la paz era necesaria para la existencia de Israel y que requeriría que los países árabes se unieran para tener el coraje de hacerla.
David Ben-Gurion, el primer ministro de Israel, pensaba que la paz era mala para Israel, al menos hasta que el sionismo hubiera alcanzado todos sus objetivos (no definidos públicamente). En una situación de guerra, la unidad entre los árabes era un peligro que había que evitar a toda costa.
Goldman, el cobarde más brillante que he conocido nunca, no tuvo el coraje de sus convicciones. Ben-Gurion era mucho menos brillante, pero tenía mucha más determinación.
Ganó.
AHORA TENEMOS otra vez el mismo problema.
Netanyahu y su panda de saboteadores de la paz quieren impedir la unidad palestina a toda costa. No quieren la paz porque la paz impediría que Israel consiga sus objetivos sionistas según fueron concebidos: un Estado israelí en toda la Palestina histórica, desde el mar al río Jordán (al menos). El conflicto va a durar un tiempo muy largo que está por venir y, cuanto más dividido esté el enemigo, tanto mejor.
En efecto, el surgimiento mismo de Hamas estuvo influido por ese cálculo. Las autoridades ocupantes israelíes alentaron deliberadamente al movimiento islámico, que más tarde se convirtió en Hamas, como contrapeso al Fatah nacionalista y laico, al que entonces se concebía como el principal enemigo.
Posteriormente, el gobierno israelí atizó de forma intencionada la división entre Cisjordania y la Franja de Gaza violando los acuerdos de Oslo y negándose a abrir los cuatro «pasos seguros» entre los dos territorios que dichos acuerdos contemplaban. Ningún paso se abrió ni un solo día. La separación geográfica produjo la política.
Cuando Hamas ganó las elecciones palestinas en enero de 2006, sorprendiendo a todo el mundo, incluidos ellos mismos, el gobierno israelí declaró que no negociaría con ningún gobierno palestino en el que estuviera Hamas representada. Ordenó -esa es la palabra exacta- a los gobiernos de EEUU y la UE que copiaran su ejemplo. Y así fue como derribaron el gobierno de unidad palestino.
El paso siguiente consistió en los esfuerzos de Israel y Estados Unidos para instalar a un hombre fuerte de su elección como dictador de la Franja de Gaza, el baluarte de Hamas. El héroe elegido fue Muhammad Dahlan, un cacique local. No fue una elección muy buena, el jefe de la seguridad israelí reveló recientemente que Dahlan se había derrumbado entre sollozos en sus brazos. Después de una breve batalla, Hamas asumió el control directo de la Franja de Gaza.
Que en un movimiento de liberación se produzca una división FRATRICIDA no es una excepción. Es casi la regla.
El movimiento revolucionario irlandés fue un ejemplo sobresaliente en ese aspecto. En este país tuvimos los enfrentamientos entre la Hagana y el Irgun, que a veces se convertían en algo muy violento y muy feo. Fue Menachem Begin, el comandante del Irgun, quien impidió una guerra civil en toda regla.
El pueblo palestino, con todas las probabilidades en su contra, apenas puede permitirse tal desastre. La división ha generado un intenso y mutuo odio entre camaradas que pasaron un tiempo juntos en las prisiones israelíes. Hamas acusó a la Autoridad Palestina -con bastante justificación- de cooperar con el gobierno israelí en su contra, instando a israelíes y egipcios a estrechar el brutal bloqueo de la Franja de Gaza, impidiendo incluso un acuerdo para la liberación del prisionero de guerra israelí Gilad Shalit con tal de bloquear la liberación de los activistas de Hamas y su vuelta a Cisjordania. Muchos activistas de Hamas sufren en las prisiones palestinas, y la suerte de muchos de los activistas de Fatah en la Franja de Gaza no es más alegre.
Pero tanto Fatah como Hamas son minorías en Palestina. La gran masa del pueblo palestino quiere desesperadamente la unidad y una lucha conjunta para poner fin a la ocupación. Si Mahmud Abbas y Jalid Meshaal llegan a firmar el acuerdo final de reconciliación, los palestinos se sentirán jubilosos en todas partes.
BENYAMIN NETANYAHU siente júbilo ya. La tinta no se había secado en el acuerdo preliminar rubricado en El Cairo, cuando Netanyahu hizo un discurso solemne en televisión, algo así como un discurso a la nación tras un acontecimiento histórico.
«Tenéis que elegir entre nosotros y Hamas», dijo a la Autoridad Palestina. Eso no sería demasiado difícil, por un lado, un brutal régimen ocupante, por el otro, hermanos palestinos con una ideología diferente.
Pero esta estúpida amenaza no fue el punto principal de la declaración. Lo que Netanyahu nos dijo fue que no habría acuerdos con una Autoridad Palestina que tuviera cualquier tipo de vinculación con la «organización terrorista Hamas».
Todo este asunto supone un inmenso alivio para Netanyahu. Los nuevos amos republicanos le han invitado a dirigirse al Congreso estadounidense el próximo mes [mayo] y no tenía qué decir. Ni tenía tampoco nada que ofrecer a las Naciones Unidas, que están a punto de reconocer al Estado de Palestina el próximo mes de septiembre. Ahora ya tiene algo: la paz es imposible, todos los palestinos son unos terroristas que quieren arrojarnos al mar. Ergo: ni paz, ni negociaciones, ni nada de nada.
SI UNO quiere realmente la paz, el mensaje debería ser completamente distinto.
Hamas es parte de la realidad palestina. Puede que sean extremistas, pero como los británicos nos han enseñado muchas veces, es mejor hacer la paz con extremistas que con moderados. Si haces la paz con los moderados, aún te queda negociar con los extremistas. Al hacer la paz con los extremistas, asunto liquidado.
En realida Hamas no es tan extremista como pretende mostrarse. Ha declarado muchas veces que aceptará un acuerdo de paz basado en las fronteras de 1967 y firmado por Mahmud Abbas si el pueblo palestino lo ratifica en referéndum o mediante votación parlamentaria. Aceptar a la Autoridad Palestina significa aceptar los acuerdos de Oslo, en los que se basa dicha Autoridad, incluyendo el reconocimiento mutuo de Israel y la Organización por la Liberación de Palestina. En el Islam, como en todas las demás religiones, la palabra de Dios es sin duda final, pero puede «interpretarse» de la forma necesaria. Nosotros, los judíos, no lo sabemos.
¿Qué hizo que ambas partes fueran más flexibles? Ambos han perdido a sus patronos: Fatah, a su protector egipcio, Hosni Mubarak, y Hamas, a su protector sirio, Bashar al-Asad, en quien ya no se puede confiar. Eso ha llevado a ambas partes a enfrentarse a la realidad: los palestinos están solos, por tanto, mejor unidos.
Para los israelíes que se inclinan por la paz supondrá un gran alivio negociar con un pueblo palestino unido y con un territorio palestino unido. Israel puede hacer mucho para ayudar en esta etapa: abrir por fin un libre paso extraterritorial entre Cisjordania y Gaza, poner fin al estúpido y cruel bloqueo de la Franja de Gaza (que ahora es incluso más idiota con la eliminación del colaborador egipcio), permitir que los gazatíes abran su puerto, aeropuerto y fronteras. Israel debe aceptar el hecho de que los elementos religiosos son ahora parte de la escena política en todo el mundo árabe. Se institucionalizarán y, probablemente, se harán más «moderados». Eso es parte de la nueva realidad en el mundo árabe.
Israel debe congratularse por la consecución de la unidad palestina, así como las naciones europeas y Estados Unidos. Deberían estar dispuestos a reconocer al Estado de Palestina dentro de las fronteras de 1967. Deberían apoyar la celebración de elecciones palestinas libres y democráticas y aceptar sus resultados, cualesquiera que estos sean.
El viento de la Primavera Árabe está soplando también en Palestina. ¡Bravo!
Uri Avnery es un escritor y activista por la paz israelí con Gush Shalom. Es colaborador frecuente de CounterPunch y autor del libro The Politics of Anti-Semitism.