Habitualmente inquieta y caótica, Beirut se ha vaciado de viandantes y coches. Ante la decisiva jornada electoral, calificada de histórica, que vivirá el domingo y de la que saldrá el nuevo Parlamento y Gobierno libanés, los electores han regresado a sus ciudades natales para ejercer su derecho al voto y alejarse de la capital, caja […]
Habitualmente inquieta y caótica, Beirut se ha vaciado de viandantes y coches. Ante la decisiva jornada electoral, calificada de histórica, que vivirá el domingo y de la que saldrá el nuevo Parlamento y Gobierno libanés, los electores han regresado a sus ciudades natales para ejercer su derecho al voto y alejarse de la capital, caja de resonancia de conflictos políticos y religiosos, a la espera de la jornada más trascendente: el 8-J, cuando el Ministerio del Interior anuncie los resultados que decidirán el futuro del país y marcarán el de la región.
La batalla electoral está siendo muy reñida, el país está completamente polarizado en torno a los dos grandes bloques (el 14 de Marzo de Saad Hariri, pro-occidental, y el 8 de Marzo de Hizbulá) y el sistema confesional implica que 100 de los 128 escaños ya estén asignados a medias entre ambas fuerzas –el «libanés vota pero no decide», subraya el estadista Kamal al Feghali- en función de las sectas. De ahí que los analistas esperen una victoria por la mínima de una de las coaliciones, insuficiente para gobernar en solitario y camino obligado a un Gobierno de coalición que prolongue la cohabitación en el país.
«[El 8 de Marzo] ganará por dos o tres escaños, no más. Pero hay factores desconocidos, circunscripciones donde no está claro quién va a ganar y muchos electores llegados del extranjero de los que ignoramos su tendencia política», estima el politólogo Walid Charara.
La duda reside en si Hizbulá quiere realmente el poder en un país con 18 sectas religiosas y tablero de juego de los intereses regionales e internacionales, donde la perenne confrontación política mantiene vivo el espectro de la guerra civil. Máxime tras la experiencia ‘democrática’ palestina, cuando la victoria de Hamas ‘justificó’ a ojos internacionales todo tipo de exacciones israelíes e implicó un castigo colectivo internacional contra la población de Gaza para aislar al grupo islámico. Según altos funcionarios europeos, este escenario no se repetirá en el Líbano, pero sí es de temer que Tel Aviv aproveche una victoria de Hizbulá para lanzar otra guerra que le resarza de su derrota en 2006.
‘Errores’ de Hizbulá
«Hizbulá no quiere gobernar, lo que quiere es tener tal representación que se le garantice participar en las decisiones de Gobierno«, explican los analistas, que atribuyen a ese deseo los «errores» que estaría cometiendo el Partido de Dios en esta campaña, como referirse a los enfrentamientos de mayo de 2008, en los que Hizbulá tomó por las armas el Beirut suní por unos días, como una «jornada gloriosa» o presumir de una victoria cierta antes de la cita electoral.
Para Nicholas Noe, periodista neoyorquino responsable de la web Mideastwire sobre prensa árabe y persa y residente en Beirut desde hace seis años, los resultados de esta cita son especialmente imprevisibles dado que «son las únicas elecciones verdaderamente libres e independientes que celebra el Líbano desde antes de la guerra civil, ya que las del 2005 se celebraron bajo el trauma de la muerte de Rafic Hariri y de la retirada de Siria».
«La violencia inmediata ha disminuido porque buena parte de los factores, como las tropas sirias, han desaparecido. Eso lleva a los votantes a hacer cálculos políticos libres de amenazas. Y muchos cristianos han llegado a la conclusión de que está en su interés más lógico una victoria de Hizbulá. «Ahora son libres para decidir quién les interesa, no necesariamente según su confesión sino según su conveniencia», prosigue Noe.
«Creo que el 14 de Marzo ganará por la mínima, pero eso no supondrá ningún impacto significativo ya que el Líbano ya puede presumir de tener el primer gobierno irano-estadounidense de la Historia», disiente el analista Rami Khoury, profesor en la Universidad Americana de Beirut, en referencia al Gobierno de coalición forzado por los Acuerdos de Doha, en mayo de 2008, y que abortó un conato de guerra civil en el Líbano. «La única forma de continuar es prolongar el sistema de Gobierno compartido. No hay otra opción que compartir el poder«, añade Khoury.
En eso coinciden todos los analistas y parte de las fuerzas políticas, salvo el 14 de Marzo. Mientras el bloque de Hizbulá ofrece un tercio de bloqueo a sus oponentes en el futuro Ejecutivo en caso de ganar las elecciones, la alianza encabezada por Hariri desprecia la oferta afirmando que si las urnas les relegan al papel de la oposición cumplirán ese cometido y advierten que, en caso de ganar la elección, no compartirán el poder como llevan haciendo un año. Pero no está en el interés de nadie un Gobierno débil y una oposición fuerte, sobre todo tras la experiencia pasada en la que, con la misma situación, un Hizbulá en la oposición bloqueó la vida política del país durante más de dos años.
Gobierno unilateral, «poco recomendable»
El Internacional Crisis Group, uno de los ‘think tank’ más prestigiosos del mundo, incide en su último informe en que «un Gobierno unilateral es una perspectiva irreal y poco recomendable». «Si gana el 14 de Marzo y elige la lógica política de la exclusión y no de la asociación, la vida política libanesa estará condenada a la parálisis y la tensión interna correrá el riesgo de amenazar la paz civil», señala Charara.
«En un país como el Líbano, la tensión interna está muy exacerbada. La fórmula de la asociación política derivada de los acuerdos de Doha, si bien no funciona de forma maravillosa, permite evitar la confrontación. A la vista de la extrema polarización política, si salimos de la fórmula de la asociación el riesgo de una exacerbación de los ánimos aumenta. Las consecuencias serán muy graves».
Para Noe, la oposición del 14 de Marzo a entrar en un eventual gobierno liderado por Hizbulá es puro electoralismo. «Tras las elecciones, todos pactarán. Puede que no lo haga Hariri en persona, pero deben hacerlo porque si se empeñan en estar en la oposición, la coalición se dividirá aún más». Esa es la principal consecuencia interna, a juzgar por los analistas, de la cita electoral del domingo: una redistribución de fuerzas políticas que podría llevar a la desaparición de los dos bloques libaneses, al menos tal como se los conoce.
«Tras las elecciones, el 8 y el 14 de Marzo estarán acabados, y entraremos en un nuevo y fluido periodo de alianzas políticas que puede dar una oportunidad a la paz si los países exteriores permiten esa interactividad», estima Noe. «En el 14 de Marzo cambiará sus alianzas, la de Nabih Berri [líder chií] y Walid Jumblatt [líder druso] es la más obvia, pero también en el 8 de Marzo podría pasar porque si gana, [el líder cristiano Michel] Aoun y otros reclamarán más poder y se disputarán cargos como la presidencia del Parlamento. Lo único claro es que vamos a entrar en una vida política mucho más dinámica, lo cual es positivo».
Nueva composición política
Charara no coincide en que los bloques vayan a desaparecer. «Asistiremos a una nueva composición, pero no creo que haya una desintegración de las coaliciones porque ambas se sustentan en dos proyectos políticos apoyados por los libaneses desde hace tiempo y articulados en torno a estrategias locales, regionales e internacionales. Esos proyectos siguen enfrentados y por eso la parte adversa no desaparecerá, dado que representa una opinión extendida. Pero sí habrá una recomposición y debilitamiento del 14 de Marzo gracias a las fugas de líderes del 14, ya sea para integrarse en el 8 o crear una nueva vía».
La irrupción de los centristas en la política libanesa, animados por el presidente Michel Sleiman, un hombre respetado por su papel mediador entre las fuerzas, ya ha introducido esa ‘tercera vía’. «Hay actores locales e internacionales interesados en ver una coalición centrista pero no creo que sea posible porque la mayoría de los políticos han tomado partido por una u otra de las existentes», estima Charara.
«El poder de los centristas dependerá de lo que les dejen los poderes exteriores. Parece que se pretende convertir al presidente Sleiman en un nuevo Mahmud Abbas [presidente palestino]. La mejor manera de destruir su credibilidad es presumir de que es ‘nuestro hombre’ en Beirut, que es lo que europeos y norteamericanos parecen hacer. Más allá, el problema es que se ha politizado en estas elecciones, no ha sido muy cuidadoso aproximándose a la cita electoral al animar los neutrales, lo cual ha generado resquemor hacia él».
Por encima de la política doméstica, a juicio de muchos analistas una eventual victoria de Hizbulá e incluso una victoria por la mínima del 14 de Marzo, la gran apuesta occidental en el Líbano que no ha logrado minar el apoyo popular de la Resistencia islámica, sólo confirmarían el desastre del legado de George W. Bush en Oriente Próximo.
«Si el 8 de Marzo gana estas elecciones será un fracaso suplementario de la estrategia norteamericana en la región. EEUU, desde 2003, ha aplicado una estrategia de redefinición de Oriente Próximo que rápidamente se ha hundido. Esta estrategia ha fracasado en Irak, en el Líbano gracias a la incapacidad del 14 de Marzo para gobernar, en Palestina donde Hamas ganó las elecciones, y se confirmó con la derrota en la guerra israelí contra el Líbano de 2006 en la que Estados Unidos, incapaz de acabar con Hizbulá mediante usos democráticos, trató de hacerlo con las armas de Israel».
El nuevo ‘espíritu Obama’, si bien es apreciado en la región como un cambio en la forma y no en la sustancia, alienta las esperanzas de que las injerencias externas se apacigüen. «Soy en general optimista [sobre el periodo post electoral] porque la región es un lugar mejor ahora que hace uno o dos años», explica Paul Salem, responsable del Centro Carnegie para Oriente Próximo. «La situación regional e internacional, que pesa gravemente sobre el Líbano, es bastante positiva y tiende hacia una coalición. No van a empezar a combatir unos con otros en el Líbano cuando otras cosas positivas están teniendo lugar».
Las claves para entender los comicios
¿Qué se juega El Líbano en estas elecciones legislativas?
Mónica G. Prieto
Este domingo, 3,2 millones de libaneses están llamados a las urnas en unas elecciones legislativas consideradas decisivas, dado el empate virtual y el respaldo internacional a las fuerzas en liza. Esta es una guía para comprender el contexto y la importancia de la cita, así como las consecuencias de la victoria de uno u otro bando político para el Líbano y para todo Oriente Próximo.
¿Qué decidirán las elecciones del domingo?
Los electores elegirán 128 diputados entre 587 candidatos, si bien el sistema político confesional, que atribuye a 11 de las 18 comunidades religiosas del país un número determinado de escaños por cada circunscripción en función de su peso demográfico, hace que un centenar de escaños ya esté técnicamente asignado. El bloque político que se alce con la victoria podrá formar el próximo Gobierno del país. Más de 50.000 policías y soldados velarán porque la jornada sea pacífica y no se produzcan incidentes en ninguna de las 26 circunscripciones electorales en las que ha sido dividido el país con los Acuerdos de Doha y la ley electoral de 2008. Unos 250 observadores internacionales y 2.200 locales vigilarán la limpieza de un proceso que, de ser contestado por alguno de los dos bloques en liza, amenazaría la paz civil.
¿Qué fuerzas políticas se enfrentan?
Dos grandes y heterodoxos bloques se disputan los escaños. Por un lado está el 14 de marzo, nacido tras el magnicidio de Rafic Hariri, en 2005, y la posterior retirada de las tropas sirias tras 29 años de ocupación del Líbano. Se trata de un bloque antisirio de fuerzas suníes, drusas y cristianas apoyado por Occidente -principalmente EEUU y la UE-, por Egipto y por Arabia Saudí.
El 14 de marzo está liderado por el suní Movimiento del Futuro, de Saad Hariri [hijo del primer ministro asesinado] e integrado por el Partido Socialista Progresista del líder druso Walid Jumblatt y las facciones cristianas Kataeb y Fuerzas Libanesas, ambas de extrema derecha, así como por independientes y facciones minoritarias. En el 2005, este bloque ganó las legislativas tras el asesinato de Rafic Hariri.
Frente a él está el 8 de marzo, una coalición de partidos liderada por Hizbula, apoyada por Siria e Irán y unida por la resistencia contra Israel. Sus principales integrantes, además del Partido de Dios, son el grupo chií Amal de Nabih Berri, la Corriente Patriótica Libre del general cristiano Michel Aoun, el movimiento Marada del también maronita Sleiman Frangié y el Partido Nacionalista Sirio.
¿De qué depende la victoria?
Del electorado cristiano. El sistema confesional libanés da la mitad de la cámara baja a cristianos y la otra mitad a musulmanes, obedeciendo a la composición demográfica de hace décadas pero no a la actual distribución del país, donde se estima que el 35% de la población es cristiana y el 64% musulmana. Eso explica que en las elecciones de 2005, el bloque de Michel Aoun consiguiera el doble de escaños que Hizbula.
Dado que los dos grandes bloques cuentan con partidos cristianos, el apoyo popular a éstos otorgará la mayoría de uno u otro. De ahí que las únicas circunscripciones donde realmente habrá batalla electoral sean Zahlé, en el valle de la Bekaa, Batrun, en el norte del país, el Ment, en la región de Monte Líbano y la circunscripción cristiana de Beirut. Excepcionalmente, en Sidón -con un 87% de habitantes suníes- también habrá batalla pero entre adeptos al 14 de marzo y seguidores del Partido Naserista, asociado con Hizbula.
¿En qué contexto se producen estas elecciones?
Desde el magnicidio del ex primer ministro Rafic Hariri, el Líbano ha vivido tres años de inestabilidad política que ha mantenido el país al borde del conflicto civil. Si tras las elecciones de 2005, marcadas por la retirada siria, se creó un Gobierno de unidad donde Hizbula y sus aliados tuvieron un gran peso, la retirada del 8 de marzo tras la creación de un Tribunal Internacional destinado a esclarecer el crimen -según el Partido de Dios, politizado y destinado a acusar a Damasco- dejó al Ejecutivo en entredicho, ya que según la Constitución toda Administración debe contar con representantes de las principales sectas.
La muerte de Hariri y la creación del Tribunal dio inicio a un ciclo de atentados políticos que amenazaron la coexistencia. Las víctimas fueron, en su mayoría, líderes antisirios, lo que enfrentó más si cabe a los dos bloques. Muchos familiares de los asesinados compiten en estas elecciones, obedeciendo a la tradición que implica que el poder recaiga siempre sobre los mismos apellidos.
Ya en la oposición, el 8 de marzo se negó a participar en las sesiones parlamentarias, lo que produjo una parálisis institucional que duró más de dos años, bloqueando incluso el nombramiento del presidente. Al mismo tiempo, el apoyo incondicional de la Administración Bush al 14 de Marzo, de la que esperaba que derrocase a Hizbula con votos o armas, radicalizó las posturas. El enfrentamiento político derivó en armado en mayo de 2008, tras una decisión gubernamental que ponía en peligro la red de comunicaciones de Hizbula. El Partido de Dios sacó a su milicia a las calles, y tras horas de combates se hizo con el control del Beirut suní por las armas. Sólo la intervención de Qatar, que obligó a todos los líderes políticos a negociar, acabó con el conflicto desbloqueando la crisis gracias a un acuerdo de Gobierno que integraba al 8 de Marzo en el Ejecutivo y le concedía un tercio de bloqueo.
¿Cuáles son los escenarios post electorales más probables?
Ya gane el 8 de Marzo por estrecho margen, como indican las encuestas, o bien se imponga el 14 de Marzo, el escenario más probable es otro Gobierno de coalición donde la minoría parlamentaria tenga un tercio de bloqueo que obligue a consensuar cada decisión política. Hizbula y sus socios ya han ofrecido a sus adversarios esa prebenda durante la campaña electoral, si bien el bloque de Hariri ha anunciado que rechazará la oferta y hará oposición, algo que según los analistas podría poner en peligro la paz civil. Se espera que el 14 de Marzo, si pierde, acceda finalmente a gobernar con el Partido de Dios y sus aliados.
En cualquier caso, es muy probable que el 14 de Marzo se desintegre tras las elecciones, dado que uno de sus principales baluartes, el siempre imprevisible Walid Jumblatt, flirtea desde hace meses con el 8 de Marzo, trata de entrevistarse con el líder de Hizbula, Hasan Nasrala, y critica cada vez más duramente a sus socios suníes y cristianos del 14 de Marzo. Según algunos analistas, también se producirán fugas del 8 de Marzo en caso de victoria dado que los cristianos exigirán amplias cuotas de poder.
A la descomposición de los bloques políticos, si se produce, hay que sumar el papel que jugarán los independientes, una suerte de ‘tercera vía’ promovida por el presidente Michel Sleiman, visto como un hombre de consenso entre la población, que podrían ayudar al bloque ganador a gobernar.
¿Qué consecuencias podría traer una victoria de Hizbula?
Una victoria del 8 de Marzo reorganizaría las fuerzas regionales. Próximo a Irán y Siria, ambos regímenes chiíes, su ascenso al poder resultaría un duro revés para los regímenes suníes de Egipto y Arabia Saudí, que han invertido esfuerzos y millones de dólares en apoyar al 14 de Marzo para ganar la batalla electoral y reafirmar su supremacía sobre los chiíes de Oriente Próximo.
En el plano internacional, una victoria del Partido de Dios supondría una confirmación más del fracaso de la doctrina Bush en Oriente Próximo, tras la victoria de Hamas en las elecciones palestinas y el ascenso de partidos radicales chiíes al poder de Irak entre otros episodios.
Es de esperar que Estados Unidos disminuya sus ayudas, como han advertido el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, y el vicesecretario de Estado norteamericano para Oriente Próximo, Jeffrey Feltman, aunque se descarta que aplique el ‘escenario Gaza’, es decir un bloqueo total contra el Líbano como el que castiga de forma colectiva a los palestinos de la franja, dado que la Unión Europea no considera a Hizbula un grupo terrorista -EEUU sí lo hace- y no desea repetir la situación de Gaza, menos con un país tan próximo como el Líbano.
Por su parte Israel considera que un Gobierno liderado por Hizbula le daría «libertad de acción» contra el país del Cedro, como ya advirtió el ministro de Defensa Ehud Barack antes de incidir que -eso fue lo que le faltó en la guerra de 2006-, lo cual debe ser considerado como una amenaza en toda regla. En el plano interno, sin embargo, la victoria de Hizbula no significaría grandes cambios dado que de producirse será tan estrecha que tendrá que compartir el poder.
En cualquier caso, el Partido de Dios ya ha ofrecido un tercio de bloqueo a sus adversarios en el futuro Ejecutivo, para evitar un Gobierno monocolor que dé excusas a sus enemigos e impedir que Tel Aviv arrastre al Líbano a la guerra.