Este 3 de febrero se cumplen 15 años que Fidel Castro se dirigiera a los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela por segunda vez en cuarenta años. Apenas 24 horas antes el Comandante Hugo Chávez Frías asumía como presidente de este hermano país. Releyendo este material extraje varias ideas y conceptos expuestos por Fidel […]
Este 3 de febrero se cumplen 15 años que Fidel Castro se dirigiera a los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela por segunda vez en cuarenta años. Apenas 24 horas antes el Comandante Hugo Chávez Frías asumía como presidente de este hermano país.
Releyendo este material extraje varias ideas y conceptos expuestos por Fidel que a mi juicio son argumentos imprescindibles en la actualidad para los revolucionarios cubanos y de todo el mundo:
«Una Revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas. Ningún pueblo se hace revolucionario por la fuerza. Quienes siembran ideas no necesitan jamás reprimir al pueblo. Las armas, en manos de ese mismo pueblo, son para luchar contra los que desde el exterior intenten arrebatarle sus conquistas.
«Gracias al esfuerzo, podríamos decir, de tres generaciones de cubanos, se obró esa especie de milagro, frente a la potencia más poderosa, al imperio más grande que haya existido jamás en la historia humana, de que el pequeño país pasase una prueba tan dura y saliera victorioso.
«Especial reconocimiento, aún mayor, lo tuvimos para aquellos compatriotas que en los últimos 10 años, si queremos con exactitud, en los últimos 8 años, habían sido capaces de resistir el doble bloqueo cuando el campo socialista se derrumba, la URSS se desintegra y aquel vecino quedó como única superpotencia en un mundo unipolar, sin rival en el terreno político, económico, militar, tecnológico y cultural. No estoy calificando la cultura, estoy calificando el poder inmenso con que quieren imponer su cultura al resto del mundo.
«No pudo vencer a un pueblo unido, a un pueblo armado de ideas justas, a un pueblo poseedor de una gran conciencia política, porque a eso le damos nosotros la mayor importancia. Resistimos todo lo que hemos resistido y estamos dispuestos a resistir todo el tiempo que haga falta resistir, por las semillas que se habían sembrado a lo largo de aquellas décadas, por las ideas y las conciencias que se desarrollaron en ese tiempo. Fue nuestra mejor arma y nuestra principal arma, y lo será siempre, aun en la época nuclear.
«Siempre la inteligencia del hombre será superior a cualquiera de esas armas sofisticadas.
«Una batalla más difícil ha sido necesario librar y habrá que seguir librando contra ese poderosísimo imperio, es la lucha ideológica que incesantemente ha tenido lugar y que ellos arreciaron con todos sus recursos mucho más después del derrumbe del campo socialista cuando nosotros decidimos, firmemente confiados en nuestras ideas, seguir adelante; algo más, seguir solos adelante; y cuando digo solos pienso en entidades estatales, sin olvidar nunca el inmenso e invencible apoyo solidario de los pueblos que siempre nos acompañó, y por ello nos sentimos más obligados a luchar.
«Estoy seguro de que la humanidad pondrá toda la parte subjetiva indispensable. Para ello lo que necesita no son armas nucleares ni grandes guerras; lo que necesita son ideas. Y lo digo en nombre de ese pequeño país que mencionábamos antes que ha sostenido la lucha firmemente, sin vacilación alguna, durante 40 años.
«Les decía que estamos viviendo en un mundo muy diferente. Es lo primero que tenemos el deber de comprender; ya explicaba determinadas características políticas. Además, se trata de un mundo globalizado, realmente globalizado, un mundo dominado por la ideología, las normas y los principios de la globalización neoliberal.
«La globalización no es, a nuestro juicio, un capricho de nadie, no es, siquiera, un invento de alguien. La globalización es una ley histórica, es una consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas -y excúsenme por emplear esa frase, que todavía quizás asuste a algunos por su autor-, un producto del desarrollo de la ciencia y de la técnica en grado tal, que aun el autor de la frase, Carlos Marx, que tenía una gran confianza en el talento humano, posiblemente no fue capaz de imaginar.
«Se dice bloqueo, pero bloqueo no significa nada. Ojalá lo que tuviéramos fuera un bloqueo económico: lo que nuestro país ha venido soportando durante mucho tiempo es una verdadera guerra económica. ¿Lo demuestro? Vayan a cualquier lugar del mundo, a una fábrica de una empresa norteamericana a comprar una gorra o un pañuelo para exportar a Cuba, aunque la produzcan los ciudadanos del país en cuestión y las materias primas sean originarias del propio país, el gobierno de Estados Unidos, a miles de millas de distancia, les prohíbe vender la gorra o vender el pañuelo. ¿Es eso bloqueo o guerra económica?.
«¿Quieren un ejemplo adicional?: si por casualidad alguno de ustedes se gana la lotería -no sé si aquí hay lotería- o se encuentra un tesoro -eso es posible-, y dice que va a construir una pequeña fábrica en Cuba, es seguro que tendrá rápidamente la visita de un funcionario importante de la Embajada norteamericana y hasta del propio Embajador norteamericano para tratar de persuadirlo, presionarlo o amenazarlo con represalias para que no invierta ese tesorito en una pequeña fábrica en Cuba. ¿Es bloqueo o guerra económica?.
«Hemos resistido esa guerra, y, como en toda batalla, lo mismo sea militar que política o ideológica, hay bajas. Existen los que pueden ser confundidos, y lo son, o reblandecidos, o debilitados con la mezcla de las dificultades económicas, las privaciones materiales, la exhibición del lujo de las sociedades de consumo y las podridas ideas bien edulcoradas sobre las fabulosas ventajas de su sistema económico, a partir del mezquino criterio de que el hombre es un animalito que solo se mueve cuando le ponen delante una zanahoria o lo golpean con un látigo. Sobre esa base ellos apoyan toda su estrategia ideológica, podríamos decir.
«Hay bajas, pero también, como en todas las batallas y en todas las luchas, en otros se desarrolla la experiencia, se hacen más veteranos los combatientes, multiplican sus cualidades y permiten mantener y elevar la moral y la fuerza necesaria para seguir luchando.
«Los sabios del Norte creen o simulan creer que es por la fuerza que existe una revolución cubana. No les ha dado el seso lo suficiente para darse cuenta de que en nuestro país, educado en elevados conceptos revolucionarios y humanos, tal cosa sería imposible, absolutamente imposible (Risas y aplausos). Eso solo se logra mediante el consenso, y nada más; no lo puede lograr nadie en el mundo, sino mediante el máximo apoyo y cooperación del pueblo. Pero el consenso tiene sus requisitos. Aprendimos a crearlo, a mantenerlo, a defenderlo. Entonces, hay que ver lo que es la fuerza de un pueblo unido decidido a luchar y vencer.
«Ellos descubrieron armas muy inteligentes; pero los revolucionarios descubrimos un arma más poderosa, ¡mucho más poderosa!: que el hombre piensa y siente. Nos lo enseña el mundo, nos lo enseñan las innumerables misiones internacionalistas que en un terreno u otro hemos cumplido en el mundo.
«En nuestro país -les digo- nos dedicamos a otras cosas; pero ellos influyen, desde luego, con la imagen de un tipo de sociedad que además de enajenante, desigual e injusta, es insostenible económica, social y ecológicamente.
«Es loco, incluso, caótico y absurdo, el modelo de consumo que le están imponiendo al mundo. No pretendo que este planeta sea un convento de monjes cartujos, pero sí pienso que este planeta no tiene otra alternativa que definir cuáles deben ser los patrones o modelos de consumo alcanzables y asequibles, en los cuales debe ser educada la humanidad.
«Cada vez son menos los que leen un libro. ¿Y por qué privar al ser humano del placer de leer un libro, por ejemplo, y de otros muchos en el terreno de la cultura y la recreación, en el ámbito de un enriquecimiento no solo material sino también espiritual?.
«Creando en los países industrializados patrones de consumo insostenibles y sembrando sueños imposibles en el resto del planeta, el sistema capitalista desarrollado ha ocasionado ya un gran daño a la humanidad. Ha envenenado la atmósfera y agotado enormes recursos naturales no renovables, de los cuales la especie humana va a tener gran necesidad en el futuro. No se imaginen, por favor, que estoy concibiendo un mundo idealista, imposible, absurdo. Estoy tratando de meditar sobre lo que puede ser un mundo real y un hombre más feliz. No habría que mencionar una mercancía, bastaría mencionar un concepto: la desigualdad hace ya infeliz al 80% de los habitantes de la Tierra, y no es más que un concepto.
«Hay que buscar conceptos y hay que tener ideas que permitan un mundo viable, un mundo sostenible, un mundo mejor».