Medios israelíes han informado que, durante una reunión del gabinete celebrada el viernes, el ministro de seguridad del régimen israelí y líder del partido ultraderechista Otzma Yehudit, Itamar Ben-Gvir, cuestionó la aplicación de las normas de abrir fuego en la “línea amarilla” en la Franja de Gaza.
Al criticar que esa orden únicamente se refiere a los “adultos” palestinos, preguntó: “¿Por qué no disparamos a un niño montado en burro que cruza allí?”.
Por su parte, el ministro Israel Katz apoyó la idea durante la reunión, declarando que “cualquier persona que se acerque a la valla [la ‘línea amarilla’] debe saber que puede sufrir daños”.
El día anterior, 23 de octubre, fue el Día Mundal de Acción para la Supervivencia Infantil. Save the Children organiza este día con el objetivo de detener la mortalidad de niños menores de 5 años y sus madres, por causas prevenibles ( neumonía, diarreas, complicaciones del parto, desnutrición…). Mejorar la nutrición y la salud, darles acceso a agua potable y sanear el ambiente en que viven, así como promover hábitos saludables, ayuda a prevenir y tratar las principales causas de mortalidad infantil y ofrecer a los niños condiciones favorables para su crecimiento y desarrollo.
En Palestina (Gaza) las bombas de Israel matan a millares, pero la «acción mundial para la supervivencia infantil» luce muy débil frente al genocidio, más allá de lamentaciones, pedidos intrascendentes y la acción solidaria de organismos y ONG que también han sido víctimas del fuego sionista. Los estados cómplices o consentidores del genocidio (los EE UU, la U E, las monarquías y dictaduras árabes) «celebran» oficialmente el Día Mundial de Acción para la Supervivencia Infantil con ceremonias inútiles e hipócritas. ¿Y qué tal este día en Israel, mientras los niños gazatíes sufren su crueldad?
En pocos meses, la guerra en Gaza ya había aportado su propia contribución al vocabulario de asistencia médica de emergencia con las siglas más desgarradoras del mundo: WCNSF, “niño herido sin familiares supervivientes”.
Tras más de dos años de bombardeos y hambruna, el problema ha empeorado, aunque en el caos constante es difícil hacer un seguimiento delos niños separados de sus familias.
La agencia de protección infantil de la ONU, Unicef, citó estadísticas del Ministerio de Salud de Gaza de principios de septiembre que registran 2.596 niños que han perdido a ambos padres y otros 53.724 que habían perdido al padre (47.804) o a la madre (5.920).
No hay datos sobre cuántos niños huérfanos también han resultado heridos, pero Gaza tiene la tasa más alta de amputaciones infantiles de cualquier conflicto moderno.
La ofensiva israelí sobre Gaza ha dejado a su paso miles de niños como Wesam: solos y gravemente heridos. Hay tantos niños en esta situación que los cirujanos traumatólogos, sobrecargados de trabajo, se limitan a garabatear WCNSF en sus expedientes.
“Es el primer conflicto en el que se ha necesitado un término así”, afirma Kieran King, responsable humanitario de War Child, una organización benéfica con sede en Reino Unido y una de las organizaciones que tratan de proteger y cuidar a los huérfanos heridos en Gaza. “Surgió de los equipos médicos de emergencia, personas que han trabajado en todos los conflictos desde siempre, y acuñaron el término WCNSF porque nunca antes habían tenido que hacer frente a un reto de protección infantil a esta escala”.
Jacob Granger, coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras, actualmente en Deir al-Balah, al sur de Gaza, dice que llegaban constantemente niños heridos a los hospitales de campaña de MSF sin sus familiares.
“Intentamos estabilizar su situación y tratar sus heridas, pero después de tratar a alguien, a menudo no hay ninguna estabilidad para esa persona. No es que haya un tejido social o una institución social capaz de apoyar a los niños. Existe un mecanismo comunitario, personas que se ocupan de los niños que han perdido a sus padres, o hay otras agencias que pueden intentar encontrar a la familia, si queda alguien, o una institución que pueda acoger a los huérfanos, pero es una gota en el océano”, dice.
Unicef afirma que ha proporcionado “atención de emergencia a corto plazo a niños en situación de alto riesgo —niños perdidos, huérfanos y separados de sus familias— para garantizar su seguridad inmediata tras un incidente, mientras los trabajadores sociales localizan a familiares que puedan proporcionarles cuidados a largo plazo”.
War Child es una de las pocas organizaciones humanitarias que recibe llamadas de las clínicas de emergencia sobre casos de WCNSF, y sus trabajadores sociales peinan los campamentos de desplazados en busca de niños no acompañados y luego tratan de emparejarlos con personas del campamento que estén dispuestas a cuidar de ellos.
Entre los niños de uno de los centros comunitarios apoyados por War Child se encuentra Radeh, de 13 años, que presenció cómo un francotirador mató a su madre, tras haber perdido antes a su padre en la guerra.
“Esto le provocó síntomas de shock, como retraimiento y ansiedad, además de dolores de cabeza, dolor de estómago, pesadillas y ansiedad”, señala un informe de War Child, que indica que Radeh está recibiendo apoyo de especialistas para “gestionar sus emociones abrumadoras” y que encuentra cierto consuelo en actividades como el dibujo.
“En una situación de conflicto habitual, eso implicaría a los familiares y nosotros proporcionaríamos apoyo de seguimiento y nos aseguraríamos de que se tuviera en cuenta y se evaluara la protección”, dice King. “Eso a menudo no es posible en Gaza, donde los niños no suelen tener familiares vivos, o al menos ninguno que pueda identificarse o localizarse, porque es un caos. La gente está en campos de desplazados y es evacuada constantemente por la fuerza. En el caso de Gaza, es necesario encontrar soluciones alternativas de acogida y existe una base de datos de familias que están dispuestas a acoger a otros niños, a los que luego se podría evaluar, apoyar y supervisar”.
Encontrar esas familias es extremadamente difícil cuando hay tanta escasez de alimentos. Los niños gravemente heridos, a menudo con miembros amputados, tenían por ejemplo pocas posibilidades de realizar el viaje hacia el sur de acuerdo con las sucesivas órdenes de evacuación israelíes emitidas a los aproximadamente un millón de residentes de la Ciudad de Gaza.
Encontrar un coche que transporte a un niño herido podía costar cientos de dólares, a menudo en efectivo, por lo que había que pagar una prima de alrededor del 40%, muy por encima de las posibilidades de la mayoría de las familias de Gaza. El Ministro de Defensa israelí, Israel Katz, calificó a quienes permanecieron en Ciudad de Gaza como “terroristas o simpatizantes del terrorismo”, lo que implica que eran considerados objetivos militares legítimos.
Los niños, y especialmente los varones, se agrupan cada vez más para sobrevivir, buscando en los montones de basura cualquier cosa que puedan comer o vender, o utilizando su fuerza numérica para agruparse en los puntos de distribución de alimentos, una táctica extremadamente arriesgada que refleja su absoluta desesperación. La entrada de ayuda humanitaria a raíz del acuerdo de alto el fuego pretende aliviar esa situación.
“Hay muchos niños en la calle durante el día, pero es difícil saber si aún tienen familia”, dice Granger, señalando que las consecuencias del trauma infantil y la destrucción de las familias están empezando a hacerse evidentes. “Lo que vemos es que el comportamiento de estos niños es anormalmente agresivo. Así que a veces te encuentras con un niño de seis u ocho años gritándole a nuestro coche como si fuera un hombre enfadado de 40 años”.
El daño mental infligido a esta generación de niños en Gaza es incalculable, incluso para aquellos que aún tienen familia.
Antes de resultar herido, Ahmad Abu Hilal, de 12 años, complementaba los escasos ingresos de su familia vendiendo café en el extenso campamento de al-Mawasi, en la costa sur de Gaza. “Tenía grandes ambiciones”, recuerda su madre, Sabreen Abu Hilal. “Soñaba con hacerse rico, comprarme un Jeep y convertirse en un gran médico capaz de tratar a los heridos. También le encantaba el fútbol y soñaba con convertirse en un jugador talentoso. Siempre trabajaba duro para hacer realidad sus sueños”.
Todas esas aspiraciones se vieron truncadas por un proyectil israelí lanzado contra una multitud en la cercana Jan Younis, donde Ahmad había ido a visitar a su tía. La metralla le arrancó la parte posterior de uno de los muslos. Ahmad sigue dependiendo de analgésicos y necesita que le limpien la herida con regularidad.
“Los médicos dicen que su lesión es muy grave y que tardará mucho tiempo en recuperarse”, explica su madre. “Mi mayor temor es que nunca vuelva a caminar o que la herida no se cure”.
La confusión y la angustia que acompañan a una lesión grave son exponencialmente mayores para los niños que carecen de una red de apoyo familiar.
“Imagínese el impacto que tiene en la salud mental de un niño que, cada vez que intenta volver a caminar o ponerse de pie, lo cual es un reflejo, recuerda el momento en que perdió las piernas y a los miembros de su familia”, dice Granger. “Y esto es para el resto de su vida, sabiendo que, física y mentalmente, los requisitos previos para superar el trauma son imposibles para las personas que viven aquí. No hay ningún lugar seguro en Gaza”.
Los niños de Gaza se enfrentarán a daños genéticos «en las próximas generaciones» a causa del genocidio de Israel
Daños duraderos a la salud de los niños, y a las generaciones futuras
El arroz es el único alimento nutritivo que Mohamed Aldreini puede permitirse para alimentar a su hija Rewan, de 22 meses.
La pequeña palestina nunca ha podido probar la leche de su madre desde que nació en noviembre de 2023, un mes después de que comenzara el genocidio israelí en Gaza.
La madre de Rewan, que ahora cuida de cuatro hijos, lucha contra la depresión.
Su cuerpo dejó de producir leche tras los repetidos traumas causados por el asedio israelí y los incesantes bombardeos.
La familia se vio obligada a huir de su hogar en Beit Lahia, en el norte de la Franja de Gaza, primero a la ciudad de Gaza y luego a Jan Yunis.
«Estos acontecimientos llevaron a que a la madre de Rewan le diagnosticaran trastorno de estrés postraumático», explicó Aldreini a Middle East Eye, mientras su esposa hervía una pequeña olla de arroz para preparar un arroz con leche sin leche para su hija.
Rewan no puede caminar, apenas habla, sufre de un sistema inmunológico débil, problemas cardíacos y desnutrición grave.
Sigue perdiendo peso y ahora solo pesa 7 kg. Su salud se está deteriorando bajo lo que su padre denomina «hambruna provocada» impuesta por Israel en la Franja de Gaza.
Aldreini cree que Rewan podría sobrevivir al hambre «si recibiera una mejor nutrición y la guerra terminara».
Pero los investigadores genéticos advierten que, aunque sobreviva, es probable que Rewan sufra problemas de salud a largo plazo, y no sólo ella, sino también sus futuros hijos.
Durante las últimas dos décadas, las investigaciones sobre hambrunas y traumas históricos —desde el Holocausto hasta la Gran Hambruna en China y el genocidio de Ruanda— han demostrado que ese sufrimiento deja huellas genéticas duraderas.
Aunque el hambre, el estrés y el trauma no mutan el ADN, sí lo marcan con cambios químicos que afectan a la expresión de los genes, sin alterar la secuencia subyacente.
Este proceso se conoce como epigenética, y consiste en la transmisión del peso de la guerra de generación en generación.
Durante la ocupación nazi, entre 1944 y 1945, se cortó el suministro de alimentos a la parte occidental de los Países Bajos, lo que provocó una hambruna generalizada.
Décadas más tarde, los investigadores descubrieron que los hijos de las mujeres embarazadas expuestas a la hambruna corrían un mayor riesgo de sufrir graves problemas de salud en el futuro.
«Los estudios demuestran que las hormonas del estrés de las madres afectan al cuerpo y al cerebro de los bebés», afirma la profesora Tessa Roseboom, bióloga de la Universidad de Ámsterdam que dirigió la investigación sobre el impacto genético de la hambruna holandesa.
«También hemos estudiado cómo la situación de los padres que viven en condiciones inseguras, estresantes y de malnutrición afecta a sus bebés», añadió Roseboom.
En 2015 un destacado estudio dirigido por Rachel Yehuda se centró en 32 supervivientes del Holocausto y sus hijos, y encontró pruebas de la herencia epigenética del estrés.
«Los cambios genéticos en los niños sólo pueden atribuirse a la exposición de sus padres al Holocausto», explicó Yehuda.
Debido al bloqueo israelí en curso, aún no se ha realizado ninguna investigación directa sobre la presencia de marcadores epigenéticos en Gaza.
Sin embargo, los científicos ya están estableciendo paralelismos con casos de los Países Bajos, China y entre los supervivientes judíos del Holocausto.
«En Gaza, las condiciones actuales son tan perjudiciales que pueden causar daños duraderos a la salud de los niños, y a las generaciones futuras, incluso si la paz llega pronto», declaró Roseboom.
El Dr. Leon Mutesa, investigador destacado de la Universidad de Ruanda, cuyo trabajo se centra en el legado epigenético del genocidio de 1994, comparte una perspectiva similar.
«Hoy en Gaza ya vemos los síntomas: miedo, estrés y niveles altos de colesterol, todos ellos indicadores tempranos de cambios epigenéticos inminentes, similares a los que observamos en Ruanda», explicó Mutesa.
La investigación en Ruanda comenzó después de que se observara que los niños nacidos durante el genocidio cargaban con el peso del trauma de sus madres, explicó Mutesa.
Esto se manifestaba en forma de depresión, ansiedad, trastorno bipolar, alucinaciones y otros trastornos psiquiátricos.
«En zonas de guerra como Gaza, el impacto se duplica. Las capas adicionales de sufrimiento, hambre, desplazamiento y violencia continua agravan el trauma colectivo. Estas condiciones dejan marcas epigenéticas negativas aún más profundas», añadió.
Según estimaciones de los responsables de la sanidad palestina, las fuerzas israelíes han matado al menos a 20.000 niños desde que comenzó la guerra en Gaza hace dos años.
Unicef afirma que, según los informes, más de 50.000 niños han muerto o resultado heridos.
Sólo en agosto se identificó a 12.800 niños con desnutrición aguda, en una hambruna que la ONU ha confirmado «de manera irrefutable».
«Creo que los habitantes de Gaza sufrirán secuelas catastróficas, quizás incluso más graves que las que observamos en estudios de casos de atrocidades anteriores», afirmó el profesor Hassan Khatib, experto en epigenética de la Universidad de Wisconsin-Madison.
«No hay duda de que al pueblo de Gaza le espera un desastre genético, especialmente a las mujeres embarazadas y a los adolescentes varones durante la pubertad, una etapa crítica en la que se forma el esperma», advirtió.
Khatib señaló que estudios recientes con ovejas han demostrado que la dieta del padre puede afectar a rasgos como el crecimiento muscular y el riesgo de enfermedades, con efectos que se transmiten a dos generaciones.
«Lo que está sucediendo dará lugar a un desastre futuro que veremos en las generaciones que crecen en Gaza, porque la Franja está siendo testigo de muchos factores complejos que ejercen una presión negativa sobre la población», añadió Khatib.
Tras revisar el caso de Rewan y el historial médico de su familia, los especialistas concluyeron que se enfrenta a un riesgo significativamente mayor de sufrir complicaciones graves de salud debido a los efectos epigenéticos, lo que coincide con los resultados de estudios anteriores.
«Está claro que esta niña no está recibiendo los nutrientes esenciales que necesita para su desarrollo», afirma Roseboom.
«Es probable que eso afecte a su metabolismo y la haga vulnerable a la diabetes o a enfermedades cardíacas».
El Dr. Mutesa está de acuerdo. «Los genes de Rewan están siendo alterados por la guerra y el hambre. Ella y sus futuros hijos sufrirán las consecuencias», advirtió.
Los estudios apuntan a una solución clara para la crisis que se avecina: «Detener la guerra», afirmó Mutesa.
«Observamos que algunos ruandeses expuestos al genocidio comenzaron a mejorar una vez que terminó la violencia y se les proporcionó apoyo», añade.
Las investigaciones también muestran que el estilo de vida y el entorno desempeñan un papel importante en la influencia de los marcadores epigenéticos. En otras palabras, los cambios positivos, las condiciones de vida seguras, el acceso a los alimentos, la atención sanitaria y el apoyo pueden ayudar a reparar algunos de los daños.
«Necesitamos que la comunidad internacional actúe para detener el sufrimiento en Gaza», afirma Roseboom.
«Este conflicto no sólo afecta al presente, sino que está creando consecuencias para toda la vida de niños como Rewan y, potencialmente, para las generaciones venideras».
Aunque el daño ya causado puede ser irreversible para algunos, los científicos coinciden en que aún se puede prevenir mucho si se proporciona el apoyo adecuado.
La seguridad, la atención médica, la nutrición y la estabilidad social son fundamentales para salvar la vida de Rewan y la de innumerables niños como ella en Gaza.
«Aunque veo cómo se deteriora la salud de mis hijos, y aunque mi mujer y yo luchamos contra la diabetes y la hipertensión, sigo atreviéndome a soñar con que este genocidio va a terminar», dijo Aldreini, el padre de Rewan.
«Todo lo que queremos es poder volver a una vida normal, como seres humanos que somos».
Hambrientos y huérfanos
Israel ha ordenado evacuaciones masivas de la ciudad de Gaza, acompañando las órdenes con intensos bombardeos sobre rascacielos que, según afirma, albergan infraestructuras de Hamás. A medida que se intensifican los bombardeos en la ciudad, las IDF intentan empujar a los palestinos hacia la zona sur de al-Mawasi, que ha sido bombardeada repetidamente a pesar de haber sido designada como zona segura.
Médicos Sin Fronteras afirmó que la expansión de la ofensiva ha dejado al sistema sanitario «al borde del colapso», y que la escalada de violencia en la ciudad de Gaza amenaza con el cierre de 11 de los 18 hospitales que funcionan parcialmente en la Franja.
Devastados ya por las enfermedades y la hambruna, cada vez son más los niños que llegan a estos hospitales con heridas horribles y enfermedades graves, pero sin familiares ni seres queridos que los apoyen, según cuentan los médicos.
En mayo, la ONU afirmó que más de 50.000 niños han sido asesinados o resultado heridos desde que Israel iniciara su campaña militar en Gaza en octubre de 2023, desencadenada por la matanza de más de 1.200 israelíes por parte de Hamás el 7 de octubre.
La malnutrición aguda también está afectando gravemente a la población más joven: según la ONU, en julio se detectó desnutrición aguda en casi 12.000 niños menores de cinco años, incluidos más de 2.500 con desnutrición grave. La Organización Mundial de la Salud afirma que es probable que esta cifra esté subestimada.
Un informe de la agencia de estadísticas palestina publicado en abril indicaba que más de 39.000 niños de Gaza habían perdido a uno o ambos padres desde el inicio de la campaña israelí. La agencia concluyó que Gaza está «sufriendo la mayor crisis de huérfanos de la historia moderna».
En una conversación telefónica, el Dr. Hussein relata cómo los niños son trasladados en camilla al quirófano para someterse a operaciones críticas y vitales, ya que sus padres y familiares han desaparecido, están heridos o han fallecido.
El jefe de pediatría del Hospital Nasser, el Dr. Ahmed al-Farra, explica que los niños suelen morir solos en el hospital.
La Sra. Burgos afirma que el tratamiento de los niños que están solos se está convirtiendo en «algo habitual debido a la magnitud de los bombardeos».
«Familias enteras están siendo aniquiladas de una sola vez», añade.
En el hospital Nasser, donde viven muchas personas desplazadas que huyen de los bombardeos israelíes, los pasillos resuenan con el sonido de docenas de niños que no tienen ningún otro lugar adónde ir.
«En cada pasillo, los niños corren hacia ti para pedirte comida y agua», dice la Sra. Burgos. «No sé si están allí con sus familias o solos. Pero están por todas partes».
«Los niños no entienden por qué les apuntan con rifles»
Shatha Nasr y sus cinco hermanos se han visto desplazados varias veces desde que comenzó la devastadora ofensiva israelí contra la Franja de Gaza. Primero, de la localidad de Yabalia al barrio de Al Zeitoun, en el este de Ciudad de Gaza; luego, de Al Zeitoun al puerto de Gaza, que asoma al mar Mediterráneo; y ahora se preparan para marcharse hacia el sur cumpliendo con las órdenes de evacuación que el Ejército de Israel.
Con tan solo 17 años, la joven se hace cargo de sus cuatro hermanas y un hermano desde que su padre fue asesinado hace diez meses. Su muerte fue extremadamente impactante para ellos, sobre todo porque su madre había salido de Gaza en noviembre de 2024 para acompañar a su otra hija, de 9 años, que fue evacuada a Barcelona para recibir tratamiento para el cáncer cerebral que padece. Cada vez que han tenido que desplazarse, han sido bombardeados repetidamente y han tenido grandes dificultades para comunicarse con su madre debido a las malas conexiones con la Franja, cuenta Shatha.
Los cinco hermanos llevan meses viviendo solos y hacinados en una tienda de campaña. “Pasamos días enteros sin comer, sufrimos desnutrición severa”, dice la adolescente con la voz entrecortada. La población de Ciudad de Gaza y su provincia es la que más padece el hambre en toda la Franja, donde el organismo sobre seguridad alimentaria respaldado por la ONU ha declarado oficialmente la hambruna (la primera en todo Oriente Medio). Shatha explica cómo cada desplazamiento aumenta el sufrimiento ante la ausencia de cualquier apoyo o protección: “No tenemos a nadie, solo a dios”.
El 9 de setiembre, el Ejército ordenó a los residentes y desplazados que viven en la mayor urbe de la Franja que se marchen hacia los campamentos del sur, mientras ha intensificado los bombardeos contra los edificios que siguen en pie en Ciudad de Gaza y el avance de las tropas por tierra. El Ejército advirtió a los civiles de que deben marcharse por “su seguridad” y que no permanezcan en las “zonas consideradas peligrosas”, esto es, la totalidad de Ciudad de Gaza, donde reside o se ha reubicado alrededor de un millón de personas.
Para no pasar de nuevo por esa experiencia, el doctor Dawood Al Alwan ha decidido quedarse en Ciudad de Gaza, donde vive con su esposa y sus dos hijas, de 6 y 7 años, en un edificio de apartamentos que sigue en pie.
Su casa de Ciudad de Gaza fue destruida al comienzo de la guerra, hace casi dos años. En total, se han visto desplazados cuatro veces en este periodo. Hace cinco meses, la familia tuvo que mudarse de un lugar a otro de la ciudad debido a los bombardeos y, en ese caso como ahora, fue una decisión que tomó junto a sus vecinos: “El desplazamiento se convirtió en una decisión colectiva con nuestros vecinos y familias. Nos llevamos la comida, la ropa y las mantas que pudimos”.
Al Alwan dice que él y su familia no se irán de nuevo, ya que no soporta la idea de no regresar a su ciudad y a su hogar. Durante la guerra ha perdido a su padre y a muchos amigos y dice sentir “un dolor insoportable”.
Explica que, en los desplazamientos, “los niños son los más afectados, sufrieron trauma psicológico, miedo constante, enfermedades contagiosas como sarna y diarrea, además de desnutrición severa”.
Como médico, denuncia el colapso del sistema sanitario en Gaza: “Los hospitales han sido destruidos, el personal médico se ha trasladado del norte al sur [de la Franja] y la falta de suministros ha causado un aumento de las muertes entre los pacientes con cáncer y enfermedades crónicas, así como un aumento de las tasas de infección entre los heridos”. Además, cita “los ataques directos” contra los trabajadores sanitarios y de emergencias, el bloqueo de la ayuda humanitaria y la escasez de combustible para que los hospitales funcionen.
Ahora, con la ofensiva israelí sobre Ciudad de Gaza, la situación puede deteriorarse aún más. La organización Médicos Sin Fronteras ha alertado de que “la escalada de violencia en Ciudad de Gaza amenaza con cerrar 11 de los 18 hospitales que funcionan parcialmente en la Franja, así como otras instalaciones sanitarias”.
La familia Al Qazzaz se ha marchado esta semana de Ciudad de Gaza, uniéndose a las más de 122.000 personas que se han desplazado de la urbe y el norte de la Franja hacia el sur desde mediados de agosto, según cifras de la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA).
Hani Al Qazzaz, su esposa, su hijo de 6 años y su hija de 3 se han trasladado, una vez más, y han dejado casi todo atrás. El padre explica que fue una decisión muy difícil: “Dejar la casa en la que sanamos temporalmente nuestras heridas anteriores o ir al sur, de donde no sé cuándo podré regresar”. Para muchos, el viaje hacia el sur puede ser sólo de ida, porque temen que no se les permitirá regresar a Ciudad de Gaza o lo que quede de ella después de la conquista israelí.
“Nos dijeron que la orden de evacuación y desplazamiento tenía como objetivo trasladarnos a zonas seguras y humanitarias, pero en realidad estamos bajo fuego y bombardeos constantes; no hay ningún lugar en el que estemos protegidos”, dice Al Qazzaz, que tiene dos hijas mayores que viven fuera de Gaza.
La familia abandonó Ciudad de Gaza por primera vez hace un año y medio debido a los violentos ataques israelíes. “Tuvimos que abandonar nuestra casa después de que la de al lado fuera bombardeada a medianoche. Mi esposa y yo bajamos corriendo las escaleras con nuestros hijos en brazos, vestidos solo con el pijama”, relata. Durante la huida, la metralla le alcanzó un pie y no pudo ir a ningún hospital, sino a casa de una vecina que es enfermera. “Me dio 13 puntos sin anestesia en el pie, mientras nos dirigíamos a la zona de Al Mawasi”, designada como humanitaria por el Ejército.
“Vivimos durante un año y medio en una tienda de campaña en Al Mawasi que no nos protegía del calor en verano ni del frío en invierno”, afirma Al Qazzaz. Después, regresaron a Ciudad de Gaza tras la entrada en vigor del alto el fuego a finales de enero de 2025, que Israel rompió de forma unilateral dos meses después. “No hay ningún lugar seguro ni humanitario en Gaza. El Ejército considera a todo ser humano un enemigo, incluso a un recién nacido”, concluye el hombre, de 50 años.
El padre lamenta el impacto de los desplazamientos y la guerra sobre los más pequeños. “Nuestros hijos lo entienden todo y hacen preguntas que no podemos responder: ‘¿Por qué nos matan?’”. Dice que no desea nada sino una “vida decente” para sus hijos y que puedan salir de Gaza para no morir. “Somos un pueblo que ama la vida como todos y esperamos que nuestros hijos vivan una vida decente, civilizada y pacífica”.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia ha alertado de que “la intensificación de la ofensiva militar en Ciudad de Gaza ha tenido consecuencias devastadoras para más de 450.000 niños y niñas, ya traumatizados y exhaustos tras casi dos años de guerra incesante. Están al borde de la supervivencia mientras el hambre y la violencia mortal se extienden”.
Israel ha matado al 2% de la población infantil de Gaza
El Ejército israelí ha matado de media a un niño palestino cada hora durante los 23 meses que lleva de agresión genocida en Gaza. El número de niños muertos ha superado los 20.000, según denunció Save the Children.
Israel ha exterminado así al menos a alrededor del 2% de la población infantil de Gaza. Y esto solo según los registros de muertes directas, que se multiplican si se tienen en cuenta los fallecidos por enfermedades y heridas provocadas por las fuerzas israelíes.
Al menos 1.009 de los niños muertos eran menores de 1 año y casi la mitad (450) de estos bebés nacieron y murieron durante la ofensiva sionista.
Además, 42.011 niños han resultado heridos y otros 21.000 han quedado permanentemente discapacitados, con graves amputaciones en brazos y piernas. Miles más se encuentran desaparecidos o se presumen enterrados bajo escombros.
La vida de los que han sobrevivido corre un riesgo diario y Save The Children estima que en las próximas semanas la hambruna golpeará aún con mayor dureza. Al menos 132.000 niños menores de cinco años enfrentan al riesgo de muerte por desnutrición aguda. De los 387 palestinos que Israel ha matado por hambre hasta ahora, 138 son menores.
La ONG relató que los padres sufren un dolor insoportable y que no pueden hacer frente a sus sentimientos, a la vez que sobreviven a la desnutrición, el desplazamiento y los bombardeos constantes.
«Lo peor de todo es que lo vimos venir», denunció el director regional de Save the Children para Oriente Medio, África del Norte y Europa del Este, Ahmad Alhendawi. «Ataques sistemáticos contra hogares infantiles, parques infantiles, escuelas y hospitales, hambre por diseño y el mundo no está haciendo nada para detenerlo», criticó.
Alhendawi subrayó que Israel lleva a cabo «una guerra deliberada contra los niños de Gaza y su futuro, una generación robada. Si la comunidad internacional no reacciona, nos enfrentamos al riesgo muy real de la aniquilación total de las futuras comunidades palestinas», alertó.
Además, recordó que se han cometido crímenes de atrocidades, incluidos crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra y que el riesgo plausible de un genocidio debe ser suficiente para desencadenar una acción urgente internacional.
«Todos los Estados tienen la obligación legal de prevenir el delito de genocidio. Todos los estados deben actuar con decisión antes de que sea demasiado tarde», añadió.
Las fuerzas israelíes han dañando el 97% de las escuelas y el 94% de los hospitales y han dejado decenas de miles de niños heridos que tienen más probabilidades de morir por heridas de explosión que los adultos. «Sus cuerpos son más vulnerables al trauma, y a menudo sufren tipos distintos de lesiones que requieren tratamiento especializado adaptado a su fisiología y desarrollo», un tratamiento que Israel también se ha encargado de que no puedan recibir.
Por ello, Save the Children no solo pide «un alto el fuego inmediato y definitivo y de inmediato y sin restricciones» para ofrecer ayuda vital para los niños y las familias en toda Gaza, sino que subraya que «todos los Estados deben detener inmediatamente la transferencia de armas, piezas y municiones utilizadas contra niños y civiles».
Fuentes: El Diario, Voces del Mundo, rebelion.org, elDiario.es, www.naiz.eus, Página/12, El Salto
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