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Unidos Podemos: la responsabilidad de multiplicar

Fuentes: Rebelión

El acuerdo que ha dado lugar a Unidos Podemos es, entre otras cosas, una saludable expresión de realismo. Lo es, porque más allá de la evidencia de que la suma de los resultados del 20D hubiera superado al PSOE, más allá de la razonable suposición de que una candidatura unitaria hubiera competido por la victoria […]

El acuerdo que ha dado lugar a Unidos Podemos es, entre otras cosas, una saludable expresión de realismo. Lo es, porque más allá de la evidencia de que la suma de los resultados del 20D hubiera superado al PSOE, más allá de la razonable suposición de que una candidatura unitaria hubiera competido por la victoria contra el PP, el acuerdo reconoce la realidad de la pluralidad política de la ciudadanía, que de mil maneras, expresa su descontento contra el austericidio y la reducción de las libertades. El reconocimiento de esa realidad plural supone mejorar la calidad política de las alternativas que tienen que construirse para representar a los de abajo y para disputar el poder a los de arriba, ambas cosas hoy van unidas.

El realismo está también presente en el reconocimiento de que esa realidad plural es complementaria y gestionable, lo está en aceptar la evidencia de que IU y podemos son consideradas por la ciudadanía movilizada, por los de abajo, como las principales expresiones políticas que tienen que configurar una alternativa con programa a los gobiernos de los recortes y pérdidas de derechos.

Con frecuencia no es fácil ser realista, y menos en situaciones de conflicto y cambio como en la que nos encontramos. La respuesta social a las agresiones crecientes desde 2008 probablemente ha llegado para quedarse, pero su capacidad para generar un programa, una expresión política y una alternativa es y será forzosamente desigual y contradictoria.

No era realista esperar la formulación de una alternativa transformadora solamente desde la izquierda realmente existente en 2009, IU. La creciente incorporación de nuevos sectores a la lucha social, en términos cuantitativos solo comparables a los de los dos primeros años de la transición, demandaba y exigía más y diferentes respuestas a las de la resistencia de 30 años contra un régimen bipartidista con consenso social.

Podemos fue la respuesta política novedosa, pero solo en la mente de algunos de sus dirigentes la única posible. IU tuvo que plantearse el ajuste de algunas de las cuentas pendientes que la izquierda transformadora arrastra desde la transición, además de superar la permanente tendencia de algunos de sus dirigentes a ser la muleta del PSOE.

Probablemente era inevitable la práctica hegemonista de la dirección de Podemos hasta el 20D, y seguramente la maduración de todos los implicados (IU, Podemos, Confluencias) hasta llegar a un acuerdo requería tiempo y rodaje.

Pero de lo que no hay duda, es que el realismo que subyace en el acuerdo surge de la evidencia de que no hay otra alternativa que un cambio radical de lo existente, eso o aceptar la restauración de un régimen destructor de los derechos sociales y los servicios públicos, cada vez más autoritario y xenófobo.

Probablemente el realismo viene también de la presión de los sectores sociales más movilizados que, desde el éxito de las candidaturas municipales de Unidad Popular, exigen un programa de regeneración democrática, defensa de lo público y rescate ciudadano. Exigen también un instrumento político capaz de formular ese programa con propuestas, lenguajes y prácticas que conecten con los profundos deseos de democracia e igualdad que han crecido entre la gente como reacción al saqueo económico y a la pérdida de derechos que padecemos.

El realismo nos obliga también a exigir al acuerdo lo posible, a aceptar contradicciones y dificultades, a respetar tiempos y espacios diversos. El proceso de formación y de la candidatura en Cantabria (y en otros muchos lugares), es un ejemplo evidente de esas dificultades.

Ahora, y por fin, es el momento de la campaña, y contra todos los tópicos que dicen lo contrario, las campañas cuentan y ésta más. Se trata de conseguir una campaña que sume, que no es lo mismo que una campaña conjunta que debería ser la conclusión final.

Los objetivos de la campaña deben ser los de poner a la mayoría social agredida, a los de abajo, frente a la responsabilidad y a la posibilidad del cambio. La responsabilidad de ser consciente no solo de la necesidad, también de las dificultades y de los problemas de un cambio en profundidad; la posibilidad de conseguirlo mediante la movilización y el empoderamiento de la mayoría.

En torno a esos objetivos deben moverse y confluir las organizaciones que forman y apoyan Unidos Podemos, respetándose y confluyendo, atrayendo a los movimientos y activistas que están pendientes, que quieren sacudirse el desencanto de la campaña anterior.

Esos objetivos se deben plasmar en las propuestas, que existen y que se pueden formular claramente y sin gritar delante de la ciudadanía. Haciendo eso seremos honestos y realistas y haremos crecer la esperanza en el cambio. Multiplicaremos.

Jesús Puente es profesor de instituto

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.