Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez
1. El gigantesco movimiento popular que está sacudiendo a la totalidad del mundo árabe desde sus primeros temblores iniciados en Túnez el 17 de diciembre de 2010 vino determinado por una larga y profunda acumulación de elementos explosivos: la falta de crecimiento económico, la inmensa tasa de desempleo (la media más alta de todas las regiones del mundo), la corrupción endémica generalizada, las descomunales desigualdades sociales, los gobiernos despóticos carentes de legitimidad democrática, el trato de súbditos serviles que recibían los ciudadanos, etc. La gran masa de gente que emprendió la acción por toda la región árabe es una amalgama que comprende un amplio abanico de capas y categorías sociales que se han visto afectadas en diverso grado por algunos factores del complejo de elementos determinantes. Sin embargo, la mayoría comparte una aspiración común a la democracia, relativa sobre todo a las libertades políticas, la celebración de elecciones libres y limpias y la redacción de una constitución democrática. Estos son los denominadores comunes que aglutinan a las masas implicadas en el levantamiento en todos los países árabes en los que se manifestó con vigor. (El hecho de que el único país donde esas mismas condiciones no alcanzan el grado máximo tenga todavía que hacer frente a un levantamiento masivo, el reino saudí, atestigua la intensidad del dominio y la opresión que se vive allí.)
2. Algunos de los rasgos más imponentes del levantamiento en curso guardan relación directa con la revolución global de la información. La velocidad a la que se propagó la agitación por toda la región se ha atribuido con razón, sobre todo, a la televisión por satélite: un nuevo factor que ha imprimido a la unidad lingüística de la región un efecto mucho más poderoso, con lo que ha conferido más sustancia y un aire renovado al viejo concepto de «Revolución Árabe». Al trascender las fronteras de los estados e ignorar la censura estatal, esta nueva tecnología de la comunicación ha permitido que la población de la totalidad de la región árabo-hablante sigua el desarrollo de los acontecimientos en tiempo real, mientras se estaban desarrollando; en un principio, en Túnez y, luego, a mucha mayor escala y con un impacto mucho más sobrecogedor, en Egipto para, finalmente, abarcar a toda la región. La fuerza del ejemplo tunecino quedó magnificada por la nueva posibilidad de que millones de personas contemplaran el levantamiento mientras se desplegaba. La población de toda la región también participó «virtualmente» en el levantamiento egipcio; todos estaban en la plaza Tahir de El Cairo mediante las cámaras y los periodistas de los canales de televisión por satélite, tomando parte de las alegrías y las angustias de una gigantesca masa de gente reunida en el epicentro de la revolución egipcia. En los casos en que la represión impidió que las cámaras de televisión estuvieran presentes en las protestas, como en el caso de Siria, fueron sustituidas por infinidad de activistas que utilizaron los teléfonos móviles y Youtube para proyectar imágenes de la lucha y la represión en la esfera virtual mundial, desde la que a continuación se retransmitieron con rapidez por los satélites de televisión y se trasladaron al público en general.
3. La televisión por satélite y la comunicación global a través de Internet han permitido a los pueblos de la región árabe acceder y exponerse mucho más al crisol cultural mundial, además de a las realidades globales y sus narraciones. Para toda una nueva generación, la primera que se ha educado en esta era de la revolución de la información, la experiencia ha sido reveladora en extremo. La amplia brecha existente entre, por una parte, las aspiraciones y envidias creadas por esta ciudadanía virtual de la «aldea global» de cuento hecho realidad y, por otra, la amarga y repulsiva subordinación real a sociedades sin futuro aposentadas cómodamente en rasgos culturales medievales fue un factor determinante tremendamente poderoso para introducir en la acción a toda una capa social de jóvenes pertenecientes a un amplio espectro social, que abarca desde los sectores más pobres pero cultos hasta las clases medias-altas. Una vez más, en la historia del mundo, los jóvenes cultos (antiguos y actuales estudiantes) se colocan en la primera línea de la protesta social y política. Esta nueva capa de activismo utilizó de forma intensiva nuevas tecnologías de comunicación, en especial las «redes sociales». Facebook, en particular, les permitió conectarse con una facilidad y a una velocidad inimaginable tan solo hace una década.
4. Sin embargo, hay una paradoja extremadamente asombrosa que caracteriza a la «primavera árabe». Mientras que ha venido determinada en buena medida por la revolución cultural descrita más arriba, está eliminando de igual modo las compuertas que han venido conteniendo la expresión y la acción de fuerzas fundamentalistas religiosas: las fuerzas que han representado a las corrientes de oposición organizada abrumadoramente dominantes y a los principales vehículos disponibles para la expresión de la protesta en toda la zona durante las últimas tres décadas. De ahí que el paradójico resultado de un movimiento de emancipación mastodóntico diera paso a que las fuerzas de la represión social y cultural cosecharan la victoria electoral (la experiencia nos dirá muy pronto si será también represión política). Esta paradoja no es más que el resultado natural del hecho de las tapaderas de la olla a presión impuestas por los gobiernos despóticos y corruptos existentes en el mundo árabe han creado un entorno particularmente apropiado para que prospere esta forma de oposición y reducción cultural. La mayoría de los gobiernos de la región han utilizado extensamente la religión y las fuerzas religiosas para sofocar los residuos de las viejas izquierdas nacionalistas y comunistas, así como para impedir el ascenso de nuevas fuerzas de izquierda de la etapa posterior a 1967. En una época en la que las fuerzas políticas progresistas han perdido poco a poco sus fuentes de apoyo y financiación estatales, las fuerzas religiosas fundamentalistas estaban siendo financiadas y mantenidas en toda la región por tres Estados de la zona ricos en petróleo, que rivalizaban por entregarles dinero: el reino saudí, la República Islámica de Irán y el emirato de Qatar.
5. Para que cambie este paradójico estado de la cuestión será necesario que el mundo árabe atraviese una nueva experiencia histórica, durante la cual se deben desarrollar dos procesos simultáneos. Por una parte, las poblaciones de la zona tendrán que dar a las fuerzas religiosas una oportunidad de ejercer el poder y, por tanto, apreciar sus evidentes limitaciones, sobre todo el hecho de que carecen de toda respuesta programática a los profundos problemas sociales y económicos subyacentes al levantamiento árabe en su conjunto. Por otra, las nuevas fuerzas de emancipación social, política y cultural que han surgido poderosamente durante el levantamiento (después de asumir el liderazgo, encenderlo y dirigirlo) tendrán que forjar redes organizativas de lucha política capaces de constituir una alternativa verosímil a la actual reacción religiosa. Para ello, tendrán que ser lo bastante audaces para combatir el oscurantismo cultural de las fuerzas religiosas fundamentalistas, en lugar de acomodarse a ellas en la fútil creencia de que, así, podrían conseguir ganarse a sus partidarios.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/