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Ventana a la derrota palestina

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

«Es la Declaración Balfour palestina», señaló el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Susurró el comentario al oído de un miembro del Likud en el Knesset, sin darse cuenta de que había cerca un micrófono de un canal de televisión israelí que capturó la declaración en video y audio. La declaración de Netanyahu se refiere a la apuesta que ha hecho al reclamar a la Autoridad Palestina (AP) que reconozca a Israel como Estado judío. Está pidiendo que los palestinos reconozcan a Israel como judío a cambio de una congelación temporal de dos meses de los asentamientos en Cisjordania.

Como dijo el vice primer ministro Silvan Shalom, el reconocimiento de cualquier parte palestina del carácter judío de Israel supone la aceptación por esa parte de todos los pasos, medidas y posiciones que impongan la identidad judía en esta entidad. Estas declaraciones de funcionarios israelíes revelan que la aceptación palestina del carácter judío del Estado de Israel conlleva consecuencias catastróficas para el pueblo palestino y su causa. Garantizar el carácter judío de Israel requiere mantener una mayoría demográfica judía en Israel, lo que significa abandonar el derecho al retorno de los refugiados palestinos, y abre la puerta al traslado [transfer] de los palestinos que permanecen en Israel.

A partir de aquí, la noción de intercambio de ciudadanos, con la que el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, está muy entusiasmado, se convierte en una posibilidad. La idea es incorporar el triángulo en que viven la mayoría de los palestinos de 1948 en la entidad palestina, y a cambio, grupos de asentamientos judíos en Cisjordania pasarían a esta bajo control israelí. La propuesta de Lieberman se está convirtiendo apresuradamente en un punto central del consenso sionista.

La aceptación palestina del carácter judío de Israel implica estar de acuerdo con, o por lo menos rendirse a, las leyes aprobadas por el Knesset en el pasado, presente y futuro que garanticen la judaización de los territorios palestinos. Admitir el carácter judío del Estado es aceptar leyes racistas, entre ellas, la «Ley del Retorno», por la que se otorga a cualquier judío, en cualquier parte del mundo, el derecho a emigrar a la tierra de Palestina y se le concede de inmediato la ciudadanía en el «Estado de Israel».

El reconocimiento también implica una aprobación tácita de la ley de ciudadanía que niega a los palestinos de 1948 el derecho a reunirse con sus familias si, por ejemplo, uno de los dos miembros de un matrimonio vive en Cisjordania o en la Franja de Gaza. Lo que se aplica a las leyes del retorno y la ciudadanía es similar a lo relativo a la Ley de Lealtad aprobada por el gabinete israelí recientemente, y que obliga a los no judíos a declarar su lealtad a Israel «como Estado judío y democrático».

E indudablemente, el reconocimiento palestino de la identidad judía de Israel abrirá la puerta a nuevas legislaciones discriminatorias, como las anunciadas por el líder de Shas y ministro del Interior, el rabino Eli Yishai, que tiene la intención de aprobar una ley que niegue la ciudadanía israelí a cualquier persona acusada de cometer un delito relacionado con la seguridad. Yishai considera la participación del árabe-israelí y miembro de la Knesset, Hanin Al-Zubi, en la Flotilla de la Libertad un «crimen» que justifica la revocación de su ciudadanía.

Es evidente que admitir la identidad judía de Israel daría legitimidad a leyes y reglamentos que constriñen la vida de los palestinos de 1948, la más destacada de las cuales es la ley que les impide la compra de tierras dentro de «la órbita de la tierra de Israel», que son los territorios capturados por las milicias sionistas en la víspera, durante y después de la Guerra de 1948. Israel quiere también que los palestinos acepten como buenas las bases jurídicas que garantizan la miseria de los palestinos de 1948. El Parlamento israelí ha emitido muchas leyes que prohíben a esos palestinos privilegios económicos, tales como ayudas por hijos y becas universitarias, bajo el pretexto de que no sirven en el ejército israelí.

Para la élite gobernante de Israel, la concesión palestina al carácter judío del Estado denota, más que nada, borrar la memoria colectiva palestina en todos los sentidos. Ténganse en cuenta, en este sentido, las declaraciones del ministro israelí de Educación Gideon Saar. En entrevista con la televisión israelí, Saar declaró que se deben volver a redactar los programas escolares palestinos para hacerlos compatibles con el reconocimiento palestino del carácter judío de Israel, incluyendo los libros de texto de Geografía, Historia y de Educación religiosa. Las ciudades palestinas deberían ser referidas por su nombre en hebreo, como Bersheba, Tsefat y Askalan.

Al mismo tiempo, las clases de Historia ya no deberían enseñar a los estudiantes la historia de la lucha palestina, ya que reconocer el carácter judío del Estado significaría que los palestinos pasaran a ser un pueblo que vive en Israel. En Educación religiosa, que Saar quiere reformar profundamente, el reconocimiento de la identidad judía de Israel significaría prohibir la enseñanza de versículos coránicos que no son del agrado de los judíos.

Además, Saar cree que la concesión obligaría a las autoridades palestinas a controlar estrictamente los lugares de culto palestinos y los medios para evitar lo que describió como «instigación» contra Israel. Esto lo dice alguien que visitó frecuentemente al rabino Mordechai Eliyahu, un fanático líder religioso, antes de su muerte. Eliyahu había ordenado que «todos los palestinos deben ser aniquilados; hombres, mujeres, niños, e incluso sus animales».

Asimismo, el Ministerio de Saar paga doscientos mil dólares anuales a una pequeña escuela dirigida por el rabino Yizhak Shapiro, que ha publicado hace poco el libro La Torá del rey en la que detalla la «jurisprudencia» que sanciona el asesinato de bebés y niños palestinos. Un informe de una investigación publicado en el diario Haaretz revelaba que la Administración del presidente estadounidense Barack Obama financia también la escuela de Shapiro mediante la concesión de ventajas fiscales a los judíos estadounidenses que hagan donaciones a la misma.

En este contexto, la posición de algunos funcionarios palestinos resulta desconcertante. Haaretz citó a Yaser Abed Rabbo, miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, diciendo que la AP está dispuesta a reconocer a Israel como Estado judío tras la creación de un Estado palestino. Abed Rabbo se apresuró a negar la cita, pero su declaración no sorprende a los observadores, ya que él negoció los Acuerdos de Ginebra con políticos israelíes bajo cuya rúbrica se abandonó el derecho al retorno de los refugiados palestinos.

Nunca en la Historia un país ha exigido a otro país o entidad que reconozca su identidad religiosa. Al hacer esta exigencia, las intenciones de Israel se revelan nítidamente: el reconocimiento palestino del carácter judío de Israel presagiaría la disolución de la causa nacional palestina.

Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/print/2010/1022/re62.htm