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Verdad y valentía a la metira y felonía durante la invasión mercenaria de Girón

Fuentes: Rebelión

Aquel episodio, la primera derrota del imperialismo en América y de sus secuaces mercenarios, debe ser perenne lección histórica y elemento esencial para interpretar hechos similares pasados o por ocurrir en el futuro A cincuenta y dos años de ocurridos los acontecimientos de la invasión a Cuba por tropas mercenarias organizadas, financiadas, equipadas y estrechamente […]

Aquel episodio, la primera derrota del imperialismo en América y de sus secuaces mercenarios, debe ser perenne lección histórica y elemento esencial para interpretar hechos similares pasados o por ocurrir en el futuro

A cincuenta y dos años de ocurridos los acontecimientos de la invasión a Cuba por tropas mercenarias organizadas, financiadas, equipadas y estrechamente acompañadas, dirigidas y supervisadas por el más alto mando de las Fuerzas Armadas y la CÍA, con aprobación previa del presidente de los Estados Unidos, Kennedy, muchos elementos de análisis pueden exponerse.

En primer lugar, debe señalarse que, salvo el resultado desastroso para los invasores en Girón, este acontecimiento había tenido muchos precedentes antes en varias partes del mundo, como tuvieron lugar numerosos hechos similares posteriormente hasta nuestros días, todos presididos por la mentira y felonía.

En Cuba, la mentira y la felonía ligadas a la invasión mercenaria se pusieron en evidencia en muchas fechas previas, durante y posteriores a la invasión, y en escenarios diversos en que participaron todos los integrantes del gobierno norteamericano, incluyendo a su presidente.

Desde antes y desde entonces siempre ha sido así. Se han regado por el mundo las mayores falsedades y mentiras contra Cuba; pocas las han reconocido, incluyendo planes de asesinatos; y la mayoría quedan secuestradas en los archivos clasificados de seguridad nacional de Estados Unidos.

En la madrugada del 15 de abril en el horizonte oscuro del mar, justo frente a la ciudad de Baracoa, la ciudad primada y más oriental del país, se podía contemplar otra ciudad flotante iluminada, integrada vaya Ud. a saber por una flota de cuántos navíos, que parecían desafiar y acechar a la ciudad que se pertrechaba en su oscuridad. Y para darle mayor dramatismo a la escena, aviones desconocidos sobrevolaban a oscuras los cielos de la ciudad. Aquella flota amenazante se mantenía allá, a lo lejos, amagando o esperando la orden de desembarco y ataque. La estrategia era la misma: engañar, distraer fuerzas, calcular opciones de agresiones dentro de un plan general preestablecido.

Ya en la mañana se escuchó a través de la radio la noticia sobre la agresión real. Al amanecer, se habían producido bombardeos por aviones enemigos procedentes del extranjero de los aeropuertos de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños en La Habana y Antonio Maceo en Santiago de Cuba, con víctimas mortales y heridos. ¡Vaya alevosía criminal la de atacar sorpresivamente, en el amanecer, a aeropuertos en plenas funciones!

La noticia propalada por los medios de prensa de todo el mundo fue rica en matices de falsedades. Informaron que fueron aviones tripulados por pilotos desertores de las fuerzas aéreas revolucionarias los que habían producido tales ataques. El «ilustre» representante de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Adlai Stevenson, enseñando la foto de uno de los aviones que había aterrizado en Cayo Hueso, territorio norteamericano, ofrecía los detalles de las supuestas deserciones de los pilotos y mostraba la insignia cubana inscripta en el fuselaje de dicho avión. ¡De qué clase de impudicia son capaces!

Fue necesario esperar, esta vez pocos días, para que la colosal mentira – en realidad todas las mentiras grandes y pequeñas- se derrumbara a pesar del escarceo mediático que inundaba el mundo. Habían planificado la destrucción de la flota aérea revolucionaria con aviones y pilotos procedentes de Puerto Cabezas, Nicaragua; y tuvieron la felonía de pintarlos con las insignias de la aviación cubana como enmascaramiento de guerra. El bombardeo a los aeropuertos era la primera escaramuza de la agresión principal que se planificó para ser llevada a cabo por Bahía de Cochinos.

Tuvo que esperarse que se consumara la aplastante derrota de Girón para que el propio presidente Kennedy confesara la participación de los Estados Unidos en la invasión mercenaria, asumiera la responsabilidad y padrinazgo de la aventura fallida, reconociera con pesar que toda la falsedad de la propaganda que el mundo había conocido a través de la prensa durante aquellos días, había sido un invento calculado como parte de la operación encubierta de la invasión prohijada por su gobierno. Sin embargo, no se conformó con ello, y dio inicio a un nuevo plan de destrucción de la Revolución Cubana, mucho más peligroso.

No obstante la falta de principios de los invasores y sus apadrinadores, en que la felonía y la mentira eran compañeras de sus ideas y acciones, brilló tan alto como las palmas y las estrellas la verdad y valentía de Cuba.

En primer lugar primó la denuncia por Fidel de que el ataque a los aeropuertos era el preludio de la invasión mercenaria. Y de ahí, como forma de preparación para la defensa con claridad ideológica proclamó el carácter socialista de la Revolución de los pobres, con los pobres y para los pobres.

Y durante los combates de los días 17, 18 y 19 de abril, los partes de guerra reflejaban la verdad en el terreno de combates en que se derrochaba decisión y valentía, y en las Naciones Unidas se exponían por Raúl Roa todas las verdades sobre la operación macabra mientras los representantes de los Estados Unidos inventaban y propalaban las más colosales mentiras, acompañados por la jauría de la gran prensa.

Aquel episodio bélico contra Cuba, le costó al país cerca de dos centenares de vidas y cientos de heridos, y daños materiales considerables. Los prisioneros que participaron en aquella invasión traicionera, más de un millar, y salidos también desde Puerto Cabezas, fueron respetados en su integridad física y dignidad humana, fueron juzgados y se les escucharon sus mea culpas inconsistentes y fueron devueltos en 1962 a su país de origen, los Estados Unidos, como chatarra moral de un ejército mercenario que había sido bautizado como brigada 2506, previo pago de una indemnización al pueblo cubano por parte del gobierno de de aquel país.

Aquel episodio, la primera derrota del imperialismo en América y de sus secuaces mercenarios, debe ser perenne lección histórica y elemento esencial para interpretar hechos similares pasados o por ocurrir en el futuro. Ojalá que la potencia del Norte, que ya lo hizo después de Girón en otras tierras, jamás repita en los tiempos futuros la invasión de tierras de Nuestra América. Y un ojalá mayor para que no la repita en otras tierras del mundo.

¡Honor y gloria y gloria al pueblo que hizo posible, a costa de vidas y sangre, la victoria de Playa Girón, en menos de setenta y dos horas!