En los últimos meses se ha asistido al deterioro de la, ya de por sí crítica, situación en los Territorios Palestinos. Los datos de Naciones Unidas muestran un panorama sombrío: Durante los meses de Octubre y Noviembre 103 palestinos y 17 israelíes murieron víctimas de la violencia, mientras que 11.299 palestinos y 182 israelíes resultaron […]
En los últimos meses se ha asistido al deterioro de la, ya de por sí crítica, situación en los Territorios Palestinos. Los datos de Naciones Unidas muestran un panorama sombrío: Durante los meses de Octubre y Noviembre 103 palestinos y 17 israelíes murieron víctimas de la violencia, mientras que 11.299 palestinos y 182 israelíes resultaron heridos. [i] Es patente el malestar de la población palestina sometida a la ocupación israelí, la escalada de los ataques que cometen impunes los colonos y el bloqueo del diálogo político para favorecer el mantenimiento del status quo actual. La visibilización que los medios de comunicación le han dado a sus enfrentamientos con soldados y colonos israelíes ha dejado abundantes imágenes de violencia y sufrimiento, que son proyectados a nuestras sociedades como algo novedoso y que parece apuntar al estallido de la tercera Intifada, [ii] esa imagen recurrente que cada cierto tiempo aparece en la prensa con tintes apocalípticos.
Sin embargo, esta situación no tiene mucho de novedoso. Aquellos que viven o conocen de cerca Jerusalén han asistido al aumento de la tensión en la ciudad, no solamente desde el ataque a Gaza en el verano de 2014, sino con anterioridad, debida a la presión constante contra la población palestina. La población de Gaza sigue sufriendo un castigo colectivo en forma de permanente bloqueo a la que se suma el reiterado uso de una violencia desproporcionada contra ella por parte de las fuerzas armadas israelíes. Los que han visitado Cisjordania en los últimos años han podido presenciar cada día el aumento de la frustración de la gente por la herencia de los Acuerdos de Oslo, que ha facilitado la extensión de la colonización en forma de más asentamientos y nuevas expropiaciones, y han sido también testigos de múltiples actos de resistencia, unos más modestos, otros más grandilocuentes, contra la ocupación que hace miserable la vida de cada familia. Y si se ha tenido la suerte de hablar con jóvenes palestinos que viven en el territorio de Israel, no cabe la menor duda de la discriminación que sufren y su disposición para cambiar esa situación de ciudadanía de segunda.
Esta realidad se sigue construyendo sobre los cimientos de un proceso llamado de paz que no ha sido capaz de mejorar las condiciones de vida de la población palestina ni de acabar con la ocupación israelí. Un proceso que no consiguió encontrar puntos de acuerdo sobre el retorno de los refugiados, la gestión de las fronteras, la cuestión de Jerusalén o los asentamientos construidos en los territorios ocupados. Y así podemos afirmar que ha fracasado porque el conflicto sigue vigente, no se ha detenido la violencia y, en la actualidad, ninguna de las partes en conflicto parece tener intención de respetar los Acuerdos de Oslo.
Una de ellas, la israelí, por su incapacidad o falta de voluntad para presentar alternativas que ofrezcan nuevas opciones que ayuden a acercar posturas en los temas claves del conflicto. También por su apuesta por el desarrollo de una política de hechos consumados que actúa en contra del espíritu de Oslo, como el mantenimiento de la anexión de Jerusalén Este o extensión de las colonias en Cisjordania. Tal es la situación que el actual primer ministro israelí se manifestó abiertamente en contra de la creación de un Estado palestino en la campaña electoral de 2015, [iii] y las voces contrarias al mantenimiento de la ocupación son muy marginales, dado que ni siquiera el partido laborista acepta las fronteras de 1967 ni la retirada de las colonias. [iv]
Mientras tanto, la otra parte, la palestina, se debate entre una Autoridad Nacional Palestina inmóvil, dependiente del exterior y también de la propia Israel para su supervivencia, atrapada en un proceso cuyos dividendos solamente se han repartido entre una élite y sus clientes políticos, y una población cansada de que les hablen de paz mientras su vida se deteriora paulatinamente. [v] Un deterioro que se plasma en la creciente división del territorio, separado en 167 enclaves espaciales diferentes del que Gaza es el ejemplo más notorio, impidiendo la continuidad territorial; en el aumento del número de colonos en los territorios ocupados cuyo número se ha doblado durante los 20 años del proceso llegando casi a los 600.000 y la expropiación de tierras palestinas para la extensión de las colonias; en las continuas y variadas restricciones a la libertad de movimientos que sufren los palestinos, materializadas en más de 500 controles y obstáculos a su circulación, y en la notoria dependencia económica del exterior ligada a las ayudas de la comunidad internacional y al control que ejerce Israel sobre las finanzas y la recaudación fiscal palestina.
Este deterioro en sus condiciones de vida se ha traducido en una creciente frustración en la sociedad palestina que mira con desconfianza hacia todo lo que suene a «proceso de paz» y exige, especialmente desde sus sectores más jóvenes, un cambio de actitud a sus líderes políticos para que se impliquen más activamente en la lucha contra la ocupación. Ante el mantenimiento del status quo, la desesperación se ha acentuado y la violencia se ha convertido en una opción recurrente. Así, este descontento se materializa físicamente en las áreas de los Territorios Palestinos que no están controladas por la Autoridad Nacional, como en los campos de refugiados, Jerusalén o las zonas de Cisjordania bajo control militar israelí, donde se producen la mayoría de los enfrentamientos. [vi]
Dada esta situación, no parece posible edificar ningún futuro sobre las bases del proceso que nació en Oslo y cuyo desarrollo no ha terminado con la ocupación. Cualquier futuro que pretenda frenar la violencia en la región, tanto directa como estructural, deberá construirse a partir de un nuevo entendimiento entre la sociedad israelí y la sociedad palestina que sea capaz de transformar el conflicto y generar otras relaciones que favorezcan el desarrollo de una paz positiva y el fin de la colonización.
Notas
[i] OCHA (2015) Humanitarian Bulletin occupied Palestinian Territory, November.
[ii] BEAUMONT, Peter (2015) «Is a third Palestinian intifada on the way – or has it already begun?», The Guardian, 8 de octubre. http://www.theguardian.com/
[iii] RAVID, Barak (2015) «Netanyahu: If I´m elected, there will be no Palestinian State», Haaretz, 16 de Marzo. http://www.haaretz.com/news/
[iv] Middle East Monitor (2015) Israeli elections 2015: People and parties, https://www.middleeastmonitor.
[v] Las encuestas de otoño de 2015 del Palestinian Cener for Policy and Survey Research y del Jerusalem Media and Communication Centre muestran que la mayoría de la población ya no apoya una solución al conflicto basada en dos estados y que existe un mayor apoyo a la resistencia, tanto armada como no armada, contra la ocupación.
[vi] WHITE, Ben (2015) «A new intifada? You´re asking the wrong question», Middle East Monitor, 6 de octubre, https://www.middleeastmonitor.
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