Recomiendo:
0

Vitoria 1976, 30 años después

Fuentes: Rebelión

Llevamos unos meses en los que, con razón, las víctimas del terrorismo están en de total actualidad. Pero no todas: solamente las de ETA. Nadie habla de las que lo fueron de los GAL, el Batallón Vasco Español y otras organizaciones terroristas, creadas para la «guerra sucia» contra ETA y también contra representantes públicos de […]

Llevamos unos meses en los que, con razón, las víctimas del terrorismo están en de total actualidad. Pero no todas: solamente las de ETA. Nadie habla de las que lo fueron de los GAL, el Batallón Vasco Español y otras organizaciones terroristas, creadas para la «guerra sucia» contra ETA y también contra representantes públicos de opciones «radicales» no necesariamente «armadas». Ni tampoco, de las que lo fueron durante los cuarenta años que duró el franquismo.

Precisamente, este 3 de marzo, se cumplen 30 años desde la Huelga General en Vitoria, en solidaridad con los trabajadores de diferentes empresas de la zona, en huelga desde principios de aquel 1976. Luchas en principio «económicas» que intentaban acercar los sueldos a las inflaciones galopantes de la época y que de manera inevitable, se tornaban en antirepresivas y políticas, imponiendo derechos como el de reunión, expresión, huelga o manifestación o exigiendo la readmisión de despedidos o liberación de detenidos y presos.

En aquellos últimos años del franquismo, con o sin Franco, se estaban produciendo dos procesos «constituyentes» bien alejados entre sí. Por un lado, el que se acoplaba a los antiguos planes de «homologación política» que la Trilateral deseaba para España, ya desde la década de los cincuenta y que no habían podido desarrollarse a su gusto, por el propio y especifico proceso de acumulación y concentración capitalista español, junto al papel de adalid del anticomunismo que la dictadura jugaba en el periodo y, por supuesto, el gran favor que el capitalismo mundial le debía por haber frenado la Revolución Social iniciada por el pueblo trabajador español, el 19 de julio de 1936. Se trataba de salir del franquismo, con el menor coste en conquistas sociales y políticas, mejor a la turca que a la francesa.

Por otro lado y desde esa misma década, con las primeras y grandes movilizaciones populares, iniciadas con la Huelga de los Tranvías de Barcelona y la imposibilidad del régimen de Franco de amortiguar y canalizar dichas movilizaciones desde sus estructuras exclusivamente represivas, obligó al pueblo trabajador, una y otra vez, a crear estructuras propias que le asegurasen organización, representatividad y seguridad, frente a la despiadada represión de los cuerpos de seguridad de la dictadura. Las asambleas y los delegados elegidos y provisionales (cualquier organización que se «permanentizase» era reprimida y sus miembros encarcelados) se irían imponiendo por su eficacia, hasta el punto de que las actuales CC.OO. tiene su origen en esa práctica organizativa que iría afianzándose en las huelgas mineras del periodo 62-64 y que a lo largo del tiempo, su práctica iría dotándolas de otros cometidos superiores a la simple «representatividad sindical» ante la empresa. La huelga general de Vigo en 1972, vendría a confirmar una nueva tendencia superadora de esa organización y que se concretaba en Coordinadoras o Asambleas de Delegados de empresas, incluso de facultades y de barrio, obligadas por las circunstancias a tomar medidas antirepresivas, como cajas de resistencia, grupos de autodefensa de las propias reuniones y asambleas o a dotarse de medios de información que contrarrestasen el silencio y manipulación informativa del régimen de Franco. A la vez que se creaban estas estructuras, quienes las impulsaban iban entendiendo obligatoriamente, su carácter, su significado, su razón, su cometido: su necesidad. Eran tiempos en los que tener un Mercedes Benz, era una provocación y los empresarios, no diré yo que eran tan «clandestinos» como la Adoración Nocturna, pero no hacían ostentación de su condición. Eran tiempos en los que el trabajador, se sentía orgulloso de serlo y saberse parte del colectivo que hacía andar al Mundo.

Tal vez la huelga general de Vitoria, fuera el principio del fin de aquel proceso constituyente popular, a pesar de que ese año de 1976, se llevaron a efecto 110 millones de jornadas laborales en huelga. Sin embargo, ni Romualdo Barroso Chaparro de 19 años y trabajador de Agrator, caído con un balazo en la cabeza; ni Pedro María Martínez Ocio, muerto por una ráfaga que le alcanzó el hígado, ni Francisco Aznar Clemente, de dieciséis años, que cae instantáneamente por una ráfaga a quemarropa, ni José Castillo, ni Bienvenido Pereda, fueron los últimos muertos en manifestaciones en la calle, ni por juicios sumarísimos sin pruebas, ni garantías.

Conviene recordar que Fraga Eribarne, era por entonces Ministro de Gobernación y responsable último de la Policía Armada que disparó contra los huelguistas reunidos dentro de la Iglesia de S. Francisco de Vitoria: primero con botes de humo y después con armas de fuego. Formaba parte del primer gobierno de la Monarquía, con Arias Navarro presidiéndolo y con ministros como Adolfo Suárez y Martín Villa. Unos días después, de vuelta de Alemania donde le habían pillado los acontecimientos, Fraga intentó visitar a los heridos en los hospitales, cosa que impidieron los trabajadores y en unas declaraciones a la prensa y sin proponérselo, hizo los mayores elogios que la lucha del pueblo trabajador de Vitoria pudiera recibir: «aquello de Vitoria había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos».

En ese contexto de procesos constituyentes enfrentados, hay que situar la huelga general de Vitoria que visto con la perspectiva que dan treinta años, bien pudiera ser el principio del fin de aquellos sueños que tenían por objeto asaltar el cielo y que otra vez, nuevamente, quedó aplazado. Pero, todo se andará. Conviene decir que aquellas victimas y la impunidad para los verdugos, se pusieron encima de la mesa, en la que se negoció la «salida pactada de la dictadura». Pudiera ser este un buen momento para reconocer a TODAS, su dignidad y sacrificio.

* Boni Ortiz. Miembro fundador del Aula Popular «José Luis García Rúa»