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Un texto de la madre de Vittorio Arrigoni, activista por los derechos humanos asesinado en Gaza

Vittorio nunca ha estado tan vivo como ahora

Fuentes: Il Manifesto

Traducido por Gorka Larrabeiti

¿Hace falta morir para convertirse en héroe, para alcanzar la primera plana de los diarios, para que las televisiones se aposten delante de tu casa? ¿Hace falta morir para seguir siendo humanos? Me viene a la memoria el Vittorio de Navidades de 2005, encarcelado en la prisión del aeropuerto Ben Gurion, con cicatrices causadas por las esposas que le segaron las muñecas, sin contacto con el consulado porque se lo negaron, aquel juicio farsa. Recuerdo que en Pascua de ese mismo año cuando en la frontera jordana que está justo despúes de pasar el puente de Allenbay la policía israelí lo detuvo para impedirle entrar en Israel, lo metió en un autobús y  entre siete -una de ellos era una policía- lo pegaron «con arte», sin dejar señales externas, como buenos profesionales que son, tirándolo al suelo y dejándole en la cara, como última ofensa, el cabello que le habían arrancado pisándole con sus poderosas botas militares.

Vittorio era un indeseable en Israel. Demasiado subversivo por haberse manifestado con su amigo Gabriel el año anterior junto a las mujeres y hombres de la aldea de Budrus contra el muro de la vergüenza, enseñándoles a cantar juntos nuestro canto partisano más bello: «O bella ciao, ciao…». No vi entonces televisiones; tampoco cuando en otoño de 2008 un comando asaltó el pesquero en que iba frente a la costa de Rafah, en aguas palestinas, y a Vittorio lo encerraron en Ramle y luego lo mandaron para casa en buzo y zapatillas. Está claro que ahora no puedo sino agradecer a la prensa y la televisión el que se hayan acercado de buenos modos, que se hayan «apostado» ante nuestra casa con respeto, sin excesos y me hayan brindado la oportunidad de hablar de Vittorio y de sus decisiones ideales.

Este hijo perdido, más vivo ahora que nunca, que como semilla en tierra se pudre y muere, dará frutos frondosos. Lo veo y lo siento en las palabras de sus amigos, sobre todo en las de los más jóvenes, algunos cercanos, otros lejanísimos que a través de Vittorio han conocido y entendido, aún más ahora, que se le puede dar un sentido a la «Utopía», que la sed de justicia y paz, la hermandad y solidaridad tienen todavía ciudadanía, y que, como decía Vittorio, «Palestina puede estar también en el umbral de casa». Estábamos lejos de Vittorio, pero más cerca que nunca. Como ahora, con esa presencia viva que se agiganta de hora en hora cual viento que desde Gaza, desde su amado mar Mediterráneo, soplando impetuoso nos entrega sus esperanzas y su amor por los que no tienen voz, por los débiles, los oprimidos, pasándonos el testigo. Sigamos siendo humanos. Restiamo umani.

Fuente: Il Manifesto, 17/4/2011, p. 1.