Vivo en un país libre. Hay quienes desde afuera -y otros desde adentro-, se empeñan en hacerme pensar lo contrario, pero sé que están equivocados. Escribo en espacios alternativos, en esos donde uno se puede dar el lujo de decir cosas que molesten un poco. Muestro lo que pienso, como lo pienso y cuando lo […]
Vivo en un país libre. Hay quienes desde afuera -y otros desde adentro-, se empeñan en hacerme pensar lo contrario, pero sé que están equivocados.
Escribo en espacios alternativos, en esos donde uno se puede dar el lujo de decir cosas que molesten un poco. Muestro lo que pienso, como lo pienso y cuando lo pienso.
Me expreso libremente, y asumo con responsabilidad las líneas que van naciendo. A veces, me dicen que tenga cuidado, que hay cosas no se deben decir. A pesar de ello, no tengo temor.
No sufro de ningún acecho. No he recibido ninguna presión o discriminación de compañeros, o de superiores con la capacidad de decidir sobre mi vida. Muchos saben que escribo, y qué escribo, pero no me señalan por eso. Más bien comentan, debaten conmigo, y cuando no están de acuerdo me lo hacen saber.
Solo he enfrentado -cuanto más- alguna mirada que intenta ofender desde lo lejos, desde un comentario agresivo, conservador y fomentado en el desconocimiento de un extremismo escondido en la militancia de carné. Y lo comprendo, porque ese ha sido el papel que han interpretado y les toca jugar a algunos.
Sé que a más de un burócrata y secuaces, al saber lo que digo, se deben molestar, porque a nadie le parece hermoso que públicamente se cuestione su labor. Y no los justifico, advierto que hay dosis arrogancia en ellos.
Sé que pudiera pasar incluso, que el dedo de alguno caiga sobre mí, aprovechándose de ese tejido humano donde los de un mismo grupo se cubren la espalda unos a otros. También sé de esos momentos cuando domina la misma euforia que hizo guillotinar a muchos y que tanto daño hace a las revoluciones. Pero después de todo, a esa práctica no escapamos los cubanos -ni los de otras partes- en distintas épocas.
Por otro lado, esos riesgos en los que puede caer todo el que dice lo que piensa, contribuyen a que se diga que vivimos en un país reprimido. Hay quienes afirman eso con una valentía de ultramar. Otros son parte de esa verdad, callando lo que piensan o intentando hacer callar a los demás.
No se les puede seguir el juego a ninguno de esos que quieren hacer de Cuba un país de censura; unos para gritarlo a los cuatro vientos y atacar al gobierno; y otros para hacer uso de esta y mantenerse en sus cargos. Quedarse con cuestionamientos pro dentro, sería reconocer tal censura y contribuir a esos mezquinos intereses.