Traducido del ingléz para Rebelión por J. M.
Los estados occidentales aspiran a ser liberales y abiertos mientras Israel se pliega sobre sí mismo. Entonces, ¿para qué necesitamos un presidente? ¿Por qué no un rey?
¿Por qué un presidente? En realidad, ¿por qué no un rey? Rey de Israel. En tanto Israel galopa hacia su pasado, basando su existencia y su carácter en lo que había aquí (o no) hace miles de años, no podemos descartar el restablecimiento de la monarquía: la monarquía unficada y los reyes. ¿Por qué no un rey? No hay falta de candidatos, se trata de un procedimiento relativamente simple, sin duda más sencillo que la elección de un presidente.
Si esto parece raro, entonces debemos preguntarnos si no es más loco que aceptemos algunas otras «verdades» como si fueran «la Torá en el Sinaí» ¿otra expresión bíblica que se ha convertido en auténticamente israelí?
El establecimiento del Estado de Israel en Palestina se basa en primer lugar en el pasado bíblico de la tierra y en un anhelo que se transmitió de generación en generación. Sin la Biblia, podríamos estar ahora en Uganda. Sin Abraham, Isaac y Jacob, podríamos estar ahora en Birobidzhan. Perpetuar la ocupación de los territorios tomados en 1967 hasta que sean una parte inseparable de Israel, de hecho, también se basa en primer lugar en ese pasado lejano. Samuel caminó aquí y Rachel fue enterrada allí, por lo que también debemos estar aquí y allá. Ninguna otra ocupación se justifica si no es con lo que fue, hace miles de años, y al diablo con el presente doloroso. ¿Suena loco? No a los oídos israelíes.
Pero esto no se detiene allí. Ningún otro valor de Israel está más arraigado que la abrazadora creencia de que los israelíes son los mejores, el pueblo elegido, una luz para las naciones. Otra importación de la mitología bíblica. Dios dijo eso en su camino de regreso, eso es lo correcto. ¿La laicidad, la modernidad, el liberalismo? Todo muy bien, pero somos el «pueblo elegido», como dice El Libro de los libros. Tres menciones en el Libro de Isaías son suficientes para persuadirnos de que realmente somos «luz para las naciones.» No hay una explicación de la arrogancia israelí y la burla prolongada del derecho internacional, las instituciones y la opinión pública e internacional, excepto una convicción interna profunda que esto es lo que somos. Surrealista, ¿no es así?
No menos surrealista es el estado de los lugares sagrados. Los soldados prestan juramento en el muro occidental, las masas se postran en todas las mezquitas donde se ha declarado la tumba de algún personaje bíblico. La conexión entre la tumba que es una mezquita cerca del checkpoint 300, que impone el sitio a la ciudad palestina de Belén, y la tumba de la matriarca Raquel -absolutamente nuestra matriarca- es tan sospechosa como el vínculo entre la mezquita de la calle Shuhada en Hebrón y la tumba de los patriarcas -absolutamente nuestros patriarcas-.
Pero el Israel aparentemente secular no sólo santifica esos sitios, sino que también exige la soberanía sobre ellos, como si existiera un vínculo evidente entre la santidad y la soberanía. Lo hace únicamente por lo que cree que ocurrió entonces y lo traduce al lenguaje de la ocupación ahora.
Y luego viene la siguiente fase en el dudoso viaje de Israel a su pasado. Se compone de una variedad de leyes nacionalistas y de planes de planes de aprendizaje para las escuelas para el estudio del «patrimonio», también basados en la mitología y la teología, en las creencias religiosas y mesiánicas en lugar de temas de actualidad. Mientras los estados occidentales aspiran, o al menos dicen aspirar a ser liberales y abiertos, guiados por los valores universales y la globalización, Israel retrocede.
Israel se pliega sobre sí mismo encerrándose en su pasado. La religión ocupa una parte central del país. Sus exigencias de que se le reconozca como Estado judío y las leyes para convertirlo en eso lideran con confianza el camino hacia un estado halajá, basado en la ley religiosa judía. Ciertos círculos ya están hablando seriamente de la reconstrucción del Templo. Todo lo que queda es la creación de una dinastía y coronar un rey. Ese será un cierre real del círculo, un vínculo inseparable de todo lo que ocurre aquí. Después de todo, «el rey Bibi» ya ha sido ungido.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.590702
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