Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Igual que un estadounidense no podría imaginarse votar a un partido que no acepta a los negros, los israelíes progresistas deberían votar solo por partidos que desafían la separación entre palestinos y judíos.
Los diputados Mohammad Barakeh (izquierda), Hanna Sweid y Dov Khenin (segundo de la derecha) del partido Hadash, en una protesta en Jerusalén contra el Fondo Nacional Judío -KKL- involucrado en las repetidas demoliciones de la aldea beduina Al-Arakib (foto: Hadash / CC BY-NC 2.0)
Esta es una traducción, con pequeños cambios, de mi columna semanal para Time Out Tel Aviv. El original en hebreo se puede leer aquí.
Hace un par de semanas el Comité Central del Parlamento Israelí para las Elecciones prohibió a los medios referirse a Hadash, Balad y Raam-Taal como «partidos árabes» en sus encuestas sobre las elecciones y pidió a los medios que hicieran referencia a cada persona individualmente. Nadie pensaría en publicar una encuesta en la que United Torah Judaism y Shas aparecen en una columna como «ultraortodoxos», pero todos los periódicos hebreos, como Haaretz, han llegado a la conclusión de que es bueno englobar a los árabes como un bloque a pesar de que la diferencia entre el Raam religioso y el Hadash socialista es mucho mayor de la que hay entre el partido Hogar Judío de Naftali Bennet y el Likud.
Esto no es sino un síntoma de un problema nacional. En casi 65 años ningún gobierno ha incluido en la coalición un partido árabe y sólo ha habido un ministro árabe en la historia. Los judíos de Israel han llegado a ver a los árabes como personas cuya participación en el Estado está siempre en cuestión, cuya ciudadanía nunca está garantizado, cuya condición siempre debe ser inferior y que todos ellos tienen mucho que agradecer a la mayoría que les permite vivir aquí.
La izquierda y el centro tienen la culpa de esta situación, incluso más que la derecha. Después de todo nunca fue un secreto que la derecha ve a Israel como un Estado sólo para los judíos. El racismo siempre ha sido su plato fuerte, no sólo la salsa. Pero los que legitiman la discriminación son los liberales de izquierda y de centro, que religiosamente siguieron la idea de «una coalición sionista» (nombre clave para que sea exclusivamente judío), y han insistido siempre en el abismo que hay entre ellos y los árabes. Lieberman estaba bien para ellos, pero Hadash no, a pesar de de que los valores de la izquierda deben estar mucho más cerca de Ahmad Tibi, o de Balad, que fue, por cierto, el primer partido israelí que obtuvo un tercio de mujeres en su representación en la Knesset, para señalar sólo un ejemplo.
En realidad, la única vez que la izquierda y los partidos de centro prestan atención a los árabes es antes de las elecciones, cuando todo el mundo se queja de la baja participación de los ciudadanos palestinos, disminuyen las posibilidades de que el denominado «campo de la paz» sea capaz de asegurar una mayoría contra el bloque de derecha ortodoxo. Con este enfoque, lo único sorprendente es que la participación no sea todavía menor.
La cooperación entre los palestinos y los judíos es, con mucho, el más grande e importante desafío en este país. Cada elemento de la vida israelí -desde el sistema educativo a los planes de zonificación- está construido para promover la separación étnica y la política es sólo la punta del iceberg. Pero a pesar de las fantasías de muchas personas ambas poblaciones seguirán viviendo aquí, codo con codo, durante muchos años. Por lo tanto, la capacidad de crear estructuras conjuntas y alianzas es el elemento más importante que podrá determinar las posibilidades de supervivencia y la calidad de vida de toda la sociedad.
La conclusión necesaria para mí es que simplemente está prohibido votar tanto a los partidos que no comparten palestinos y judíos como a los que conservan la política de separación entre los palestinos y los judíos. No hay partidos perfectos, pero esta debe ser la condición básica, del mismo modo que un estadounidense no debe votar por un partido que no acepta a los negros. Por lo tanto, en las próximas elecciones, los partidos a tener en cuenta son Hadash, Da’am y Balad. Las fallas considerables de cada uno de estos grupos tienen menos importancia que el hecho de que promuevan la acción política conjunta de palestinos y judíos. Otra facción no sionista de la Knesset, Raam-Taal, es un partido religioso, una ideología que, en mi opinión, no representa un buen punto de partida para la cooperación a largo plazo. Meretz ha dado un gran paso adelante colocando un candidato palestino en el quinto lugar (que puede entrar en la Knesset), pero todavía lleva la carga de la prueba sobre esta cuestión. A la derecha de Meretz no hay más que un desierto amplio de racismo y exclusión étnica.
Fuente original: http://972mag.com/vote-for-arab-jewish-parties-or-dont-vote-at-all/63391/