Recomiendo:
0

«Y Jesús dijo: Reinaré en España», del Evangelio según Acebes

Fuentes: Colectivo Cádiz Rebelde

Corría, es un decir, el año 1940 cuando, aprovechando que lo estaban restaurando, algún meritorio del Régimen decidió colocar la inscripción «Reinaré en España» al pie del gigantesco monumento -erigido para mayor gloria del Sagrado Corazón de Jesús- que acojona a Bilbao desde su ubicación en la plaza a la que dio nombre. Cuentan las […]

Corría, es un decir, el año 1940 cuando, aprovechando que lo estaban restaurando, algún meritorio del Régimen decidió colocar la inscripción «Reinaré en España» al pie del gigantesco monumento -erigido para mayor gloria del Sagrado Corazón de Jesús- que acojona a Bilbao desde su ubicación en la plaza a la que dio nombre. Cuentan las crónicas que el tótem se edificó por suscripción «popular», lo que, teniendo en cuenta el pastón que costó y en qué manos estaba el poder adquisitivo, nos da una idea de quiénes fueron los promotores del escote. También ahora se dicen «populares». En la construcción de la mole, que pesa 2.350 toneladas y tiene 40 metros de altura, se emplearon 425 metros cúbicos de piedra procedente de Mutriku… y de las canteras cántabras de Escobedo. Conociendo al personal, no me extrañaría que los distintos orígenes de la materia prima se eligieran maliciosamente, con la patriótica intención de integrar simbólicamente al territorio comanche en la España una. Cosas más raras se han visto, se ven y se verán en el libro de estilo carpetovetónico.

El teófilo cardiomegalito fue inaugurado el 26 de junio de 1927, en plena dictadura de Primo de Rivera, y bendecido por el mismísimo monseñor Federico Tedeschini -Nuncio Apostólico del papa Pío XI e íntimo amigo de Benito Mussolini- en un acto amenizado por la marcial Banda del Regimiento. Con tales antecedentes, no es de extrañar que la polémica haya acompañado desde siempre a la estatua de marras. No se entendía entonces (y muchos seguimos sin comprenderlo ahora) la imposición a todos los habitantes de la noble villa de lo que, mida más o mida menos, no deja de ser un objeto de culto particular. Con evidentes implicaciones imperiales, además.

Cierto es que la Iglesia siempre se ha identificado con los valores de la clase dominante, por la que -también siempre- velan tradicionalmente los gobiernos conservadores y los militares. De hecho, aquellos fueron años de jesusazos a discreción, representativos de la consagración de una España necesitada de autoestima, con el imperio hecho unos zorros gracias a los esfuerzos de los (¿terroristas?) cubanos y filipinos. Valga como ejemplo el monumento que en el Cerro de los Ángeles inauguraron al alimón el borbón Alfonso XIII y el presidente Maura en mayo de 1918, también dedicado al Sagrado Corazón que, por cierto, digo yo que bombearía sangre roja.

En estos días -a buenas horas, mangas verdes-, el Ayuntamiento de Bilbao ha aprovechado otra restauración del santo tiesto para, tímidamente, despojarlo del jodedor «Reinaré en España», que aún coleaba. Dice el alcalde Azkuna (el excelentísimo se perdió definitivamente entre buenos rollitos y talantes) que la decisión obedece a razones «técnicas, religiosas y políticas». No cita, sin embargo, el pundonor, que debería ser la principal.

Como antaño, los «populares», representados aquí por Antonio Basagoiti, se rasgan sus vestiduras de Burberry® y se mesan los cabellos entre jeremiadas, reclamando la permanencia del lema áulico-naranjero-santurrón. Dice el vocero del PP que el «Reinaré en España» da «sentido al monumento» y le añade «belleza y simbolismo religioso y cultural». Y, mientras los del PSOE se abstenían -en Cataluña no habrían tenido cullons-, los de Ezker Batua se entretenían tocando la lira, que había que ver a Jon Sustatxa leyéndole al Basagoiti una epístola de Pablo a Timoteo. Y es que, como dijo aquel: «Nulla ética sine estética, ergo apaga y vámonos».