Hace un poco más de 15 años, el abogado y escritor palestino Raja Shehadeh, también senderista empedernido, me acompañó en una larga caminata por el precioso paisaje mediterráneo de los alrededores de su ciudad, Ramala. El resultado fue esta crónica que recomiendo leer antes de seguir.
Ya entonces se presentía la catástrofe que se avecinaba para los palestinos que aún disfrutaban de un mínimo espacio de libertad. Shehadeh había alertado sobre ello en su libro Palestine Walks (Scribner, 2008), publicado unos meses antes.
En un momento de la subida, siguiendo un arroyo casi seco, aún recuerdo a Raja señalar la cresta de los montículos tapizados de olivos donde se perfilaban los tejados rojos y los carteles inmobiliarios de Dolev, el nuevo asentamiento israelí: “A veces me dejo llevar 15 o 20 años atrás, cuando podía caminar por aquí sin angustia”. “Pronto no podremos pasear por aquí”, sentenció.
Tres lustros después, los peores pronósticos de Shehadeh –ya cumplidos los 72 años y con una decena de libros publicados– se han hecho realidad, tal y como explica en esta entrevista telefónica mantenida la semana pasada desde su hogar en Ramala.
En 2008 había unas 60 viviendas en Dolev. Ahora son casi 800. Cuando se produjo un atentado con bomba en el asentamiento en 2019, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu anunció que duplicaría el número de viviendas. En 2022, se construyeron 380 en ese asentamiento.
El nuevo libro de Shehadeh, Una memoria palestina (Profite, 2022), nos lleva al principio de la historia de la infamia: la primera expulsión masiva de más de 400.000 palestinos, la llamada Nakba, en 1948. Es un relato intensamente personal para Shehadeh, cuyo padre, el célebre abogado palestino Aziz Shehadeh, lideró la lucha jurídica contra la Nakba y fue asesinado en 1985 a manos –según sospecha Shehadeh– de un colaborador israelí. [Para más contexto, este artículo publicado hace unos días en La Vanguardia.]
Estaba pensando en aquella caminata del 2008. Se sentía la presencia de los asentamientos, pero aún había un espacio de libertad por el cual pudimos caminar y disfrutar aquel día. Eso fue en los alrededores de Dolev. ¿Qué ha sucedido en los últimos 15 años?
Esa caminata que hicimos ya no podemos hacerla. La situación es muy tensa en esa zona. Hay muchos más asentamientos alrededor de Dolev, y algunos de los colonos son muy violentos. La última vez que salí a hacer senderismo, intentamos caminar cerca de otro asentamiento llamado Tolman, donde hay un maqam,un lugar de importancia religiosa. Quería escribir algo al respecto. Pero nos dijeron que los colonos en Tolman son muy violentos, y nos aconsejaron no acercarnos al asentamiento, así que decidimos no ir. Alrededor de Dolev han tomado más tierra, se han construido muchas más viviendas y hay cada vez más incidentes, lo que hace muy difícil, si no imposible, caminar por la zona. Las carreteras que conectan los asentamientos entre sí se han multiplicado y ya se comunican directamente con Israel. Han causado más daño al paisaje, por supuesto. De modo que, si vienes a la zona ahora, apenas la reconocerás.
Recuerdo Dolev como una especie de isla de la América suburbial, con urbanizaciones de chalés valladas. Y sé que miles de colonos son judíos estadounidenses con esta visión. Leí los comentarios de una colona estadounidense que decía: “Este es el sueño americano en Israel. Es como Westchester, (Connecticut). Tenemos una casa enorme, mucho más grande de la que tendríamos en cualquier otro lugar, y mucha tierra”. ¿Quienes son esos colonos? ¿Qué quieren?
Los asentamientos han pasado por varias etapas y fases. En la primera, solo estaban los colonos ideológicamente motivados, que eran pocos. En 1939, Menájem Beguín decidió que si solo se dejaba asentarse a los ideológicamente motivados, los asentamientos nunca crecerían. Había que cambiar la política y los asentamientos debían convertirse en los satélites urbanos de ciudades israelíes. Entonces se facilitaron muchos incentivos materiales, para que más gente se mudara a los asentamientos en Cisjordania, y esto funcionó de maravilla. El número de colonos aumentó bastante. Pero el mayor incremento ocurrió después de los Acuerdos de Oslo, en 1993, que dividieron Cisjordania en tres áreas: Área A, Área B, y Área C. Más del 60% de la tierra correspondía al Área C. Aunque estaba bajo jurisdicción israelí, la idea del acuerdo era que este área sería la única donde la tierra sería devuelta a los palestinos. Pero el gobierno de Tel Aviv optó por incumplir este acuerdo. Se dedicó a crear una percepción entre los israelíes de que el área C era, en realidad, tierra que tarde o temprano sería anexada por Israel. Por lo tanto, dio a entender que los israelíes que se asentaran en el área C jamás tendrían que abandonar sus hogares. Y esto supuso un incentivo irresistible para los colonos. El número de asentamientos se cuadruplicó después de 1993.
¿Y la colonización tenía un componente inmobiliario?
Sí. Desde luego. Ahora cuando conduces por la carretera que conecta Dolev con la costa, encuentras grandes carteles que anuncian que puedes comprar inmuebles en el asentamiento. Se paga mucho dinero por una casa allí. Y muchos de los colonos, que adquirieron inmuebles antes a precios más bajos, se han hecho con un montón de plusvalías.
O sea, ¿que compran y luego venden?
Sí, así es. Todo se anuncia en hebreo. Las vallas publicitarias están en tierra palestina, sin pedir permiso a los palestinos, por supuesto. Hay publicidad de pizzas y de hamburguesas como si estuvieran en Israel. La idea es hacer sentir a los colonos que están en Israel y no en tierra palestina.
¿La mayoría de ellos vienen directamente de Israel, de Estados Unidos o otros países?
No estoy seguro. Creo que la mayoría vienen de Israel. Algunos colonos, como los de Zakat, que está cerca de Al-Bireh y Ramala, son principalmente franceses. Pero son franco-israelíes. Así que depende. Y algunos colonos son más ortodoxos religiosos, otros lo son menos.
¿La especulación inmobiliaria se mezcla con la ortodoxia religiosa?
Por supuesto. Cuando los ortodoxos dieron su beneplácito al asentamiento, asegurando que no iba contra la ley judaica, los asentamientos se multiplicaron. Antes de eso, los rabinos habían advertido de que no debían asentarse porque iba contra la ley, y decían que se debía respetar también la ley internacional. Luego cambiaron de discurso. Y entonces se abrieron las compuertas; muchos, muchos más colonos ortodoxos llegaron a Cisjordania.
¿Hay algún lugar por el que aún puedes caminar?
Nuestras caminatas han quedado cada vez más reducidas. Lo que hacemos ahora, por ejemplo, es caminar a Ein Qiniya [aldea palestina en el norte de Cisjordania]. Y luego subimos la colina hacia el oeste y cogemos un pequeño sendero. Es una caminata de unas dos horas, y eso ya es todo lo que tenemos. Todo lo demás es imposible. Demasiado peligroso, porque la zona está llena de colonos, y de efectivos del ejército israelí.
Y cuando hablas de la destrucción del paisaje, ¿cómo la percibes?
El paisaje está abigarrado de asentamientos, conectados a carreteras excavadas a través de las colinas para que sean rectas y anchas, con el fin de reducir el número de horas de viaje entre Cisjordania e Israel. El objetivo es que los colonos puedan llegar a su trabajo en Israel en menos tiempo. Y eso destruye el paisaje cada vez más.
Cuentas en el nuevo libro que a principios de los años ochenta tienes una especie de premonición sobre la red de infraestructuras –carreteras, agua y electricidad de uso exclusivo de los israelíes– que están empezando a construir. Entonces piensas que es parte de una estrategia general. ¿Todo esto fue planeado desde el principio?
Sí, el proyecto se ideó muy pronto. En 1981, estaba el Plan del Consejo Regional Judío en Cisjordania, que describo en Caminatas palestinas. Ese plan habla de asentar a un millón de judíos más en Cisjordania antes de 1986. Incluye cambios de las normativas de uso de la tierra en Cisjordania para facilitar más asentamientos israelíes y confinar los pueblos y las ciudades palestinas en áreas más pequeñas. Un día, en 1981, estaba conduciendo por Ramala y, como describo en el libro, de repente pensé: ¿qué pasará si hacen una red alternativa de caminos y electricidad y agua, una infraestructura superior para conectarlos a Israel? ¿Qué pasará si pueden cortarnos el agua, la electricidad, el transporte en cualquier momento sin afectar a la población israeli en Cisjordania? Me asusté mucho porque pensé que si eso sucedía, los palestinos acabaríamos atrapados. Y esto es exactamente lo que ha sucedido.
Tu presentimiento parece ya un hecho consumado. ¿Un Estado paralelo dentro de Cisjordania, no?
O mejor dicho, un sistema de apartheid. Un grupo viviendo en un lado con toda esa infraestructura y con acceso a todos los recursos. Y el otro privado de todo…
Y la situación está empeorando. Según cuentas en un artículo publicado en la revista literaria del New York Times, más de mil personas han sido desplazadas en Cisjordania desde 2022. Y en los últimos dos meses, desde el 7 de diciembre, las ocupaciones israelíes de tierras palestinas se están acelerando.
Sí. El Gobierno israelí está aprovechando la guerra de Gaza para avanzar más en Cisjordania. Los colonos, con el apoyo del ejército, han asesinado a 344 palestinos desde el 7 de octubre, según cifras de la ONU, 88 de ellos niños. Y esto sigue y sigue. Y lo que lo hace peor es que el Gobierno de derechas de Netanyahu y el ministro de Policía, Itamar Ben-Gvir, ha cambiado las normas para la adquisición de armas de fuego, lo que ha permitido que se distribuyan más libremente entre los civiles. El riesgo de ser asesinado a tiros es mucho mayor que antes. Y, de hecho, hay muchos casos de tiroteos contra palestinos.
¿Cómo es el ambiente en Ramala? ¿Hay miedo en Cisjordania? Me preguntaba cómo se siente la gente tras la operación de Hamás del 7 de diciembre.
Según los Acuerdos de Oslo, Ramala y las otras ciudades palestinas pertenecen al área A. Y el área A se supone que está bajo plena autoridad palestina, sin permiso para que los israelíes entren. Desde el 7 de octubre, entran en Ramala y otras ciudades palestinas en cualquier momento del día o de la noche; ahora oímos hablar de ataques por el ejército israelí en Ramala casi a diario. Vienen a detener a la gente o a demoler casas. El ejército israelí hace lo que quiere. Y la Autoridad Palestina, que tiene su propia competencia para mantener la seguridad, no ofrece resistencia a los soldados israelíes, ni los detiene. No hay protección alguna.
¿A nivel personal, estás preocupado de que puedas convertirte en un objetivo de los militares israelíes?
Ya no soy un activista político, así que no hay razón para que vengan a por mí. Estoy en una edad diferente ya…
Sí, pero lo que escribes en tus libros y artículos es un arma muy efectiva contra Israel…
Puede ser. Pero la verdad es que les importa un bledo lo que se escriba. Saben que no va a tener una influencia internacional fuerte, ni va a impulsar un cambio en la actitud de la gente.
Tal vez Netanyahu cuenta con que la autocensura en Estados Unidos y Europa arregle el problema. Hay mucha censura en los medios y en el mundo editorial. Me han comentado que, antes del 7 de octubre, todos daban por hecho de que tu libro Una memoria palestina iba a ganar el Premio Nacional del Libro en el Reino Unido…
Yo fui el finalista entre seis personas y mi libro, según decía mucha gente incluyendo los editores, era el más fuerte entre los seis. Mi editor estadounidense estaba seguro de que ganaría. Pero después del 7 de octubre mi editor británico Andrew Franklin me dijo que era imposible que ganara. Y ya ves, tenía razón.
Hay muchas presiones de lobbies…
Sí, pero aun así no creo que a los israelíes les importe demasiado la actitud de la gente fuera de Israel. Ha habido manifestaciones en Londres y en otras ciudades, con millones de personas, y nada ha cambiado. Así que Israel no está muy preocupado por ninguna de estas acciones, por desgracia.
Puede ser, pero hay un gran movimiento de protesta judío propalestino en Estados Unidos. ¿Crees que eso podría cambiar las opiniones de jóvenes israelíes?
No creo que los colonos y el pueblo israelí estén influidos por eso. No lo creo en absoluto. Creo que el apoyo judío a los palestinos es muy importante en el exterior y puede desencadenar cambios en países como Estados Unidos. Quizás esto puede ser más efectivo que cualquier otra cosa. Pero no afecta directamente a Israel, ni a los israelíes, ni a sus actitudes, ni a su ideología. Hay otra cosa que deberías saber: en Israel no se enteran de lo que pasa en Gaza. Hay una censura casi total de las imágenes de Gaza y no las ven. Las noticias de televisión no muestran nada. Prefieren no saber. Así que no les preocupa.
Tu nuevo libro empieza con la Nakba en 1948 y la lucha judicial de tu padre contra sus efectos. Mucha gente dice que ahora estamos en una segunda Nakba. ¿Crees que eso es cierto?
Los israelíes hablan ya sin pudor de que quieren realizar una segunda Nakba. Paradójicamente, esto es bueno en el sentido de que abre el camino al reconocimiento de lo que ocurrió en 1948. Porque los israelíes nunca han reconocido que existió una Nakba. Así que esto abre el debate sobre lo que ocurrió entonces y permite que el mundo sea consciente del hecho de que la Nakba ocurrió. En ese sentido, es bueno.
Pero una segunda Nakba sería una catástrofe.
Creo que los israelíes hace mucho tiempo –desde principios de los noventa– van dándole vueltas a cómo deshacerse de los palestinos en Cisjordania y en Gaza. Viene de lejos. Y ahora tienen la sensación de que pueden echar a la gente de Gaza y dejar la zona libre de palestinos. Pero creo que es un deseo imposible de realizar para los israelíes y que nunca llegará a producirse. Porque la primera Nakba ocurrió bajo circunstancias muy específicas que no se repetirán Y luego, por supuesto, también en este caso, el mundo árabe, ya sea Egipto o Jordania, se niega rotundamente a permitir que los palestinos se trasladen a sus territorios porque desestabilizarían sus países.
Lo que más me impactó del retrato de tu padre en el libro es que, pese a todo, era bastante optimista. Parece que siempre tuvo una idea clara sobre los mecanismos legales y defendió que la solución de los dos Estados era viable.
Cuando mi padre estaba trabajando por el derecho de retorno de los palestinos, todavía creía en la ONU, que había aprobado la resolución 1948, por la que todos los palestinos debían regresar. Él quería implementar esto. Las posibilidades de trabajar a través de medios legales para aplicar estas resoluciones, y acabar, por ejemplo, con el bloqueo de las cuentas de palestinos desplazados era todavía posible y probable. Trabajó en ello y tuvo algún éxito. Ahora nos damos cuenta de que la ONU por sí sola no sirve.
Tu padre, según cuentas en el libro, decía que Palestina siempre será una bomba de relojería para Israel.
Mi padre defendía la solución de dos Estados contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) [La OLP se oponía y mantenía una posición maximalista que consistía en recuperar toda la soberanía]. Creo que ahora se está dando la razón mi padre. Todo el mundo habla de la solución de dos Estados y de que es la única manera. Desde la ONU, la Unión Europea, hasta Estados Unidos, todos hablan de la solución de los dos Estados como el camino para la paz en el futuro. Y creo que mi padre tenía razón al decir que la única victoria se producirá cuando ganemos los dos. Los israelíes no ganarán aplastando a los palestinos, y los palestinos no ganarán aplastando o expulsando a los israelíes. Quiero decir, la única manera de ganar es si ambos ganamos. Y mi padre tuvo una gran clarividencia al decir esto en un momento en que no era popular.
Es interesante, porque desde el 7 de octubre parece que hay un cambio de perspectiva y la solución de dos Estados vuelve a estar sobre la mesa. Por horrible que sea lo que está sucediendo, puede haber algún motivo para la esperanza.
Sí, eso creo. Pero hemos visto momentos en el pasado, cuando el mundo parecía estar hablando de soluciones diplomáticas, que no se han producido de manera adecuada. No se puede ser demasiado optimista. La cuestión es si están dispuestos a presionar a Israel, y eso todavía es dudoso. Porque sin presionar a Israel, no pasará nada. Tal vez, en esta ocasión, Estados Unidos, que tiene las mayores opciones de presión, y la Unión Europea, verán que la continuación del conflicto pone en peligro la región por completo. El Mar Rojo ahora también está en peligro. Así que quizá ocurra algo, pero creo que hay que ser muy cauto en el optimismo.
En la Unión Europea, España ha desempeñado un papel relativamente constructivo. Pero, ya sabes, Alemania y otros países parecen estar empeñados en hacer apología del genocidio. ¿Qué crees que podríamos decir a través de esta entrevista a los gobiernos europeos?, ¿crees que el liderazgo de España, aunque sea, muy tibio y cauteloso, es importante?
Creo que Pedro Sánchez está intentando presionar un poco más para negociar una solución de dos Estados, un alto el fuego. España e Irlanda han hecho muy bien en diferenciarse del resto de la Unión. Pero creo que lo importante es subrayar que la Unión Europea tiene mucho más poder del que está dispuesta a admitir. Porque es el primer socio comercial con Israel. Esto les da poder si quieren usarlo. Y, además, están muy cerca de Oriente Medio y cualquier problema en Oriente Medio les afectará. Los europeos tienen interés en resolver la situación para lograr la paz en Oriente Medio, que es su vecino. Pero se esconden detrás de Estados Unidos y dicen, no, no, todo el poder está en Estados Unidos. No podemos hacer nada.