Desde comienzos de este año buena parte de la población yemení está saliendo a las calles del país para pedir la dimisión del presidente Ali Abdullah Salih. La respuesta del régimen ha sido emplear la represión, con decenas de muertos y centenares de heridos. A día de hoy, y a pesar de la cascada de […]
Desde comienzos de este año buena parte de la población yemení está saliendo a las calles del país para pedir la dimisión del presidente Ali Abdullah Salih. La respuesta del régimen ha sido emplear la represión, con decenas de muertos y centenares de heridos. A día de hoy, y a pesar de la cascada de dimisiones entre el entorno presidencial, Salih sigue aferrado al poder, y su anuncio de que abandonará su puesto el próximo año no es suficiente para acallar las protestas populares.
Sus discursos, señalando a una «mano extranjera», el peligro de radicalización «(«Yemen puede ser otra Somalia») o el caos que seguiría a su salida, no convencen a casi nadie. Además, dos de los pilares que han sustentado el régimen durante estas décadas, el sistema tribal y los militares, también parecen resquebrajarse, al menos en el apoyo al presidente.
Yemen es uno de los países más pobres del mundo árabe, un diez por ciento de la población con acceso a la electricidad, y algo más del veinte por ciento al agua potable. La dependencia hacia el petróleo, unido al agotamiento de sus reservas, ha empeorado aún más la delicada situación.
El desempleo presenta unas tasas muy elevadas, con una gran parte de la juventud en el paro y sin expectativas de acceder al mercado laboral. El crecimiento demográfico, que espera doblara la población en dos décadas, tampoco ayuda a frenar la crisis. Incluso los sectores claves de la economía están sufriendo la situación. Así, la agricultura está sumida en una profunda crisis, en buena parte por su dependencia hacia la producción del qat y con consecuencias sobre el medioambiente; el sector público está enojado, incluidos los militares, por los recortes salariales; e incluso el turismo se ve seriamente afectado por la inestabilidad de los últimos años.
El panorama social, político uy económico de Yemen nos presenta una realidad donde la corrupción, la inestabilidad política, el vacío ( y la lucha) de poder, así como la ausencia real de gobierno en buena parte del país son las características principales.
El sistema tribal es clave para entender Yemen. Al igual que en otras sociedades, el peso de las tribus, las divisiones de éstas y las alianzas es un factor determinante a la hora de acceder, y mantener, el poder. Yemen, como Libia, Córcega, las repúblicas de Asia Central, Afganistán, Iraq, entre otros, no se puede comprender sin afrontar esa realidad tribal. No obstante sería un error ligar la misma a un escenario monolítico dentro de las tribus, que en el caso yemení son verdaderas confederaciones, donde las sub-tribus, los clanes y las familias, juegan un peso determinante para las alianzas o para los enfrentamientos.
Por eso, el presidente Salih ha basado buena parte de su poder en el apoyo de las tribus norteñas, sobre todo de las «siete tribus» que se ubican en torno a la capital, Sana´a. A lo largo de estas décadas, el actual mandatario yemení ha construido un sistema de lealtades entre los líderes tribales, a los que ha pagado por su apoyo con «dinero, promesas de más poder e influencias, trabajos y otros «regalos» y favores».
Sin embargo, la crisis ha frenado esa política y los recortes también han llegado hasta los bolsillos de esas tribus. Además, el propio Salih, consciente del excesivo contrapoder que podían representar las citadas tribus ha intentado en los últimos tiempos recortar la influencia del poder tradicional de las tribus y de sus líderes. Por ello no es de extrañar que en estos días se hayan sucedido los pronunciamientos de algunos influyentes sheikhs anunciando su oposición al presidente. Algunos líderes de las tribus Khawlan y Hamdan, así como de las poderosas y bien armadas tribus de Murad y Jadaan han mostrado su apoyo a las protestas.
Otros dos factores tribales son claves en la actual coyuntura. Por un lado, la muerte en los últimos años de importantes figuras tribales de las confederaciones Hashid o Hashid Kharif ha debilitado la alianza con el presidente, y sus sucesores carecen de la autoridad que tenían aquellos. Por otra parte, una de las familias más poderosas y ricas del país, al-Ahmar, también se encuentra dividida en torno a l apoyo o no hacia Salih.
Los militares representan el otro pilar del régimen. El propio Salih es militar, y alo largo de su experiencia en la guerra civil de los noventa, logró tejer toda una serie de apoyos y alianzas entre los militares que combatieron con él. Sin embargo, el anuncio de algunos oficiales de alto rango apoyando a los manifestantes ha provocado una cascada de «deserciones» entre los antiguos apoyos al presidente, y como dicen algunos analistas locales, muchos están a la expectativa para decantarse por un bando u otro.
Hasta el momento, el presidente parece contra con un importante apoyo entre los militares, sobre todo en torno al llamado aparato de seguridad e importantes sectores del ejército (Guardia republicana, Fuerzas especiales, Guardia presidencial y fuerza aérea), a cuyo mando ha ido instalando a familiares directos o a miembros de su propia tribu. No obstante, este pilar presidencial también está mostrando importantes grietas y la posibilidad de algún tipo de golpe militar no está todavía descartada del todo.
Hasta ahora, el posicionamiento del General de Brigada Ali Muhsin al-Ahmar, comandante del distrito militar del noroeste representa la mayor amenaza para el presidente yemení. Además, a éste le han seguido hasta el momento entre otros, los comandantes del distrito central y este, así como comandantes y oficiales del ejército en diferentes lugares del país. En este grupo cabría añadir al antiguo ministro de defensa Abdul Malik al-Saiyanni, que también se ha unido a los manifestantes contra el gobierno.
Dos figuras emergen estos días en Yemen. Por un lado está el sheikh Hamid al-Ahmar, de la poderosa confederación tribal Hashid, y que a pesar de que no representa al conjunto de esa alianza tribal su peso es muy grande. Este importante empresario, es líder además del partido Islah, uno de los principales de la oposición y con importante lazos y relaciones con la casa real saudita y con otros sectores islamistas yemeníes.
La otra figura emergente es el General de Brigada Ali Muhsin al-Ahmar, que cuenta con importantes apoyos en el norte del país y que todavía conserva un puesto clave en la estructura militar yemení. Este militar es miembro además de la misma tribu del presidente y hasta ahora se había mostrado como un fiel aliado del mismo, lo que hace que algunos desconfíen de su actitud. Otra característica de este veterano de «la vieja guardia islamista» que se unió a Salih en los noventa para convertir contra el sur, son sus supuestos lazos con posturas islamistas.
Algunas fuentes locales señalan que la infiltración jihadista en el aparato de seguridad de Yemen es producto de las influencias y actitudes de este militar. Al mismo tiempo guarda buenas relaciones con los dirigentes de la vecina Arabia Saudita, aunque parece que entre los actores occidentales, sobre todo >EEUU, genera todavía muchas desconfianzas.
Las tensiones entre el palacio presidencial yemení y Ali Muhsin se remontan dos años atrás, cuando según una filtración saudita, sus aviones bombardearon el cuartel general de Ali Muhsin que estaba luchando contra los rebeldes houthis del norte, y parece ser que desde el entorno de Salih se señaló esa posición como «un objetivo enemigo».
El papel de Arabia Saudita también tiene su peso. Si la participación de los cleptócratas sauditas en Bahrein, así como su apoyo estratégico a las políticas de EEUU, no sorprenden a nadie, el peso saudita en Yemen parece que algunos prefieren dejarlo en un segundo plano. Para Riyadh cualquier amenaza a su régimen debe ser combatida (democracia, cambio político, apertura son término a derrotar en ese lugar), y consciente del apoyo occidental que le confiere carta blanca actúa en función de sus propios intereses en toda la región, y no duda además, para esconder sus intenciones en ondear el «viejo fantasma» de la intervención iraní.
Para los dictadores sauditas Yemen representa el acceso potencial al Mar Arábigo y cualquier inestabilidad puede acabar contagiando a su propia población. De ahí que mientras ha mantenido importantes lazos y apoyos con el presidente Salih, no han dudado en cortejas a los potenciales sucesores de éste, sobre todo con Hamid al-Ahmar, que ha viajado recientemente la capital saudita y con Ali Muhsin al-Ahmar, al que puede unirle cierta confluencia ideológica.
A pesar de todo, dentro de la monarquía cleptócrata conviven diferentes sensibilidades a la hora de afrontar los acontecimientos de Yemen, por ello no sería de extrañar que la postura «oficial» esté a la expectativa del desarrollo de los mismos. Probablemente si desde Riyadh se percibe un peligro potencia, es decir, Yemen entra en una fase de caos tras la caída más que probable de Salih, y esa situación es el germen para una mayor inestabilidad regional, los dirigentes sauditas, con el apoyo de Occidente no dudarán en mover ficha.
La incertidumbre también planea sobre Yemen. La guerra de baja intensidad que se mantiene entre el gobierno central y los rebeldes chiítas del norte, el auge de un movimiento secesionista en el sur que es foco de enfrentamientos entre las tropas gubernamentales y militantes del Movimiento de Movilidad de Sur (cada vez mejor organizado y con mayores apoyos), el siempre peligro de actuación de organizaciones jihadistas como Al Qaeda de la Península Arábiga; o las raíces sociales políticas y económicas que han movilizados estas semanas a miles de yemenís, son algunas de las fichas que componen el complejo panorama de aquel país.
A todo ello habría que añadir los recientes enfrentamientos armados entre algunas tribus y el ejército en al-Jamf y Marib, así como el oportunismo que parece mover a buena parte de los principales actores de ese escenario. A día de hoy queda por ver si el movimiento y el posicionamiento de muchos de éstos guardan relación con las ansias de poder, con mejorar su posición en la actual estructura del país, con el dinero o con la lealtad a la familia y a la tribu. Mientras tanto es complicado despejar más dudas sobre el rumbo que pueden tomar los acontecimientos en Yemen, aunque casi nadie duda ya que el tiempo en el poder de Ali Abdullah Salih ha tocado a su fin, aunque queda por saber cómo cuándo se hará efectiva su salida.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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