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«Yemen ya no existe», su población se muere

Fuentes: Red Flag

La guerra llevada a cabo por Arabia Saudita [el reino dirigido por la familia-dinastía Saud desde 1932, hoy en manos del clan del príncipe heredero Mohammed ben Salman, llamado MBS] contra Yemen ha devastado un país ya paralizado por una pobreza generalizada y un abandono sistemático. El 25 de marzo de 2015 [con una preparación […]

La guerra llevada a cabo por Arabia Saudita [el reino dirigido por la familia-dinastía Saud desde 1932, hoy en manos del clan del príncipe heredero Mohammed ben Salman, llamado MBS] contra Yemen ha devastado un país ya paralizado por una pobreza generalizada y un abandono sistemático.

El 25 de marzo de 2015 [con una preparación desde 2014], Arabia Saudita y sus aliados [en parte para dar cuerpo a la apariencia política de una coalición: Egipto, Jordania, Sudán, Marruecos y los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, con excepción de Omán] lanzaron lo que se ha convertido en un asalto atroz e implacable- bautizado en el estilo de marketing del Pentágono Tempestad decisiva y renombrado rápidamente como Restaurar la Esperanza (sic)- contra una población indefensa. [Los Estados Unidos juegan un papel decisivo también en los servicios de información, la gestión de los bombardeos, la venta de armas y el aprendizaje de su utilización. Sobre la venta de armas españolas, ver https://vientosur.info/spip.php?article14162 ndt]. Su objetivo es vencer a la rebelión huthi, que se ha negado a apoyar al gobierno fantoche instalado por Arabia Saudita en 2011-2012 [Abdrabbo Mansur Hadi, antiguo mariscal y vicepresidente de 1995 a 2012, fue formalmente elegido como nuevo presidente de la República del Yemen, mediante «sufragio universal» como único candidato el 21 de febrero de 2012; con el acuerdo de Arabia Saudita y las «monarquías del Golfo», de los Estados familiares patrimoniales].

A pesar de las decenas de miles de ataques aéreos y un bloqueo aéreo y naval agotador, no han logrado desalojar a los rebeldes de la capital Sanaa. En efecto, la rebelión huthi siguen controlando una parte significativa del país [ver el mapa de las zonas controladas en septiembre de 2018 por las diferentes fuerzas].

A menudo presentado cínicamente como marioneta iraní, el movimiento huthi recibe mucho menos apoyo de lo que se piensa generalmente. Y su movimiento está menos motivado por el amor a los ayatolás que por los agravios socioeconómicos recibidos durante mucho tiempo de los sucesivos dictadores apoyados por Arabia Saudita, y su exclusión de un gobierno de transición establecido tras la revolución de 2011.

Esta verdad molesta ha sido ignorada por el régimen saudita, que ha exagerado el riesgo planteado por un pretendido mandatario iraní a su puerta para justificar una intervención militar masiva. En consecuencia, Yemen se ve hoy confrontado a la mayor urgencia humanitaria del planeta [1].

Según un informe del Programa Alimentario Mundial, unos 14 millones de personas corren el riesgo de morir de hambre. Es la hambruna más grave que ha habido en el mundo desde hace más de 100 años. Dieciséis millones de personas no tienen acceso al agua potable y 22 millones de personas, es decir el 75% de la población, dependen de la ayuda.

Las Naciones Unidas estiman que más de 3 millones de yemeníes han huido de sus hogares, buscando desesperadamente la seguridad y la protección. Muchas de esas personas viven hoy en campos de fortuna para personas refugiadas, con sus tiendas desgastadas como únicos signos de vida en un paisaje tremendamente inhospitalario.

Para forzar al movimiento huthi a rendirse, Arabia Saudita ha atacado y cerrado en varias ocasiones el puerto de Hodeida, que gestionaba el 70% de las importaciones de alimentos antes de la guerra. Han intentado intimidar a las ONG para que pongan fin a los programas de ayuda en las regiones controladas por la rebelión. Cuando la persuasión ha fracasado, ha recurrido a la violencia. Hospitales gestionados por Médicos sin Fronteras (MSF) han sido bombardeados en varias ocasiones.

Save the Children, una organización internacional de defensa de los derechos humanos, estima que 50.000 niños y niñas han muerto por causas ligadas a la pobreza el año pasado. Son 137 «pares de ojos sonrientes» los que se apagan todos los días, con un último abrazo familiar cada 10 minutos.

Las divisiones sociales del país -étnicas, culturales y religiosas- se transforman en abismos con la segmentación geográfica. La gente huthi controla las regiones del norte y del centro; Al Qaeda en la Península Arábiga controla el sureste y las fuerzas leales a los Emiratos Árabes Unidos controlan la zona que rodea el puerto estratégicamente vital de Aden, contemplando una secesión unilateral del norte.

En realidad, «Yemen» no existe ya. «Demacrado» por decenios de subinversión, de corrupción de la clase dirigente y de ataques neoliberales, el país ha recibido un golpe muy duro de Arabia Saudita y sus aliados.

Esta calamidad es una acusación al autodenominado orden mundial. Se trata en particular de una acusación a los gobiernos americano y británico, que han extendido sus ventas militares a Arabia Saudita, así como a Francia [2]: un ejemplo de la barbarie bipartidista a menudo mostrada en las cuestiones de la política exterior imperial por los demócratas y republicanos y por la socialdemocracia y los partidos conservadores.

La bomba que ha matado a 40 niños y niñas en un autobús escolar en agosto de 2018 ha sido casi con seguridad fabricada en Texas por Lockheed Martin. No contentándose con facilitar así los asesinatos ciegos, Occidente ha proporcionado un apoyo secundario, en particular informaciones sobre posibles objetivos, reavituallamiento en vuelo para las campañas de bombardeo y un flujo sin fin de material militar de alta gama.

Un informe del personal de investigación de la ONU ha encontrado pruebas de masacres, de torturas y de violaciones de civiles. Sin embargo, confrontado a los hechos, el secretario americano de Defensa, Jim Mattis, ha insistido en que el asesinato de miles de personas yemeníes no armadas era un acto de autodefensa de las monarquías saudí y emiratí. El secretario de Estado, Mike Pompeo, ha sido más honrado en una nota del Congreso que justificaba la intervención de Arabia Saudita en términos de reducción de la influencia iraní.

El gobierno australiano ha sido también cómplice. Este año la página independiente New Matilda ha informado de que las licencias para la venta de material militar a Arabia Saudita se han cuadruplicado recientemente. Christopher Pyne, ministro de industria de la defensa desde 2016 y ahora ministro de Defensa y otros ministros del gobierno han emprendido conversaciones de alto nivel sobre la expansión de la Royal Saudi Navy.

Además, se ha revelado que el año pasado navíos de guerra australianos llevaban a cabo ejercicios conjuntos con los Sauditas, es decir con la marina que bloquea la ayuda desesperadamente necesaria a 22 millones de civiles. Para coronar todo esto, un antiguo general del ejército australiano, Mike Hindmarsh, ha dirigido las fuerzas combatientes de los Emiratos. Su recompensa sería un salario anual de 500.000 dólares australianos. Es imaginable la histeria que se produciría si Irán pagara tal salario. Pero, en este caso no ha habido ninguna crítica o censura por parte del gobierno o de los grandes medios de Australia.

Cerca de 30 millones de yemeníes sufren un asedio militar brutal. Ya es hora de que Australia y otros países pongan fin a sus relaciones con el despreciable régimen saudita y a su implicación en los crímenes de guerra.


Notas

[1] Según la AFP del 29 de octubre de 2018, «Ahmed. Hassan grita de dolor cuando el médico le deposita delicadamente en una balanza para pesarle. Con el rostro y el cuerpo demacrados, este bebé yemenita de algunos meses está desnutrido. En el hospital de Sabaeen de Sanaa, las enfermeras preparan leche en polvo y llenan las jeringas, racionando así las porciones dadas a los niños y niñas desnutridas que llegan en búsqueda de tratamientos de urgencia y que a veces son incluso incapaces de tragar debido a la debilidad de su cuerpo. «La vida se ha vuelto muy difícil (…) pero hacemos lo mejor que podemos, teniendo en cuenta las circunstancias», confía Oum Tarek, cuyo bebé de nueve meses es ingresado por desnutrición.

«No somos de aquí, alquilamos una vieja casa por 10.000 riales (alrededor de 35 euros) en Hiziaz», en el sur de Sanaa, dice a la AFP. Su bebé, cuenta, cayó enfermo pues no tenía medios para comprarle leche en polvo, teniendo en cuenta la importante suma que representa el alquiler de la casa. Los cuatro años de guerra entre el gobierno yemenita y la rebelión huthi han hundido al país al borde de una «hambruna gigante e inminente», según la ONU que estima que 14 millones de personas, la mitad de la población, podrían ser sus víctimas.

El secretario general adjunto de la ONU para asuntos humanitarios, Mark Lowcock, ha afirmado el lunes que el riesgo de hambruna en Yemen es «más importante que todo lo que un profesional del sector ha podido ver a lo largo de su carrera profesional».

«Puerta de la muerte»: En el hospital Sabaeen, el pediatra Charaf Nachwan afirma que ciertas familias no tienen ni siquiera los medios para pagar el transporte para llegar a la clínica. «Sus hijos e hijas son por tanto dejados días, semanas, sufriendo malnutrición, hasta que alguien les ayuda con un poco de dinero. En ese estadio, hacemos frente a casos muy graves», expresa desolado. Desde la intervención, en marzo de 2015, de una coalición militar dirigida por Arabia saudita en apoyo al gobierno yemenita, el conflicto ha provocado según la ONU cerca de 10.000 muertos, estimando algunas ONG de defensa de los derechos humanos que el balance sería cinco veces más importante, en su mayoría civiles, y habría provocado la peor crisis humanitaria del mundo.

La ONU ha reclamado esta semana «un alto el fuego humanitario» alrededor de las instalaciones que participan en la distribución de ayuda alimentaria, pero ni los rebeldes apoyados por Irán ni Ryad y sus aliados parecen haber respondido al llamamiento. Las dos partes se disputan el control del país que comparte una frontera con Arabia Saudita y posee varios puertos estratégicos.

La rebelión controla la capital Sanaa e importantes regiones en el norte y el oeste del país, donde se encuentra en particular la ciudad de Hodeida. Cerca de las tres cuartas parte de la ayuda humanitaria que entra en Yemen transita por su puerto.

La coalición bajo mando saudita, que controla el espacio aéreo en Yemen, impone un bloqueo casi total a ese puerto, así como al aeropuerto de la capital. Frente a esta situación, el doctor Nachwan asegura que el personal médico hace lo máximo que puede para salvar a los niños y niñas. «Los casos que tratamos en el hospital son graves. A la puerta de la muerte a veces. Hacemos nuestro trabajo, hacemos todo lo que podemos para devolverles la salud». «Hay quienes salen adelante. Otros y otras mueren».

Afirmando basarse en informaciones recogidas por el Civilian Impact Monitoring Project, ligado a la red «Global Protection Cluster» de la ONU, Oxfam subraya que 575 civiles, de ellos 136 niños y niñas, han sido muertos (en ataques militares) entre el 1 de agosto y el 15 de octubre.

«Oxfam llama a Gran Bretaña, los Estados Unidos y otros gobiernos a suspender las ventas de armas a Arabia Saudita debido a su desprecio por las vidas de civiles en la guerra del Yemen», según el comunicado de la ONG (Red. A l´Encontre).

[2] El periódico suizo NZZ del 27 de octubre de 2018 subrayaba en un gráfico (pg 7) que de 2013 a 2017, las ventas de armas estadounidenses y británicas eran las más importantes, seguidas por Francia, España (para España, ver entre otros https://vientosur.info/spip.php?article14162 o https://elpais.com/politica/2018/09/15/actualidad/1537020605_881017.htmlo https://www.eldiario.es/internacional/Arabia-Saudi-venden-paises-Espana_0_812269005.html ndt) y Suiza. En el caso de Suiza, de 2013 a 2017, la parte de las ventas de armas a Arabia Saudita totaliza el 20,4% de sus exportaciones de armas. Sin embargo, las y los descendientes de Henri Dunant -«hombre de negocios, humanista y cristiano protestante», según la definición oficial – es decir, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) «se beneficia … de los fondos saudíes. El año pasado, la organización ha firmado con Arabia saudita un acuerdo de 10 millones de dólares para financiar sus operaciones en Yemen (sic). «Arabia Saudita es tratada como cualquier donante», asegura una portavoz del CICR (…) Esta política de aceptación de los fondos de un beligerante suscita sin embargo un malestar en los medios humanitarios, aunque nadie desee lavar su ropa sucia en público. «Las Naciones Unidas no tiene quizás otra opción que aceptar los fondos de un gobierno. Pero hay ahí un verdadero problema ético. Las organizaciones humanitarias en Yemen ven cada día las consecuencias catastróficas de la intervención saudita. Riad intenta lavar su imagen, pero ¿hay que prestarse a su juego?», pregunta un humanitario, que estaba recientemente cumpliendo su función en Yemen», Le Temps 22 de enero de 2018 (Red. A l´Encontre).

Artículo publicado en la página australiana Red Flag; traducido de la versión publicada por A l´Encontre http://alencontre.org/moyenorient/arabie-saoudite/yemen-arabie-saoudite-le-yemen-nexiste-plus-sa-population-se-meurt.html

http://alencontre.org/moyenorient/arabie-saoudite/yemen-arabie-saoudite-le-yemen-nexiste-plus-sa-population-se-meurt.html

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur