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El trabajo en Cuba de 2018 a 2019

El tránsito posible y el necesario

Fuentes: Temas

Tal vez la mejor manera de agradecer y cumplir con el encargo -honroso además- de la revista Temas para dar una visión sobre lo que pudiera depararnos 2019, desde la perspectiva académica de los que estudiamos el trabajo como proceso social y como categoría científica, pudiera ser, además de manejar algunas cifras (muy pocas, como […]

Tal vez la mejor manera de agradecer y cumplir con el encargo -honroso además- de la revista Temas para dar una visión sobre lo que pudiera depararnos 2019, desde la perspectiva académica de los que estudiamos el trabajo como proceso social y como categoría científica, pudiera ser, además de manejar algunas cifras (muy pocas, como se verá), dar cuenta de algunos avances recientes de la investigación social del trabajo y compartir algunas conjeturas y demandas sobre y para el escenario que abre el año que recién comienza.

Una presentación reciente de la panorámica demográfica de Cuba presentada en el cuadragésimo séptimo aniversario del CEDEM (Aja, 2019), sirve de apoyo para entrar en materia. En ella se reiteran y actualizan algunas nociones que hemos venido observando y trasmitiendo en los últimos años:

  • El país posee numerosos y valiosos recursos laborales, impactados por procesos demográficos y socioeconómicos que atentan contra sus fortalezas, como son su decrecimiento perspectivo en el orden numérico y el envejecimiento creciente del segmento que constituye la fuerza de trabajo.
  • Algo menos de 60% de la población conforma los recursos laborales; es decir, alrededor de unos siete millones de personas. De ellos 4 482 700 se encuentran vinculados a la economía. 61% de los ocupados tiene 40 años o más, indicador que seguramente continuará aumentando por los impactos del envejecimiento demográfico. Su nivel de calificación se concentra en el nivel medio superior (52%), 22% superior e igualmente un 22% medio.[1]
  • El grupo de trabajadores de 60 años o más duplica en su ritmo de crecimiento al de la fuerza laboral en general, y crece, sobre todo, en las categorías de administrativos, trabajadores de servicio y dirigentes; también, algo menos, entre los técnicos. Pero -y esto lo hemos dicho muchas veces-, lejos de ser una carga, debe comprenderse que si hoy nuestros recursos laborales, todavía moderadamente envejecidos, son un componente importante en lo cuantitativo y esencial en lo cualitativo para la nación y su proyecto civilizatorio, más lo serán, por su cultura de trabajo, en todo el curso futuro de la actualización del modelo económico. Sobre esto volveremos, porque tampoco ocurrirá esa influencia, seguramente positiva, sin plan alguno o de manera espontánea, como un resultado aparentemente natural de la aplicación del modelo económico.
  • Las migraciones internas y externas, la fluctuación laboral (generalmente desde los espacios económicos más opacos hacia los más luminosos o detrás de los resquicios espurios que abre el descontrol), el impacto negativo de la insolvencia del salario en los espacios económicos estatales y el estado de las relaciones laborales constituyen problemas centrales en la utilización de los recursos laborales del país y, como también veremos más adelante, para la factibilidad de la civilización socialista en nuestro país.

De cualquier modo, algunas cifras dan que pensar, porque si bien la población ocupada viene disminuyendo ininterrumpidamente desde 2013, en los dos años siguientes la disminución fue de 0,7%, mientras que entre 2015 y 2018 fue de 7%, diez veces superior. Después de 2015 todos los años han sido los de menor nivel de ocupación (Anuarios Estadísticos, 2013, 2014, 2015). Estos cambios -y aquí detenemos la efusión de cifras, no siempre completas ni congruentes, ni tampoco provenientes de las mismas fuentes- se acompañan de un crecimiento del empleo no estatal, sobre todo del privado y, menos, del cooperativo; pero, como vemos, no implican un aumento de la ocupación y solo un ligero repunte de la desocupación, a cifras superiores a 3%. La lógica nos indica que lo que también puede estarse produciendo es un aumento del trabajo fuera de registro y de las actividades económicas ajenas a toda regulación. Si algo trajo 2018 fue la continuidad o reforzamiento de todas esas tendencias.[2]

Pero detrás de todas ellas, por supuesto, está la realidad sociolaboral del país, caracterizada por tres núcleos problémicos esenciales, los cuales se reafirmaron como tales en el año recién concluido y seguramente continuarán su presión contradictoria en 2019.

Este propio autor, en su contribución titulada «El trabajo como desafío para las ciencias sociales en Cuba» (Martín, 2019) plantea lo que, a su juicio, son los tres desafíos más importantes para las ciencias sociales al examinar la problemática del trabajo:

  1. El que sale de una mirada hacia el trabajo dentro de la relación población-desarrollo;
  2. el que se da en el empleo, a partir de la confrontación entre la precariedad por explotación y la precariedad por insolvencia, y
  3. el que se produce entre la realidad actual y el devenir del trabajo y sus relaciones, por una parte, y el proyecto político social cubano, por la otra.

Para quien esto escribe, no siempre las ciencias sociales aplicadas al trabajo le dan a la demografía el lugar que necesita y que además merece. Los comportamientos en la estructura y dinámica de la población influyen en la sociedad y en sus procesos, así como en la magnitud, movilidad y calidad de sus recursos laborales, en tanto de los recursos laborales y de la Población Económicamente Activa (PEA) es imprescindible conocer su magnitud actual y perspectiva, su distribución territorial, por sectores y ramas económicas, así como su calidad, léase sus competencias laborales, como basamento de los estudios del trabajo.

Una mirada más atenta a cada uno de esos retos nos permite percatarnos de que:

1. La magnitud y calidad con que una sociedad puede satisfacer y enriquecer las necesidades y aspiraciones de su población es un indicador fundamental del desarrollo económico, social y cultural. Por tanto, la relación entre población y desarrollo se constituye en piedra angular de la propuesta civilizatoria que sea capaz de trasmitir.

La incorporación de la mujer al trabajo y su crecimiento profesional, una mayor y mejor cobertura de salud y un sustantivo empoderamiento femenino a escala social, han influido en la reducción de la fecundidad que, al sostenerse en el tiempo, deviene reducción en el crecimiento de la población y envejecimiento creciente.

Por otra parte, esos logros sociales tensan los coeficientes de dependencia (población inactiva vs. PEA) en la economía social y familiar, pasan a la reserva laboral efectivos valiosos (sobre todo femeninos) y plantean retos para el cuidado y las políticas públicas dirigidas a una población envejecida. A esto se unen los procesos migratorios que, en lo interno, trasladan efectivos de los espacios más opacos hacia los más luminosos dentro del país (la capital, el triángulo Matanzas-Cárdenas-Varadero o norte de Ciego de Ávila) y, en lo externo, operan como una exportación a fondo perdido de fuerza de trabajo calificada, o al menos instruida, hacia países o nichos desarrollados en el exterior.

Por tanto, para las ciencias sociales aplicadas al trabajo -y que miran hacia o desde la población la realidad laboral- se distinguen los siguientes nudos o focos problémicos:

  • La reproducción de la fuerza de trabajo en cantidad y calidad y según distribución territorial y ramal. Su actualidad y escenarios visibles.
  • El brain drain de fuerza de trabajo hacia el exterior o fuera de los territorios donde se forma, con énfasis en la medición de impactos de la migración circular.
  • Las características y tratamiento de la reserva laboral (que es sobre todo femenina) y de los trabajadores envejecientes como recurso.
  • El papel de la población en las configuraciones laborales emergentes.

2. La población cubana en edad laboral ha contado con una ocupación remunerada por más de cinco décadas; en los peores momentos la desocupación apenas llegó a 6-7%. Pero en los últimos cinco años, las ocupaciones han crecido más, como acabamos de ver, dentro del espacio privado -en empleos por cuenta propia o ajena- y, menos, dentro del espacio cooperativo.

El empleo, en cualesquiera de los espacios estatales (muy semejante al cooperativo), mantiene altos niveles de seguridad, protección por causa de enfermedad, accidentes o maternidad y la jubilación tiene todas las garantías; sin embargo, cede espacio al empleo en el espacio privado -sobre todo por cuenta ajena- que está sometido al riesgo del despido sin indemnización, a sobreexplotación en cargas y capacidades, y a otros riesgos, sin que aún la ley haya cubierto todos esos resquicios.

El salario nominal ha crecido, pero el real ha venido disminuyendo por efecto de la carestía y carencia de productos de consumo esenciales, y por ser esencialmente fijo y no convertible, en un país donde rige la doble moneda. En cambio, el empleo privado provee mucha mayor remuneración, no pocas veces con acceso a la moneda convertible o a sus montos equivalentes. Se confrontan entonces dos precariedades: la del trabajo de los espacios estatales por insolvencia del salario real y la de los espacios no estatales -sobre todo el privado- por inseguridad.

El concepto de empleo como ocupación remunerada no basta para explicar su función en la sociedad cubana, esa ocupación tiene que permitir vivir de ella en condiciones socialmente aceptables y con la expectativa de seguirlo haciendo. Por eso se intercambian precariedades de la forma insólita que vemos hoy y seguiremos viendo, al menos a corto plazo.

De modo que para las ciencias sociales del trabajo se hicieron muy claros los siguientes retos:

  • La magnitud y calidad del empleo en los distintos espacios económicos, tomando en cuenta su evolución en los últimos años, así como las trayectorias laborales de grupos particularmente importantes para el movimiento social, léase las mujeres, los jóvenes, los grupos por distinto color de piel, los envejecientes o los migrantes.
  • La caracterización de los espacios según su capacidad empleadora y la cobertura jurídica que ofrece a los empleados en él.
  • La identificación de los impactos culturales del empleo en los diferentes ámbitos, de modo de fundamentar recomendaciones concretas para hacer el trabajo estatal más solvente y el privado más seguro.

3. Parece claro -y el año que acaba puede haberlo reforzado- que en cada espacio económico de los que hoy se distinguen en Cuba se pudieran estar formando rasgos culturales de trabajo propios. Esto se refleja en el lugar que ocupa en esas nuevas configuraciones culturales el proyecto sociopolítico socialista cubano.

Esta realidad impone un análisis de espejo: ¿qué preguntas y demandas le hace el trabajo al proyecto político-social? y ¿qué respuestas e ideales le presenta el proyecto a su propio mundo del trabajo?

El trabajo parece estar generando diferentes resultados culturales e ideológicos, los cuales se confrontan con:

  • El ideal de prosperidad que pueda predominar en esta etapa de creciente diversificación social y, sobre todo,
  • el lugar del trabajo, que define a toda civilización, en las bases ideológicas del proyecto. De ahí parte su mensaje y su promesa;
  • la acción regulatoria real del mercado y de la planificación en nuestras organizaciones y mercados laborales, así como sus consecuencias sobre los distintos grupos de trabajadores;
  • la magnitud, diversidad y evolución de la clase-que-vive-de-su-trabajo (Antunes, 2005) o de los grupos sociales salidos de su seno y de sus roles históricos, y
  • la colocación del socialismo cubano entre las propuestas emancipatorias de América Latina y en su relación con los socialismos asiáticos que no renuncian a su naturaleza sociopolítica distintiva.

Por todo esto, a mi juicio, la agenda de los estudios del trabajo para las ciencias sociales puede y debe ser capaz de orientarse en las siguientes direcciones:

  • Verificar cuánto se empodera o no el sujeto popular en los espacios económicos existentes o en formación y qué rutas de inclusión o exclusión social se asocian a grupos sociales concretos (mujeres, jóvenes, etc.) a partir de su desempeño en los diferentes espacios económicos.
  • Sintetizar e interpretar los cambios que se registran en espacios y organizaciones económicas respecto a la productividad, las buenas prácticas, las competencias laborales, la disciplina en todas sus dimensiones y la competitividad, así como los determinantes del éxito y su impacto en los trabajadores.
  • Particularizar el estudio de las relaciones de trabajo y la subjetividad en empresas y organizaciones resultantes de la inversión extranjera.
  • Identificar, proponer y experimentar en torno a los roles de la institucionalidad obrera y en particular los sindicatos en los diferentes ámbitos laborales, así como de la ANAP entre los campesinos. Es importante la identificación de mecanismos de protección laboral en los distintos espacios económicos, acordes con el espíritu que viene de la Constitución de 1976 y se refuerza en la actual, lo cual debe interesar el marco legislativo del país y particularmente el Código del Trabajo vigente. (Martín, 2019)

Varias contribuciones que vienen de los últimos dos años sirven para describir, ilustrar, alertar y convocar a trasformaciones necesarias en la esfera del trabajo en Cuba.

Lo que ha venido ocurriendo con el empleo es objeto de análisis de las doctoras Dayma Echevarría León e Ileana Díaz Fernández (socióloga y economista, respectivamente). Estas son sus ideas básicas:

  • En Cuba ha comenzado un proceso de actualización del modelo económico y social que modifica las formas de propiedad y gestión y, de suyo, el empleo. Uno de sus resultados directos es el abandono del principio de pleno empleo que rigió por más de tres décadas, lo cual necesita de un abordaje teórico y metodológico para visibilizar la diversidad ambivalente que llega, como oportunidad y como amenaza, para los niveles de equidad alcanzados en décadas precedentes.
  • Si bien se han abierto nuevas oportunidades fuera del empleo estatal, la inserción al trabajo remunerado está, como nunca antes, en función de la gestión individual, con altos riesgos para aquellos con poco capital o acceso a redes de información.
  • Desde 2007, Cuba ha comenzado un proceso de cambios en la política de empleo, entre los cuales están el redimensionamiento del empleo estatal, con la salida de un millón y medio de personas. La pérdida del protagonismo del Estado impone nuevas oportunidades y también desafíos para el logro de la equidad, al transferir parte de sus responsabilidades a la gestión individual y familiar, al tiempo que todos los grupos sociales no tienen las mismas condiciones de partida para aprovechar las oportunidades.
  • También han ocurrido dos importantes modificaciones al marco legal relativo a las relaciones laborales: la puesta en vigor de un nuevo Código del Trabajo en diciembre de 2013 y las resoluciones 17/2014 y 6/2016, con modificaciones sobre la política salarial. Ese conjunto de medidas ha hecho inaplicable la política de pleno empleo que se practicó por más de cincuenta años.

Finalmente, las autoras señalan que:

  • La diversificación del empleo en el sector aún no ha generado un marco legal, coherente y jerarquizado que responda a las nuevas demandas, en especial a las garantías de los trabajadores contratados en el sector privado. El nuevo Código del Trabajo cubre demandas actuales, pero aún quedan vacíos por resolver.
  • La imposibilidad de aplicar el principio de pleno empleo por el proceso de disponibilidad laboral en marcha muestra también la dilución de responsabilidades del Estado, las que ahora pasan a ser, en última instancia, individuales.
  • Las oficinas de trabajo territoriales deberían desarrollar políticas específicas de empleo para todos los sectores, estatal y no estatal. Al mismo tiempo, políticas de apoyo a grupos vulnerables para promover emprendimientos que generen empleos de calidad podría ser otra estrategia para que el sector privado sea más protagónico en el desarrollo territorial.
  • Mantener condiciones de trabajo decente para todos debe permanecer como un principio de la política de empleo actual, que garantice al mismo tiempo ingresos relacionados con el aporte social y económico que produzca cada ocupación.

Otra excelente investigación de las jóvenes economistas Susset Rosales Vázquez y Arelys Esquenazi Borrego, titulada «Panorama laboral en Cuba. Diagnóstico de brechas», parece emblemática de las tendencias que se fueron remarcando en el año que culmina. Para estas autoras el nuevo Código del Trabajo, la apertura a nuevas formas de gestión de la propiedad, la expansión de fuentes de empleo no estatales o los incrementos salariales en algunas áreas del sector estatal, entre otros, han sido medidas que impactan la sociedad, en términos de empleo, ingresos y equidad y se propusieron identificar cuáles impactos o brechas se han producido en la esfera laboral a partir de 2011, salidas del cotejo del estado real de algunas variables sociales, respecto a ciertos puntos de referencia de tipo epocal, sociodemográfico, social, etc.

Las principales brechas que identificaron para la esfera laboral cubana son las siguientes:

  • Brecha territorial: expresada en una gran heterogeneidad territorial en términos de empleo, lo que se concreta en el rezago relativo de las provincias orientales.
  • Brecha de género: expresada en el aumento de las diferencias por sexo en casi todos los indicadores laborales, lo cual demanda una mayor sensibilidad de género a las políticas económicas y sociales de la actualización del modelo.
  • Brechas etarias: se manifiestan en un mayor peso de los adultos en la distribución por edades en casi todos los indicadores, como resultado de los cambios en la legislación en la edad laboral y del envejecimiento demográfico del país.
  • Brecha estructural de la ocupación: a partir de cambios en la gestión de la propiedad y variaciones en la magnitud y distribución de los ingresos monetarios, se refleja en una mayor diferenciación social, dada la aparición de grupos y estratos sociales más y menos favorecidos y visibles transformaciones en sus roles y en sus relaciones sociales. Además, se expresa en la mayor proporción de empleos en sectores de baja productividad y complejidad tecnológica, lo que tiene consecuencias en la distribución desigual de salarios, en la baja incorporación de las tecnologías, innovaciones y conocimientos, así como en la calidad del empleo de manera general.
  • Brechas relacionadas con la subutilización de la fuerza de trabajo, en especial la calificada, por la existencia de una población inactiva y desocupada con altos niveles de instrucción y mayoritariamente femenina.
  • Brecha de participación laboral: por la conjugación de cambios desde el lado de la demanda (generación de empleos a nivel país, del sector estatal y no) y desde la oferta de trabajo (motivaciones, incentivos y decisiones individuales) que no siempre se alinean armónicamente y cuyo efecto neto explica la disminución de la tasa de participación laboral en los últimos años.

Las autoras concluyen que los resultados apuntan a que el diseño de políticas -a través de planes, programas, acciones, medidas- debe tomar en consideración las principales brechas y variables identificadas y su relación con el resto de las políticas sociales, y proponen, entre otras ideas incorporar programas específicos para grupos vulnerables, dar prioridad a cambios tecnológicos sustantivos en la producción y los servicios, mayores prerrogativas a los municipios para desarrollar estrategias propias, alianzas público-privadas para emprendimientos económicos y un seguimiento científico cercano a la evolución de estos procesos.

La diversificación de fuentes y vías de acceso al empleo estatal, los cambios en el rol del Estado respecto a la gestión del empleo y los salarios, la familiarización/individualización del acceso al empleo aumenta la vulnerabilidad de aquellos grupos sociales con menores recursos de partida (nivel educativo, activos como casas, autos y capital económico) y redes instrumentales menos sólidas para insertarse en el mercado laboral. Este es uno de los resultados que se puede apreciar en el trabajo de Mirlena Rojas titulado «Aproximaciones a las desigualdades en el mercado de trabajo en Cuba desde experiencias prácticas actuales». En él, la autora profundiza en dos comunidades donde viven personas en situación de vulnerabilidad debido fundamentalmente a las condiciones precarias de sus viviendas, la falta de alumbrado eléctrico, el difícil acceso a zonas urbanas y a servicios culturales y de transportación, las dificultades en cuanto a los viales, agua potable, etc.

Dialoga con la teoría producida sobre el tema en América Latina y en Cuba y verifica en estos espacios algunas de las brechas de equidad identificadas en estudios antes mencionados, así como problematiza la precaria inserción laboral de la mayoría de sus pobladores, dada por una parte por los bajos niveles educativos alcanzados y, por otra, por dos condicionantes: en una de las comunidades, la informalidad de su situación legal, pues son migrantes de la zona oriental sin radicación legal en La Habana y, en la otra, las difíciles conexiones fácticas y simbólicas con las principales fuentes de empleo. En ambas locaciones, por cada diez personas en edad laboral, solo tres, o menos, tienen empleo formal. El acceso a las fuentes de empleo se logra principalmente a través de vínculos fuertes como amigos o conocidos.

Se verifican en el estudio las diferencias entre los ingresos de las personas vinculadas al sector estatal y al privado, donde los que menos ingresan en este último logran hasta tres veces el salario de un empleado estatal.

En este sentido, Jorge Duque Robaina, en su investigación «Movilidad laboral de maestros y profesores: multifactorialidad en su comportamiento» aborda la multicausalidad de la movilidad laboral de una profesión de alto valor social: el magisterio. Considera importante darle seguimiento a este comportamiento, pues aparece asociado a las dificultades para la incorporación de los jóvenes a la formación de profesionales para la educación, lo cual además podría arriesgar la sostenibilidad del sistema educativo, clave para el desarrollo del país. En esto influyen condiciones macro, meso y microsociales que el autor examina en profundidad en la provincia de Sancti Spíritus. A nivel macrosocial, se encuentra la necesidad de mejorar la imagen en la representación social de la profesión de educador/a. En este nivel de análisis, Duque identifica, además, que el fenómeno tiene mayor incidencia donde existen ofertas de empleo más atractivas en términos económicos y de reconocimiento social, como el turismo y el sector no estatal.

En el nivel mesosocial se identifica que las mayores cifras de movilidad de profesores se encuentran en la Educación Técnica y Profesional (ETP) y el nivel de preuniversitario. En lo microsocial, las indisciplinas laborales y los motivos personales se declaran como las principales causas de salida de la ocupación. Las primeras se relacionan con las inasistencias o ausencias injustificadas al trabajo y en los motivos personales, los relativos bajos salarios del sector. En la existencia de otras áreas y ocupaciones mejor reconocidas socialmente y mejor remuneradas pueden estar las causas fundamentales de este comportamiento.

También la psicóloga Daybel Pañellas en su aportación «Cuentapropistas de altos ingresos: ¿malvados?» aborda la subjetividad de este tipo de trabajadores, quienes en no pocas ocasiones son valorados como «un mal necesario» en la sociedad, sector además de alto atractivo para trabajadores de otros ámbitos. La autora reflexiona sobre los puntos comunes y diferentes en la subjetividad de este grupo con otros trabajadores, incluso del sector estatal, entre ellos el papel del trabajo como satisfactor de necesidades económicas; evaluación de ventajas y desventajas del trabajo por cuentapropia con respecto a ingresos y la estabilidad en el sector estatal; diferencias entre empleadores y empleados que reproducen dinámicas y cualidades del sector estatal (en la diada dirigente-obrero) satanizando al dirigente, ahora empleador; victimizando o santificando al obrero, (ahora empleado); deterioro de las motivaciones, que ahora se expresan en proyectos muy concretos, a desarrollarse en el área familiar o profesional. Se manifiesta una demanda por ser parte de una sociedad dentro de la cual el trabajo en y con la comunidad, y el pago de impuestos se consideren formas de participar en el desarrollo local. Se observa una ambivalencia en el discurso de estos sujetos que se debate entre la defensa social -pues sienten que la sociedad los tolera, pero no los acepta- y la utilización de la imagen de «persona con altos ingresos» para determinadas esferas de la vida.

Sería imposible reseñar todas las reflexiones y aportaciones que, desde los estudios del trabajo describen la situación que viene constatándose en los últimos años, entre los cuales 2018 quizá se destaca por la presentación y discusión de numerosas investigaciones de muchos colegas de diversas instituciones del país. Valga decir que solo en el V Encuentro de Estudios del Trabajo, celebrado en octubre, se presentaron y resumieron treinta trabajos de ocho provincias. El año que apenas culmina es solo el más reciente de la reconfiguración de las relaciones de trabajo en el país, como resultado directo del reajuste comenzado en los 90 y profundizado desde 2011 y de nuevo en 2016 con los dos últimos congresos del Partido.

No hay razones para pensar que 2019 traiga comportamientos diferentes y eso no es exactamente una buena noticia para el proceso de actualización, cuya apuesta fundamental es el fortalecimiento de la empresa socialista. Largas cadenas de impago, prácticas innobles y francamente corruptas, ineficiencia, indisciplina e incorporación ralentizada de la innovación, así como de prácticas gestionarias de avanzada, caracterizan todo el sector socialista de la economía, al tiempo que las contradicciones sociales por las desigualdades inevitables resultantes de esos cambios se agudizan. Solo la insistente actividad, la demostrada capacidad de trabajo, la lucidez y la energía de la nueva administración de gobierno parece ser la carta positiva en manos del pueblo. Sus constantes apelaciones a la incorporación de la ciencia y la técnica y al involucramiento de las universidades y los centros de investigación a las redes económicas se significan como el elemento más esperanzador.

De concretarse toda esa esperanza, 2019 debiera ser el año del debate y reencuentro del ideal cubano de trabajo socialista. Un análisis de este autor (Martín, 2018a; 2018b) sobre el lugar del trabajo en los documentos rectores de la actualización (la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista; las Bases del Plan nacional de desarrollo económico y social hasta 2030. Visión de la nación, ejes y sectores estratégicos y los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución para el período 2016-2021) demuestra que el trabajo recibe una atención particular y perfectamente distinguible en cada uno de esos documentos, que puede ser entendida como una clara invitación a participar en el proceso de actualización; pero que esa invitación no tiene aún el alcance y la profundidad que merece el trabajo, en tanto

  1. no tiene un programa de intervención particular, como sí la economía,
  2. no se distingue como esfera básica para el ejercicio del poder por el sujeto popular, y
  3. no se le reconoce su fuerza determinante ni su capacidad transformadora para el conjunto de las relaciones sociales.

El trabajo y los trabajadores cubanos han sido convocados explícitamente a participar en la Actualización del modelo nacional de desarrollo económico y social. Pero esa «participación», muchas veces aludida, no parece ir más allá de la movilización de los trabajadores en respaldo -y, con suerte, para el completamiento o enriquecimiento- de los planes y proyectos diseñados en un centro hegemónico. Los colectivos no son reconocidos como sujetos de poder.

Como actividad no es objeto de ningún perfeccionamiento específico, todo queda en los planos tradicionales de la exigencia y el control y la exhortación al mejor desempeño; de hecho, las tecnologías aplicables a las formas de cooperación en el trabajo no son mencionadas por ningún documento, al tiempo que la visión salarista no parece superada ni puesta a debate.

Por otra parte, la institucionalidad obrera aparece virtualmente omitida de toda esta perspectiva estratégica, sin mención alguna al papel que Lenin les reservaba como «escuela de administración». En fin, los trabajadores, el trabajo y sus instituciones impresionan como convidados de piedra a la mesa de la actualización.

¿Esto qué puede significar? Parto de varias convicciones paradigmáticas:

  • No hay socialismo sin emancipación del trabajo.
  • No hay emancipación del trabajo sin aplicación del principio de realización de la propiedad social sobre los medios de producción.
  • No es posible aplicar este principio sin real ejercicio del poder popular por los trabajadores y sus colectivos, a través de sus instituciones.
  • No hay poder real de los trabajadores que coexista con una concepción gravitacional de la participación democrática y una perspectiva salarista de la distribución de la riqueza.

El año 2019 tiene que ser clave para la construcción del socialismo y debemos comprender, tanto académicos como decisores y trabajadores, que esto es una labor profundamente cultural. En las bases de todo el edificio de la sociedad está la cultura del trabajo y todo lo que se asocia a cómo se produce y reproduce la vida. Por eso no explota solo el capitalista, sino también la sociedad y la cultura del egoísmo que da como resultado un ser humano dependiente de sus sentidos primarios. Construir el socialismo pasa por deconstruir esa cultura de la explotación que hoy es hegemónica, como viera Gramsci. Ese proceso comienza por las actividades vitales del ser humano, como es el caso del trabajo, pero transcurre en paralelo en todos los espacios de su construcción civilizatoria. Hacia allí debemos marchar para no ser arrastrados, como el mítico Don Juan, al infierno del capitalismo más salvaje, dependiente y subdesarrollado, para no volver a la barbarie, como alertara Rosa Luxemburgo.

Es imprescindible desarrollar un programa con la asesoría científica necesaria -y posible- para promover y afirmar en todos los colectivos laborales una cultura del trabajo participativa y emancipatoria.

No se trata de «darle más participación a los trabajadores» ¿Quién está capacitado, y según qué diseño, para hacer esa «donación» de competencias decisionales? Se trata de vivir participativamente, en libertad y en creación, con todos los derechos a disfrutar los éxitos y logros y con toda la responsabilidad para asumir y responder por los fracasos. 2019 debe ser el año de esa libertad, libertad que es, como dijera Martí «el comienzo de la vida».

Referencias

Aja, A. (2019) «Actualización de la situación de la dinámica demográfica del país». Presentación en el Taller de la Red de Estudios de Población, Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), Universidad de La Habana. Febrero.

Antunes, R., Bialakowsky, A. L., Partida, R., y Costa, M. I. (2005) (comps.) Trabajo y capitalismo entre siglos en Latinoamérica. El trabajo entre la perennidad y la superfluidad, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Guadalajara y Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), Guadalajara, 9-22.

Martín, J. L. (2018a) «Entre el proyecto social y la actualización». Ponencia presentada al III Taller «Cultura y desigualdad. Aspectos teóricos y metodológicos para el estudio de las desigualdades sociales». Instituto Juan Marinello. Noviembre.

Martín J. L. (2018b) «El trabajo. Convidado de piedra de la actualización». Ponencia presentada al Simposio Nacional CIPS. Octubre.

ONEI. Anuario Estadístico de Cuba, 2013, 2014, 2015.

Notas:

[1] Según datos suministrados por Margarita González, Ministra de Trabajo y Seguridad Social, publicados en el periódico Granma, el 1 de febrero de este año.

[2] Dato siempre llamativo es que el llamado trabajo por cuenta propia agrupaba 580 828 personas al cierre de 2018: 29% jóvenes, 34% mujeres y 15 y 10% de trabajadores asalariados estatales y jubilados respectivamente. No debe pasar inadvertido que 26% del total lo componen trabajadores privados por cuenta ajena, o sea empleados de un titular de algún negocio (Juventud Rebelde, 21 de febrero de 2019).

Fuente: http://temas.cult.cu/catalejo/el-trabajo-en-cuba-de-2018-2019-el-tr-nsito-posible-y-el-necesario