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Patria Palestina, patria beduina

El genocidio de Al-Naqab (Néguev)

Fuentes: Rebelión

La etnia beduina o badawi es uno de los componentes más importantes de la identidad del pueblo palestino (a la que hay que sumar los drusos y los cristianos y samaritanos). Los Beduinos están organizados por tribus (dirah) y confederaciones kabilas bajo la autoridad de los sheikhs. De naturaleza nómada y dedicados desde tiempos inmemoriales […]

La etnia beduina o badawi es uno de los componentes más importantes de la identidad del pueblo palestino (a la que hay que sumar los drusos y los cristianos y samaritanos). Los Beduinos están organizados por tribus (dirah) y confederaciones kabilas bajo la autoridad de los sheikhs. De naturaleza nómada y dedicados desde tiempos inmemoriales al pastoreo, el tráfico de caravanas y al transporte de mercancías y viajeros -en especial los peregrinos a la Meca. Por su carácter indómito (indocumentados que no pagan impuestos) fueron perseguidos por el imperio turco y el británico. Desde entonces sufren un acelerado proceso de sedentarización. Al finalizar la guerra árabe-israelí del 48 quedaron completamente aislados de sus hermanos del Sinaí, Jordania, Siria, Irak, Arabia Saudita o el Líbano.

Los beduinos palestinos -originarios de la península arábiga y el Sinaí- no tienen una nacionalidad definida pues su patria es el desierto. Para los estados árabes modernos que se rigen bajo el patrón occidental representan un verdadero lastre, un arcaísmo incompatible con el ideal de desarrollo y de progreso. Su nombre se usa despectivamente para referirse a los vagabundos o la gente ignorante. Son los «fellahin palestinos», los salvajes del desierto, forajidos que asaltaban las caravanas y sembraban la destrucción en las aldeas y los pueblos. Antes de la Nakba su hábitat se circunscribía a la práctica totalidad del territorio palestino donde solían establecerse en campamentos de jaimas junto a sus rebaños de cabras ovejas y camellos, burros, caballos y, según la época del año, cultivaban pequeñas parcelas para el consumo familiar.

La historia del pueblo beduino está ligada inexorablemente a la de sus hermanos palestinos. Ellos igualmente han sufrido el violento zarpazo de la ocupación sionista, la pérdida de sus tierras y la alienación su patrimonio cultural.

Para los colonizadores europeos no representaban más que «razas inferiores» carentes de raciocinio «Indígenas que encarnan las fuerzas de la destrucción, fuerzas del desierto que se enfrentan a las fuerzas de la civilización» «sólo podrán redimirse bajo la tutela del hombre blanco».

Los beduinos tienen un gran apego a sus tradiciones y costumbres. Todavía muchos utilizan la vestimenta típica el thoab y la koufeyah y las mujeres la madraga y la usaba para reafirmar su identidad. Son ágrafos y por generaciones han trasmitido oralmente su memoria histórica. Unos increíbles relatos llenos de magia y expresividad que se manifiesta también en su folclore, la música, la danza o la poesía. De gran conservadurismo profesan la fe islámica sunita mezclada con supersticiones primitivas entre las que sobresalen los jinnis o genios. Siempre han mantenido una feroz rivalidad con los árabes urbanizados que nos revela la histórica confrontación entre nómadas y sedentarios. Pertenecen a un mundo sin tiempo, a un mundo artesanal y primitivo donde prima la espiritualidad y la defensa de sus valores libertarios.

Durante la Gran Revuelta Árabe en 1916 encabezaron las tropas de choque comandadas por Lawrence de Arabia donde se distinguieron por su arrojo y valentía. Sin lugar a dudas fueron un factor decisivo en la derrota del imperio Otomano.

Ignorantes por completo de las pérfidas intenciones del imperialismo que deseaba a toda costa apoderarse de sus tierras y, sobre todo, del recurso más valioso: el petróleo. Algo que quedó demostrado en la Conferencia de París de 1919 cuando los países vencedores de la Primera Guerra Mundial se repartieron Oriente Medio traicionando su promesa de crear un gran reino árabe.

Los antecedentes históricos del conflicto árabe-israelí son bastante esclarecedores: en 1917 con la declaración de Balfour el gobierno británico se pronunció a favor del establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Oriente Medio. En 1919 en un encuentro secreto entre el Emir Faisal y el representante de la organización sionista Dr. Weizmann concluyó que «se tomarán todas las medidas necesarias para estimular la emigración de judíos a Palestina y el cultivo intensivo del suelo». En 1937 la comisión Peel (encabezada por el representante del imperio británico lord Peel) presenta su informe sobre la «cuestión palestina» ante el parlamento británico. Se advierte que no hay otra salida que promover la partición de palestina pues entre árabes y judíos las relaciones se van deteriorando progresivamente. El nacionalismo judío y el árabe han alcanzado altas cotas de intolerancia. «el Hogar Judío es moderno y el árabe arcaico». Aunque en esa época los judíos tan sólo poseían el 5,6% de la tierra con las recomendaciones de la comisión Peel recibirían a cambio el 33% del país. Con el agravante de que los pobladores palestinos podrían ser expulsados de las zonas que se les asignaran. La Liga de las Naciones debería hacerse cargo de este asunto para asegurar la paz y seguridad de las generaciones futuras. Las recomendaciones de ese entonces no variaron mucho a las emitidas en 1947 cuando los miembros de la UNSCOP «sugieren» que la partición de Palestina es la única salida razonable para prevenir un conflicto mayor».

La creciente llegada de inmigrantes judíos -muchos de ellos clandestinos- y la compra de tierras por parte del Hogar Judío- a pesar de los esfuerzos Fundación Nacional Árabe por prohibir su venta- desencadenaron las revueltas árabes (1936-1939) que fueron duramente reprimidas por las autoridades británicas y en las que tuvo un papel protagónico el muftí de Jerusalén Amín al Husseini.

El sionismo se dedicaba a patrocinar la inmigración masiva con el propósito de consolidar los supuestos derechos históricos y religiosos enunciados en la Torah. Si no revertían el índice demográfico en su contra sería imposible llevar a cabo el sueño del gran Israel tal y como lo predijo el visionario Theodor Herzl en su libro Der Judenstaat.

La corona británica estaba empeñada en terminar lo más pronto posible el mandato en Palestina pues la agitación social crecía imparable. Así que la ONU organizó en 1947 el comité especial UNSCOP con el fin de preparar un informe con las recomendaciones pertinentes acerca del futuro de Palestina -con la exclusión de británicos y países árabes para guardar la neutralidad- Después de tres meses de estudios sobre el terreno el comité especial determinó que para preservar la paz no había otra posibilidad que dar luz verde a la creación de un estado judío y otro árabe o palestino. Se sugirió igualmente una especie de unión económica y que Jerusalén y Belén fueran declaradas ciudades internacionales. En esa época la tragedia de los refugiados judíos era insostenible. En Europa más de 1.500.000 supervivientes del holocausto esperaban embarcar hacia Oriente Medio en busca de asilo. Como pudo comprobarse con el caso del barco Exodus que abarrotado de inmigrantes ilegales fue retenido por las autoridades británicas en el puerto de Haifa para posteriormente deportarlos a Chipre.

Aprovechando el impacto que causaba en la opinión pública internacional tales acontecimientos el lobby judío y la Agencia Judía exigieron a las grandes potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial poner fin a este doloroso drama humanitario.

El 3 de septiembre de 1947 los miembros de la UNSCOP entregan el reporte con sus recomendaciones. Se muestran a favor de la partición: Canadá, Checoeslovaquia, Guatemala, Holanda, Perú, Suecia y Uruguay. Otros tres miembros, Irán, India y Yugoeslavia se inclinan por un estado federal palestino. Australia se abstiene. A los judíos se les conceden las tierras más fértiles y las ciudades más emblemáticas. El estado judío recibe el 56% de la tierra y los palestinos el 44% restante -a pesar de ser la población mayoritaria-. Jerusalén y Belén serían consideradas ciudades internacionales administradas por la ONU. Los nuevos ciudadanos tendrían derecho a la doble nacionalidad judía y palestina. La cláusula más polémica dictamina la expulsión de todos los inmigrantes ilegales judíos.

El 23 de septiembre los representantes de la agencia judía y del Alto Comité Árabe se reúnen en New York para asistir a la lectura del informe final. Los árabes rechazan totalmente dichas conclusiones a las que consideran inaceptables. No hay bases legales ni morales que las sustenten pues el pueblo palestino es despojado de sus derechos históricos básicos. La Agencia Judía, por el contrario, se inclina por aceptar las recomendaciones y reclaman que se declare de ipso facto el estado judío. Necesitaban imperiosamente ejercer la soberanía y controlar las fronteras para dar así entrada a la inmigración masiva.

Para que dicha resolución fuera aprobada se requería el voto favorable de los dos tercios de la Asamblea General. En una alianza maquiavélica del sionismo y la Casa Blanca utilizando sutilmente el chantaje y el soborno se las arreglaron para que los países con una clara dependencia de ayuda americana votaran a su favor. Además, el plan Marshall destinado a la reconstrucción de una Europa devastada tras la Segunda Guerra mundial era un argumento poderoso para inclinar la balanza de su lado. Hoy se sabe que Chaim Weizmann, eminente líder sionista, y el presidente Truman se reunieron en secreto para presionar a los estados miembros de la ONU y conseguir que votaran a favor del plan de partición. También 26 senadores de EE.UU y los líderes de las comunidades judías ejercieron una poderosa influencia sobre los miembros de la UNSCOP.

El 29 de noviembre de 1947 por 33 votos a favor, 23 en contra y 10 abstenciones se aprueba la resolución 181 de la ONU que «recomienda» la partición de Palestina. Si bien es cierto la Asamblea General no creó el estado de Israel el hecho que lo haya «sugerido» fue lo suficientemente provocador para que los estados árabes lanzaran el llamado a la yihad.

El secretario general de la Liga Árabe Abdelrahman Azzam profetiza que «correrán ríos de sangre en Oriente Medio». «Será una gran masacre que nos hará recordar la invasión de los mongoles y la guerra de las cruzadas. Echaremos a los judíos al mar y extirparemos el sionismo». Las relaciones entre árabes y judíos se iban a deteriorar irreversiblemente. 1.000.000 de judíos Mizrachim y Sefaradim que residían en los países árabes fueron expulsados.

El parlamento británico confirma en una escueta nota que abandonará Palestina el día 14 de mayo de 1948. Una decisión que no va a hacer más que empeorar la caótica situación. El rey Abdallah de Transjordania, que se había mostrado complaciente con la creación del hogar judío, entabla conversaciones secretas con sus líderes para intentar quedarse con la parte árabe de Palestina. El rey Abdallah le ofrece a Golda Meir -que viaja a Amman disfrazada de campesina árabe- la integración de Israel en el reino de Transjordania donde se les garantiza una amplia autonomía. Para el monarca todo es válido con tal de ver cumplido su sueño de crear un gran reino Hachemí en Oriente Medio. Esta propuesta no prosperó pues los judíos solo se inclinan ante Yahaveh. Golda Meir le propuso al rey Abdallah que se mantuviera neutral para posteriormente sellar un posible pacto. En todo caso Transjordania entró en la guerra pero limitó sus acciones al área de Cisjordania.

El 15 de mayo de 1948 Ben Gurion proclama en Tel Aviv el estado de Eretz Israel y de inmediato estalla la guerra entre musulmanes y judíos: «el nuevo país tendría los límites que fueran capaces de trazar sus soldados», tal y como también reza en el acta fundacional de los EE.UU; «la cuna del pueblo judío es Israel» EE.UU y la Unión Soviética reconocen inmediatamente al nuevo estado.

Los beduinos, mientras tanto, desconocían por completo que la Asamblea General de la ONU había decidido donar sus tierras a unos extranjeros que la reclamaban por «derecho divino».

El Néguev a pesar de ser un arenal pedregoso y estéril era una zona de trascendental importancia para cobijar a la gigantesca marea de inmigrantes que se aprestaban a retornar a la «tierra prometida». Además estratégicamente les permitía una salida al mar Rojo, la península de Sinaí y el canal de Suez. Cuentan las crónicas que un inspector de la ONU de origen holandés en su visita por el Néguev quedó muy impactado al observar como en un kibutz cultivaban tulipanes. «Si los judíos son capaces de cultivar tulipanes en este erial bien merecen el Néguev» -expresó Weizmann y el Fondo Nacional Judío, gracias a los buenos oficios del presidente norteamericano Truman; lucharon lo indecible para que el Naqab o Néguev se quedara bajo la soberanía israelí.

Durante el desarrollo de la guerra árabe-israelí de 1948 las fuerzas sionistas lanzaron varias ofensivas para hacerse con el control del Néguev. En primer lugar la operación Moshe que propició la captura de Beersheva (Bir as-Sab) a los egipcios; luego la operación Yoav aseguró por completo su dominio, y por último la operación Ovda, comandada por las brigadas Néguev y Golani, toman Umm Rash-Rash -una estación de policía británica en el mar Rojo- donde luego se fundaría la ciudad de Eilat (capital turística de Israel).

El Naqab o Néguev, el mítico territorio de los Yermos de Sin bíblicos, es un desgarrador paisaje de arena, dunas, rocas y volcanes. El Naqab, lo árido, lo seco en lengua árabe, el reino de la soledad y el silencio donde Ezequiel y Abraham realizaron la mítica «travesía del desierto» en búsqueda del Monte de Sion.

Según los ideólogos sionistas, «Un pueblo no puede ser libre si no produce su propio sustento», la soberanía alimentaria es indispensable para la supervivencia del nuevo estado teniendo en cuenta la complicada situación geopolítica en la que se encuentra. Por ley se obliga a los ciudadanos a retornar al campo para iniciar una revolución agrícola sin precedentes inspirada en ideales del «comunismo utópico». El trabajo de la tierra les ha sido vedado a los judíos por generaciones y les había llegado la hora de recuperar el tiempo perdido.

En 1870 el Hogar Judío -con la autorización del Imperio Otomano- funda cerca de Jaffa la escuela de agricultura Mikve Israel -una de las primeras de Oriente Medio-. En la práctica, una copia el modelo del anarquismo radical (colectivización) introducido por los judíos rusos que llegaron huyendo de los pogromos zaristas. Su principal objetivo: «enseñar a los judíos a cultivar y colonizar la tierra de sus antepasados». Más adelante en el año 1948 se convertiría también en un centro de entrenamiento de los paramilitares de la Haganah y en una fábrica de armas. De esta institución, subvencionada por el gobierno francés, han salido gran cantidad de profesores y estudiantes que participaron en las diferentes guerras en las que ha intervenido Israel.

Ben Gurion advirtió que «sin el Néguev el estado de Israel no tenía ningún futuro». «El pueblo elegido debía convertir el desierto en un vergel». Así lo dejó plasmado en su testamento y para dar ejemplo de lo que pregonaba el mismo junto a su esposa Paula se retiró a trabajar la tierra en el kibutz Sde Boker. «Si el desierto del Néguev no se desarrolla el estado de Israel podría desaparecer». «La creatividad y el vigor de los pioneros de Israel serán puestos a prueba en ese territorio inhóspito». Algo que nos recuerda la conquista del oeste americano. También Ariel Sharon siguió su consejo y compró la finca Shikmim donde quería dedicarse a la crianza de caballos antes de que sufriera el derrame cerebral que le causó la muerte.

El Fondo Nacional Judío se hizo cargo la colonización y el desarrollo del desierto de al Naqab (Néguev) donde en principio se establecieron 50 asentamiento para albergar a los «pioneros» de la diáspora.

Entonces se inicia un período denominado «agricultura mística», donde las cooperativas de Kibutz y los Moshavim (familias que reciben parcelas para su explotación) jugarán un papel preponderante. En el año 2014 se contabilizaban unas 250 granjas agrícolas -algunas de los cuales datan del siglo XIX-. El reto consistía en transformar moradores urbanos en campesinos e inculcarles el sentido de pertenencia e identidad. Necesitaban a dominar a como diera lugar ese ecosistema hostil de suelos calizos y areniscos de extrema pobreza, bajas precipitaciones y altas temperaturas que en el verano pueden alcanzar los 50°.

Para hacer realidad el mito fundacional israelí, conseguir que el desierto florezca, se necesitaba fomentar la investigación científica, la creación de universidades, institutos, escuelas, la construcción de las infraestructuras, la compra de maquinaria agrícola, etc. Pero todo este titánico esfuerzo sería en vano sin un elemento vital: el agua. El gobierno aprobó mediante un decreto extraordinario el trasvase de las aguas del lago Tiberíades hacia el sur, luego la construcción del Acueducto Nacional e importantes obras de ingeniería como la red Yorkon y la red Kishon. Hoy la mitad del agua del Néguev procede de las aguas residuales de la región de Dan en Tel Aviv -previa desinfección aplicando un novedoso tratamiento con energía solar. Sin el agua estaban condenados a morir de sed. La compañía Tahal se encarga de la prospecciones de agua subterránea (que se extrae a 1.500 mts. de profundidad) mientras la compañía de Mekorot administra el agua -que se considera por ley un bien estratégico de primer orden-, fija las cuotas y la distribuye con un detrimento considerable entre los pobladores palestinos. De manera arbitraria se desvía el Wadi Gaza para regar las granjas del Néguev -antes de que llegue a la franja de Gaza: «si el estado no pone fin al desierto, el desierto pondrá fin al estado». De este modo se entiende la tenaz lucha por el agua y el control de sus fuentes que fue una de las causas de la guerra de los Seis Días en 1967. En el Néguev se consumen 300 millones de metros cúbicos de agua al año.

Gracias a la ayuda internacional y a las donaciones de multimillonarios judíos se pusieron en marcha centros de investigación medio ambiental tales como el Instituto Nacional de Innovación Agraria y el Instituto Vulcani. Fruto de complejos experimentos los científicos lograron perfeccionar las técnicas de riego a presión, el riego por goteo con inyección de nutrientes y fertilizantes a través de micro aspersores que irrigan directamente las raíces de las plantas, un método anti evaporación, eficientes herbicidas y pesticidas biológicos, novedosas variedades de semillas y el desarrollo de nuevas especies de frutas y verduras mediante la manipulación genética. Israel es uno de los principales exportadores de tecnología agro-alimentaria del mundo.

Para combatir el avance de la erosión se plantaron 250 millones de árboles -gracias a las aportaciones de las comunidades judías del mundo entero. Contra todo pronóstico han conseguido sembrar miles de hectáreas de olivares, vides (ya existe la ruta del vino del Néguev cuyas marcas se venden en EE.UU y Europa), palmas datileras, frutas tropicales, pimiento verde, flores para la exportación, uvas, papas, zanahorias, aguacates, tomates, maní, melones, cítricos, algodón (uno de los primeros productores mundiales) miel, granjas de pollos, granjas lecheras (compiten con las holandesas en calidad y tiene el mayor rendimiento productivo del mundo), cabras, camellos, cultivos de Biogel para la cosmética y medicina, condimentos -monopoliza el 70% del mercado europeo-, acuicultura, piscifactorías, el cultivo de algas unicelulares que es un producto de éxito mundial comercializado por la compañía AlgaTech. Israel ha ampliado la superficie de cultivo en un 40% y con los avances en la agricultura automatizada es capaz de producir 4 o 5 cosechas al año en los invernaderos. Según las previsiones de los analistas antes de finalizar esta década se convertirá en la despensa del mercado Europeo. La agroindustria genera para Israel 750 millones de dólares anuales en exportaciones.

¿Hasta qué punto puede afectar el boicot internacional a los productos israelíes? Nos tememos que no sea muy significativo pues los gobiernos apenas actúan y las grandes compañías multinacionales multiplican sus pedidos pues los productos son de primerísima calidad. El único consuelo es confiar que a título individual los ciudadanos más concientizados ejerzan el boicot activo (el número del código de barras de Israel comienza por 729).

Los dirigentes sionistas se jactan de que «Israel es un ejemplo de democracia y libertad en una región plagada de dictaduras árabes». «Estamos decididos a ocupar la primera línea de fuego en defensa de la civilización occidental». Porque el verdadero peligro es el islamismo radical que lo único que desea es sembrar la destrucción y la muerte.

Israel ha sabido mover con inteligencia los hilos de las relaciones diplomáticas a su favor como se puede constatar con la firma de los Tratados de Libre Comercio con MERCOSUR, México, Colombia, Panamá, EEUU, Perú, Canadá, la China (en trámites) o Suiza. Mientras con la Unión Europea existe un acuerdo de Asociación Preferencial y convenios bilaterales con más de 80 países de los cinco continentes.

Israel para occidente es un aliado estratégico en investigación, desarrollo e innovación. Con lo que podemos deducir que la comunidad internacional es cómplice por activa o por pasiva de la ocupación y los crímenes de guerra cometidos por el estado sionista contra el pueblo palestino.

En el Néguev no sólo se ha desarrollado el agricultura sino también el área industrial en la cual se destaca la producción de textiles, hierro, acero, plásticos, madera, componentes electrónicos o de informática, centrales termoeléctricas, energía solar, eólica, fábricas de armamento (Israel es el cuarto exportador mundial de armas -4.500 millones de dólares) de la IAI (Israel Aircraft Industries balística). Pero quizás el proyecto más polémico sea el Centro de Investigación Nuclear del Néguev-Dimona construido con la colaboración francesa en los años cincuenta y que tiene la capacidad de producir plutonio para sus bombas atómicas (se calcula que Israel posee entre 200 y 300 ojivas nucleares).

La región del Néguev por sus características geográficas es el espacio ideal para ubicar grandes instalaciones militares como es el caso de las bases aéreas de Ovdá, Ramon y Hatzerim, o los cuarteles del ejército de tierra Haim, Laskov, Shizafon (carros de combate) y la base naval de Eilat donde recalan los submarinos nucleares que patrullan el mar Rojo. En un futuro se tiene previsto construir nuevas bases, campos de tiro o de maniobras que permitan aumentar el pie de fuerza y su poder ofensivo.

En las operaciones de castigo contra Gaza, Cisjordania o el Líbano el ejército israelí pone a prueba su maquinaria de guerra perfeccionando el manejo de nuevas tecnologías y el desarrollo de armas más letales. Esa experiencia práctica le ha granjeado un gran prestigio entre las fuerzas armadas del mundo entero que asisten con asiduidad a los cursos de especialización impartidos por las tres ramas del Tzahal (tierra, mar y aire).

La industria del turismo quizás sea uno de los sectores de mayor auge en Israel. El Néguev, con más de un millón de visitantes al año, se promociona como el paraíso del turismo ecológico y de aventura. Los tours ya tienen concertados con los kibutz, lodge y hoteles un sinfín de ofertas que van desde: el yoga, la meditación, Spas, tai chi, reflexoterapia, aromaterapia, masajes, rituales de la «new age», senderismo, rutas bicicleta, deportes extremos, globos aerostáticos, travesías en camellos o estancias en los campamentos beduinos para disfrutar de su música, danza o gastronomía. En los folletos turísticos la cultura beduina se presenta sin ningún reparo como originaria de Israel.

El desierto del Naqab que ocupa 13.000 kilómetros² de superficie- (60% del país) tiene una población de 445.000 judíos y 250.000 beduinos (estos últimos con una de las tazas de crecimiento más altas del mundo debido a la poligamia).

Los beduinos desde finales del siglo XIX experimentan un doloroso proceso de sedentarización. Un fenómeno que se ha acrecentado aún más bajo la ocupación sionista. Cercados por fronteras, muros, campos de minas y alambradas han perdido por completo su hábitat natural, es decir, las zonas tradicionales de pastoreo o trashumancia que ahora las ocupan cuarteles militares, campos de tiro, zonas industriales, kibutz, asentamientos, complejos turísticos o parques naturales.

Actualmente la comunidad beduina vive confinada en 46 poblados donde fruto de la improvisación se levantan barracas de madera y hojalata y las típicas jaimas. El gobierno les prohíbe construir infraestructuras solidas bajo penas de multa y demolición. La mayoría carece de servicios públicos como luz, agua o saneamiento. Los altos índices de desempleo y de pobreza los convierten en el sector más marginado de la sociedad israelí.

Al término la guerra del 48 el gobierno de Israel, siguiendo la política británica de «control y orden del territorio», impuso el estado de sitio y la administración militar. Como se intentaba imponer a cualquier costa el emplazamiento de colonias judías se aplicó una cruel política de limpieza étnica o transferencia étnica forzosa. Violentamente deportaron a miles de beduinos -«el enemigo interno»- del sur y el este de Beersheva y otras zonas del Néguev hacia Jordania, Egipto, Gaza o Cisjordania. De los 110.000 indígenas repartidos en 75 tribus que se contabilizaban en los años cuarenta, quedaron reducidos a sólo 11.000. «Una milagrosa limpieza del país», declararía eufórico Weizmann (primer presidente de Israel).

Más adelante el gobierno israelí para demostrar «su alto grado de generosidad» les prometió que «la propiedad, el honor de los ciudadanos beduinos serían respetados y preservadas sus tradiciones». Por motivos humanitarios iniciaron la ejecución del plan de las Siete Ciudades con el objetivo de modernizar su estilo de vida. Los jefes de las tribus aceptaron que sus hijos hicieran el servicio militar a cambio de recibir del gobierno un estatus privilegiado que supuestamente les abriría el camino a la integración social y económica. Algo que jamás se cumplió. En 1987 el Tzahal creó «el Batallón Beduino de Reconocimiento del Desierto» que -según los mandos- han cumplido destacadas misiones en la franja de Gaza.

En el 2005 el Consejo Territorial de Planeamiento y Construcción aprobó un proyecto para incrementar en un 70% la población del Néguev. Con fondos públicos se construirán 15 nuevas ciudades para albergar exclusivamente a ciudadanos judíos ultra ortodoxos (haredim) y ampliar al doble la Universidad Ben Gurion. Ya está lista la primera fase en Kasif (Tel Arad) dotada con 16.000 unidades habitacionales y capacidad para 80.000 personas.

En el 2008 el informe Goldberg dictaminó que aunque los beduinos no puedan demostrar que son propietarios de sus tierras (al ser nómadas los títulos de propiedad se transmiten por tradición oral) hay que reconocerles algunos derechos históricos. El plan Prawer-Begin de relocalización territorial prevé el desplazamiento de 70.000 beduinos Naqab o Néguev y la demolición de sus viviendas «ilegales». A cambio recibirán una compensación económica y se les construirán conjuntos habitacionales en los Siyagh (áreas permitidas) o «reservas indias» donde contarán con todo tipo de servicios: agua, luz, alcantarillado, escuelas y hospitales. Por razones de seguridad deben permanecer en un lugar fijo y asumir su condición de «beduinos israelíes» que es como consta en sus documentos de identidad.

Está previsto que la ciudad beduina de Rahat (fundada en los años setenta) de 50.000 habitantes en un corto espacio de tiempo duplique su tamaño. Es imprescindible que se adapten progresivamente al medio urbano y a las ventajas que brinda la modernidad. No pueden quedarse fosilizados, tienen que evolucionar y adquirir el estatus de ciudadanos de pleno derecho; trabajadores asalariados que surtan la creciente demanda de mano de obra barata en la agricultura, la construcción o del sector servicios. Sobre todo que paguen los impuestos y acaten disciplinadamente las leyes de la sociedad de consumo capitalista.

Ante el avance del terrorismo islamista en el Sinaí una de las máximas prioridades de Israel es la defensa de la frontera sur con Egipto. Sin olvidar el peligro que generan los contrabandistas que se dedican al tráfico de armas y de drogas o de inmigrantes ilegales. Se calcula que más de 70.000 -provenientes del África negra; Eritrea, Kenia, Sudán o Uganda- han conseguido penetrar en su territorio. Para prevenir dichas infiltraciones Israel ha levantado una gran valla de alambre de púas (con cámaras y sensores infrarrojos) de 260 kilómetros de largo.

En el Néguev también se encuentra la cárcel de Ketziot, una de las más grandes de Israel y donde cumplen condena más de 2.500 presos palestinos. El otro centro de internamiento es el de Holot en el que se hacinan miles de inmigrantes ilegales africanos a la espera que se tramiten las órdenes de expulsión correspondientes.

El pueblo beduino igual que ha pasado con otros tantos pueblos indígenas del mundo ha sido víctima de un genocidio silencioso. Un crimen contra la humanidad que apenas se refleja en los libros de historia. Se desconoce por completo porque faltan pruebas, documentos de lo sucedido. Los testigos desaparecieron sin dejar huella sepultados bajo la arena del desierto. Un exterminio atroz que tiene su punto culminante en el accionar de la tristemente célebre Unidad 101 del ejército israelí comandada por Ariel Sharon y que entre los años 1953 y 1954 patrullaba la frontera sur. No hubo compasión con las tribus beduinas que incapaces de comprender el por qué se militarizaban sus tierras ancestrales no respetaban el toque de queda impuesto por los ocupantes.

El estado de Israel por su carácter ultranacionalista aplica a las minorías étnicas una rigurosa política de asimilación. Empezando por el sistema educativo ya que el aprendizaje de la lengua y cultura hebrea es obligatorio. Su propósito es borrar la identidad árabe e islámica y separarlos de sus hermanos palestinos. El caso de los Drusos es el espejo donde tienen que mirarse. La comunidad beduina recibe subvenciones y ayudas estatales bajo la condición de que acepte las reglas del juego. Hay que prevenir un choque cultural con las minorías que puede desestabilizar el país y generar violencia. Los antropólogos y sociólogos apuestan por forjar una sociedad homogénea y globalizada. ¿Judaizada? Por lo pronto los beduinos ya tienen un representante elegido por el voto popular en el Kenesset o parlamento. Según la propaganda oficial Israel aplica la democracia y se preocupa por el bienestar de sus ciudadanos cosa que no ocurre con el gobierno de la ANP en Ramala dirigida por una «mafia de corruptos burócratas». «Los beduinos deben sentirse orgullosos de vivir en Israel porque si estuvieran en Palestina pertenecerían al tercer mundo». Estos son los argumentos que se esgrimen para que acepten su condición de «árabes israelíes»: «los beduinos son musulmanes, pero no palestinos». ¿Cuál es su nacionalidad entonces? Desgraciadamente los Naqab árabes -como les gusta llamarse- van camino de convertirse en naziun o desarraigados.

En las negociaciones de paz entre judíos y palestinos a los mal llamados «árabes israelíes» los han excluido por completo. En los acuerdos de Oslo ni siquiera se les nombra. Al parecer la ANP se ha resignado a aceptar su pertenencia al gran Eretz Israel. Son más de un millón de ciudadanos los que no tienen ni voz ni voto en las decisiones que se toman acerca del futuro de Palestina. ¿Qué va a ser de aquellos palestinos que por diferentes circunstancias optaron por quedarse en los territorios ocupados? ¿Hay alguna esperanza de que algún día se reintegren en una Palestina libre? Los expertos especulan en que habría que encontrar alguna fórmula revolucionaria para darles cabida. ¿Quizás un estado binacional, el estado liberal multicultural, el estado étnico nacional o el estado cívico democrático y laico?

La táctica que más le conviene a Israel es fomentar la desunión entre las comunidades beduinas del Naqab, de Galilea o de Cisjordania. No pueden tomar decisiones en conjunto ni reivindicar su nacionalidad. Aunque hayan pasado 67 años de la Nakba las repercusiones de este desastre aún se mantienen vigentes.
Pero los beduinos no dan su brazo a torcer, a pesar de las agresiones, el racismo y el apartheid, la demolición de sus hogares y la transferencia étnica forzada, siguen en la lucha. Orgullosos, protestan e insisten ante los tribunales israelíes en que les deben ser devueltas sus tierras y reintegrado su patrimonio. Tal vez sea algo utópico lo que exigen pero no pueden darse por vencidos. En su memoria está escrito el sumud, la firmeza, el apego a la tierra y a la resistencia eterna.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.