«Hilary Putnam, Ética sin ontología, Alpha Decay, Barcelona, 2014 (traducción de Albert Freixa, 207 páginas) La estructura de un ensayo que, vale la pena señalarlo de entrada, no es un libro de ética práctica, un libro que toma pie en unas conferencias del autor, es la siguiente: Introducción (que anuncia las preocupaciones y tesis […]
«Hilary Putnam, Ética sin ontología, Alpha Decay, Barcelona, 2014 (traducción de Albert Freixa, 207 páginas)
La estructura de un ensayo que, vale la pena señalarlo de entrada, no es un libro de ética práctica, un libro que toma pie en unas conferencias del autor, es la siguiente: Introducción (que anuncia las preocupaciones y tesis centrales del ensayo). Primera parte: Ética sin ontología. Primera conferencia: Ética sin metafísica. Segunda: Una defensa de la relatividad conceptual (son magnificas las referencias a Carnap y Lesniewski). Tercera: Objetividad sin objetos. Cuarta: «Ontología» un obituario. Segunda parte: Ilustración y pragmatismo. Primera conferencia: las tres Ilustraciones. Segunda conferencia: El escepticismo sobre la Ilustración (con excelentes y críticos comentarios sobre la filosofía de Foucault, Derrida, Rorty y Williams que no le alejan de reconocimientos explícitos: «Podemos aprender cosas importantes de filósofos franceses que voy a criticar (Foucault y Derrida)» (p. 169). Por cierto, ¿por qué «filósofos franceses» y, en cambio, Bernard Williams es un importante «filósofo analítico», uno de los filósofos analíticos más brillantes que HP conoce).
El autor: Hilary Putnam [HP] uno de los grandes filósofos contemporáneos. Sin atisbo para ninguna duda. Nacido el 31 de julio de 1926 en Chicago, profesor emérito de lógica matemática en la Universidad de Harvard, HP es un filósofo muy prolífico e influyente. Sus grandes aportaciones se han centrado en los ámbitos de la filosofía de la mente, la filosofía del lenguaje y la filosofía de la ciencia (especialmente, en el ámbito de la filosofía de la matemática, aportación esta última de la que el firmante de esta nota no ha dejado nunca de aprender).
Nudos de su cosmovisión: «Durante los tres meses que pasé en Ámsterdam, se me acogió en los oficios del Sabbat de la sinagoga israelita-portuguesa -la sinagoga, paradójicamente, de la cual Spinoza fue expulsado! (una acción que sus feligreses actuales lamentan mucho, huelga decirlo)- y siempre recordaré y agradeceré el cálido compañerismo de la congregación, y la profunda espiritualidad del hasta entonces desconocido rito sefardí en el bello espacio de unas de las mayores y más antiguas sinagogas supervivientes de Europa . ¡Resulta extraño que Spinoza y yo hemos sido miembros del mismo minyán!» (p. 12). Uno, recuérdese, expulsado por hereje aunque se lamente. Las palabras de HP hablan por sí mismas. De hecho, el penúltimo libro traducido al castellano de HP, salvo error por mi parte y creo que por la misma editorial, se titula La filosofía judía, una guía para la vida. Desconozco las posiciones político-filosóficas de Putnam pero es muy probable que no coincidan exactamente con las de Edward Said por ejemplo. No conozco, admitiendo mi falta de información contrastada, que un filósofo humanista como HP haya manifestado muchas críticas públicas a la política del estado de Israel.
La historia del libro: la primera parte es el ciclo completo de conferencias que impartió el autor en la Universidad de Perugia en octubre de 2001. La segunda proviene de su estancia como profesor visitante de la cátedra «Baruch de Spinoza», del gran Spinoza, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Ámsterdam y de las conferencias que allí impartió. Los textos, en todo caso, han sido revisados para su edición.
Las preguntas, algunas de las preguntas que mueven la reflexión de este ensayo: ¿de qué hablamos cuando hablamos de ética? ¿Los juicios éticos pueden considerarse tan objetivos como los juicios lógicos? ¿La ética requiere algún tipo de fundamento metafísico?
Más concretamente, según el propio autor, la temática es esta: «Puede parecer extraño que un libro que leva por título Ética sin ontología trate de cuestiones de filosofía de la lógica y de filosofía de la matemática tanto o más que de cuestiones de ética, pero no es fortuito.» (p. 15). ¿Por qué? Porque para HP la desafortunada división de la filosofía contemporánea en campos separados (ética, filosofía de la mente, metafísica, filosofía de la matemática, lógica, epistemología) «suele ocultar el modo en que los mismos argumentos y cuestiones se presentan en un campo tras otro». Así, desde su punto de vista, los argumentos para el antirrealismo en ética son casi idénticos a los mejores argumentos para el antirrealismo en filosofía de la matemática por más, añade HP con agudeza, «que los filósofos que se resisten a tales argumentos en el último caso suelen capitular ante ellos en el primero».
Algunas tesis de HP, acaso sorprendente, chocantes incluso en algún caso:
0. Sólo podemos recuperar la visión integrada a la que la filosofía siempre ha aspirado si nos permitimos ignorar, al menos por un tiempo, la idea de que una posición o un argumentos filosóficos deben lidiar con uno y sólo uno de esos campos específicos. 1. La ética se ocupa de resolver problemas prácticos y no de establecer principios universales o elaborar sistemas (transitando por la misma senda que Aristóteles). 2. La ética de caracteriza por una objetividad análoga a la de la matemática: «la ética y la matemática pueden tener objetividad sin tratar de objetos sublimes o intangibles (formas platónicas, entidades abstractas). 3. Entender la ética en términos ontológicos es un grave desacierto. No existe una motivación moral única y separada «al igual que Heidegger pienso que la filosofía necesita tomarse con mucha más seriedad los modos de pensar que son indispensables en al vida cotidiana de lo que la tradición ontológica ha estado predispuesta a hacerlo» (p. 34). Heidegger, por lo demás, no fue el único filósofo importante -¡por supuesto que no!- del siglo XX que valoró la Lebenswelt, el mundo de la vida, y condenó la tendencia metafísica a tomárselo poco en serio (al igual que hicieran Wittgenstein y Dewey). 4. Entender la ontología como aquella parte de la filosofía que versa sobre lo que existe es el fruto de un grave error, «de un gran malentendido que se ha perpetuado bajo distintas formas desde los griegos hasta Quine», amigo y colega fallecido del autor, y ha tenido aciagas consecuencias para casi todas las facetas de la filosofía, que HP suele identificar con la filosofía analítica. 5. Es errónea la idea de que el término «existir» tiene un significado único y preciso, grabado en piedra. 6. Han existido tres grandes ilustraciones (para Putnam, revoluciones simultáneas en el pensamiento epistemológico y en el ético): la platónica (HP caracteriza a Platón con ironía como «ontólogo inflacionista» por su postulación del mundo de las formas, también lo es G, E. Moore en su opinión), la ilustración de los siglos XVII y XVIII y la pragmatista que arrancaría con John Dewey (el autor está muy próximo a esta última, Dewey es uno de sus grandes «héroes»). 7. Oposición a la indeterminación que conlleva la regresión infinita de interpretaciones propias de las corrientes posmodernas y contrario al relativismo cultural del que hacen gala algunas corrientes filosóficas analíticas. 8. Es posible justificar, de manera contextualizada, la resolución de problemas y conflictos de carácter ético y político. «Lo que falta en esta dicotomía es precisamente la idea que caracteriza mi «ilustración» pragmatista: que existe una cosa tal como la resolución contextualizada de los problemas y los conflictos éticos y políticos (de lo que Dewey dnomina «situaciones problemáticas») y que las afirmaciones concernientes a la evaluación de situaciones problemáticas -y las propuestas para solventarlas- pueden justificarse en mayor o menor medida sin que sean absolutas» (p. 195). Añade HP: «la resolución contextualizadora de problemas siempre requiere ideas pero no ideas que estén libres de toda dimensión histórica contingente». 9. La ética no debe identificarse con una única preocupación humana ni con un único conjunto de conceptos, no se basa en un interés o finalidad singulares sin en cada interés humano. 10. HP señala que incluso Kant, a quien se suele considerar el representante por excelencia del tipo de teoría ética que trata de establecer principios universales, «fue muy consciente de que lo que denomina «ley moral» no puede aplicarse a situaciones concretas sin la ayuda de lo que denomina «ingenio natural». y «ese ingenio natural» o «buen juicio» no es algo que pueda reducirse a un algoritmo. No sólo esa aspiración es una tarea sobrehumana sino que es un simple absurdo. 11. Desenmascarar el empirismo es poner de manifiesto cómo esa tendencia filosófica y su teoría moral, el utilitarismo, son en realidad dogmáticos «por más que defiendan de boquilla el falibilismo.» 12. Los metafísico inflacionistas no se restringen a la ética claro está: «tenemos también explicaciones metafísicas de la naturaleza de la matemática o del curso de la Historia» (p. 39). Hegel es un ejemplo de estos últimos. 13. HP entiende por ética (ética de la compasión podríamos añadir) la moralidad que Nieztsche deploraba y consideraba una debilidad o incluso una enfermedad.
Un ejemplo de argumentación. ¿Por qué HP defiende el pluralismo pragmático, por qué rechaza el eliminacionismo tanto en su forma materialista, democritiana (de Demócrito), como idealista berkeleyana (de Berkley)? ¿Por qué rechaza la metafísica inflacionista platónica? Porque sostiene, con Wittgenstein y con los pragmatistas, que «el pluralismo pragmático no requiere descubrir objetos misteriosos y suprasensibles detrás de nuestros juegos de lenguaje, sino que la verdad puede decirse dentro de los juegos de lenguaje que empleamos de hecho cuando el lenguaje opera y que las inflaciones que los filósofos han añadido a tales juicios del lenguaje con ejemplos.. de la «máquina que falla» (p. 42).
Por si faltara algo, todo dicho, además, con la máxima claridad y con la mínima oscuridad y confusión que es casi concebible. Y con posiciones firmes cuando la ocasión lo requiere: «Ni se me ocurriría negar que Derrida sea un filósofo significativo, pero debo confesar que mi reacción ante la cháchara sobre el «posmodernismo» en su conjunto es que resulta triste tanto clamor por algo tan falto de sustancia intelectual» (p. 183).
Se esté o de acuerdo con lo defendido y argumentado, un buen libro de filosofar, una excelente forma de filosofar, un modelo que podemos tomar como referencia. Coincidamos o no con el marco general de pensamiento del autor o con algunas de sus tesis.