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La guerra de Yemen y el sustrato de la coalición árabe

Fuentes: michelcollon.info

Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino

Yemen es el país más pobre del mundo árabe. Desprovisto de recursos, fracturado por divisiones tribales y religiosas, se halla actualmente gangrenado por la guerra civil. Y sin embargo este pequeño país del sur de la península Arábiga provoca el estallido de viejas alianzas y genera el surgimiento de nuevas y por lo menos sorprendentes alianzas. Mientras Arabia Saudí sigue bombardeando a los insurgentes hutíes, los defensores y los opositores a la monarquía de Riad tratan de remodelar el paisaje político para que una vez que los combates se hayan apaciguado no se desmorone.

La versión saudí de la guerra es que el Irán chií quiere apropiarse del Yemen suní utilizando intermediarios -los hutíes- con el propósito de amenazar la frontera sur del reino y afirmar su estratégico control sobre el estrecho de Bab-el-Mandeb sobre el mar Rojo. Los iraquíes se defienden afirmando que ellos no tienen ningún control sobre los hutíes, ningún interés sobre el estrecho y que la guerra de Yemen responde a problemas internos del país que ellos mismos deberán resolver.

Los saudíes han vencido en principio a lo que parecía una formidable coalición formada por la Liga Árabe, los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía y EE.UU. Sin embargo esa «coalición» no es tan sólida como parece y resulta más interesante por los miembros que no incluye antes que por sus propios miembros. Egipto y Turquía son los pilares de esa alianza, pero ese apoyo es más verbal que concreto.

En un primer momento Egipto hizo correr la voz de que podía enviar tropas terrestres. El ejército saudí no puede contener a los hutíes y a sus aliados. Luego, bajo la presión de Al-Monitor, el embajador de El Cairo en Yemen Youssef al-Sharqawy aclaró su posición: «No soy yo quién decidirá la intervención en Yemen, esa decisión surgirá de la evaluación de la autoridad suprema de Egipto y depende de la seguridad nacional del país».

Luego de que Arabia Saudí apoyara el golpe de Estado egipcio contra los Hermanos Musulmanes y apoyase al régimen con considerables cantidades de dinero, Riad podría presionar a El Cairo para que envíe tropas a Yemen. Sin embargo la última vez que Egipto combatió a los hutíes sufrió millares de víctimas. Además Egipto se halla preocupado por la insurrección islámica en el Sinaí.

Cuando se comprometió con el apoyo a Angora durante una «intervención saudí» y pidió el retiro de los «iraníes y de los grupos terroristas» el presidente turco Recep Tayyip Erdogan se tomó tiempo para decir que «podría potencialmente ofrecer apoyo logístico según como evolucionase la situación».

Erdogan quiere castigar a Irán por su apoyo al régimen de Assad en Siria y su presencia militar en Irak, donde Teherán está ayudando al Gobierno de Bagdad contra el Frente islámico. Tratando de recuperar del mismo modo el dinero saudí. Efectivamente la economía turca se halla en dificultades, su deuda pública ha alcanzado el mayor nivel de estos diez últimos años y las tasas de interés están aumentando en todo el mundo. Con una elección primordial en junio, Erdogan espera la intervención saudí.

Pero por el momento tiene otras preocupaciones. Los turcos piensan que los saudíes están en apuros, será difícil ganar la guerra a Yemen y los bombardeos no tienen ninguna posibilidad de producir frutos sin la intervención de las tropas de infantería.

Cuando los iraníes reaccionaron vivamente ante los comentarios de Erdogan, el presidente dio marcha atrás. Irán es un socio comercial muy importante para los turcos y con la posibilidad de que se apliquen sanciones internacionales a Teherán, los turcos quieren participar de la fiebre del oro que las sucederá. Durante el reciente viaje de Erdogan a Teherán, el presidente turco y el ministro de Asuntos Exteriores Mohammad Javad Zarif llegaron a un acuerdo para lograr el fin de la guerra en Yemen y conseguir una «solución política». Se está lejos de la beligerancia inicial de Erdogan.

La Liga Árabe apoya la guerra, pero solo mesuradamente. Irak se opone a los ataques saudíes y Argelia mantiene distancia llamando al cese de «toda intervención extranjera». Hasta el conciliador GCC (1), que representa los intereses de las monarquía petroleras del Golfo, tiene un tránsfuga. Omán se ha plegado a Yemen y su dirigente, el sultán Qaboos, tiene miedo de que el caos llegue hasta sus fronteras. Y dado que los Emiratos Árabes Unidos realizan ataques aéreos sobre Yemen, están igualmente dispuestos a meter la mano en la billetera si se producen las sanciones sobre Irán. «Teherán es nuestra puerta de entrada, debemos estar presentes allí», decía al Financial Times Marwan Shehadeh, un hombre de negocios de los Emiratos, «eso podría redistribuir las cartas».

La ausencia más notable sin embargo en el seno de esta coalición saudí es la de Pakistán, un país que ha recibidos miles de millones dólares de ayuda de Arabia saudí y cuyo primer ministro, Nawaz Sharif, se refugió en Riad en oportunidad de los sangrientos combates en su país en 1999.

Cuando los saudíes declararon su intención de atacar a Yemen, incluyeron a Pakistán en su coalición. Un orgullo que los perjudicó, El Parlamento pakistaní pidió un debate sobre el tema y finalmente votó por unanimidad por la neutralidad. Mientras Islamabad declaraba su intención de «defender la soberanía de Arabia Saudí» nadie pensaba que los hutíes estaban dirigiéndose a Yeda.

La guerra yemení es profundamente impopular en Pakistán y las decisiones del Parlamento han sido ampliamente apoyadas, Un periodista también convocó a rechazar el diktac del GCC. Solo la organización extremista Lashkar-e-Taiba, que planificó las masacres de Mumbai en 2008, manifestó su apoyo a los saudíes. En efecto, Pakistán aprovechó se de los regalos saudíes y a cambio ha garantizado la seguridad de Riad, pero es una relación que pende de un hilo. En primer lugar sucede que los sauditas apoyan a grupos islamistas extremistas, algunos de los cuales están en guerra con el Gobierno pakistaní. El año pasado una de esas organizaciones, Tehrik-i-Taliban, masacró a 145 personas, 135 de ellas estudiantes en Peshawar. La lucha contra estos grupos en el norte waziristano ha provocado grandes pérdidas en el ejército paquistaní, que se ve obligado a proteger también sus fronteras de su vecina del sur, la India.

Los saudíes con su rigurosa interpretación del islam (el wahabismo) también son criticados por haber generado tensiones entre los suníes y los chiíes en Pakistan.

Últimamente Islamabad ha profundizado su relación con China. A mediados de abril el presidente chino Xi Jining prometió invertir 46.000 millones de dólares para financiar una nueva ruta de la seda de Pekín, que partiendo del oeste de China terminará en el golfo Pérsico. Dichos trabajos inducirán una considerable ampliación del puerto de Gwadar, situado en el agitado territorio de Balukistán. Un puerto que Bruce Riedel considera destinado a «rivalizar con Dubái o Doha, como polo económico regional».

Riedel, un investigador del Instituto Brookings y profesor de la John Hopkins, es un experto en seguridad del sur de Asia. Dubai se halla ubicada en los Emiratos Árabes Unidos y Doha en Catar. Ambos son miembros del GCC.

China está preocupada por la situación de Balukistán y la repetición de las insurrecciones contra el Gobierno del lugar, pero también a causa de la actual resistencia de los «turcófonos», en su mayor parte musulmanes y de los uigures, un pueblo de la provincia de Xingiang del oeste chino. Los uigures que son unos 10 millones de personas, se hallan marginados por el actual flujo de chinos han, etnia china dominante.

Los ricos saudíes han ayudado a financiar a algunos de estos grupos, lo que ha disgustado a Pekín y a Islamabad. Pakistán se ha comprometido a crear una «División de Seguridad Especial» de 10.000 personas para proteger las inversiones chinas. Según Riedel los chinos habrían dicho a los pakistaníes que se mantendrían junto a Pakistán si sus tentativas de aproximarse a Arabia Saudí y a los Emiratos Árabes fracasaba.

Estados Unidos ha desempeñado un papel muy importante aunque poco feliz en la guerra de Yemen. Ha ayudado a informar a los saudíes, ha centrado sus informes y ha reabastecido a sus aviones de guerra en pleno vuelo. También interceptó una flotilla que se dirigía a Yemen. Los estadounidenses informaron de que contenía armas destinadas a los hutíes. Sin embargo Irán niega todo envío de este tipo y existen pocas pruebas de que Irán suministre armas a los insurgentes. Pero mientras Washington apoyaba a los saudíes, los estadounidenses exhortaron a Riad para que rescatara sus cazas y optase por una solución política. Los estadounidenses se inquietan por la anarquía que ha generado la guerra, puesto que podría permitir a Al Qaeda imponerse en la península arábiga. Los hutíes, aún sitiados, eran el primer adversario del grupo terrorista.

La crisis humanitaria se está volviendo crítica en Yemen. Más de mil personas, la mayoría civiles, han sido asesinadas y bombardeadas y los combates han generado 300.000 refugiados. El bloqueo marítimo estadounidense-saudí y la reciente destrucción del aeropuerto internacional de Yemen impiden el abastecimiento de alimentos, agua y medicamentos a un país que depende enormemente de sus importaciones de alimentos. Sin embargo los estadounidenses no quieren ofender más a los saudíes, que están ya muy enojados por la negociación de EE.UU. del tratado nuclear con Irán. Más allá de la ayuda estadounidense proporcionada a los ataques saudíes, EE.UU. de nuevo ha abierto ampliamente sus brazos a Riad.

El tratado nuclear con Irán ha conducido a la formación de las más imprevisibles alianzas: Israel y Arabia Saudí. Riad está en la misma longitud de onda que el Gobierno de Netanyahu sobre el tema iraní y ambos países presionan para sabotear el tratado. Según el periodista de investigación Robert Perry la alianza entre Tel Aviv y Riad se ha sellado mediante un regalo secreto de 16.000 millones de dólares depositados por Riad en una cuenta para el «desarrollo israelí» en Europa, el mismo tipo de cuenta que las que sirvieron para construir bases ilegales en los territorios ocupados.

Los saudíes y los israelíes están del mismo lado en la guerra de Siria y pese a las hermosas palabras de Riad los únicos miembros del GCC que han ayudado financieramente a Palestina a reconstruir Gaza luego de los ataques israelíes del año último fueron Catar y Kuwait.

Todos estos engranajes conducirán a un fin imprevisible. Lo único que está claro es que a pesar de su potencia financiera los saudíes no pueden captar a su favor a los principales actores regionales (excepto Israel). Y una alianza con Israel, un país que se halla cada vez más a causa de sus controvertidas políticas de ocupación, no podrá ser estable. Robert Fisk, un corresponsal de The Independent de antigua presencia en Medio Oriente cree que los saudíes viven con «miedo» a Irán, a los chiíes, al Estado islámico, a Al Qaeda, a la potencial traición de EE.UU., a un complot israelí y a ellos mismos.

Pero, ¿de dónde se desencadenará una revolución suní en Arabia sino es de la misma familia real? Es ese «miedo» el que ha desencadenado la guerra en Yemen. Es esa la razón por la que EE.UU. debería dejar de soplar las brasas y juntarse a la UE para requerir un inmediato alto el fuego, una ayuda humanitaria y el apoyo a una solución política que deberían asumir los propios yemeníes.

 

Nota:

 

(1) The Cooperation Council of the Arabs States of the Gulf

 

Traducido del inglés por T.F.

Fuente: http://www.michelcollon.info/La-guerre-au-Yemen-et-les-dessous.html?lang=fr