El nuevo libro de Jeff Halper arroja luz sobre la industria armamentística y sostiene que Israel es hoy en día el principal país de referencia para las fuerzas armadas y policiales de todo el mundo.
Desde hace 18 años Jeff Halper ha estado en la primera línea del conflicto entre Israel y Palestina, ayudando a reconstruir casas palestinas demolidas en los territorios ocupados. Su nuevo libro sobre Israel sale publicado cuando está a punto de dejar su cargo como director del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas (ICAHD, por su sigla en inglés).
La principal conclusión de Halper es inquietante. Israel, dice, está globalizando a Palestina.
Jeff Halper en uno de los tours del ICAHD en E1, la zona en las afueras de Jerusalén donde Israel planea expulsar a la población beduina para construir más colonias judías y dividir definitivamente el norte del sur de Cisjordania. (Foto: Jonathan Cook).
La investigación de amplio alcance realizada por este ex profesor de antropología lo ha llevado a especializarse en un tema en el que no se siente del todo cómodo: la industria mundial de armas.
Halper afirma que Israel está sacando provecho -tanto financiera como diplomáticamente- de los sistemas de control que ha desarrollado en los territorios ocupados. Está exportando su know-how a las élites mundiales deseosas de proteger sus privilegios de las amenazas tanto externas como internas.
En un mundo supuestamente sumido en una guerra sin fin contra el terrorismo, puede que todos los pueblos enfrentemos un futuro como el del palestino. El libro de Halper, titulado War Against the People: Israel, the Palestinians and Global Pacification (Guerra contra la gente: Israel, los palestinos y la pacificación global), que saldrá el mes próximo, sugiere que Israel ofrece una ventana única en algunos de los más importantes desarrollos recientes de lo que él llama «la guerra segurocrática».
La tesis central del libro surgió cuando Halper trataba de entender por qué un país diminuto como Israel tiene un impacto mucho mayor que su peso económico, político y militar. ¿Cómo es que Israel tiene tanta influencia, no sólo en EE.UU. y Europa, sino -de manera más sorprendente- en países tan diversos como India, Brasil y China?
Ninguna de las explicaciones habituales -la culpa del Holocausto, el poder de los lobbies, o incluso el crecimiento del fundamentalismo cristiano- parecía dar una respuesta acabada.
Pacificación global
Zeev Maoz, profesor de ciencia política israelí residente en California, puso a Halper ante una pista diferente. «Él ha observado que uno de los principios fundamentales del movimiento sionista fue siempre ligarse a una potencia hegemónica, y servirla», dice Halper.
Los sionistas hicieron eso desde el principio apoyando a Gran Bretaña en Palestina. Una vez establecido como estado, en 1956 Israel ayudó a los franceses y a los británicos en Suez, y después de 1967 actuó como suplente de Estados Unidos en el Medio Oriente, durante la Guerra Fría.
Hoy en día, la creciente influencia de Israel, sostiene Halper, refleja su posicionamiento en el corazón de la floreciente industria de «pacificación global», asesorando y asistiendo a fuerzas armadas, policías y agencias de seguridad nacional en todo el mundo.
En el mundo pos-11/9, Israel es el rey de la seguridad -o la «securityland», como lo describió recientemente un destacado analista israelí.
Y significativamente, Israel está comenzando a valerse de esta utilidad para ganarse un apoyo político y diplomático mayor, dice Halper, aun cuando en la comunidad internacional se ve crecer la exasperación por los casi 50 años de ocupación. Tal respaldo, incluso de gran parte del mundo árabe, a menudo pasa desapercibido.
Según Halper, es necesario actualizar la sombría advertencia del presidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower (en los años 1950) de que un «complejo militar-industrial» rampante amenazaba con convertirse en el verdadero poder detrás de la fachada de la democracia popular.
Él describe el surgimiento de lo que llama el complejo misilístico: la dominación de espectro completo por parte de EE.UU. y sus aliados mediante la acción conjunta de fuerzas armadas, seguridad interna, vigilancia, inteligencia y legislación.
Después de décadas controlando al pueblo palestino sometido a ocupación, señala, Israel no tiene rival en todas estas esferas: utiliza los territorios ocupados como un laboratorio gigante para desarrollar y probar nuevas ideas, tecnología, tácticas y armamento.
Una superpotencia armamentística
Cuando me reuní con él en su casa en el oeste de Jerusalén, Halper hizo cuestión de subrayar que sólo está esbozando el esquema de la nueva industria de pacificación mundial liderada por Estados Unidos, adentrándose en aguas en gran parte desconocidas. Periodistas, analistas y académicos han rehuido las investigaciones necesarias, según él, prefiriendo mantenerse dentro de sus estrechas especializaciones.
Halper está interesado en el análisis de la ‘big picture’ que permita unir los puntos. Y al hacerlo se ha obligado a sí mismo a explorar un territorio desconocido, a leer textos clave en los estudios de seguridad, a estudiar detenidamente los trabajos de expertos en terrorismo, y a reunirse con generales condecorados.
Halper señala que Israel gasta alrededor del 8 por ciento de su PBI anual en el presupuesto militar -aproximadamente el doble del gasto per cápita de EE.UU. A pesar de su tamaño, Israel tiene más aviones de guerra que cualquier país europeo.
Israel posee cuatro de los 100 principales fabricantes de armamento del mundo, y se encuentra entre los 10 principales países comerciantes de armas; según algunas estimaciones, en el cuarto lugar. Desde 2007, el Índice Global de Militarización ha coronado anualmente a Israel como la nación más militarizada del planeta.
En mayo pasado Israel recibió un nuevo galardón, convirtiéndose en una «superpotencia cibernética»: sus compañías venden una décima parte de la tecnología de seguridad informática y de redes de todo el mundo.
Ese enfoque en los sistemas militares y de armamento ha llevado a Israel a mantener relaciones militares oficiales con 130 países, muchos de ellos dictaduras bien conocidas por sus violaciones de los derechos humanos. Los informes sugieren que Israel mantiene además negocios más dudosos y secretos con otros regímenes.
Este mes la ONU reveló que Israel estaba rompiendo el embargo militar occidental al venderle armas a Sudán del Sur, alimentando la guerra civil en ese país. Los críticos han sugerido que Israel también tiene asesores y entrenadores que operan clandestinamente en Sudán del Sur.
El fin de las guerras convencionales
Pero el verdadero talento de Israel, dice Halper, ha sido explotar un nuevo énfasis en la «guerra segurocrática».
«Las guerras entre estados son en gran parte una cosa del pasado», observa. «En el nuevo tipo de guerra, los aviones F-35 y las armas nucleares son mucho menos útiles. Lo que se necesita ahora son las habilidades que Israel ha desarrollado después de un siglo de ‘contrainsurgencia’ contra los palestinos. Israel es el país de referencia cuando se trata de la guerra segurocrática».
La necesidad de este tipo de guerra se puso de relieve tras el ataque estadounidense a Irak en 2003, señala Halper. Las guerras convencionales entre estados han tenido tradicionalmente tres fases: los preparativos operacionales, el ataque mismo, y el desenlace.
Pero Irak -así como antes Afganistán- mostró que existe una cuarta etapa: la necesidad de estabilización y mantenimiento de la paz después de un cambio de régimen.
La industria de la pacificación, que ha experimentado un auge pos-11/9, señala Halper, se está extendiendo hacia Occidente. A medida que el ejército asume muchas de las funciones de la fuerza policial en guerras externas como Irak y Afganistán, dentro de casa la policía se vuelve cada vez más militarizada. La policía de Ferguson no se diferencia en nada de sus compatriotas del ejército en Irak.
«Lo que estamos viendo es el surgimiento del Estado de seguridad humana: una eterna ‘guerra contra el terror’, y el mundo en un estado de excepción permanente. Las fronteras tradicionalmente claras entre policías y militares, entre las agencias de inteligencia interna y externa -en otras palabras, entre el FBI y la CIA- se desmoronan».
Policías guerreros
Para las élites que ven el peligro acechando en cada esquina, Israel tiene la respuesta: lo que llama el «policía guerrero». Durante décadas Israel ha estado operando fuerzas paramilitares como la Policía de Fronteras, así como servicios de inteligencia como el Shin Bet, cuya área de responsabilidad operativa no está limitada por ninguna distinción entre Israel y los territorios palestinos ocupados.
«Israel creó hace mucho tiempo el modelo de militares y policías que trabajan juntos, y ahora está bien posicionado para entrenar al mundo», concluye Halper.
Ese punto quedó en evidencia esta semana, cuando el gobierno israelí anunció que un oficial del ejército de larga trayectoria, Gal Hirsch, se convertiría en el jefe de la Policía Nacional de Israel.
¿Qué es lo que está en juego? ¿No están EE.UU. y Europa tratando de defenderse de las amenazas terroristas reales?
Halper cree que es importante examinar estos hechos dentro de un marco más amplio: el del sistema capitalista mundial.
No es casual, en su opinión, que EE.UU. esté hablando de amenazas terroristas mundiales al mismo tiempo que la riqueza y el poder se están desterritorializando, creando un archipiélago de intereses de las élites que se extiende desde partes de los EE.UU. y Europa hasta Singapur y las Islas Vírgenes.
Las empresas transnacionales necesitan corredores seguros para el flujo de capital y mano de obra, según él, al tiempo que gran parte del resto del mundo se convierte en terrenos baldíos o marginales.
La preocupación es cómo mantener un orden social propicio para el capitalismo cuando grandes extensiones del planeta están siendo empobrecidas y los migrantes tratan de escapar de su situación desesperada.
Aquí es donde entra Israel. El lugar donde Israel ha desarrollado sus ideas y las ha testeado es los territorios ocupados, dice Halper.
El control de Gaza, por ejemplo, ofrece un modelo para otros Estados interesados en las cuestiones de vigilancia interna, seguridad fronteriza, guerra urbana, amenazas de migración, y mucho más.
«Los palestinos, en este sentido, son un recurso importante para Israel. Sin los territorios ocupados, Israel sería Nueva Zelanda. Sería un destino turístico, no una potencia hegemónica regional».
Un lugar en la mesa de la OTAN
La industria armamentística de Israel no sólo está dirigida a hacer dinero. «Ella permite que Israel se siente a la mesa con los países de la OTAN». Israel lleva a cabo ejercicios militares con la OTAN, y ayuda a desarrollar drones Watchkeeper para los europeos.
También mantiene relaciones cada vez más estrechas, dice Halper, con regímenes que son ostensiblemente sus enemigos, como Arabia Saudita. «Los saudíes están financiando a ISIS [Estado Islámico], así que ¿cómo se explica su alianza con Israel? El denominador común es la «política de seguridad». No hay dos países que tengan intereses más parecidos que Israel y Arabia Saudita».
Cuando los sauditas dieron a conocer la Iniciativa Árabe de Paz en 2002 -sostiene Halper- ofrecieron, a cambio de poner fin a la ocupación, el reconocimiento del mundo árabe a Israel como potencia hegemónica regional.
Esta utilidad de Israel ¿está dando frutos diplomáticamente?
Hay indicios de que sí, cada vez más. The Economist señaló recientemente que India, que tiene una larga historia de apoyo a la causa palestina, fue uno de los cinco países que se abstuvieron en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el mes pasado al votarse una resolución que critica a Israel por el ataque de 51 días a Gaza el verano pasado, en el que murieron más de 500 niños.
Según la revista, los dirigentes israelíes creen que la creciente dependencia de la comunidad internacional de su armamento reducirá en el largo plazo la vulnerabilidad de Israel ante el movimiento mundial de boicot (BDS).
Halper señala que Nigeria, otro país que se ha convertido en dependiente de las armas israelíes, recientemente también traicionó su tradicional apoyo al pueblo palestino.
Nigeria sacó a Israel y EE.UU. de un gran aprieto en diciembre pasado, cuando votó en el Consejo de Seguridad de la ONU contra de una resolución palestina que exigía el fin de la ocupación. EE.UU. había temido que tendría que usar el veto.
Halper hace hincapié en que EE.UU. todavía sigue siendo -por cierto margen- el mayor comerciante de armas del mundo. Pero en su lucha por ocupar más nichos, Israel está arrojando luz sobre el verdadero propósito de la industria de armas: no la seguridad, sino la pacificación.
«Cuando lo llamas ‘seguridad’, acallas el debate. ¿Quién no quiere seguridad? Pero cuando lo replanteas como ‘pacificación’, los verdaderos objetivos se vuelven mucho más claros».
Jonathan Cook es un premiado periodista independiente británico, residente en Nazaret y autor de varios libros. Escribe sobre temas de Medio Oriente, especialmente la cuestión Israel-Palestina. Su sitio web: http://www.jonathan-cook.net
Publicado en Middle East Eye el 29 de agosto de 2015. Traducción: María Landi.