La influencia de la historia oficial, el trabajo de los medios de comunicación occidental y el lobby político, diplomático y económico del sionismo, desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, junto al aval cómplice de las potencias occidentales, ha presentado a Israel como un modelo democrático en Oriente Medio. Con ello, se trata de […]
La influencia de la historia oficial, el trabajo de los medios de comunicación occidental y el lobby político, diplomático y económico del sionismo, desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, junto al aval cómplice de las potencias occidentales, ha presentado a Israel como un modelo democrático en Oriente Medio.
Con ello, se trata de diferenciar a la entidad sionista de los gobiernos árabes de la región y un entorno, primordialmente musulmán, visualizando así a Israel como una especie de escudo de la cultura democrática occidental. Un espejo de lo que occidente persigue, para un mundo donde Israel hace su aparición moderna a partir de los procesos de ocupación y colonización, impulsados por Gran Bretaña a principios del siglo XX, la Alemania nazi en los años 30 del mismo siglo -a partir de los denominados Acuerdos de Haavara (1) y tras el término de la segunda guerra mundial con el aval, el apoyo, el financiamiento y la incondicionalidad de Estados Unidos, que ha sido el gran valedor de un Israel convertido en el gendarme de Occidente en Oriente Medio.
Una política genocida
La ocupación de territorios palestinos por parte de colonos judíos a principios del Siglo XX, la creación de la entidad sionista el año 1948, las guerras contra los Estados árabes y la consiguiente expansión territorial a costa de Egipto, Jordania y Siria, la política racista y genocida contra la población palestina, intensificada a partir de la Nakba, pasando por el conflicto del año 1967 y las sucesivas agresiones bajo el marco de nombres ampulosos como «Pilar Defensivo» «Plomo Fundido» o «Margen Protector» son capítulos dentro de un plan sionista que se remonta al primer Congreso Mundial Sionista del año 1897, destinado a desarabizar Palestina y proceder a su judaización. Ello ha implicado, según lo señala el analista Lidón Soriano, «establecer una política destinada a destruir las estructuras identitarias árabes, en lo económico, político y social».
El propio Theodor Herzl, fundador del sionismo en su libro «Estado Judío», deja claro cuál será la política judía para los pueblos árabes de Oriente Medio, planteándose como conducta genésica el expulsar a la población autóctona y confiscar sus tierras, «hay que expulsar discretamente a la población miserable a través de la frontera, negándoles el empleo…allí en Palestina deberíamos ser un trozo de la muralla europea contra Asia, un puesto avanzado de la civilización contra la barbarie». Idea asumida primero por el extinto imperio Británico y posteriormente por un hegemónico Estados Unidos. La idea es servir de contención a culturas consideradas sospechosas, a pueblos considerados de segunda clase, muralla contra civilizaciones signadas como una amenaza contra la civilización judeo-cristiana-occidental.
Bajo esa premisa de considerar a Israel como un baluarte occidental contra el mundo árabe y el supuesto peligro de su avance hacia las fronteras europeas, se ha dado vía libre a los gobiernos sionistas, sean estos del Likud o Laboristas, para establecer una limpieza étnica. No importa qué nombres o qué gobiernos estén al mando de la entidad sionista, un matiz más o un color menos sangriento pero manteniendo la esencia colonialista, racista y genocida en forma inalterable. La ocupación de Palestina, bajo la falacia del «Gran Israel» es considerado un asunto de Estado y no de gobierno y para ello cualquier método, incluso aquellos que usaron contra su propio pueblo en el genocidio nazi, es una buena alternativa.
Por ello resulta una conducta negacionista -penado en la propia Alemania con la Cárcel- el que Benjamin Netanyahu afirmara hace pocos días en el Congreso Mundial Sionista que Hitler no quería exterminar a los judíos en ese momento, quería expulsar a los judíos. Y Haj Amin al Hussieni fue a Hitler y le dijo: ‘Si los expulsas, vendrán todos aquí», tratando de ese modo asignar la responsabilidad del genocidio judío a manos de los nazis, al gran muftí de Jerusalén, Haj Amin al Husseini, quien según la peculiar interpretación del líder sionista, convenció a Hitler de poner en marcha la «Solución Final». Al Husseini tuvo un encuentro con Hitler en noviembre de 1941, cuando trató de persuadir al líder nazi para que declarara su apoyo para la creación de un estado árabe, según reportes de la prensa alemana de la época. Tratar de asignar la responsabilidad del genocidio judío a los palestinos es una acción despreciable, que trata de justificar la política criminal que Israel lleva a cabo contra la sociedad palestina.
Hablar de sionismo es hablar de nazismo
En ese marco político e ideológico, el sionismo se comporta con los pueblos del Levante Mediterráneo y en especial forma con el pueblo palestino de una forma criminal. Replicando los procesos de persecución, odio racial y políticas de exterminio, que el nacionalsocialismo de Adolf Hitler aplicó con el pueblo judío. La tortura, la humillación, el encierro en campos de concentración, la construcción de ghetos, la deshumanización del otro, su exterminio, bombardear sus ciudades con fósforo blanco, atacarlos con misiles, evitar su libre desplazamiento, impedir el regreso de los refugiados y desplazados, arrasar sus aldeas, destruir sus viviendas, escuelas, hospitales, privarlos de agua y alimentos, quitarles sus derechos civiles, impedir su libre desplazamiento, son conductas habituales, en pleno siglo XXI contra la sociedad palestina, hacinada ya sea en la Franja de Gaza o en Cisjordania, consideradas las cárceles a cielo abierto más grandes del mundo.
«Ellos no son como nosotros», sostiene Netanyahu respecto a los palestinos, y para esa afirmación el sionismo tiene un arsenal de soluciones, que en esencia implica la masacre del otro, su destrucción social, su eliminación física, el quebranto de su identidad como pueblo e invisibilizarlos como sociedad. Palabras que no difieren de las sostenidas por la diputada del partido Ultranacionalista Hogar Judío, Ayelet Shaked, quien en una apología del genocidio del pueblo palestino afirma que «los palestinos tienen que morir y sus casas deben ser demolidas. Ellos son nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto también se aplica a las madres de los terroristas fallecidos. Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos». Refiriéndose a las mujeres palestinas, Shaked continuó su panegírico genocida afirmando que «esas madres deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes». ¿Cuál es la diferencia entre esas palabras, esa mentalidad y esa conducta sionista con lo que el nacionalsocialismo realizó?
Para los sionistas cualquier excusa que les permita exterminar al pueblo palestino es posible. Como por ejemplo, aquella sostenida respecto a que su decisión de construir un Muro de la vergüenza es para proteger sus ciudades y población, ocultando interesadamente que esas ciudades y esa población judía de la cual hablan son territorios palestinos que la propia Organización de las Naciones Unidas mediante la Resolución N° 242 del año 1967 que exigió a Israel retirar sus fuerzas militares. El Muro de la Vergüenza y su 700 kilómetros en concreto de torretas de vigilancia, que separa a familias palestinas, divide sus aldeas y viola la legalidad internacional, reafirma la política de asentamientos de colonos judíos en territorio palestino y hace inviable la posibilidad de conformar el Estado Palestino.
Para el analista internacional Gerhard Wisnewsky esta conducta israelí, «es una marca de fábrica: en cuanto Estados Unidos presiona a Israel para que abandone las colonias o detenga la construcción de nuevas colonias… estalla alguna bomba. La comunidad internacional arrincona a Israel y… ¡bum! estalla otra bomba. La comunidad judía de Argentina se vuelve antisionista… y vuelan en pedazos la embajada de Israel y el centro de la comunidad judía en Buenos Aires. Y en la última operación de agresión contra Gaza cuando el mundo entero aplaudía la reconciliación entre el Hamas y al-Fatah, Israel se vuelve loco: tres jóvenes israelíes son secuestrados e Israel emprende una razzia brutal en Cisjordania y ataca la Franja de Gaza».
Wisnewsky consignaba en esos días ataques de la operación «Margen Protector» como el Mossad haciendo gala de su «eficiencia» y vaticinó, con una semana de adelanto el secuestro de los tres jóvenes israelíes que se produjo el 12 de junio de 2014. En efecto, en medio de la querella sobre la posible adopción de una nueva ley de seguridad, el jefe del Mossad, Tamir Pardo, lanzó la siguiente interrogante: ¿qué pasaría si dentro de una semana fueran secuestrados 3 jóvenes de 14 años en una de las colonias? Su llamado fue atendió en una operación digitada desde las oficinas del Mossad, que sirvió de excusa para la enésima operación punitiva contra la Franja de Gaza.
La política de la entidad sionista se confunde cada día más con los métodos nazis ejercidos contra el propio pueblo judío, en aras de la llamada «solución final»: limitación en sus movimientos, ocupación de su territorios, ejecuciones ilegales, detenciones arbitrarias, torturas efectuadas en forma metódica y rutinaria, demolición masiva de viviendas palestinas en los territorios ocupados, destrucción de bienes, animales y olivares, confinamiento de la población palestina en ghettos y la expulsión de su territorios entre otras medidas de castigo. La inmensa mayoría de las víctimas son población civil no combatiente, que no pueden huir pues los tanques, las bombas y los muros, además de colonos armados y la soldadesca que les cierran el paso. No hay escapatoria de la ratonera en que han convertido los territorios palestinos. Para el sionismo el palestino no es un ser humano, es simplemente un número al cual sacar de la contabilidad de habitantes de una región que el sionismo considera suya.
La Franja de Gaza y Cisjordania hacen recordar el ghetto de Varsovia: un muro que los encierra y limita en sus desplazamientos. Puestos de control militar, bloques de hormigón en las carreteras para dificultar el acceso de vehículos desde y hacia los pueblos palestinos, zanjas, vallas de tierra, escombros, tierra arrasada, restricciones de movilización, económicas, alimentarias y de energía. Nada sale ni nada entra en Gaza, en materia de bienes y personas si Israel no da su venia. La eliminación física de todo aquel que se ponga a la política de saqueo, expoliación y exterminio de la sociedad palestina. Construcción de asentamientos en territorios palestinos que harán inviable la conformación de un hipotético Estado palestino pues, ¿quién se atreverá a sacar 350 mil colonos de Cisjordania o los 180 mil que ocupan Al Quds Este – Jerusalén – es una clara provocación, robo y judaización de esta ciudad Palestina?
Se une a ello la decisión de Tel Aviv, en junio del 2002, de comenzar la edificación de un muro que al día de hoy tiene una longitud de 723 kilómetros a un costo de 3.500 millones de dólares, construido en un 80% en tierras palestinas y que corta la Cisjordania separando a las familias e impidiendo a su población el acceso a sus lugares de trabajo, a sus escuelas y hospitales. Un muro similar al que el propio Israel ayudó a construir en los territorios ocupados de la República Árabe Saharaui Democrática y que separa a los habitantes de los territorios liberados de aquellos ocupados por la Monarquía Marroquí.
Recuerdo en esta conducta criminal el enajenamiento de los sionistas , que creen estar llamado a exterminar a la población palestina, apelando en ello a una historia mítica respecto a ser un «pueblo elegido» al cual se le ha concedido «una tierra prometida» o estar convencidos que el mundo debe seguir reparando el genocidio nazi contra los judíos a pesar que este mismo pueblo ejecuta contra la población palestina una política de exterminio. Para Lidón Soriano, «el sionismo, movimiento mesiánico-nacionalista de carácter racista, ha utilizado repugnantemente a las víctimas del Holocausto para obtener rédito político. Y, como un excelente croupier, se saca de la manga una película o un acto sobre el holocausto cada vez que su imagen pública está siendo dañada por alguna de sus acciones bélicas. Sin embargo deja patente que su desprecio hacia el resto de las víctimas, incluidas las que fueron brutalmente asesinadas junto a los judíos en los campos de exterminio, léase gitanos, homosexuales, comunistas…es el mismo que sienten por los árabes, musulmanes y cristianos, en vida».
Para el Dr. Norman Finkelstein, un cientista político y estudioso del conflicto judío-palestino – judío él e hijo de víctimas del nazismo – en una interesante conferencia, que circula masivamente por las redes sociales, fue interpelado por una llorosa joven judía que criticaba la comparación que hacia Finkelstein de la política israelí y los nazis. «No existe nada más despreciable, sostiene Finkelstein, que usar el sufrimiento y el martirio de las víctimas del nazismo para intentar justificar la tortura, la brutalidad, la demolición de hogares que Israel comete diariamente contra los palestinos y por eso me niego a ser intimidado o presionado por las «lágrimas de cocodrilo» si tuvieras un corazón dentro tuyo», le dijo Finkelstein a la sollozaste joven judía; «estarías llorando por los palestinos no por lo que tú le has hecho». Sin embargo, el sionismo no llora, no se compadece ni lo hará, simplemente ejecuta sus acciones criminales y genocidas con calculada frialdad. Para el nacionalsionismo israelí no existen seres humanos más allá de sus ciudadanos, los demás son animales, víboras, serpientes a las cuales hay que exterminar.
Para el gobierno israelí, el que se diga que su política puede tener una similitud con el nazismo, que significó la muerte de 6 millones de judíos, resulta inaceptable. Tal aseveración, para los políticos israelitas, carece de fundamento pero los porfiados e irrefutables hechos, las consecuencias de operaciones militares bajo los nombres de «Días de Penitencia» del año 2004, pasando por la sangrienta operación «Plomo Fundido» del año 2008 que generó 1.300 muertos y 5 mil heridos, hasta la última «Margen Protector» que significó la muerte de 2.500 palestinos, mil de ellos niños, diez mil heridos y la destrucción del 75% de la infraestructura de servicios básicos y viviendas gazetíes, son muestra de la desproporción, la represión y que el poder de fuego israelí va más allá de utilizar «métodos defensivos», como afirma el gobierno de Benjamín Netanyahu y que se ha establecido una política de exterminio destinada a sojuzgar en todos los ámbitos a la población palestina. Y, en ese plano, hablar de nazismo y sionismo, como sinónimos, se hace evidente.
El sionismo y la complicidad occidental
Emir Sader corrobora lo sostenido por los críticos de la política sionista en Palestina: «Lo más difícil es ser víctima de las víctimas, sostenía Edward Said, para expresar una de las dimensiones de los obstáculos que encuentran los palestinos, para luchar contra la ocupación israelí de sus territorios…todos deberían ir a Palestina, a Cisjordania y si lo logran, a Gaza, para tener idea de lo que es vivir bajo la ocupación de un ejército racista, para ver lo que significan cotidianamente los muros que separan a vecinos, a familiares. Ver a mujeres palestinas que deben recorrer largos kilómetros para cruzar al otro lado sometidas al arbitrio de jóvenes militares racistas. Los mismos que salen en las noches para destruir bienes de los palestinos, arrancar de cuajo olivares que tardan un siglo para crecer».
En este escenario de crímenes de lesa humanidad practicado por el Sionismo, la pregunta que surge en este escenario de un conflicto desbalanceado es ¿Qué pretende Israel? ¿Que el pueblo palestino siga sojuzgado y no reaccione frente a una política criminal que coarta sus libertades? Con esta conducta, sostienen los críticos a la política israelí contra los palestinos, dominada por la ideología confesional del sionismo se empuja, en un calculado plan, a que la sociedad palestina, cansada de esta situación, entre en una espiral de desesperación, que justifique, bajo el prisma sionista, las acciones de represalia bárbaras y brutales de las autoridades de la entidad sionista y consideradas como lógicas y razonables frente a los levantamientos palestinos. Para ello se cuenta con la permanente bendición de Washington, el aval de Inglaterra y el silencio cómplice de los gobiernos occidentales e incluso de Monarquías como la saudí, que ha traicionado los anhelos del pueblo palestino y se ha aliado con el sionismo en pos de sus objetivos regionales. Para llevar a cabo esta política de exterminio, Israel ha dividido Palestina en bantustanes al estilo del apartheid sudafricano, creando enormes campos de concentración llamados Franja de Gaza y Cisjordania.
Para los críticos del sionismo y su política respecto a Palestina, no es posible seguir hablando de Israel como la única democracia de la región cuando su comportamiento como potencia ocupante revela una conducta genocida, violatoria de los derechos humanos de la población palestina y frente a la cual ha resultado imposible aplicar las resoluciones condenatorias de las Naciones Unidas. Eso no es una democracia, es lisa y llanamente un régimen criminal y genocida. Un régimen contra el cual no hay bloqueos comerciales, militares o políticos. Contra Israel no se decreta restricción de su espacio aéreo, hasta que cese el bombardeo y los ataques contra la población palestina o siga amenazando u ocupando territorios ajenos. Frente a la conducta israelí no se define una operación multinacional para derrocar un gobierno que reprime y viola los derechos humanos de millones de palestinos. Contra Israel el doble rasero, la doble moral es una política internacional consolidada. Contra Israel la única forma de enfrentarlo es a través de la fuerza y ella se consigue con la unidad de las fuerzas palestinas, con la unidad de los países árabes y el apoyo sostenido de aquellos países que han entendido que el nacionalsionismo es un peligro para la paz mundial.
La pregunta que surge frente a la doble moral de los gobiernos occidentales respecto a la política israelí contra el pueblo palestino, resuena con fuerza ¿Quién es capaz de detener la masacre, por parte de estos gobiernos, entusiastas a la hora de intervenir en Libia, Egipto, Irak. Preparados y unidos para tratar de destruir a Siria y sin embargo frente a las acciones punitivas del régimen israelí callan en forma cómplice. Finkelstein, Uri Avnery, Ilan Pappe, la Red Antisionista, Gilad Atzmon, Israel Shahak, Noam Chomsky, son alguno de los nombres que junto a miles de judíos no sionistas e israelíes demócratas muestran la forma de enfrentar la política israelí contra el pueblo palestino y denunciar que la tierra de Israel no es «desde el Éufrates hasta el Nilo», como reza el conocido lema sionista, sino que es parte de una tierra que necesita la paz más allá de los intereses en juego. Que el atacar la política genocida del nacionalsionismo no es ser antisemita, como lo pretenden hacer aparecer en un victimismo que ya no se sostiene ni es aceptado en gran parte de la humanidad.
Tal como el nacionalsocialismo, el sionismo apela al concepto del «hombre superior» bajo la premisa de crear un Estado nacional étnicamente puro, de allí la denominación artificiosa de esta entidad de autodenominarse Estado Judío de Israel. Similitud con la doctrina criminal del nacionalsionismo, que se expresa en su afán de expansión, en esa búsqueda agresiva de su «espacio vital» a costa de los derechos de millones de seres humanos. Un nacionalsionismo que no se contentó con la partición desigual de Palestina, que no se conformó con los terrenos obtenidos mediante sus guerras contra el mundo árabe. Que tampoco se siente satisfecho con la ocupación ilegal de los territorios palestinos y que significa poseer bajo el marco de potencia ocupante el 75% del territorio de la Palestina histórica. El objetivo va más allá, va a la conformación y dominio del «Gran Eretz Israel», en esta idea tan peregrina como criminal, y ello implica, indudablemente, el exterminio de la población palestina. Para el sionismo buen maestro fue Adolf Hitler.
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1. Haavara en hebreo o Acuerdo de traslado Transferencia fue un convenio firmado el año 1933 entre representantes del sionismo y la Alemania Nazi para ayudar y facilitar la emigración de judíos euroepos a la Palestina que en ese momento estaba ocupada por el Imperio Británico. La Haavara era una compañía comercial creada al alero de la Organización Sionista Mundial destinada a comerciar con el régimen nazi. En octubre del año 1933 la Compañía naviera Hamburgo Sudamérica concretó un servicio de transporte directo entre Hamburgo y el puerto de Haifa para el traslado de judíos. La Haavara fue parte de otros acuerdos establecidos entre el nazismo y el sionismo, que incluso transitó por el apoyo militar a organizaciones terroristas judías que atentaron contra las fuerzas británicas estacionadas en Palestina y dieron comienzo al exterminio palestino, como fue el caso de la Organización Irgun Zwai Leumin, «Organización Militar Nacional en la Tierra de Israel» creada a partir de una escisión de la Haganá.
Articulo del autor cedido oor Hispantv.
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