La Asociación de juristas judíos en Palestina realizó un Congreso en 1946 en Tel-Aviv. La finalidad del congreso era protestar contra las leyes establecidas por el colonialismo inglés. En su declaración final proclamaron que esas leyes son «una violación flagrante de los principios fundamentales de la legalidad, de sus derechos y confieren a las autoridades […]
La Asociación de juristas judíos en Palestina realizó un Congreso en 1946 en Tel-Aviv. La finalidad del congreso era protestar contra las leyes establecidas por el colonialismo inglés. En su declaración final proclamaron que esas leyes son «una violación flagrante de los principios fundamentales de la legalidad, de sus derechos y confieren a las autoridades un poder ilimitado». Quien fuera después de la proclamación del Estado de Israel Ministro de Justicia, Bernard Joseph, luego se transformó en Dov Yosef, declaró en ese congreso: «El ciudadano no tiene ninguna garantía contra una detención sin motivo, sin juicio ni orden judicial. Ninguna garantía de libertad individual. No hay forma de recurrir contra los actos del Comandante británico, ni de apelar ante un Tribunal de Justicia … Las autoridades tienen plena libertad para deportar a un ciudadano cuando les parezca oportuno. No hace falta ni siquiera que se cometa un delito. Basta que se tome una decisión en uno de esos despachos, y el destino de un hombre queda fijado … Cuando las propias autoridades fomentan el odio, la repulsa y la desconfianza hacia las leyes, es imposible esperar que la ley se respete. No se puede pedir a un ciudadano que se someta a una legislación que precisamente le pone a él fuera de la ley.»
Su sucesor como Ministro de Justicia de Israel, Y.S. Shapira, también le sucedió en la denuncia en aquel congreso celebrado en plena colonización británica. Allí declaró esas leyes de urgencia británicas como ilegales y dijo de ellas que eran peores que las aplicadas por los mismos nazis. Las mismas leyes de la colonización británica son las que hoy utiliza el ente israelí contra el pueblo palestino, entonces el futuro ministro de justicia israelí dijo: «El régimen instaurado con la promulgación de las Regulaciones de Defensa en Palestina no tiene equivalencia en ningún país civilizado. Incluso en la Alemania nazi no existían tales leyes. Lo que sucedía en Maidanek (campo de concentración de la Alemania nazi) y en otros lugares, era contrario al texto escrito de la ley alemana. Solamente un tipo de régimen se puede concebir en tales circunstancias: el propio de un país ocupado.
Se nos consuela destacando que estas ordenanzas no apuntaban más que a los criminales y no a todos los ciudadanos. El gobierno nazi de la Oslo ocupada, también declaró que no se haría ningún daño a los ciudadanos que abandonasen sus ocupaciones…
Debemos declarar ante el mundo: las leyes de urgencia del Gobierno mandatario minan los propios fundamentos de la ley.»
Continuó protestanto vivamente contra el nombramiento de Tribunales militares que juzgasen a quienes manifestaban su oposición a tales leyes, por las que el Ministro de Interior nombraba gobernadores militares para cualquier región. Esos gobernadores disponían de todo el poder para aplicar las llamadas Regulaciones de Defensa como les pareciese mejor sin atenerse a ninguna otra ley.
El que luego fuera Ministro de Justicia sionista, Y.S. Shapira, continuó denunciando: «Los artículos 109 y 110 atribuyen al Gobernador militar el poder de colocar, por disposición administrativa, a una persona cualquiera bajo vigilancia de la policía; pueden prohibirle que vaya a tal o a cual lugar; obligarla a dar cuenta a la policía de sus desplazamientos; prohibir a cualquiera que siga detentando sus propios bienes o que los utilice; prohibirle que tenga contactos con otras personas; limitar sus posibilidades de trabajo y el ejercicio de la profesión de periodista (difusión de noticias y de ideas); asignarle una determinada residencia fija en un lugar o en una región, que no podrá abandonar; prohibirle el cambio de domicilio o que salga del pueblo o de la ciudad en la que viva; obligarle a comunicar constantemente a la policía su lugar de residencia; obligarle a presentarse en la Comisaría de Policía más próxima cada vez que se le pida; que se quede encerrado en su casa durante la noche, donde la policía le podrá visitar y registrar su domicilio cuantas veces quiera …
El artícuo 111 permite la detención administrativa de cualquier persona que las autoridades del Gobierno militar decidan detener, por una razón o por otra, y hacer durar indefinidamente esta detención sin juicio. Incluso sin inculpación alguna.
El artículo 112 da al Gobierno militar la posibilidad de expulsar a cualquier persona al extranjero por un decreto adoptado a este respecto; deportarla y después prohibirle su retorno al país.»
Y.S. Shapira continuó denunciando las leyes colonialistas británicas que se referían a la confiscación o destrucción de edificios y otros bienes; la declaración de zonas «cerradas» para prohibir que se salga de o entre a ellas a quien no disponga de un permiso escrito por el Comandante militar, con la consiguiente persecución para quien contravenga el artículo 121.»
Todo lo que se denunció en el Congreso de juristas judíos en Palestina en 1946, en Tel-Aviv, eran leyes que los británicos aplicaban en su colonización, y que una vez acordada la instalación de los sionistas con el objetivo de traspasarles el país ocupado, éstos las aplicaron de forma férrea en las zonas palestinas para vaciarlas de sus habitantes. Tras el establecimiento del Estado israelí los sionistas las emplearon, las emplean aún, para impedir la vida familiar, secuestrar, expropiar y destruir viviendas, robar territorios, destruir cosechas, medios de trabajo, fuentes de agua y riego, expulsar a sus habitantes, incomunicar poblaciones y familias, prohibir desplazamientos, … y desde luego impedir por cualquier medio el regreso de los refugiados palestinos tras la expulsión de su tierra en 1948 y en las sucesivas que alcanzan nuestros días. De entonces hasta hoy vienen ejecutando el plan de colonización con las mismas leyes británicas. Y si la colonización sionista implicó e implica la expatrición de la población nativa por medios violentos, siendo condenados por los organismos internacionales y declarados crímenes de guerra y lesa humanidad, también recurrieron al engaño burdo, manifestando con ello tanto la avaricia por la posesión de lo ajeno como el desprecio al pueblo palestino; para ilustrar ésto recurro al diario y la carta que envía Yossef Weitz, director del Departamento de tierra y Forestación del Fondo Nacional Judío, a su nuera contando lo que le sucedió con una familia palestina de religión cristiana, a la que visitó en su casa en un pueblo llamado Jish, había intentado convencer a la familia autóctona para que abandonase Palestina, en la carta, fechada en Haifa el 6 de marzo de 1952, dice lo siguiente: «Hemos recorrido otra vez las montañas y las costas. Un sol de primavera resplandecía sobre la gama de verdes. Las legumbres crecían bajo las rocas, y los árboles frutales estaban en flor. Esta misma mañana he ido a un pueblo llamado Gush-Halav (nombre hebreo del pueblo de Jish) a ver a unos árabes para transmitirles un mensaje de parte de sus familiares en Argentina y a sugerirles que podrían muy bien irse a ese país porque se está allí muy bien.
La reunión la celebramos en la casa de un árabe cristiano. La esposa, sin velo, ha preparado té dulce -cosa rara para nosotros- y durante las idas y venidas la mujer escuchaba las maravillosas historias de su huésped sobre aquel «país dorado» (y su huésped, es decir yo, habló largo y tendido, adornando su descripción para que Argentina pareciera a sus ojos como un país maravilloso -porque también el huésped tenía en ello un especialísimo interés-). A través de la puerta, veíamos el monte Jermak (Meirón) completamente verde, brillando con sus casas blancas. Son los nuevos habitantes de Israel los que acaban de instalarse en esos montes, cuya blancura contrasta con el verde de la montaña y resplandece, de forma que el verde de la montaña da la impersión de ser como una corriente marina. Y yo pensaba que realmente es así: nuestro país es hermoso estos días de primavera.
En ese momento escuché las palabras de un árabe que había permanecido todo el tiempo en un rincón, silencioso, lo mismo que los otros oyentes que no hablan nunca en presencia de un jefe o de un mukhtar. El hombre dijo: «Ningún país es tan hermoso como el nuestro. Incluso nuestras montañas valen más que las llanuras de allí (se refería a Argentina). Aquí incluso sobre las rocas crecen las plantas. ¡Cada piedra de aquí produce trigo!»
Miré al que acababa de hablar y sentí náuseas.»
La tercera parte de los refugiados de todo el mundo son de Palestina. La mayor comunidad refugiada en el mundo la han creado los sionistas israelíes con las leyes -según ellos mismos leyes peores que las de los nazis- que empleaba el colonialismo británico.
El gobierno del ente sionista, responsable último de las sucesivas guerras para conseguir la expatriación palestina y su exterminio, ha sido condenado por los organismos internacionales de Derechos Humanos.
Porque la ocupación completa de Palestina y su colonización es el objetivo, lo que caracteriza a sus ya condenados autores es la inhumanidad.
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis» y de «Gaza 51 días». Es Presidente de la Asociación Europea de Cooperación Internacional y Estudios Sociales AMANE.
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