En el Líbano de los años 1990 y 2000, Joseph Samaha era una figura influyente. Con ocasión del noveno aniversario de su fallecimiento, As Safir ha publicado una entrevista realizada al intelectual libanés en 2006. Aunque el contexto político ha cambiado desde entonces, no es inútil releer las propuestas de un intelectual de izquierdas libanés […]
En el Líbano de los años 1990 y 2000, Joseph Samaha era una figura influyente. Con ocasión del noveno aniversario de su fallecimiento, As Safir ha publicado una entrevista realizada al intelectual libanés en 2006. Aunque el contexto político ha cambiado desde entonces, no es inútil releer las propuestas de un intelectual de izquierdas libanés preocupado por la «cuestión nacional» y atento al devenir del islam político. Ex redactor jefe del semanario As-Safir, en el verano de 2006, en plena guerra israelí contra el Líbano, Samaha fundó el diario Al-Akhbar.
1967-1995, trayectoria política
Desde el primer momento me influyó mucho el nasserismo, aunque entre 1968 y 1969 pasé por una depresión debido a la derrota árabe frente a Israel en junio de 1967. Todo el mundo estaba en estado de shock. Es un periodo que prefiero olvidar. Era joven, apenas tenía 20 años. A partir de 1969 comencé a interesarme especialmente por un movimiento que, por desgracia, apenas ha influido en la izquierda árabe. Lo representaban dos pensadores sirios: Yassin Hafez y Elias Morqosi. Esos dos pensadores intentaron realizar una lectura marxista de Nasser o, si se quiere, una lectura marxisiana del nacionalismo árabe que se inscribía en ese momento dentro de otras tres grandes corrientes. En primer lugar se encontraban los partidos comunistas tradicionales del mundo árabe, los prosoviéticos. En segundo lugar, las corrientes nacionalistas árabes relacionadas con el partido Baaz. Por último, estaban los movimientos de extrema izquierda, lo que se conocía como las «nuevas izquierdas», particularmente aquellos que surgieron en apoyo a la resistencia palestina: todas las transformaciones del Movimiento de los Nacionalistas Árabes (MNA)ii, el nacimiento del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), el Frente Democrática (FPLP) y la Organización de Acción Comunista del Líbano (OACL).
Yassin Hafez y Elias Morqos son quienes mayor influencia ejercieron sobre estos movimientos. Había pequeños agrupaciones alrededor de ellos en Iraq y en Siria dentro de una tendencia política que, lamentablemente, no consiguió expandirse: el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Milité en esa formación hasta 1972. En ese momento el Líbano se encontraba en plena ebullición social: había movilizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, etc. Después, en 1972, pasé a formar parte de la OACL que estaba en los alrededores de las nuevas izquierdas radicales y del nacionalismo árabe. Hasta 1980 estuve en la dirección de la organización, aunque mantuve una posición crítica respecto a la estrategia y la táctica. Por esa razón, en 1980, después de una serie de artículos donde criticaba no solamente a la organización, sino también a Walid Joumblattiii y la estrategia general del movimiento nacional libanes, fui expulsado definitivamente de la OACL. En todo momento me sentí de izquierdas, pero intenté hacer ciertas críticas relacionadas con la práctica política de la izquierda libanesa. En un determinado momento, Walid Joumblatt sugirió que escribiéramos juntos un programa para un nuevo Partido Socialista distinto al Partidos Socialista Progresista (PSP), un partido más amplio, pero no salió adelante. Sin embargo, mis desacuerdos políticos con unos y otros jamás afectaron a mis relaciones personales con ellos: seguí trabajando con Fawaz Traboulsiiv y continué discutiendo con Walid Joumblatt.
En 1982 Israel invade el sur del Líbano. Durante dos años más viví en Beirut, pero después pasé una temporada en Francia. Para mí supuso una experiencia muy importante tanto en el plano intelectual como en el político: lancé, junto a otras personas, un semanario que en cierto sentido era próximo a la OACL. Lo llamamos «El séptimo día» (al-Yom al-sabi’)v. Esta época fue dura porque, al mismo tiempo que se producía la ocupación israelí del sur del Líbano, tuvo lugar la guerra entre palestinos y el Movimiento Amal. De hecho, nuestro periódico criticó duramente la política siria en el Líbano. Por esa razón no podía regresar a Beirut. Así que durante once años estuve en París hasta que en 1995 pude regresar al Líbano. Si pude volver fue porque Siria había retirado el veto que me había impuesto. Entonces emergía un nuevo contexto: los Acuerdos de Oslo. Mantuve una posición muy crítica respecto a los acuerdos, algo que ayudó a la retirada del veto. Además, escribí varios panfletos sobre el conflicto israelí-palestino, sobre el «sistema Rafiq Hariri»vi y la reconstrucción «post-Taif»vii, respecto a los que siempre he sido crítico.
El islam político y el sentido de la historia
Nunca he vuelto a forma parte de un partido político: la posición que he elegido es la de un hombre de izquierdas independiente que intenta, a través del periodismo, del editorial y del posicionamiento público, desarrollar ideas y alternativas políticas que a mi modo de ver son de izquierdas, pero que están estrechamente ligadas a la cuestión nacional en el sentido en que la izquierda debe considerar aquello que prima en esta región: la ingeniería extranjera y el deber de oponerse a ella. Por eso la izquierda cuanto más descuide este campo de batalla, cuanto más abandone la cuestión nacional -y otras-, dejará libre ese espacio para que los islamistas lo ocupen y ganen capacidad de influencia.
Pensemos en dos organizaciones islamistas que se han convertido, con el paso de los años, en referencias no solo del islam político, sino también de la resistencia a Israel. En tanto que me considero un militante de izquierdas vinculado a la cuestión nacional, pienso que ambas organizaciones trabajan, políticamente, en una buena dirección. Hezbollah más que Hamás; pero, en cualquier caso, tanto Hezbollah como Hamás. Podemos no estar de acuerdo con su ideología religiosa y podemos desaprobar ciertos aspectos de su estrategia, de su táctica e, incluso, los eslóganes que portan. No obstante, si observamos honestamente la situación, si miramos en qué estado se encuentra el mundo árabe, tenemos que reconocer que los árabes tienen grandes expectativas respecto a la cuestión nacional y patriótica. Y, tras la derrota del nacionalismo árabe, muchos de nosotros hemos creído en algún momento que la izquierda podía colmar ese vacío. Sin embargo, eso no es lo que ha ocurrido. Han sido los islamistas quienes, poco a poco, han ocupado ese espacio, con todas las transformaciones que han experimentado -sobre todo en la década de 1990-, y en un escenario completamente transformado: fin de la Unión Soviética, fin de la guerra de Afganistán e imperialismo estadounidense.
A menudo los islamistas han heredado cuadros políticos que procedían tanto de los movimientos de izquierda como del nacionalismo árabe. Pienso, por ejemplo, en Mounir Chafiqviii, un intelectual palestino del Fatah que pasó al islam político, y me pregunto: ¿se trata de un caso de ‘entrismo’ o realmente está convencido de lo que está diciendo? En todo caso, lo que importa es que ha logrado, junto a otros, asegurar la continuación de un discurso nacionalista teniendo en cuenta todos los cambios que ha experimentado Hamás, durante los años 90, en Palestina; y lo mismo se puede decir del caso de Hezbollah en el Líbano. Tengo la impresión de que es la corriente islamista quien se han hecho cargo del discurso de liberación nacional, es decir, son ellos quienes verdaderamente pueden movilizar a la población árabe. Por el momento ninguna otra corriente ha conseguido hacer algo así: ni la izquierda, ni los demócratas, ni los liberales. Además, en el caso del Líbano y de Palestina, los islamistas se han beneficiado de un cierto marco democrático, plural, negociando con otras tendencias políticas; creo que es algo que ha jugado en se favor y que ha marcado, respectivamente, su evolución. Cada vez que se presentaba una ocasión, de Nasser a un autócrata como Saddam Hussein, los árabes han expresado lo que verdaderamente deseaban: una política que diera respueta a las amenazas que sienten, a la hegemonía norteamericana y a su política cada vez más y más expansiva. Pensemos, por ejemplo, en el caso de Palestina.
Nacionalismo árabe, izquierda e islam político
En el año 2006, cuando Hamás ganó las elecciones legislativas, tuve sentimientos enfrentados. Por una parte sentí un poco de miedo, pero, en el fondo, estaba satisfecho respecto a que Hamás hubiera ganado. ¿Por qué? Porque acaba de ver lo que Mahmoud Abbas y la dirección del Fatah habían hecho con la Autoridad Nacional Palestina (ANP): históricamente, fue una catástrofe. Desde el punto de vista de la cuestión nacional, Hamás logró derrotar al Fatah y, además, defendió un discurso nacionalista frente a las renuncias de la ANP. El caso del Líbano es diferente: el discurso de la izquierda ha sido totalmente eliminado debido a la hegemonía de Hezbollah. Sin embargo, al mismo tiempo, Hezbollah también ha conseguido integrar ideas de otras corrientes políticas. Esa es su gran fuerza. Conozco bien Hezbollah; conozco bien a sus cuadros y a sus dirigentes. Cada vez que discuto con ellos tengo la impresión de que me encuentro ante verdaderos nacionalistas. Y, paradójicamente, si lo comparo con el pasado, a veces pienso que la materia prima de la que está hecha este movimiento -sus cuadros, sus dirigentes- podría haber sido, en otro momento, la de un movimiento patriótico y progresista.
Es importante comprender las diferencias y los matices que se dan dentro del movimiento islamista. Los Hermanos Musulmanes de Kuwait no tienen nada que ver con los Hermanos Musulmanes de Iraq, de Egipto, de Sudán o de Argelia. No hay un solo islam político. El islam político que a mí me interesa es el que se sirve de los discursos nacionalistas utilizados en otro momento por el nacionalismo árabe y la izquierda. En el fondo, lo que se expresa a través del islam político -la ideología ahora dominante, hegemónica- es el nacionalismo árabe. Hay que darse cuenta de las contradicciones: puede ser un discurso retrógrado, e incluso hay quien lo considera reaccionario, pero en el fondo es progresista y va en una dirección que no puedo desaprobar. Dicho esto, no me gustan los compromisos ideológicos. Lo que quiero decir es que considero que ciertas tendencias islamistas portan un discurso de liberación nacional. No obstante, no creo que sea posible hacer una mezcla entre el nacionalismo árabe, la izquierda y el islam político. No me gustan esos compromisos ideológicos. Puedo ser yo mismo, puedo ser nacionalista árabe y de izquierdas y, al mismo tiempo, hablar de un partido político como Hamás: en ese caso lo que trato de hacer es retener lo positivo y lo negativo de la experiencia política de ese partido. Sin embargo, en ningún caso lo hago para elaborar una mezcla ideológica. Mi preocupación es doble: árabe y anti-imperialista. En este sentido aún tengo un poco de miedo a los referentes puramente islámicos, que no conducen a nada. No creo en la solidaridad islámica.
Por ejemplo, pensemos en la época de Nasser: el criterio de alianza era anti-imperialista, no cultura o religioso. Nos posicionamos con la India cuando esta se enfrentó a Pakistán, y con Grecia frente a Turquía. Todo simplemente porque Turquía y Pakistán estaban claramente en el campo imperialista. El criterio consiste en decir «para nosotros, los árabes, ¿cuáles son nuestros intereses nacionales?» en lugar de «para nosotros, los musulmanes…». Muchos países árabes fueron aliados de la Unión Soviética en tanto que eran árabes, incluso aunque la Unión Soviética representara un modelo de sociedad alejado de nuestras aspiraciones. No comprendo a los árabes que fueron a Afganistán para luchar contra los soviéticos: no tenían nada que hacer allí. El cheikh Abdallah Al-Azzamix estaba cerca de Israel y fue a luchar a Pakistán y a Afganistán. Una cosa es decir «yo defiendo los partidos islamistas que luchan por la causa nacional árabe» y otra muy diferente es afirmar «yo estoy a favor de los partidos islamistas porque son musulmanes».
Veo las cosas de una manera muy pragmática y realista. En el contexto actual, estamos en una fase histórica donde el islam domina y va a dominar la vida política y cultural. Es un hecho que va a durar muchísimos años. El islam político aún se encuentra en su etapa ascendente. Nos encontramos en el inicio. Yassin Hafez decía «usted jamás podrá dejar de tener en cuenta el islam los árabes jamás podrán de no contar con el islam». Y tenía razón.
La crisis intelectual del mundo árabe
No creo en una profunda revolución intelectual dentro del islam simplemente porque, en estos momentos, no creo en una profunda revolución intelectual en el mundo árabe. La crisis intelectual nos afecta a todos. Desde el punto de vista intelectual, soy pesimista. Se ha producido un proceso de decadencia. Esto también ha ocurrido en el islam político: pienso sinceramente que Djaml Al-Din Al-Afghani era mucho mejor que Mohammed Abdouhx; que Mohammed Abdouh era mucho mejor que Rachid Rida y que Hassan Al-Bannaxi; que estos, a su vez, eran mejores que Sayyid Qutb. ¡Y así llegamos a Ayman Al-Zawahiri y a Abou Moussab Al-Zarkaouixii! La crisis que vive el islam es la crisis de pensamiento en un plano más profundo. No es una crisis reservada únicamente a los islamistas. Es estructural. Por ejemplo, los liberales árabes no tienen nada que ver con los liberales egipcios del pasado: tanto para la corriente liberal -desde Taha Hussein a Ayman Nourxiii-, como para los islamistas -desde Al-Afghani a Al-Zawahiri-, se ha producido un proceso de decadencia. Lo mismo ha ocurrido en la izquierda y entre los nacionalistas árabes: hay una profunda crisis en todas esas corrientes.
No digo que todo sea completamente negativo. Se están produciendo cosas interesantes en algunos sectores de los Hermanos Musulmanes. Están haciendo un trabajo sobre sí mismos. En el caso de Hezbollah ese trabajo está claramente a la vista. En el pensamiento chií en general; hay escritos de Hussein Fadlallahxiv interesantes. Puede haber, en la estela de los Hermanos Musulmanes, personas como el cheikh egipcio Youssef Al-Qardawi: se puede ver como una persona integrista, profundamente retrógrado, pero, desde otro punto de vista, resulta avanzado respecto a otras corrientes religiosas que se encuentran a años luz. Dentro de los Hermanos Musulmanes sirios las cosas han cambiado un poco durante estos últimos años: los dos o tres últimos documentos que han editado son bastante modernos. El cheikh Rachid Gannouchixv, el líder del movimiento Ennahda, en Túnez, trata de hacer algo interesante en términos de renovación intelectual, de diálogo con los laicos. Rachid Gannouchi fue baazista en el pasado: conoce Siria, muestra cierta sensibilidad hacia la cuestión árabe y tiene una visión islámica muy poco estrecha. Mounir Chafiq intenta desarrollar un punto de vista interesante, igual que Fahmi Howeidixvi.
Pero todo esto está muy disperso. La región se encuentra en un estado de tensión. En el estado actual de las cosas no sé si es posible hacer esa revolución cultural necesaria en el interior del islam. En esto soy absolutamente marxista.
¿Qué ‘comunidad política’?
Si elijo una etiqueta, a mi manera soy nasseriano. Y de izquierdas. He escrito muchos artículos en los que expreso mi punto de vista respecto a la experiencia de Nasser y siempre digo que, al menos, dentro de las grandes corrientes de pensamiento del mundo árabe -teniendo en cuenta a los islamistas, a los liberales, a los marxistas y la corriente nacionalista (especialmente el Baaz)-, Nasser, por su pragmatismo y experienica, es el único que ha podido plantear buenas preguntas. El nasserismo no es necesariamente un pensamiento, como el baazismo o el marxismo, sino una experiencia práctica, incluso afectiva, que en su momento transformó profundamente el mundo árabe. Modificó el modo como los árabes percibían a Occidente; consiguió resultados más o menos buenos -sin olvidar lo que ha ocurrido después en Egipto-, pero, en todo caso, si pensamos en las grandes corrientes de pensamiento de la historia contemporánea del mundo árabe, el nasserismo es la que más cerca estuvo de poner en práctica un proyecto político en términos de independencia y contenido social. Cuando digo que soy nasseriano, es mi manera de decir que no soy baazista: si no nos damos cuenta de la diferencia entre Nasser y el Baaz jamás comprenderemos lo que supuso la experiencia de Nasser en el mundo árabe.
A partir de la experiencia del nasserismo, ¿es posible pensar ahora problemas que nos atañen? Por ejemplo, ¿respecto a un gran movimiento de liberación nacional en el mundo árabe? Nasser fue, en cierta medida, la combinación de tres cosas: la compra de armas a Checoeslovaquia (1955), la nacionalización de la compañía del Canal de Suez (1956) y la construcción de la presa de Asuán que empezó a funcionar en la década de los 60. Fue una experiencia posible dentro de un cierto orden mundial; diferente respecto a la actual correlación de fuerzas. La idea de un papel importante del Estado en la economía, la atención que prestó al desarrollo de los intereses de las clases populares… todo esto estaba fuera del campo de visión de islamistas, liberales, demócratas, incluso estaba fuera de la propia izquierda. La democracia, los derechos humanos, los problemas relacionados con el desarrollo, la cuestión del Estado… estaban fuera del programa de la izquierda. Todas esas corrientes, cualquiera de ellas, veían el mundo de un modo unipolar, homogéneo y concebía la globalización únicamente como liberal, económicamente hablando. ¿Cuál podría ser el contenido social de un programa de liberación nacional árabe en la actualidad? No lo sé, pero la correlación de fuerzas es muy distinta a la de entonces.
No es casual la deriva, en el mundo árabe, respecto a la cuestión cultural. Cuando hablo de árabes hablo en términos políticos, como comunidad política. Sin embargo, ahora mismo se trata de una marca cultural, como el islam. Todas las corrientes políticas árabes son incapaces de dar un contenido político, económico y social a sus programas. Por eso vivimos un periodo de repliegue identitario en tanto que árabes y en tanto en que musulmanes. Somos árabes o somos musulmanes, pero nunca en un sentido político, estratégico y económico. Tampoco, incluso, en términos culturales. En el mundo árabe, desde Túnez hasta el Líbano, no hay otra cosa en común que la cultura. Tenemos, es verdad, los mismos escritores, las mismas películas, las mismas sensibilidades culturales gracias a los nuevos medios de comunicación -especialmente la televisión-. Pero hasta ahí. La cultura, la identidad y la religión son los gran temas que ahora están presentes.
Notas
iYassin Hafez nació en 1930, en la ciudad de Deir al-Zor (Siria) y murió en 1978. Elias Morqos nació en 1927, en la ciudada de Latakia (Siria) y murió en 1991.
iiInspirado en las ideas del profesor Constantin Zureik, el MNA fue fundado por el palestino Georges Habache a principios de los años 60.
iiiWalid Joumblatt es el líder del Partido Socialista Progresista (PSP), de mayoría druza.
ivFawaz Traboulsi es uno de los líderes históricos de la OACL. Actualmente es profesor de la Universidad Americana Libanesa y colabora con la revista Bidayat.
vEl historiador Samir Kassir, asesiando en Beirut en junio de 2005, fue un colaborar habitual de este semanario.
viRafiq Hariri fue en varias ocasiones primer ministro del Líbano antes de ser asesinado en febrero de 2005.
viiLos acuerdos de Taif pusieron fin a la guerra civil libanesa. Se firmaron en Arabia Saudí en octubre de 1989.
viiiMounir Chafiq fue miembro del Fatah, impulsor de una de las tendencias internas y responsable del comité de planificación de la OLP durante la década de los 80. Se aproximó al islam político después de la revolución iraní de 1979.
ixAbdallah Al-Azzah es un cheikh palestino que fundó, en octubre de 1984, la Oficina de Servicios (Maktab al-Khaddamat) en Peshawar (Pakistán) destinada a ayudar a los combatientes extranjeros que apoyaron a los muyahidines afganos. Durante un corto periodo de tiempo, durante los últimos años de 1960, fue miembro del Fatah. Fue asesinado en 1989.
xJamal Al-Din Al-Afghani (1838-1897) es uno de los fundadores del panislamismo. Mohammed Abdouh (1849-1905) es un reformista musulmán egipcio.
xiDiscípulo de Mohammed Abdouh, Mohammed Rachid Rida (1865-1935) es un reformista musulmán de origen sirio. Hassan Al-Banna (1906-1949) es el fundador de los Hermanos Musulmanes en Egipto.
xiiSayyid Qutb (1906-1966) está considerado como el padre ideológico del islamismo radical. Ayman Al-Zawahiri, de origen egipcio, es uno de los principales dirigentes de Al-Qaeda en la actualidad. Abou Moussab Al-Zarkaoui, asesinado en 2006, fue el responsable de Al-Qaeda en Iraq.
xiiiTaha Hussein (1889-1973) es un escritor e intelectual egipcio. Está considerado como el padre del modernismo árabe. Ayman Nour es un político egipcio, responsable del partido Al-Ghad.
xivMohammed Hussein Fadlallah (1935-2010) estudió teología en Najaf (Iraq). Fue una de las principales figuras religiosas de la comunidad chií libanesa.
xvRachid Gannouchi fundó, a principios de los años 80, el Movimiento de la Tendencia Islámica (MTI), en Túnez, que después pasó a denominarse Ennahda. Desde entonces, y después de la caída del régimen de Ben Ali en enero de 2011, es el principal dirigente y teórico del partido.
xviFahmi Howeidi es un intelectual y periodista egipcio que durante muchos años ha escrito para el periódico Al-Ahram.
Original: http://orientxxi.info/magazine/reflexions-sur-le-nationalisme-arabe-la-gauche-et-l-islam,1226
Traducido del francés por Francisco Fernández.