Del caramelo al paté y la salchicha: son los productos alimenticios que contienen algún ingrediente derivado de la soja transgénica, ya suman 745 y abarrotan las góndolas de los supermercados de la Argentina. La inclusión tan elevada de componentes de soja también deja ver que otras materias han quedado directamente descartadas de muchas recetas.Esta decisión […]
Del caramelo al paté y la salchicha: son los productos alimenticios que contienen algún ingrediente derivado de la soja transgénica, ya suman 745 y abarrotan las góndolas de los supermercados de la Argentina. La inclusión tan elevada de componentes de soja también deja ver que otras materias han quedado directamente descartadas de muchas recetas.Esta decisión responde a una cuestión de menores costos para los fabricantes antes que a mejoras en la calidad nutritiva de lo que producen. Esto rompe con el mito de que la soja transgénica, se vende y utiliza sólo fronteras hacia afuera, ya que la procedencia de los artículos, prácticamente el 90 por ciento corresponde a producción nacional.DIARIO JUNIO accedió a la investigación del periodista Patricio Eleisegui.
Artículos y marcas se multiplican en las góndolas de todos los puntos de venta del país. Los derivados de la oleaginosa incluso se acumulan en productos impensados. Un relevamiento rompe con el mito de que el poroto manipulado genéticamente, y cultivado a base de químicos, se vende y utiliza sólo fronteras hacia afuera.
Bocaditos de pollo Granja Azul. Chocolate Nesquik. Papas fritas Pringles. Café instantáneo Cabrales. Bizcochuelo Godet de Arcor. Margarina Dánica Dorada. Mortadela Calchaquí. Salchichas Paladini. Paté Swift. Leche entera La Serenísima. Turrón de maní Arcor. Caramelos Sugus. Alfajor Terrabusi. Bon o Bon de Arcor. Sardinas Nereida. Puré de tomate La Costeña. Caramelos Palito de la Selva. Kani Kama. Vidacol de La Serenísima. Galletitas Salvado Bagley.
La lista, de intentar establecerse algún tipo de nómina, asoma interminable.
Los productos alimenticios que contienen algún ingrediente derivado de la soja transgénica ya suman 745 y abarrotan las góndolas de todos los supermercados de la Argentina.
El dato fue aportado a este autor por Ana Clara Martino, ingeniera agrónoma, profesora de las licenciaturas en Nutrición y Bromatología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Concepción del Uruguay, y coordinadora de una medición que confirmó cómo la oleaginosa está presente en la dieta local a través de cientos de productos insospechados.
Martino mostró los resultados de una experiencia que ya había realizado en 2008, aunque ahora con estadísticas recabadas en comercios de Rosario durante junio de 2014, en un seminario que la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (ACSOJA) realizó a mediados este año en las instalaciones de la Bolsa de Comercio de la ciudad santafesina.
Tras dar con los aspectos más salientes de su disertación, este autor contactó a la especialista quien en primer lugar corrigió lo publicado por el suplemento rural de Clarín a principios de julio -bajo el título «Hay casi 200 productos de soja o sus derivados en los supermercados«-, para luego especificar lo anticipado: que los artículos suman 745, además de destacar que la lecitina fue el ingrediente más detectado en el relevamiento.
«Hay que aclarar que hay productos que contienen más de un ingrediente derivado de la soja. Se relevaron 745 productos pero hay más», aseguró Martino a quien aquí escribe. Por caso, Molinos Río de la Plata, dueña de etiquetas como Lucchetti, Matarazzo, Gallo, Vitina, Granja del Sol, o Exquisita, consultado su centro de atención al consumidor, no tiene reparos en reconocer que utiliza proteína de soja modificada genéticamente.
Para dar una idea de cómo la oleaginosa gana cada vez más presencia en las fórmulas alimenticias que se comercializan en el país, la experta apeló a un ejemplo: «En el 2008 la lecitina representaba el 70,82 por ciento del total de los ingredientes relevados. En el 2014 alcanzó el 80 por ciento, por lo cual (en seis años) se dio una variación porcentual positiva del 12,96 por ciento».
En otras palabras, el componente forma parte de un abanico de artículos que se amplió a paso firme. Martino destacó la presencia de la tecnología de modificación genética en tanto «prácticamente toda la soja que se cultiva en la Argentina es transgénica excepto el cultivo orgánico, que es poquísimo y generalmente se exporta».
La oleaginosa integrada a los productos monitoreados, dada su condición de funcionar en sintonía con los agroquímicos, surge de un sistema de cultivo basado en el riego permanente con plaguicidas de comprobada peligrosidad.
Las cifras son contundentes: de acuerdo a estadísticas del sector, divulgadas por los mismos fabricantes de pesticidas, sólo en el 2013 el cultivo de soja demandó una aplicación anual de 77,9 millones de litros de glifosato, la pulverización con más de 4,9 millones de litros de otros herbicidas, la aplicación de 10,8 millones de litros de insecticidas, y el vertido de 2,5 millones de litros de fungicidas.
El resultado del grano que fue tratado con una lluvia de químicos -algunos, como el 2,4-D o el picloram, más conocido por su marca comercial Tordon, derivados de la industria bélica- es eso mismo que hoy se acumula en las alacenas y heladeras de todos los hogares de la Argentina.
Si bien Martino se excusó de divulgar el listado de productos relevados, lo cierto es que confirmó que las imágenes que siguen a continuación -incluidas en la presentación de la ingeniera agrónoma en ACSOJA- «corresponden a productos que contienen derivados de la soja».
Galletitas Pepitos, Cerealitas y Variedad, leche entera en polvo La Serenísima, chocolate Cofler, Bon o Bon, caramelos de dulce de leche Arcor, alfajor Terrabusi y golosinas varias, con transgénesis en sus fórmulas.
En cuanto a la procedencia de los artículos, prácticamente el 90 por ciento corresponde a producción nacional. Por ende, la participación de la soja que se genera en el campo local en la elaboración de alimentos resulta indiscutible.
«El ingrediente más frecuente fue la lecitina de soja que se halló en 286 productos (38,38%). Si se suman las categorías leche en polvo y cacao que contienen lecitina, ya que se trata del único emulsionante permitido en estos productos, el número asciende a 596 (80%)», reparó la presentación de Martino en ACSOJA.
«El aceite vegetal se encontró en 191 productos (25,60%). En este trabajo se asume que el aceite vegetal y el aceite vegetal hidrogenado son aceite de soja o tienen aceite de soja debido a su gran difusión y menor costo que otras oleaginosas cuando se trata de productos Industria Argentina», destaca el documento de la experta.
Sin embargo, apenas 12 artículos explicitan en sus etiquetas la inclusión de aceite de soja. Representan el 1,61 por ciento de la muestra.
«En el caso del aceite vegetal hidrogenado se encontraron 103 productos (13,86%). Si se suman las margarinas y las cremas no lácteas totalizan 130 productos (17,44%)», afirma el trabajo de Martino.
«Se encontró proteína vegetal o harina de soja o concentrado o aislado o texturizado en 78 productos que representan el 10,46% del total», sigue la presentación de la experta.
A modo de ejemplos hay que mencionar los bocaditos de pollo Granja del Sol, los Giacomo Capelettini, el bizcochuelo Godet, las hamburguesas y el paté Swift, las salchichas Paladini, la mortadela Calchaquí o las comidas instantáneas Maruchan.
«En el caso de los productos con fitoesteroles o fitoestanoles se relevaron 5 (0,67%)», expuso Martino en ACSOJA 2015. Entre los artículos: Vidacol de La Serenísima, margarina Dánica y galletitas Salvado Bagley.
La especialista indicó, además, cómo se expandió la utilización de soja transgénica o sus derivados en las fórmulas de los alimenticios relevados. La inclusión tan elevada de componentes de soja también deja ver que otras materias han quedado directamente descartadas de muchas recetas.
Esta decisión responde a una cuestión de menores costos para los fabricantes antes que a mejoras en la calidad nutritiva de lo que producen.
En el 80 por ciento de los artículos alcanzados por el muestreo se constató el uso de lecitina, mientras que en más del 25,5 por ciento se ubicó aceite vegetal derivado de la oleaginosa.
Un comparativo entre el sondeo de 2008 y el más reciente del 2014 pone en claro qué porcentaje de la muestra dio positivo en lo referente a inclusión de porotos de soja, proteína hidrolizada basada en el mismo componente, o fitoesteroles también extraídos del mismo cultivo.
Respecto de cómo se hizo el estudio, Martino sostuvo ante este autor que «la medición se realizó con 45 encuestadores en un solo día, y en un lapso aproximado de 3 horas. Los encuestadores volcaron en planillas los ingredientes que derivaban de la soja».
A modo de particularidad, la especialista señaló que el resultado de la muestra de seguro sería más amplio si se notificaran todos los derivados de la soja que algunas normativas vigentes permiten mantener ocultos.
«No todos los productos declaran pero eso no significa que no estén en regla. Hay derivados que no es necesario declarar», dijo, y para ilustrar sus palabras mencionó el artículo 235 séptimo del Código Alimentario Argentina (CAA).
¿Qué dice el marco? «Artículo 235 séptimo: 1 – Los alérgenos y sustancias capaces de producir reacciones adversas en individuos susceptibles indicados en el presente deberán ser declarados a continuación de la lista de ingredientes del rótulo siempre que ellos o derivados de ellos estén presentes en los productos alimenticios envasados, ya sean añadidos como ingredientes o como parte de otros ingredientes…».
Para especificar en el apartado 1.6: «Soja, y productos derivados (excepto: a- aceite y grasa de semilla de soja totalmente refinados; b- tocoferoles naturales mezclados (INS 306), d-alfa tocoferol natural, acetato de d-alfa tocoferol natural y succinato de d-alfa tocoferol natural derivados de la soja; c- fitosteroles y ésteres de fitosterol derivados de aceites vegetales de soja; d- ésteres de fitostanol derivados de fitosteroles de aceite de semilla de soja)».
En concreto, los casi 750 artículos de supermercado que contienen soja transgénica -o derivados directos del poroto manipulado genéticamente y cultivado sólo a base de compuestos químicos de variada toxicidad– se multiplicarían a niveles impensados de fijarse algún tipo de regulación que erradique las excepciones del inciso antes mencionado.
Mientras tanto, el discurso corporativo que muestra a la modificación genética como una tecnología que únicamente se exporta gana vigor incluso en sectores que critican de forma acérrima el modelo de producción agropecuaria vigente en la Argentina.
Muy por el contrario, sus resultados saturan góndolas y llenan heladeras. Surten los kioscos y endulzan los cumpleaños de los más chicos. Celebran la Semana de la Dulzura y despejan el sueño en los desayunos. Están en cada Pascua y en la dieta de los que se esfuerzan por mantener una vida sana.
Porque sí: la soja transgénica está en todos lados.
La pregunta es, en tanto consumidores que completan el último tramo del circuito productivo, qué haremos nosotros al respecto.
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