Hace aproximadamente 10 años, en el pequeño pueblo de Anisacate, en la céntrica provincia de Córdoba, dos familias se pusieron de acuerdo para compartir sus compras de alimentos. De a poco se sumaron más familias, y se fue consolidando una actividad de compras comunitarias que comenzó a denominarse simplemente «La compra». Organizaban pedidos conjuntos con […]
Hace aproximadamente 10 años, en el pequeño pueblo de Anisacate, en la céntrica provincia de Córdoba, dos familias se pusieron de acuerdo para compartir sus compras de alimentos. De a poco se sumaron más familias, y se fue consolidando una actividad de compras comunitarias que comenzó a denominarse simplemente «La compra».
Organizaban pedidos conjuntos con especial interés por productos agroecológicos, sin agroquímicos ni aditivos artificiales. Además, buscando mejores precios y para conocer efectivamente los cultivos y procesos, visitaban a las familias productoras, que lentamente crecían enfrentando el modelo de agricultura industrial instaurado en Argentina, centrado en el monocultivo de soja transgénica, que según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario actualmente ocupa más de 20 millones de hectáreas.
«La compra» siguió sumando familias y gradualmente pasó a llamarse «Orgánicos Sí o Sí». Comenzaron a unirse grupos de otros pueblos de la provincia, luego también de otras provincias, y el 2016 encuentra a la red realizando dos grandes compras por año, una en otoño y otra en primavera, logrando que cerca de 500 familias de 44 pueblos y ciudades se alimenten sanamente en conexión directa con más de 80 productores orgánicos de Córdoba, Mendoza, Santa Fe, San Luis y otras provincias.
Un mes antes de cada compra, cada productor recibe el detalle de lo encargado por cada pueblo, arma los pedidos, en los días previos a la entrega se congelan los precios, se llevan todas las mercaderías hasta un gran galpón elegido para la ocasión, cada pueblo organizado se dirige al lugar, y se efectiviza la distribución de manera colaborativa, autocontrolada y solidaria. En el lugar se celebra además una ceremonia de agradecimiento, se arma una feria abierta y se intercambian técnicas, novedades, abrazos, alegrías, proyectos.
«Que sean productos orgánicos, buenos para la salud, sanos, y producidos con respeto a la naturaleza, esa es la base, pero también destacamos mucho la importancia del trabajo en los aspectos sociales, humanos. Así como hacer agroecología no es solamente no fumigar, así también esta red no es solamente por los alimentos, es por el cambio en la forma de vida, por lo grupal, por la autorevisión y el crecimiento personal. Por eso nos interesa el compromiso y el compartir. Acá la cosa no es comprar y venir solamente a retirar lo que uno compra. Hay que trabajar para el resto, ocupar roles el día de la distribución, trabajar también cada uno en su pueblo en la organización de los viajes, y hay que trabajar la confianza y el valor de la palabra», cuenta a Noticias Aliadas Andrea, promotora de esta red, quien prefirió mantener su apellido en reserva por considerar que esta es una experiencia colectiva, no individual.
En los inicios de la red, conseguir productos orgánicos en variedad y cantidad era más difícil. «Hay muchas cosas que antes no había, o había muy poco. Por ejemplo lentejas orgánicas», explica a Noticias Aliadas Virginia Leopardi, de San Rafael, Mendoza, y una de las responsables de la Finca La Rosendo, un establecimiento que produce vinos orgánicos a partir de uvas cuidadas sin fumigar. En su caso, viven el doble rol dentro de la red, productores y consumidores. «En la finca tratamos de tener de todo, producir los vinos y además sostener la huerta, producir verduras incluso para la venta, y lo que no podemos producir lo obtenemos de otros productores también agroecológicos».
Soluciones para los productores
La red no es solamente económica, es también de apoyo. Hay casos de productos que no son 100% orgánicos en todo su proceso, pero justamente una de sus tareas es ayudar y acompañar a los productores para mejorar. «Les pasamos contactos de otros productores que tienen ideas o soluciones, o les damos datos, y nos damos tiempo. Por ejemplo, gente que elaboraba fideos, a veces usaban harina común, porque hace unos años no era fácil conseguir harina orgánica. Ahora ya hay varios lugares del país donde se cultiva trigo agroecológico, hay molinos dedicados a eso», señala Andrea.
De los 85 productores actuales, algunos son grandes ejemplos históricos, como Campo Claro (provincia de Buenos Aires) o Naturaleza Viva (provincia de Santa Fe), otros consolidados en los últimos años como El Peregrino, Germen de Vida, Familia Cecchin, y otros recién empezando. «Se aporta al cambio hacia una soberanía alimentaria de los pueblos. Siempre está presente en los encuentros la idea de que todos podemos ser productores de algo y así integrarnos aún más, y contribuir cada vez más directamente», apunta Andrea.
Eso lo ratifica Gabriel Quintana, llegado desde Romang, Santa Fe, un pueblo que queda a casi 700 km del lugar del encuentro de otoño, donde en diálogo con Noticias Aliadas cuenta que «ya es el tercer año que venimos, cada semestre a hacer el pedido y la recolección. Fuimos armando, primero éramos dos o tres familias, y ahora ya somos 25 familias. Los coordinadores nos vamos rotando para que todas las familias participen en este rol. De todas esas familias hay varias que ya consumen a conciencia, prevén para seis meses, esa es la idea, que te abastezcas para seis meses».
«Otras familias compran cosas más puntuales. Se va buscando que en el grupo haya gente que también tiene productos allá y los puede traer para vender acá. Y entonces hacer un intercambio a todo nivel, de comprar y vender. En este caso traemos paltas, mamones, mangos, nueces, caqui, plantines de árboles de palta, maracuyá, las cosas que estamos haciendo allá, frutas casi tropicales, y contentos acá porque esas frutas acá casi no se ven y estas frutas te las sacan de las manos. Ahora ya vienen también otros pueblos de Santa Fe, hay un crecimiento visible, esta entrega de otoño es bien grande, también porque ves, cuando haces la compra, con la inflación que hay, a los dos meses te das cuenta que lo que compraste quedó a muy buen precio, entonces mucha gente también se suma por eso. Al contrario de lo que se cree, acá se ve que lo orgánico no es caro», agrega.
«Te cambia la vida. De ir al supermercado todos los días a pasar a recuperar el sentido de aprovisionarte, de agruparte, organizarse para una vida sana», se alegra Andrea.
«Lo que se busca es un cambio total de paradigma, donde lo central no sea el dinero sino la complementariedad, el cuidado del ambiente, el comercio justo», agrega Leopardi.
Proceso participativo
José Luis Lois, llegado desde Cañada Larga, Traslasierra (Córdoba), detalla: «Ofrecemos aceitunas, pasta de aceitunas, aceite de oliva, y toda una línea de condimentos ahumados como pimentón, sal marina, ají, un condimento mapuche que se llama merkén, cúrcuma, curry, mostaza en grano. No es un ahumado químico, es ahumado natural en frío, una técnica tomada de los indígenas mapuche, con aserrín de algarrobo y quebracho, y con hierbas como romero y laurel. El ahumado es la más antigua técnica de conservación de los alimentos. Esta red va creciendo año a año, y nos ayuda mucho en nuestra economía, no solamente por el volumen de las dos compras anuales, sino por la red de contactos que se genera, con otros productores, para ayudarnos en todo, y con familias consumidoras de la región que se convierten en clientes estables. Esta compra ha generado otro montón de redes».
«Se trata básicamente de hacerse cargo de lo que uno consume, ser responsable por más que la nutrición. Elijo un alimento sano, me acerco a un grupo o lo puedo formar, veo la lista, hago mi pedido, y me uno con otras familias comunitariamente para poder comprar por ejemplo una bolsa de 25 kg de arroz orgánico, y lograr calidad y ahorro. Los productores también se organizan, como el caso de la yerba mate Las Tunas [producida por una cooperativa en la provincia de Misiones], donde 30 familias producen cada una un poquito y se juntan para envasar y enviar», destaca Juan Vanadia, que se ha sumado al grupo organizador para colaborar con las planillas de productos.
«Veo un esfuerzo muy grande, mucha dedicación de los productores, que en muchos casos enfrentan obstáculos muy fuertes. Me emociona el ejemplo de una familia en la zona de Pampa de Pocho [Córdoba], recuperando un paraje donde se había devastado y sembrado soja, ellos están sembrando árboles, limpiando la tierra, dejando volver el monte, cuidando las vertientes. Fuerte también ha sido en los últimos días el caso de la Granja Agroecológica Naturaleza Viva, de la provincia de Santa Fe, que sufrió una fumigación de agroquímicos por los empresarios sojeros linderos a sus campos», agrega Juan.
La ceremonia inicial del encuentro de otoño, realizado el 8 y 9 de abril, además de tambores y baile, tuvo un mensaje especial sobre el valor de la palabra, la confianza y la responsabilidad compartida para sostener la red. El espacio explicita que no son las reglas del capital las que lo regulan, sino reglas comunitarias, solidarias y autogestivas.